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ALMA DE PLÁSTICO Noel Aguilar
ISBN digital: 978-0-359-49141-4 Reservados todos los derechos (otorgados por el CNR). Prohibida la modificación total o parcial de esta obra literaria, por cualquier medio, sin autorización expresa por escrito del autor. Se permite la reproducción total o parcial de dicha obra, únicamente por medios digitales, solamente para su lectura, o en los casos en que se necesite usar breves fragmentos para fines didácticos o de investigación, siempre que indique de manera inconfundible la fuente, es decir, el nombre del autor y de la obra conocidos, basándose en la Ley de Propiedad Intelectual, según el decreto 604 de la Asamblea Legislativa de la Republica de El Salvador. La infracción de derechos puede constituir un delito contra la propiedad intelectual. Editado y actualizado por el autor en fecha 14/03/2019.
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Noel Aguilar nació en El Salvador en marzo de 1989, donde la mayor parte de sus años los ha vivido en la capital de ese mismo país. Sus progenitores querían que fuera contador público, pero él se inclinó más por los estudios en redes informáticas y electricidad, siendo esto último lo que más le llamó la atención. Su pasión por la escritura inició cuando era sólo un infante, época en la que gustaba de leer libros de todo tipo y de escribir ocasionalmente pequeños poemas; pero sus escritos formales empezaron en su vida adulta, donde dio “vida” a lo que había en su mente, lo cual fue posible gracias a su imaginación e inspiración peculiares.
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Para toda persona que gusta de la literatura que marca una diferencia en nuestra perspectiva de la realidad para siempre. Noel Aguilar
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Sinopsis La humanidad está en el preámbulo del crecimiento absoluto de la tecnología, propiciando a la vez la evolución de la robótica, y es en este mismo escenario donde surge un personaje que es consciente de esa realidad, pero que también dará inicio a la primera relación sentimental entre un humano y una máquina, lo cual traerá efectos negativos para todos. Lo anterior hará que el protagonista pase situaciones de diferente índole, vistas desde su perspectiva personal y experimental, y que le harán reflexionar sobre las consecuencias de sus acciones, y que además pondrá a prueba su destino de evitar que el mundo pase a una nueva era en la que el ser humano esté en segundo lugar.
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Contenido/Página
Capítulo 1 El principio del fin ....................................................... 8 Capítulo 2 Jugando al investigador ........................................... 14 Capítulo 3 El nuevo día ............................................................. 17 Capítulo 4 Explorando nuevos horizontes ................................. 23 Capítulo 5 Sorpresa… y algo más ............................................. 29 Capítulo 6 Misterio ..................................................................... 41 Capítulo 7 La esperanza no muere ........................................... 46 Capítulo 8 La bienvenida ........................................................... 50 Capítulo 9 Conociendo a mi nueva vida… y a “ella” .................. 54 Capítulo 10 Cosas inesperadas y un poco de tensión .............. 65 Capítulo 11 Cambio de “casete” ................................................ 73 Capítulo 12 Todo cambia ........................................................... 77 Capítulo 13 Lo inesperado ......................................................... 83 Capítulo 14 Con la boca callada ................................................ 90 Capítulo 15 Inteligencia artificial ................................................ 95 Capítulo 16 Radical ................................................................. 104 Capítulo 17 La crudeza de la realidad ..................................... 109 Capítulo 18 La verdad duele .................................................... 120 Capítulo 19 Los giros de la vida .............................................. 134 Capítulo 20 Prisionero ............................................................. 142 Capítulo 21 Prófugo ................................................................. 147 Capítulo 22 Incertidumbre ....................................................... 155 Capítulo 23 El amor es ciego ................................................... 158 Capítulo 24 Las cosas viejas pasaron ..................................... 164 5
Capítulo 25 Novedades perturbantes ...................................... 169 Capítulo 26 Acercándome a mi destino ................................... 177 Capítulo 27 Cuando la libertad te abandona ........................... 186 Capítulo 28 Milagro .................................................................. 192 Capítulo 29 El precio de la libertad .......................................... 195 Capítulo 30 El final de una vida ............................................... 200
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ALMA DE PLÁSTICO
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Capítulo 1 El principio del fin La puerta de una casa se abría por el viento, dejando escapar un olor a luto. A lo lejos, se escuchaban los lamentos tanto reales como hipócritas de una familia doliente; pero más allá (quizás en la casa vecina de al lado), donde apenas llegaba el sentir del oído, se distinguía el sonido alegre de muchos niños jugando tranquilamente y ajenos a lo que acontecía a aquellas personas dolientes que olvidaron que un día fueron también infantes. En aquella “cueva” urbana, unas personas velaban a su abuelo fallecido quien, a sus más de setenta décadas de vida, había partido de este mundo el día anterior debido a un accidente y no por causas naturales como algunos creerían. Entre la gente se encontraban sus familiares y amigos; unos a la verdad lamentando sinceramente la irreparable pérdida del anciano, pero otros en cambio, sólo aprovechaban el simple hecho de que hubiera pan y café (típicos en un velorio); y más aún, había otros sujetos que ni siquiera yo puedo explicar qué estaban haciendo ahí. Soy Ebrahn, y a continuación les contaré una parte importante de la historia de mi vida. Yo siempre creí en el destino, pero jamás pensé que un día sería su protagonista. Corría el sexto mes de un celebre año en el que todo lo que se había pensado en épocas anteriores que existiría en cuanto a tecnología (especialmente en el ámbito de la robótica), se estaba cumpliendo de manera satisfactoria, aunque a un ritmo lento. Pero lamentablemente, algunos de esos avances tecnológicos no estaban presentes en mi círculo familiar y personal, y no por voluntad propia, sino por las limitaciones de la vida que ocurren en quienes menos lo merecen. Sin embargo, no puedo afirmar que ese progreso fuera del todo bueno (en el sentido moral), porque la verdad es que había convertido a la mayoría de la humanidad en seres muy superficiales, haciendo que estuvieran más atentos a la última moda de un teléfono celular que en ir a decir “Te quiero” a un ser querido. Yo tenía veinte años de edad, y la gente comúnmente me decía que había alcanzado madurez mental a muy temprana edad debido a mi manera “tranquila” de comportarme; pero yo siempre he dicho que el reflejo del interior de una persona no se ve en sus acciones, sino en sus intenciones. Vivía con mis padres en una zona urbana cercana a la ciudad capital, en un país pequeño de Centroamérica (un país querido, odiado, olvidado y recordado por muchos), donde las personas tenían culturas, religiones, costumbres y tradiciones distintas, pero que lastimosamente las tenían sólo para poner una barrera social entre ellas, haciéndoles olvidar la hermandad y el respeto mutuo. Mis estudios académicos estaban relacionados a la robótica (estudio menospreciado por algunos y que apenas pude pagar en una universidad privada), y cuando los terminé, me esmeré en trabajar pronto en lo que tanto había deseado, y anhelaba ganar muchísimo dinero y cosechar grandes éxitos laborales; pero debo decir que las cosas no siempre son como uno
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espera, y poco a poco la vida me fue enseñando que a veces nuestros sueños, objetivos o metas no se cumplen de la noche a la mañana. Tenía todo lo básico a mi favor como un buen estudio, las bendiciones de mis padres, la iniciativa y la honradez características en mí; pero ignoré que allá afuera existían factores que impedían tener rápido un empleo, y me refiero a la falta de creación de puestos laborales y a reclutadores que pedían experiencia de trabajo a alguien que apenas empezaba su vida adulta. Sucedió que un día me encontraba comprando algunas cosas en una tienda que estaba cerca de una calle muy transitada, cuando de repente presencié un accidente automovilístico entre dos autos y en el que se vio afectada una persona que pretendía cruzarse la calle. Cuando llegué al lugar de los hechos, ya había personas alrededor del peatón lesionado (pero nadie quería ayudarlo), quien resultó ser un hombre de la tercera edad, el cual yacía en el suelo con un daño en su cadera izquierda mientras pedía auxilio a todos: —¡Me han lastimado… ayúdenme! —Esto evidentemente me hizo sentir empatía por él, pero no así a otras personas que estaban cerca de mí, que sólo veían al pobre hombre tirado como si fuera parte de un espectáculo callejero. “¡Ellos me atropellaron a propósito!”, gritaba con dolor el señor mientras señalaba con su frágil dedo a los tipos que él creía que lo habían golpeado intencionalmente con sus autos. En realidad, nadie era culpable, sino que simplemente se estaba en el lugar y hora incorrectos. Los que habían chocado sus carros sólo resultaron con lesiones leves; era verdaderamente lamentable que el anciano se llevara la peor parte. Pero a pesar del dramático momento, lo más relevante para mí no sería el accidente en sí, sino lo que iba a venir después. Inmediatamente llamé a una ambulancia; y en mi afán por querer ayudar al anciano, me acerqué a él para al menos darle palabras de ánimo: —Todo estará bien, la ayuda ya viene en camino, pues ya llamé a la ambulancia. Pero él reaccionó muy sorprendido, y comenzó a hacer gestos que lo hacían parecer asustado, y luego con una voz muy esforzada me dijo: —No es eso lo que te debe de preocupar jovencito… no es eso. Las palabras del anciano me resultaron inmediatamente curiosas —aunque pensé que quizás no se encontraba en sus “cabales”—, por lo que quise averiguar de qué hablaba: —Señor, ¿de qué está hablando? Espero se sienta bien. —Te parecerá extraño lo que te diré, pero no vayas a pensar que estoy loco. —Claro que no, puede decir lo que usted guste —le aseguré.
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Pero nadie en este mundo esperaría escuchar palabras como las siguientes: —El sueño que tuve anoche se ha cumplido… y era que yo vería al ser que traerá el mal a nuestro mundo, y que también traerá el bien… y ese eres tú. Lo que dijo ese anciano fue realmente espeluznante y salido de juicio. —Escuche, usted está delirando y debe ser por el dolor —le decía mientras las personas veían atentamente cómo conversaba con él. —Pero no temas —me dijo—, porque es necesario que así sea, Ebrahn… Sinceramente me asusté un poco cuando le escuché decir mi nombre (el cual ni siquiera le había mencionado), y decidí irme enseguida del lugar. Al alejarme tan de prisa, las personas comenzaron a interrogarme escandalosamente diciendo: “¿Qué te sucede? ¿Acaso viste un fantasma?”, pero yo sólo les contestaba diciendo que se me había hecho tarde y que debía regresar rápido a mi casa. Tenían razón con mi exageración, porque no debí haberme ido así, pero simplemente lo hice. Caminaba muy deprisa hacia mi casa, pensativo y confundido por lo que había pasado hace un rato, y sólo esperaba no encontrarme a alguien por ahí diciendo que yo traería un mal y un bien al mundo. Debo admitir que me veía contaminado de pensamientos absurdos al intentar justificar lo ocurrido, pero ¿quién era yo para que alguien me hubiera dicho algo así? La verdad es que me consideraba un tipo normal que no se complicaba la vida ni se metía en asuntos de otros. No está demás el mencionar que había algo en el ambiente que me hacía tener incertidumbre y un presentimiento como si un futuro distópico se acercara. ¿Era necesario exagerar tanto en pensar así? Ni yo podía creer lo que estaba pasando. Ya eran como las cinco y media de la tarde, y yo ya había llegado a mi casa, o más bien, al lugar donde la vida se limita a pasar únicamente rodeado de unas paredes, y donde la gente se “encierra” en su existencia como más les parece conveniente. Éramos una familia de clase media, donde cada vez sentíamos que bajábamos al nivel de clase baja por culpa de las condiciones económicas que se nos presentaban en el momento, causadas por mi falta de empleo y de los trabajos que mis padres tenían (donde apenas les pagaban el salario mínimo). No era hijo único, pues tenía una hermana mayor, pero ésta se había casado recientemente y por lo tanto ya no vivía más con nosotros. Mi madre era empleada de un almacén de ropa, y su paga ahí era muy poca y apenas alcanzaba para que subsistiéramos en la casa. Actualmente ella estaba de vacaciones, pero ya le faltaba poco para regresar a trabajar. Mi mamá estaba en la sala: —Hola hijo —me saludó con una voz dulce—. ¿Trajiste lo que te pedí de la tienda para hacer la cena?
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—¡Claro! —Pero esa afirmación fue rápida, y sólo dejé sobre una mesa las cosas que había comprado para luego irme directamente a mi cuarto, cerrando la puerta de una forma muy notoria, y esta inusual acción fue algo que a mi madre le pareció muy extraño. Había algo inexplicable que me estaba quitando la tranquilidad, causado por lo que me había sucedido esa tarde y que me hacía actuar de una manera distinta a lo normal. —Hijo, ¿estás bien? —me preguntó mi mamá quien se había quedado parada frente a la puerta de mi habitación, y yo le contesté con un engañoso “sí” y con explicaciones falsas. Pero ella no estaba del todo convencida por mis palabras, y se quedó un rato esperando a que yo le confirmara que todo estaba realmente bien, que no había nada de qué preocuparse y que solamente me sentía cansado. Pero de mi boca no salió ni una palabra más, por lo que mi progenitora optó por alejarse. En mi cuarto tenía una pequeña televisión con la que disfrutaba mis ratos de ocio (prefería los medios de entretenimiento tradicionales en lugar de los “modernos”). Quise entonces encender la televisión, y cuando lo hice, resulta que estaba sintonizado un canal de noticias y, como si fuera mera casualidad, la información que estaban presentando justo en ese momento era relacionada al accidente que yo había presenciado minutos antes —¿cómo rayos hicieron una noticia tan rápido?—, en donde el periodista hablaba a detalle acerca de todo lo que había ocurrido en dicho accidente como las causas que lo produjeron y demás cosas. Pero todo se volvió extremadamente intrigante cuando mencionaron que el anciano al que habían atropellado, y a quien identificaron solamente como Edgar, había muerto minutos después de haber sido dejado en el hospital por la ambulancia debido a complicaciones de salud. No podía creer lo que había sucedido, y sólo me quedé petrificado ante lo que escuchaba y, como si algo me intentara “desconectar” rápidamente de esa televisión, sentí que en automático pulsé el botón de apagado del control remoto, quedándose mi habitación en total silencio. Mi madre siguió insistiendo que algo inusual pasaba conmigo, y escuché que me preguntó desde lejos: —Ebrahn, ¿sucede algo? Yo le respondí de forma corta e inmediata que todo estaba bien, porque simplemente no quería dar explicaciones. Pero no es fácil convencer o engañar a una figura materna: —Has estado muy extraño ahora, pero no me vayas a volver a decir que todo está bien, porque sé que algo te pasa. —En serio no es nada… sólo estoy un poco agotado. —Otra vez comencé a decir mentiras.
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—Bien, como quieras… Sé que no quieres decir la verdad, pero dejémoslo así por ahora. Ahora te pediré que te sientes a la mesa para cenar, pero no vayas a comer todavía porque tenemos que esperar a tu papá. Salí de mi cuarto para ir al comedor; y estando ahí no me sentía tranquilo. Junté mis manos sobre la mesa, refugiándome desesperadamente dentro de mis pensamientos, intrigado por lo que había visto en las noticias y por lo que el difunto anciano me había dicho antes de morir. Debido a lo anterior, noté que mi madre estaba a punto de preguntarme otra vez de lo mismo; pero para evadir todo cuestionamiento acerca de mi estado anímico, pensé en hacer yo mismo mis propias preguntas: —¿Y cómo has estado mamá? —Estoy bien gracias… Por cierto, ¿cómo te ha ido en tu búsqueda de trabajo? —Créeme que he buscado hasta debajo de las piedras, pero no encuentro nada. —Entiendo, es de reconocer que estos tiempos son difíciles. Al momento escuché que mi padre llegaba. —Ya está aquí… —dije mientras lo veía entrando a la casa saludándonos a todos muy alegremente. —¡Qué bien que ya regresé para estar con ustedes! —nos dijo sonriendo mientras mi madre le expresaba su alegría con un beso. Mi padre trabajaba de bodeguero de una tienda de repuestos automotrices, e igualmente su paga era apenas suficiente para lidiar con los gastos de la casa. Después de pasados algunos minutos, ya estábamos todos sentados a la mesa. —¿Ha venido nuestra hija a visitarnos hoy? —preguntó mi papá a mi madre. —No, y ni siquiera nos ha llamado por teléfono —le contestó. —Lo entiendo, eso era de esperarse. Recuerdo que ella venía a visitarnos casi a diario cuando recién se había casado, pero mírala ahora… Así sucede con los hijos que se casan: los primeros días visitan a sus padres muy seguido, pero después se olvidan. Pareciera que fue ayer que la vi sentada a la mesa junto a nosotros. —Ya olvídate por un momento de ella —le pidió cariñosamente mi mamá para evitar que se pusiera triste. Mis progenitores aún estaban acostumbrándose al hecho de que mi hermana ya no estuviera en la casa. Creo que para los padres no es fácil aceptar que una hija ya tiene formada su vida en otra parte. Ellos nunca me comentaban algo al respecto, pero sabía discernir que en su interior deseaban que el tiempo
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se regresara hacia atrás, al punto exacto en el que mi hermana y yo éramos infantes, donde las preocupaciones mayores eran nada más los estudios de la escuela y los berrinches entre hermanos. Recuerdo haber visto a mi madre llorar cuando mi hermana se fue de la casa para comenzar su vida de casada, y recuerdo también a mi padre sentándose casi todos los días frente al atardecer derramando al menos una lágrima con un suspiro, como si ese panorama visual le trajera algún recuerdo agradable de su hija. La comida ya estaba servida en la mesa, pero yo no tenía apetito. Aún me sentía intranquilo por lo que había sucedido en el accidente del anciano Edgar. ¡¿Cómo las palabras de una persona pudieron alterarme?! —¿Qué sucede, por qué no quieres comer? —me preguntó mi padre. No podía explicar nada en ese momento, ni tampoco quería decir más mentiras, y solamente me limité a preguntar: —Papá, ¿has conocido últimamente a alguien por ahí que le hayas hablado acerca de mí? —Pues no exactamente como tú dices hijo. A nadie le hablado de ti que yo recuerde… ¿Por qué preguntas eso? Pero ya no quise hablar más del tema. ¿Por qué simplemente no hacía como otras personas que ignoraban por completo todo al oír hablar de cosas inusuales como fantasías, misterios o cosas así? Como si uno no tuviera suficientes vivencias para aceptar o rechazar lo que se nos pone en frente, discerniendo lo que es conveniente escuchar, en especial si te dicen que traes un mal y un bien a un mundo donde cada día se está enfriando el afecto y el respeto hacia los demás. Si tan sólo no me hubiera sentido preocupado por tanto misterio ridículo a mí alrededor, y si tan sólo hubiera tenido la disposición de tomar mi cena y esperar a irme a dormir, tal vez le hubiera respondido correctamente a mi progenitor y asunto arreglado; pero lamentablemente no había sucedido así, y ya no podía cambiar las cosas, aunque quisiera. Lo que vendría a continuación cambiaría totalmente la rutina de esa noche.
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Capítulo 2 Jugando al investigador Me levanté rápidamente de la mesa para salirme de la casa, asegurando a todos que regresaría pronto. Lo que hice fue algo muy repentino, y sin duda sorprendí a mis padres en gran manera; pero ellos ignoraban que tenía razones enteramente justificables (al menos para mí) para hacer eso. Y es aquí cuando juegas contra el rumbo normal del universo, porque el riesgo de “incendiar” todo tu presente y tu porvenir existe con sólo una pequeña cosa que cambies o dejes de hacer, y digo esto porque haría algo muy descabellado esa noche: abordé un autobús para que me llevara al centro hospitalario donde se había mencionado en las noticias que el anciano Edgar había muerto. Cuando aún iba en el autobús, me preguntaba si lo que estaba haciendo valía la pena, porque no todos los días salía de mi casa para alterar el curso normal de mi vida (!). Llegué al hospital aproximadamente una hora después, y al entrar ahí, me fui corriendo a recepción para consultar a la enfermera de turno: —Disculpe señorita, supe que habían traído aquí a un señor llamado Edgar que fue víctima de un accidente de tránsito en horas de la tarde de este día. —¿Es usted algún familiar de él? —me preguntó sin siquiera voltear a verme. —No, él era un amigo de la familia muy querido. ¡Escuche me urge saber de él pronto! Ante la escandalosa urgencia expresada por parte mía, aquella enfermera recepcionista dejó a un lado todo lo que estaba haciendo, agregándose con ello una atmósfera de miradas curiosas de unos pacientes que estaban cerca de mí. —¡Está bien, sólo cálmese que ya le daré respuesta! —me dijo con un tono de voz desagradable y viéndome de reojo—. Deme un segundo si es tan amable. —Y fue ahí cuando procedió a buscar entre el montón de papeles que tenía en su escritorio alguna nota que tuviera información relacionada a lo que yo solicitaba. Pero después de un rato noté que a la enfermera parecía importarle muy poco lo que yo le había pedido, pues buscaba muy lentamente entre sus cosas sin mostrar el más mínimo interés en atenderme bien. La mala actitud de la persona que me atendía me molestó bastante, pero aun así no me atreví a reclamarle. —¡Listo, ya lo encontré! —me dijo gesticulando de una manera extraña—. Sí…, efectivamente lo trajeron en una ambulancia como a las cinco de la tarde, pero… lamento decirle que él murió antes de ser hospitalizado. —Pero ¿qué hicieron con él después? Necesito que me dé más información al respecto. —Escuche joven, hago todo lo posible por ayudarlo. —Esta vez sí me miró a la cara.
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—Perdón, es que me resulta difícil que me haya dado esa noticia. —Lo sé. Alguien que está acostumbrado a ver morir personas en un hospital no se pone nunca en el lugar del otro, porque ve la defunción como algo común. Así que no era conveniente perder el tiempo en fingir dolor por un fallecido frente a una persona que veía seguido la muerte humana. La enfermera continuó: —El cuerpo de Edgar aún está en la morgue de este hospital. —¿Y nadie ha venido a reclamar el cuerpo? —No, pero alguien tendrá que hacerlo, aunque creo que eso llevará un tiempo, porque según tengo enterado el fallecido era sólo un indigente, y digo esto por el hecho de que cuando son casos así, los familiares tardan bastante en enterarse del fallecimiento, y a veces jamás se dan cuenta… Pobre del señor Edgar, supongo que ya le tocaba morir. Nada de lo que me dijo la enfermera fue favorable para mí, en especial lo que mencionó de último. Al darme cuenta de que el difunto había sido sólo un indigente, supe que no podría tener de inmediato alguna pista de quiénes podrían ser sus familiares (mi intención era averiguar por medio de ellos quién era él). Lo anterior era el motivo por el cual yo había decidido venir al hospital. Una vez alguien me dijo por ahí que las palabras de una persona pueden tener la capacidad de maldecir o bendecir a alguien; y si esto era cierto, no sabría decir si las palabras de aquel anciano fueron bendición o maldición. Me preguntaron: —¿Necesita ir a la morgue joven?, porque si es así, tendrá que esperar a que lo remita. —No gracias… Veré si vengo mañana. —De acuerdo, como usted diga. —Muchas gracias por su ayuda —me despedí. Me sentía muy decepcionado esa noche. Me di cuenta de que no valió la pena haber ido al hospital. Eran como las ocho de la noche cuando se vino de pronto una llovizna, y temiendo que fuera a convertirse en una recia lluvia, me dirigí rápidamente a la parada de buses más próxima, haciendo cuenta y caso que de todos modos me mojaría, porque sabía que el autobús que me llevaría de regreso a casa tardaría un “mundo” en pasar.
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Y tal como lo dije, el transporte colectivo tardó casi cuarenta minutos en aparecer; y cuando lo abordé, yo parecía para los demás pasajeros un sujeto que se había dado una ducha con la ropa puesta. ¡Vaya sistema de transporte “moderno” el que tenemos! Cuando llegué a mi casa, pensé que ya todos estarían acostados (eran casi las diez). Solía cargar una llave de mi casa todo el tiempo; y cuando abrí la puerta, una lámpara encendida hacía notar la presencia de una madre preocupada por su hijo: —Ebrahn, ¿qué te sucedió? —Tranquila, solamente fui a ver a un amigo que estaba en el hospital —le respondí. —Pero no fue necesario irte de esa manera, además tu padre se preocupó mucho. —Me llegó un mensaje a mi celular de ese amigo en donde me pedía que lo fuera a visitar. Tenía que hacerlo porque se encontraba muy enfermo y necesitaba verme. No creí conveniente decir lo que en verdad había ido a hacer al hospital, y sólo me limité a contar la historia falsa del amigo que estaba grave, aun sabiendo que no se me iba a creer del todo. Mi padre no estaba presente en el momento que yo llegué, y supuse que ya se había ido a dormir a su habitación; pero resulta que se apareció de repente detrás de mí como si fuera un fantasma (estuvo escondido detrás de la puerta principal de la casa), y luego me dijo: —No sé si dices la verdad hijo, pero sea lo que sea que esté pasando, sabes que puedes contárnoslo. Ya eres un adulto y no debemos estar a espaldas tuyas vigilándote como si fueras un niño, pero sabes bien que nos preocupamos por ti. —Créeme papá que no ha pasado nada malo —le aseguré—, y no hay de qué preocuparse. Sé que eso de irme así de repente estuvo mal, pero espero que no vuelva a suceder. Papá y mamá voltearon a verse el uno al otro, y como si estos pudieran leerse la mente entre sí, acordaron no hablar más del tema. Pienso que era de esperarse una actitud pacífica de mis padres, pues yo no les había hecho nada grave. Y fue así como todo termino ese pequeño capítulo de mi vida con mis padres. Cuando me fui a la cama, aún llovía fuerte y los relámpagos se hacían lucir a cada rato como si fuera un espectáculo de fuegos artificiales hecho por la misma naturaleza. Un reloj antiguo dentro de mi cuarto me “decía” que debía dormirme pronto para poder levantarme temprano y seguir buscando trabajo. Recordaba como día a día buscaba en cada empresa un empleo, lamentando que las oportunidades de encontrar uno fueran escasas, tanto así que hasta ya estaba acostumbrado a escuchar palabras como “Lo llamaremos” o “No hay trabajo”.
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Capítulo 3 El nuevo día De repente desperté —fue como un abrir y cerrar de ojos—, mirando de costumbre el viejo reloj de agujas colgado en la pared; ya eran las ocho de la mañana (había despertado más tarde de lo normal). El sol salía con fuerza, las ruidosas manecillas del reloj de mi cuarto seguían avanzando sin parar; la noción del tiempo fue trayendo a mí la necesidad de levantarme rápido. Debía nuevamente buscar un empleo, y una vez conseguido, estar tranquilo “económicamente hablando”, disfrutar de mi trabajo y, jubilarme en paz cuando ya fuera el tiempo de hacerlo. “¿Por qué no puedo tener eso yo también? Desearía saberlo…”, me cuestionaba en mis adentros. Hay quienes que les llega el empleo casi a la puerta de la casa sin haber hecho el mínimo esfuerzo por tenerlo, pero en cambio otros que se “matan” la vida buscándolo no logran tener nada, o encuentran algo que no les conviene o que no merecen. ¡Vaya ironía de la vida! No perdí mi tiempo quedándome ahí acostado, así que me dispuse a levantarme lo más rápido posible, y ya una vez de pie trataría de ignorar por completo todo pensamiento pesimista para así renovar mis esperanzas de que todo fuera mejor —no me rendía fácilmente—. Ya mi padre se había ido a trabajar; y mi madre había preparado comida, quien a la vez disfrutaba de su último día de vacaciones. Me acerqué rápidamente a la cocina, haciendo ilustre el instinto humano de buscar alimento. Olores gratos que “alegran el estómago” comenzaron a sentirse rápidamente en el ambiente: era la comida preparada por mi progenitora. Luego, “olores” gratos que alegran el corazón comenzaron a invadir el ambiente: era la certeza de que la vida no tiene por qué ser presa del pasado, y lo digo porque ese día noté que todo era muy distinto, porque ya no quedaba rastro alguno de lo que me había sucedido el día anterior. Todo era como si alguien hubiera borrado mágicamente lo ocurrido en horas pasadas (lo de Edgar y lo que sucedió en el hospital y demás cosas), haciendo que todo pareciera ideal, o más bien, irreal, pues no estaba acostumbrado a que todo fuera tan perfecto. Aunque demasiado paraíso a veces hace daño. —Te levantaste muy tarde… —me dijo mi madre mientras preparaba la mesa del comedor con un esmero muy notable— pero descuida, porque lo importante es que ya es un nuevo día… y que ya te preparé comida. —Eres muy amable —le dije, al tiempo que me sentaba a desayunar. —Espero que esta vez tengas apetito y que no te vayas a escapar como ayer —me dijo con humor cariñoso. —¡No, claro que no!
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Mi madre disfrutaba el tiempo conmigo, pero esto era algo que no solía suceder siempre. El trabajo de los padres, los estudios, el tiempo ajustado y los afanes de la vida hacen que la familia se aleje poco a poco (indirectamente y sin darte cuenta), y que pequeños momentos como el descrito anteriormente sean poco frecuentes. Ya no era un niño sino un adulto independiente; pero cosas como estar frente a una madre no tiene precio, y eso es algo que debe aprovecharse mientras haya vida. Un paréntesis en esta historia: Un día antes te dicen que vas a destruir y salvar el mundo, pero al otro día me olvido de todo eso y aparecen nuevas perspectivas. ¿Acaso no son pequeños augurios de que el día será favorable? Pero hay que ser realistas, porque no todos los días suceden cosas como las siguientes: cierto día una familia atea sufre graves problemas económicos, pero horas después una persona llega a donarles dinero, diciendo que “alguien” de arriba le dijo que lo hiciera. En otro caso: una pareja discute por una supuesta infidelidad del novio, donde la novia se da cuenta después de que estaba equivocada, y decide encontrarse con su pareja en un lugar para pedirle perdón, y él está dispuesto a ir para aclarar y perdonar el malentendido; sin embargo, cuando el novio viene en camino, es atropellado de repente por un auto y muere. Hay cosas que te hacen creer en lo que considerabas ilógico o imposible, y hay cosas que matan en vida y que al final te dejan peor que alguien que muere en el cuerpo. Todo lo anterior lo menciono porque creo que hay algo que llaman destino, que por más que se trate de ignorar (ya sea con la ciencia o el libre albedrío), tu día, hora y año están marcados, y no me refiero sólo al día de nuestra muerte, sino también de lo que marcará nuestra vida para siempre (aunque quizás esto no aplica para todos, sino sólo para unos “cuantos”); y pronto se verá cómo tengo razón, pues nunca imaginé que me esperaba un destino peculiar, el cual jamás pedí tener. Fin del paréntesis. Mientras desayunaba, recibí una llamada por teléfono de un conocido que me informó que habría una feria de empleo ese mismo día, en la que “prometían” más de mil puestos de trabajo, y que estaría vigente todo el día. Le mencioné a mi madre acerca de ese evento, y ella me animó inmediatamente para que fuera a participar. Fue en realidad una noticia muy repentina, porque no había visto en ningún medio de comunicación algo acerca de una feria de trabajo. La actividad tendría lugar en uno de los centros comerciales más famosos y conocidos de la capital, el cual se había convertido en los últimos años en un exuberante punto de reunión para dos tipos de personas: los explotados laboralmente y los que eran víctimas del consumismo desenfrenado, siendo estos últimos los que olvidaban que un país crece más cuando produce que cuando consume (relativamente hablando). Pero a pesar de todo ese concepto para nada utópico que tenía hacia ese lugar, yo solía convertirme seguido en víctima voluntaria de ese consumismo. Salí rápidamente de mi casa, guiado y empujado por la esperanza que tiene alguien que necesita urgentemente un trabajo. No podía desaprovechar una oportunidad de poder conseguir una fuente de ingresos que me permitiera sacar a mi familia de la necesidad.
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Cuando llegué al lugar, no tardé en dejar mi hoja de vida impresa en cada uno de los kioscos que las empresas habían puesto para ofertar sus trabajos. Cientos de personas dejaban sus hojas de vida con la ilusión de poder “atrapar” algo sin importar si era en una empresa explotadora o que pagara mal. El deseo del que no tiene empleo es trabajar sin importar las condiciones; pero lo lamentable es ver cómo los empleadores se aprovechan de ese deseo para dar trabajos sin dignidad y sin futuro. Había un kiosco muy apartado que estaba casi al final del lugar asignado para el evento en mención. Me llamó la atención porque no había nadie dejando su currículum, y tuve curiosidad de saber por qué. Al llegar ahí, me di cuenta de que la empresa ofertante se dedicaba a experimentar con la robótica, lo cual me pareció muy excelente, pues mis estudios estaban relacionados a eso. El personal representaba a una entidad empresarial de nombre OR01, y llevaba puesto un uniforme completamente blanco, con la apariencia de ser más un científico que un reclutador laboral, y su nombre (el cual estaba inscrito en su uniforme) era José. —Buenos días, quisiera dejarle mi currículum —le decía mientras estrechaba su mano. —Gracias hijo, has hecho bien en venir aquí. Mientras él tomaba mi hoja de vida, tuve el atrevimiento de preguntarle por qué nadie se había interesado en los trabajos que ofrecía su empresa (sabía muy bien que era algo que no debía de preguntar, pero decidí tomar el riesgo): —Disculpe… veo que pocas personas han venido acá, y no sé… —Entiendo tu inquietud —me interrumpió—. Si te has dado cuenta, todos los que han venido a esta feria laboral tienen estudios universitarios y de postgrados en carreras que nada tienen que ver con lo que se oferta acá, lo cual no es malo por supuesto, pues se necesita a personas así en este país; sin embargo, ahora puedo decir que ellos no saben la oportunidad que se pierden, así que considérate afortunado por dejarme tu hoja de vida para aplicar a un trabajo. —¡Así de directo había sido esta persona! (valió la pena preguntar). José me agradeció una vez más por haber puesto interés en su empresa. ¿Cómo un papel con los datos personales, académicos y laborales puede hacer que una persona tenga un empleo? Pero no es una hoja de vida la que hace la diferencia, sino la persona, las circunstancias, la vida… y Dios —va para el ateo, el creyente y el pseudocreyente— y muchas veces eso no se puede ver así no más. Mi visita a la feria laboral fue muy importante para mí, y esperaba en ese entonces que las cosas se inclinaran a mi favor. Me retiré del lugar para dirigirme a uno de los comedores que estaban en el último nivel del centro comercial, pues ya casi eran las doce del mediodía y ya tenía hambre. Lo que sucedería después sería algo trascendental.
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Es aquí cuando te suceden cosas muy inusitadas, de esas que te hacen preguntarte si todo se trata solamente de un sueño debido a la magnitud de las circunstancias recurrentes, y es que apenas estaba a medio almuerzo cuando recibí una llamada desconocida de la que me animé a contestar: —¿Con el señor Ebrahn? —me preguntó una muchacha. —Sí, diga —le contesté. —Me complace en informarle que ha sido convocado a una entrevista de trabajo para el día de mañana en la empresa OR01. ¡¿Era en serio?! Honestamente sentía que aquel día era demasiado paraíso como para que me hayan llamado tan pronto a una entrevista, y me preguntaba cómo había sido posible tal cosa, pues normalmente las empresas llaman hasta varios días después o mínimo al siguiente día, además, había entregado mi hoja de vida en papel impreso, así que no era posible que la empresa en cuestión tuviera mi perfil de inmediato, a no ser por supuesto, que el que recibió dicho documento haya solicitado (a través de teléfono u otro medio) que se me llamara ese mismo día. Pero nada de lo anterior me importaba ya, pues esa llamada me hizo sentirme muy bien, e inmediatamente comencé a pedir más información para poder llegar al lugar de la entrevista, así como el horario para presentarme y demás datos. Fue en ese mismo momento que me mencionaron el nombre del departamento de la entidad empresarial donde sería entrevistado: 01. Recuerdo muy bien ese día… Yo estaba eufórico. “¿Qué yo iba a traer un mal y un bien al mundo? ¡Al carajo con todo eso!… Este es mi momento”, me decía repetidamente como todo un joven entusiasmado. Cuando me dieron la dirección del lugar donde debía de presentarme, me pareció un poco inusual su ubicación, pues resulta que ésta se encontraba muy lejos de la capital, casi llegando a la frontera del país. Me preguntaba si valía la pena ir a la entrevista, porque aparte de que haría un viaje muy largo, no sabía si sería aceptado para el puesto. Cualquiera puede desanimarse a ir a una entrevista laboral de ese tipo, aun sabiendo que podría ser la oportunidad de su vida de poder tener un empleo valioso; pero ante lo anterior, es bueno señalar que cuando existe una necesidad significativa de tener un trabajo, uno puede dar “hasta la vida” por ello. Quise confirmar si la llamada telefónica recibida había sido auténtica de OR01 (tenía mis dudas al respecto), y de paso conocer más de la entrevista a la que había sido convocado, y para ello me dirigí hacia la feria de trabajo donde estaría José, con quien tenía pensado averiguar todo eso. Pero cuando llegué, me di cuenta de que el kiosco donde había dejado mi hoja de vida se encontraba vacío. Pregunté a algunos de los que estaban por ahí sobre el paradero de la persona que estaba recibiendo currículum
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para OR01, pero nadie supo responderme. Me sorprendió que José se haya retirado tan pronto del lugar, y esperaba que solamente lo haya hecho por compromisos personales de última hora. Decidí irme de inmediato a mi casa. “Ya es suficiente por hoy”, me dije. Cuando llegué a mi hogar, me di cuenta de que mi papá ya estaba ahí junto a mi madre (regresó de su trabajo más temprano de lo habitual), y entonces quise aprovechar para contarles la experiencia de ese día: —Hola, qué bueno verlos —saludaba a mis progenitores. Mi papá me recibió alegremente, pero no así mi madre, quien dijo “notar” algo en mí: —¿Te sucede algo Ebrahn? Es que te noto diferente ahora. —No sé por qué ella me dijo eso (quizás fue su instinto materno), pero supongo que era por la alegría que sentía en mis adentros por haber conseguido una entrevista de trabajo, y que de alguna manera se veía reflejada en mi comportamiento (estaba ansioso por darles la noticia). —No es nada malo, y al contrario de lo que crees, les tengo una buena noticia. —¿En serio? —me preguntó un poco dudosa. —Casi nunca les tenía información relevante a mis padres, y supongo que por eso mi madre reaccionó de esa forma —da pena decirlo, pero era cierto—. Mi padre estaba atento a lo que yo decía, pero me pidió que le escuchara hablar primero: —Aun si fueran malas noticias, sabes bien que cuentas con nuestro respaldo, porque la familia se ayuda en las buenas y en las malas. Será grato escuchar lo que tienes para nosotros. —Gracias —le dije. —No necesitas agradecerme. —Pues aquí viene: ¡Me llamaron para una entrevista en OR01! El ambiente cálido y los buenos ánimos llegaban como si una palabra mágica de mi boca los hubiera traído inmediatamente. Las felicitaciones de mis padres y su buena opinión respecto a la consecución de una entrevista laboral comenzaron a hacerse presentes. Mi familia y yo olvidamos por un momento la escasez de dinero que estábamos pasando esos días, y empezamos a imaginarnos que las cosas podrían mejorar para nuestro futuro. Durante años mis padres “olvidaron” lo que era vivir para sacarme adelante a mí y a mi hermana, y lo que les dije esa noche vino a darles una especie de recompensa por todos esos años de sacrificio. ¡¿Tanto drama por una entrevista de trabajo?! Es cierto que aún no tenía el empleo, pero la esperanza estaba presente, y ésta no moriría mientras la vida existiera. Éste relato es corto, pero agradable e importante, y bendito sea Dios por eso.
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Eran casi las diez de la noche, y yo me encontraba sentado en mi cama pensando mil cosas; debía presentarme a la entrevista al día siguiente y a las diez de la mañana. La noche estaba silenciosa, fría; sentíase un vientecito helado entrar por las solaires de la ventana de mi cuarto “informándome” de su presencia con un escalofrió en mi piel. Finalmente me dormí.
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Capítulo 4 Explorando nuevos horizontes Ya era de madrugada, y nadie en la casa se había levantado aún; y yo comencé a vestirme de inmediato y a prepararme mentalmente como jamás lo había hecho, ¿o es que acaso para una entrevista de trabajo la primera impresión no cuenta, aunque eso sea como una “máscara” que oculte lo que eres en realidad? Me apresuraba para salir lo más temprano posible. La mejor ropa y actitud positiva estaban presentes en mí en ese momento; sólo quería dar lo mejor de mí en la entrevista. Por lo lejano que estaba el lugar de destino, decidí tomar un taxi y no el autobús. Sabía del elevado costo de pagar un transporte de ese tipo, pero consideré que el gasto valdría la pena por ser la mejor alternativa para viajar rápido. Pero la cruda e irónica realidad se hacía presente, contrastando mis mejores intenciones: un taxista que no quería ir rápido, el pesado tráfico automovilístico y el odioso tiempo avanzando sin lástima de nadie. Lo anterior auguraba una llegada tarde a la entrevista. Pedí al motorista ir más rápido, pero éste apenas aceleraba un poco —no iba a ir peleando con un taxista malhumorado que quizás empezó mal su día—. Oí por ahí que la mejor virtud que un ser humano puede tener es la paciencia; y en definitiva la espera dio sus frutos, porque finalmente había llegado a aquella gran empresa donde esperaba encontrar un buen futuro. Estaba muy contento por estar ahí, y lo mejor es que había llegado temprano a pesar de los inconvenientes ocurridos durante el viaje. OR01 era un edificio pequeño y de color blanco (al menos así se veía desde afuera), ubicado en las orillas de una zona boscosa, donde sólo había un único camino para poder llegarle. El lugar se veía algo tenebroso, y parecía que la empresa estuviera oculta entre el montón de árboles (como intentando esconderse del público), y apenas había lugareños cerca de ahí. No esperaba encontrarme con algo así, pero era una oportunidad valiosa para poder conseguir trabajo, así que debía dejar a un lado todo pensamiento innecesario. Conocía poco de OR01 en ese entonces, y sólo sabía que había sido fundada como un negocio común de servicio informático, donde años más tarde unos inversionistas extranjeros lo compraron para convertirlo en un proveedor de equipo informático sofisticado y en un centro de experimentación robótica. Lo anterior era lo que convertía a esa entidad en algo único y afamado en el país y en el extranjero. Una puerta automática se abrió, permitiéndome entrar. Adentro, unos vigilantes me detuvieron y me interrogaron el porqué de la razón de mi visita, y yo les afirmé que venía solamente a una entrevista de trabajo: —¿Qué desea señor? —me preguntaron como si estuviera visitando el lugar más secreto de la tierra. —Vengo a una entrevista laboral que tenía programada hoy a las diez.
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—¿Y en qué departamento es? —01. Cuando les hube mencionado el nombre del departamento donde debía de hacerme presente, los vigilantes se quedaron viendo el uno al otro, como si alguna cosa extraña pasara. —¿Sucede algo? —les pregunté sin obtener respuesta inmediata. Pero después de un silencio como de cinco segundos, me contestaron lo siguiente: —Usualmente es un departamento poco visitado. Le pediré que espere un momento para gestionar su entrada. —Bien, como digan —les respondí sin tomarle importancia al pequeño “misterio” del departamento 01. Me hicieron sentarme en una sala de espera que estaba frente a recepción. Estuve más de diez minutos ahí, y en todo ese tiempo, me imaginé viéndome como un empleado más (apenas había estado ahí un rato y ya me sentía parte esencial de ese lugar), y lo hice de dos formas distintas: por un lado, me veía como un empleado común y reemplazable, y por el otro, como un trabajador imprescindible que dejaría un legado inolvidable. Pasados unos minutos más, los vigilantes llegaron a confirmarme que ya podía ingresar: —Buenas noticias, su permiso especial para entrar ha sido autorizado. —¡Qué bueno! —les dije fingiendo una alegría innecesaria. ¿Necesitaron pedir un permiso “especial” para mí? Consideré un poco exagerado —por no decir ridículo— lo dicho por los señores de seguridad. Se me dieron indicaciones para llegar a 01, y estas eran tomar un ascensor hasta el último piso y luego entrar a una pequeña oficina donde encontraría a alguien que se encargaría de guiarme a dicho departamento. Cuando comencé a caminar sobre los pasillos de aquella empresa, noté el exclusivo estilo arquitectónico que la distinguía: sus paredes eran metálicas y de color blanco (con ciertos grabados), con su cielo falso también de metal, y el piso era semejante en aspecto a vidrio oscuro. Yo suelo juzgar metódicamente un lugar por su apariencia, y puedo decir que jamás había visto un lugar con un estilo sacado de otro mundo. Lo anterior me daba una idea de lo avanzado que podría ser OR01 en cuanto a tecnología, y también qué tanta demanda podría tener de personal verdaderamente capacitado. Cuando llegué al lugar que se me había indicado, me encontré sorpresivamente a otros jóvenes que al parecer venían también a entrevistarse —por un momento creí que solamente me habían llamado a mí— . Entre ese grupo de personas no había nadie conocido. Supe que los que estaban ahí presentes ya tenían cierta experiencia laboral y estudios académicos extras, los cuales les daban más ventaja respecto a mí. Yo era el único ahí que se sentía un poco de menos, tanto así que creí que no iba a ser tomado en cuenta por el empleador.
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De pronto alguien entró a la oficina, y ese alguien era José, el mismo que había recibido mi currículum en la feria laboral. —¡Buenos días, es un gusto verlos de nuevo! —nos dijo calurosamente. Todos saludaron en coro. —Bien, espero estén con los ánimos arriba, porque en breves minutos se les explicará un poco acerca del trabajo que queremos ofrecerles. José me reconoció inmediatamente: —¿Tú eres Ebrahn verdad?, seas bienvenido entonces. —Yo le agradecí, teniendo curiosidad de por qué me había dado palabras de bienvenida, y no así a los demás que sólo recibieron una ligera estrechada de manos. Momentos después entro a la oficina una señora que sería la encargada de explicarnos acerca del puesto laboral. Nos la presentaron brevemente: —Jóvenes, ella es la licenciada encargada de describirles las actividades relacionadas al trabajo que deseamos darle a uno de ustedes, y quien también les hará entender lo importante que son ustedes para la empresa. Entonces la señora se dirigió a nosotros, levemente a gusto por el recibimiento y sintiéndose importante: —Es un gusto poderles conocer, y ahora les pediré que pongamos atención a lo que voy a decirles. Yo estaba dispuesto a escuchar atentamente lo que se nos iba a decir, pero en ese momento José me llamó para apartarme del grupo, y luego me dijo en voz baja: —No necesitas oír esta charla… Justo ahora iras a 01. —Entonces José hizo una señal con su mirada a la licenciada, y ésta permitió que yo me retirara (era como si ya lo hubieran acordado antes). Todos los demás me observaron en el instante con miradas curiosas, preguntándose qué pasaba. La puerta de la oficina se cerró, y yo me disponía a ir junto a José al famoso departamento 01. ¿Por qué razón fui elegido para ir directamente a tal lugar? —Disculpe ¿por qué no quiso que estuviera en la charla? —pregunté, sabiendo que tenía derecho a hacerlo. —Tenemos planes para ti —se me dio una extraña respuesta—. Antes de todo Ebrahn, quisiera saber si notaste el tamaño de este edificio cuando estabas afuera. —Sí, aunque creí que iba a ser mayor, y lo digo por la fama que tiene este lugar.
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—¿Dices que un edificio tiene que ser muy grande para hacer notar su importancia? —No, no es eso… es sólo que usted y yo sabemos lo que básicamente hacen aquí, y pues, creí que sería toda una corporación gigante. —Lo entiendo… Verás Ebrahn, lo que viste allá afuera es sólo la fachada, porque aquí las cosas de mayor importancia no se hacen en la superficie, sino bajo tierra. —¡¿Acaso está diciendo que…?! —Bajo tierra, literalmente hablando —me aseguró. Subimos al mismo ascensor que me había llevado al último piso, en donde José comenzó a manipular un control oculto en el panel principal, haciendo que aparecieran botones que permitían ir a otros pisos que estaban abajo y aparentemente escondidos. Comenzamos a dirigirnos hacia los niveles inferiores, y en esto José aprovechó para mostrarme en una pantalla holográfica generada de su teléfono móvil un mapa en 3D de las instalaciones subterráneas de OR01, donde pude observar que éstas abarcaban un área mucho mayor que la ocupada en la superficie, y con una profundidad de más de cien metros de longitud. —¿Cómo te sientes estando aquí? —me peguntó. —Pues… me siento bien —le respondí de forma simple. Pero José no se fío de mis palabras. —Ebrahn, ¿sucede algo? Creo que era hora de confesar: —Lo lamento, es sólo que me di cuenta de que de todos los candidatos que vinieron a entrevistarse, yo soy el que menos experiencia laboral tiene, y de estudios no se diga… y pues, creí por un momento que… —¡¿Qué estás diciendo muchacho?! —me interrumpió—. Pronto te darás cuenta de lo importante que eres, y créeme que desearás no haber pensado de manera negativa y prejuiciosa… Lo que haya pasado allá arriba olvídalo ya, y enfócate en lo que viene, porque a veces uno no sabe lo que está por recibir. El ascensor se detuvo; ya habíamos llegado al último piso de abajo, y entonces José me pidió lo siguiente: —Por favor mantén una buena actitud, porque no tienes idea de las cosas increíbles que vendrán para ti en esta empresa, siempre y cuando aceptes trabajar para nosotros.
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Cuando salí del ascensor, me encontré en un lugar que me dejó asombrado de una manera indescriptible: era una especie de laboratorio científico dedicado exclusivamente a la robótica, en donde había personal trabajando en la construcción de partes de autómatas (robots tipo drone), utilizando extraña maquinaria y equipo de experimentación. Aquel laboratorio cubría un área muy extensa, tanto que era difícil de creer que estuviera debajo de la tierra. —Este lugar no lo muestran a todos, ¿cierto, o me equivocó? —decía mientras me “perdía” en aquel paraíso tecnológico. Todos los que estaban ahí se sorprendieron al notar mi presencia; seguramente no esperaban la llegada de alguien desconocido. —Por lo que veo, hace mucho tiempo que no traen a alguien nuevo acá —le mencioné a José mientras seguía asombrado de ver aquella “dimensión” de ensueño para todo conocedor de la robótica. En verdad que era imposible describir lo que mis ojos veían; y sólo puedo decir que era una cuna de tecnología robótica que crecía de una forma magistral y desconocida para el mundo. Poco después apareció a lo lejos una persona que vestía un saco y pantalón de color negro, y que se dirigía hacia mí para recibirme. —¿Quién es ese? —le pregunté a José, quien al parecer esperaba a esa persona. —Él es el ingeniero que te entrevistará. No habrás creído que yo iba a entrevistarte, ¿o sí?, porque yo sólo soy su asistente. Cuando ese ingeniero se hubo acercado, me saludó cual si hubiera estado esperándome desde hace mucho tiempo: —¡Así que tú eres el chico estrella! No sabes el gusto que me da tenerte aquí… Soy Samuel, y estoy para servirte. —E inmediatamente comenzó a estrechar mi mano mientras ponía su otra mano sobre mi hombro. —Es un gusto también señor… Yo me llamo Ebrahn. —Hemos estado esperando a alguien como tú desde hace mucho tiempo, y por eso estamos encantados de que estés aquí con nosotros. Samuel era un profesional especializado en tecnología, y también era el jefe inmediato del departamento 01. Su influencia en tal lugar era muy respetada y reconocida, y nadie dudaba de su capacidad para dirigir, pues conocía más que nadie el trabajo que se hacía ahí. Aparentaba no pasar de los cincuenta años de edad, y lo interesante era que poseía en su mano izquierda un dedo pulgar biónico.
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Después de haber saludado y platicado brevemente con Samuel, nos dirigimos junto a José a su oficina, la cual estaba al fondo del departamento, que es donde me entrevistarían. Nosotros no sabemos las sorpresas que la vida nos trae para bien o para mal. Lo que acabo de decir pudiera interpretarse de diferentes maneras; pero lo que estoy a punto de contar en el siguiente párrafo probablemente desechará toda interpretación respectiva que se haya tenido hasta ahora.
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Capítulo 5 Sorpresa… y algo más Cuando apenas hube entrado a la oficina, miré hacia una de las paredes de al lado, y cuál fue mi enorme sorpresa: había un cuadro con una fotografía del anciano Edgar, el mismo que había sido atropellado días atrás. Lo reconocí inmediatamente a pesar de que en la foto lucía menos viejo y con un rostro que no conocía demasiado el “castigo” de los años. El momento fue impactante, y sólo recuerdo que retrocedí hasta el punto de salirme totalmente de la oficina, y esto claramente llamó la atención de los presentes, quienes se quedaron sorprendidos ante lo que hacía. Lo anterior también fue algo vergonzoso, pero ¿qué iba a hacer entonces al ver la fotografía de Edgar en el lugar y en el momento menos esperado? —¿Qué te sucede Ebrahn? —me preguntó el ingeniero, quien aún seguía sorprendido. —¿Qué acaso viste un fantasma? —me preguntaba el otro. No sabía qué responder en ese momento. Los recuerdos de la persona que vi atropellada hasta la noticia de su muerte pasaron por mi mente como un rayo. ¿Por qué no sólo ignoré a aquel anciano cuando lo vi tirado en la calle para que otro se animara a auxiliarlo? Todo estaría bien para mí si tan sólo hubiera actuado diferente…, ¿o es que acaso ya estaba en el destino cruzarme con ese tal Edgar? José y Samuel no cesaban de pedirme explicaciones de la inesperada y repentina situación que yo había generado. Sabía que lo que hacía restaría buena opinión acerca de mí en la entrevista (si es que todavía querían hacerla después de todo lo ocurrido). Pero no podía quedarme así más tiempo; debía de hacer algo pronto para al menos tratar de dar una respuesta sencilla que justificara mis acciones. —Lo lamento mucho… pero es algo difícil de decir. —Cuando estaba tratando de explicar lo que me ocurría, sin querer dirigí mi mirada hacia una ventana de lo que parecía ser un cuarto de experimentación, el cual se encontraba paralelo a unos metros de la oficina del ingeniero; y lo que vi ahí, cambiaría más tarde el desenlace completo de mi historia: había un rostro aparentemente de un robot que me estaba viendo fijamente, pero que debido a la luz tenue que había a su alrededor no alcanzaba a distinguirlo bien. No pude contener la curiosidad, y ante la mirada de los presentes, me acerqué para ver más de cerca. —¿Qué vas a hacer? —alcancé a oír a José. —Déjalo… —le decía Samuel. Cuando me paré justo frente a la ventana de aquel cuarto, vi la cabeza de un robot femenino que me miraba como cuando una mujer desea que un hombre le corresponda también con una mirada (atracción). Vi que en la parte trasera de su cabeza salían numerosos cables que conectaban a una computadora que monitoreaba su funcionamiento, y alrededor había muchos aparatos que al parecer la
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controlaban de alguna manera. El rostro de aquella “mujer robot” estaba hecho de silicona semejante en color y aspecto a la piel humana; sus cejas y pestañas eran de color negro, al igual que el color de las pupilas de sus ojos; en sus labios tenía aplicado lo que parecía ser brillo labial, y solamente carecía de cabello, pues se necesitaba que su cuero cabelludo estuviera al descubierto para poder conectarle cables. Puedo decir que generalmente era hermosa. Ella me seguía mirando como si fuera amor a primera vista. Enseguida Samuel se me acercó, y me dijo: —Lo que ves aquí es a un auténtico robot femenino… Dime qué te parece. —Me he quedado sin palabras para responderle… —le dije mientras ponía mis manos sobre el vidrio de la ventana y acercaba mi cara para intentar mirar más de cerca el rostro del autómata. El robot era en realidad un ginoide o fembot, pero coloquialmente se le podía llamar androide. —Ella está todavía en un proceso de formación, y tardaremos unas cuantas semanas en adaptarla a su cuerpo —afirmó Samuel. —Supongo que su cuerpo está siendo construido por aparte. —Así es, y créeme que será uno de los mejores autómatas que se hayan hecho hasta ahora. —Ingeniero, ¿ella tiene nombre? —Claro que sí, se llama Eva. —¡Ya imagino por qué la llaman así…! Pero el lugar donde se encontraba el androide Eva no parecía ser lo suficientemente adecuado (en infraestructura y equipo) para su desarrollo, y ante eso le cuestioné: —Pero… ¿por qué está aquí?, digo ¿no cree que ella debería estar siendo desarrollada junto a su cuerpo en un sitio más conveniente? Después de haber dicho eso, se me pidió que me apartara de ahí porque iban a hacerme unas preguntas. Al parecer a nadie le gustó que yo hiciera interrogantes. Cuando me iba alejando del lugar, alcancé a ver que los ojos de Eva emitieron un brillo de color azul (desconocía en ese momento por qué lo hizo), pero no quise preguntar nada al respecto. En seguida Samuel comenzó a interrogarme, aunque sin ánimos de llamarme la atención (más bien quería poner en claro algunas cosas): —Ebrahn, ¿por qué crees que estás aquí?
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—¡¿Qué dice?! Pues… porque deseo trabajar para usted —le contesté sin saber qué me estaba preguntando exactamente. —Entonces ¿por qué te asustaste cuando entraste a mi oficina? En verdad quisiera saberlo. —No podrá creerlo, pero es por la fotografía que vi en una de las paredes. —Pero… ¿qué tiene que ver esa foto? —me preguntó mientras cruzaba sus brazos y miraba a José, el cual nos veía sin decir ni una sola palabra. —Antes dígame quién es la persona que aparece en esa foto —le pedí. —No entiendo el porqué de tu petición. —Ingeniero… en estos días me han pasado cosas verdaderamente inusuales que no alcanzaría a explicárselas en este momento, y por eso quiero intentar aclararle todo del modo más sencillo posible, y para eso le pediré que por favor responda a mi pregunta. Creerá quizás que estoy loco, pero le aseguro que no es así. Samuel dejó de cruzar sus brazos, e hizo un gesto expreso de aceptación. —Bueno… está bien muchacho, como tú digas… La persona que viste en la fotografía fue el fundador de esta empresa, y su nombre es Edgar. No podía creer lo que escuchaba; confirmé en mis adentros que se trataba efectivamente del mismo anciano que yo había conocido. —¿Qué sucedió con él? —pregunté de manera apremiante. Noté que Samuel se preguntaba si seguía o no respondiéndome, pues ya se había formado un ambiente de suficiente misterio a nuestro alrededor que hacía cuestionarse si era conveniente o no responder a más preguntas. Sin embargo, él accedió a contestarme nuevamente: —Pues verás… este señor se retiró después de que esta empresa fuera comprada por inversionistas. Cuentan que en un principio él se negó a venderla, pero al final cedió aceptando un puesto de trabajo de supervisor con mejor paga. Al principio todo parecía ir bien, y nadie sospechaba que Edgar se sentía a disgusto, es más, todos creían que algún día él llegaría a ser presidente honorario de OR01. Pero la verdad es que Edgar no soportaba ver su lugar de trabajo en manos de otros, agregando que tampoco se sintió capaz de formar parte de la nueva entidad corporativa a la que se había convertido la que una vez fue su pequeña y querida empresa, y pues, fue todo eso lo que lo llevó a tener conflictos en su trabajo, tanto que hasta él mismo decidió renunciar. Me pareció increíble todo lo que estaba escuchando.
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—Veo que usted lo conoció en esos años —le mencioné. —De hecho, yo fui uno de sus primeros empleados. —¡¿En serio?! —Sí, así es. En ese entonces yo era sólo un agente de ventas. —Debió ser una época inolvidable —le expresé imaginando esos tiempos de antaño. —Ebrahn… la verdad es que Edgar fue como un padre para mí. De no haber sido por él, yo no hubiera sido lo que soy ahora. Vuelvo a decir que me parecía increíble todo lo que se me estaba diciendo, lo cual supuse que no era nada irreal, porque la verdad podía venir en “muchas formas”. Pero también era triste saber que Edgar había decidido separarse de la entidad empresarial que él mismo fundó. Para Samuel ya había sido suficiente pregunta; y ahora le correspondía a él preguntarme a mí: —Ya basta de interrogarme Ebrahn… Creo que ya respondí a más de lo que debía. Ahora dime tú a qué se debe todas esas preguntas, y tal vez te animas a explicar el porqué de tu reacción cuando viste la foto de Edgar —me expresó con una mirada encrucijada, con la que pretendía hacer notar su autoridad. Obviamente no podía decir que alguien me había dicho que yo iba a traer el bien y el mal a este mundo, porque seguramente pensarían que estaban frente a alguien no cuerdo. Para el ingeniero Samuel, el difunto anciano había sido como un padre, y por la forma en que se expresó de él, también era una especie de héroe. Por lo anterior, no convenía hablar cosas que le dieran vuelta a su concepto. —Verá ingeniero… hace dos días fui testigo de un accidente automovilístico en el que se vio afectado el señor Edgar… el mismo de la fotografía. Lo que dije conmocionó en gran manera a Samuel —vaya que lo creyó tan rápido—, quien llamó a su asistente para mencionarle la noticia: —Este muchacho afirma que el fundador de esta empresa, del que te había hablado antes, sufrió un accidente hace unos días. Aquel ambiente se transformó del de un lugar para entrevista laboral al de una sala de audiencia al luto. Fui “atacado” con preguntas acerca del accidente (momento que abarcó varios minutos). Samuel simplemente estaba impactado por todo lo que le estaba diciendo, y lo estuvo aún más cuando le mencioné que el anciano también había fallecido. Todos comprendieron por qué reaccioné cuando vi el retrato de aquella persona que, por varios días, influencio mi mente con la idea de que yo traería el mal y el bien al planeta. Respecto a lo anterior, sólo deseaba que todo se fuera olvidando con el pasar del tiempo —porque cuando se trata de olvidar algo, el tiempo se vuelve nuestro mejor amigo—.
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¿Coincidencia el haberme encontrado con alguien que conocía también a Edgar, o era algo más? Si lo que Samuel decía era cierto, podía estar ante cosas que algunos dirán que es “puro cuento” o pura casualidad. Es natural nombrar esas vivencias con los términos anteriores, sobre todo cuando no se ha vivido una experiencia de ese tipo. No me sorprendería conocer a alguien que me contara una historia mucho más intrigante que la mía porque, de todos modos, en este mundo hay de todo y para todos, y uno es libre de creer o no lo que se quiera; pero pienso que es mejor creer cuando se sabe discernir entre lo real y lo falso. Mientras describía lo sucedido en el accidente, no dejé de pensar por un momento en la chica robot que había visto, y de vez en cuando miraba de reojo hacia donde estaba ella, para al menos intentar verla un poquito. —Ebrahn, lo que sucedió con el señor Edgar es muy lamentable, pero te agradezco que me lo hayas hecho saber… En serio te lo agradezco. —Parece que Samuel siempre quiso saber de Edgar. —Tenía que decírselo de todas maneras —le dije. —Lo sé. Samuel me aseguró que averiguaría personalmente más sobre el caso. Todo volvía a la normalidad, aunque un poco distinto. A la verdad que después de haber estado hablando harto del fallecido Edgar, las ideas simples de una contratación laboral de parte de mi entrevistador ya habían aparentemente cambiado, pues noté como si éste deseara posponer la entrevista para otro día (seguramente para tener tiempo de asimilar la noticia de la muerte de quien un día fue su héroe), o también como si quisiera darme el trabajo de inmediato. Pero suceda lo que suceda, el universo seguía su caprichoso curso, favoreciendo solamente a unos cuantos, mientras que a otros simplemente les concedía el derecho de cuestionarse: ¿Por qué me pasan estas cosas? —Ebrahn, aún no me has contestado completamente la pregunta que te hice en un principio: ¿Por qué crees que estás en este lugar? —Pues creo que le dije que deseaba trabajar —le contesté de forma tan simple y poco profesional (creo que mejor me hubiera quedado callado). —Ebrahn, ¿te has preguntado alguna vez si estas instalaciones son secretas, y que no permitiríamos dejar entrar a nadie que no fuera nuestro empleado? —Honestamente sí lo he pensado.
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—¿Y qué tal si te dijera que te fueras? ¿Crees que habría valido la pena haberte mostrado este lugar si te dijera eso? Debes darte cuenta de que no dejamos ir así no más a alguien que haya visto tal lugar. Me pareció extraño lo que el ingeniero dijo de último. —¿A qué se refiere usted cuando dice que no dejaría ir a nadie así no más? —Trato de decirte que borraría tus recuerdos de ser necesario —me contestó con un extraño humor. —Ah, ya veo… —traté de seguirle la corriente. —Muchacho, cuando dejaste con nosotros tu hoja de vida, supimos de antemano que eras el indicado para estar aquí. —No comprendo señor… y respecto a eso, ¿qué hay de las personas que también habían sido llamadas para ser entrevistadas? —esas cosas no se dicen cuando estás frente a alguien que te quiere dar un empleo—. —¿Qué pasa con ellos? —me preguntó reaccionando como si no esperara oír semejante pregunta. —Considere lo que le digo, porque ellos son personas más preparadas que yo, y creo que merecen una oportunidad. A esas alturas no sabía qué preguntas hacer; y si debía cuestionar algo, tenía que hacerlo de una forma muy diplomática y sabía. Pero en realidad, sólo trataba de hacer lo correcto para aquellos que también se tomaron la molestia de viajar tan lejos para llegar a entrevistarse a OR01. —Creo que esa no es la pregunta que debes hacer aquí —me dijo un poco molesto. Me sentía como si me hubieran dado un golpe bajo. Pero Samuel trataría de ser condescendiente conmigo (bueno, sólo un poco): —Al parecer tratas de hacer lo correcto con lo que cuestionas, y lo entiendo, pero aun así pienso que no es el momento de hacer eso justo ahora que quiero que trabajes para nosotros. Aquí es cuando las cosas cambian a favor tuyo… Uno no se espera estas cosas. —Pero es válido que te dé una breve explicación de lo que pasó con los otros que vinieron acá a entrevistarse —me dijo, tomando una posición relajada—. Ebrahn… tienes que saber que las personas que estaban contigo allá arriba tendrán un empleo donde recibirán una buena paga, buenas prestaciones de ley y un horario típico de ocho horas de trabajo; pero todo eso no lo tendrán aquí, sino en otra parte, y ya verás por qué lo digo. Si te das cuenta, lo que te expliqué es lo que la sociedad llama un “empleo normal”, donde se tiene una vida rutinaria que más tarde es detestada por algunos… Sí, tal como lo oyes, porque hay quienes que se cansan y ansían llegar a jubilarse cuando apenas van a media vida
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laboral, y hay otros que terminan jubilándose y creyendo que pudieron haber hecho más en su vida. Es simple… la gente a veces no puede ver más allá de su potencial verdadero y de su realidad, y eso acontece igual en hombres y mujeres; aunque admito que a veces somos los mismos empleadores los culpables de que una persona no descubra lo que es capaz de hacer para sí misma y para los demás. Lo que me dijo Samuel llamó mucho mi atención: —Señor, ¿está diciéndome en pocas palabras que yo puedo tener algo mejor que ellos? —Ebrahn, tú entiendes bien lo que te digo, y no está demás mencionarte que estás aquí para formar parte de esta empresa de una forma más especial; pero has de saber también que nadie te puede obligar a serlo, y que sólo tú decides lo que quieres para tu futuro. Enseguida José agregó un comentario: —Las demás personas que vinieron a entrevistarse no escribieron su hoja de vida como tú lo hiciste: con sinceridad. Samuel continuó explicándome más: —Eso es justo lo que quería decirte en un principio. Lo que vimos en tu currículum fue la sinceridad y la sencillez con que lo elaboraste, y fue esto lo que nos pareció bien de ti. Cualquiera puede hacer una hoja de vida, pero no todos son honestos a la hora de hacerla. Sin embargo, Samuel y José no se escuchaban muy sinceros a la hora de decir que fui elegido sólo por una virtud reflejada en mi currículum. ¿En qué se basaban para afirmar que una hoja de vida había sido “escrita” con sinceridad? A pesar de todo, no quise cuestionar nada de lo que se me había dicho, y dejé que el ingeniero continuara con su afán de “convencerme” de trabajar para él (la verdad es que no necesitaban convencerme de nada): —Fíjate en lo que te diré muchacho: En este departamento necesito a personas que puedan honrar su trabajo con honestidad y sinceridad. Está bien el éxito académico y laboral, pero pienso que no hay que menospreciar los valores, pues estos son una base fundamental para el éxito. ¿Qué deseas entonces?, porque José y yo no seremos los que te dirán si trabajarás o no aquí, sino tú mismo. Aquí serás parte vital para todos, donde aprenderás y descubrirás de lo que está hecho el mundo tecnológico que nos rodea. Sí… difícil de creer lo que estaba pasando, porque no todas las personas te motivan a ser parte de su empresa, y menos de la forma en que Samuel y José lo hacían. Debo aclarar que yo nunca fui entrevistado, sino que solamente fui animado de una forma inusual para aceptar un empleo.
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No es que yo fuera un desagradecido, pero presentía que había algo sospechoso detrás de todo aquel intento de quererme dar un trabajo en OR01, pues como traté de decir antes, no creo que contratarían a alguien simplemente por ser sincero a la hora de crear un currículum (aunque podría haber excepciones). Esperaba averiguar más adelante las razones que llevaron al ingeniero Samuel y a su asistente a prometerme el “cielo y la tierra”. —¿Qué plaza me ofrecen ustedes acá? —pregunté sin tanto rodeo. Samuel no tardó en responderme: —Empezarás como un técnico de apoyo para los especialistas de robótica, donde más tarde podrás convertirte en un experto como ellos… Lo que venga después, será adicional. —Se me dijo también otras cosas más del trabajo como las oportunidades de crecimiento profesional y algunas ventajas extras, así como la actitud y las competencias que yo debía de demostrar y enfrentar ya estando una vez en el puesto (lo mismo de siempre en todo trabajo). Dirigí mi mirada hacia donde se encontraba el androide Eva. No sé por qué razón acepté el trabajo, si por el futuro prometedor que me ofrecían en la empresa, o por Eva. —Escuche ingeniero… estoy dispuesto a ser parte de este lugar. —Excelente decisión —me dijo satisfecho. Me sentí contento porque había llegado lejos al haber conseguido un trabajo, y eso aliviaba mis frustraciones de meses atrás tratando de conseguir uno. Necesitaba ver a Eva una vez más. —Quiero pedirle un favor ingeniero —¿Cuál es ese favor? —Déjeme ver un rato más al androide. —No te vayas a enamorar de ella —me dijo José con sarcasmo (actitud innecesaria para el momento). Fue entonces que me acerqué a donde estaba la chica robot, y ahí noté que ella aún tenía el brillo azul en sus ojos, el cual desapareció cuando me vio. Ahí estaba Eva, un tipo de robot avanzado con inteligencia creada en base a un modelo de cerebro artificial y similar al de un humano. Me perdí completamente en su hermosa mirada, de la cual, puedo decir que era la más cautivadora que haya visto jamás. Ella me miraba como si estuviera encantada de verme, y como si deseara ser real para mí.
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—¿Ya terminaste Romeo? Julieta tiene que irse ya —me dijo José, de quien ya me estaba molestando su actitud. En esto se acercó Samuel, quien me dijo: —Lo que él trata de decirte es que Eva tiene que entrar en una fase de prueba sensorial, en la que nadie ni nada debe de interferir. Generalmente la prueba se hace siempre a esta hora. —Está bien… sólo quería verla un momento —le dije. Cuando me retiraba del lugar, observé que los ojos del androide volvieron a ponerse azules, pero yo aún no me atrevía a preguntar a qué se debía eso. Me fueron dadas algunas indicaciones para continuar con el proceso de contratación, y una de éstas consistía en ir al departamento de Recursos Humanos a llenar un extenso formulario. Retirarme del departamento 01 no fue algo fácil, porque deseaba quedarme ahí por más tiempo, pues ya me había encariñado del lugar. José y Samuel se quedaron ahí adentro, mientras yo me dirigía al ascensor para ir directamente a donde se me había dicho que fuera. Cuando hube llegado al lugar, me recibió una señorita que aseguró ser la misma que me había contactado por teléfono para la entrevista: —Hola, soy Yanira, y usted debe ser Ebrahn, ¿cierto? —¡Sí, así es, y es un gusto conocerla! —le dije. —Igualmente… Pertenezco al área de Recursos Humanos, y fui yo quien lo contactó por teléfono el día de ayer. —¡Oh, pues qué bien que me la encuentro por acá! Una pequeña conversación amena se formó en aquel lugar entre Yanira y yo a la vista de las demás personas que estaban alrededor, quienes se sorprendieron inocentemente por la calidad de plática que tenía con ella. Cuando conocí a esa muchacha, ella era de unos veinticuatro años de edad; sus ojos y cabello eran oscuros, y era muy bonita; además vestía un uniforme de oficinista que la hacía ver muy elegante. A veces sientes que estás hablando con una persona que pareces conocer desde hace mucho tiempo, pero que en realidad sólo la has visto una vez en tu vida. Y ese era el caso con Yanira, con quien empecé a relacionarme inmediatamente de forma tan estrecha, como si ya nos conociéramos desde antes.
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Le comenté a Yanira acerca de las instrucciones que había recibido acerca de contestar un formulario, luego ella me invitó amablemente a sentarme para llenar dicho formulario o cuestionario en papel, y me explicó también la importancia de completarlo sin omitir ningún ítem. Todo parecía normal en un principio; las preguntas eran tan simples, por ejemplo: mi nombre, mi edad, fecha y lugar de nacimiento, mis expectativas a futuro etc. Pero nunca dejan de pasar cosas más allá de lo común, porque una de las preguntas decía: “Si estuviera en medio de una catástrofe que pusiera en riesgo su vida y el legado más importante que tiene la empresa, ¿cuál de esas dos cosas elegiría perder?” Realmente me pareció muy inadecuada esa pregunta, que incluso pensé que se trataba de una broma o una especie de pregunta de prueba, e inmediatamente le comenté a Yanira de eso: —Disculpe señorita, aquí hay una interrogante muy rara. —Déjeme ver por favor —me dijo. Ella comenzó a leer detenidamente la pregunta, luego me pidió que la esperara un rato porque iba a comentárselo a su jefe: —Espere aquí por favor, le consultaré a mi supervisor. De nuevo me quedé sentado esperando. Estando adentro del departamento de Recursos Humanos, observé que la vida laboral seguía su curso de una forma muy peculiar: teléfonos sonando por todos lados; sonidos del pisar de los zapatos de tacón de las mujeres; personas hablando aquí y allá; sonidos de alguien escribiendo en el teclado de una computadora y pantallas holográficas en los escritorios de las personas que les mostraban información de quién sabe qué cosa. ¿A eso llaman trabajo? Yo personalmente lo llamaría una “orquesta de ruidos y vanidad”. El afán por el trabajo generó estrés en el siglo XXI, reduciendo el promedio de vida y quitando el propósito básico del ser humano en su existencia, el cual es vivir y trabajar como Dios manda. Por todo el panorama que veía a mi alrededor, me era difícil creer que debajo de la tierra había instalaciones ocultas, digo ¿por qué razón hicieron instalaciones subterráneas para tenerlas escondidas? La espera había terminado, pues Yanira me informaba que ya tenía otro formulario. —Disculpe la espera, pero efectivamente el formulario anterior no era el auténtico. Honestamente esperaba una mejor explicación, porque cómo era posible que una empresa de tal prestigio e imagen se equivocara en una cosa así. No es que me gustara complicarme la vida haciendo cosas o preguntas indebidas e innecesarias, pero en serio que ya me habían pasado cosas nada comunes en OR01 como la casualidad de encontrarme una foto del difunto Edgar, o la inusual rapidez de mi contratación (olvidemos que fue por hacer un “curriculum sincero”) en una empresa delicada para seleccionar a su personal y, para culminar, la
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extraña pregunta que tenía el cuestionario anterior. Quizás exageraba con todo eso que acabo de mencionar, pero ya me había puesto un poco paranoico, y necesitaba interrogar: —Yanira, quizás usted me pueda ayudar en algo. —¿Dígame? —me preguntó con rapidez. —No sé si sabrá responderme, pero aquí en confianza: ¿Por qué estoy siendo directamente contratado para laborar en el departamento 01? —Sé que no fue adecuado hacer una pregunta así, pero ya merecía una modesta explicación de algunas cosas. —¿Y por qué pregunta eso? —me cuestionó, haciendo un lenguaje con su mirada que daba a entender que era la primera vez que escuchaba hablar así a alguien. —Es que… de todos los que vinieron aquí a entrevistarse, sólo yo estoy siendo directamente reclutado. Yanira tomó una silla para sentarse, luego cruzó sus piernas de una forma sensual pero inocente, y enseguida puso el formulario sobre una mesa con un suave movimiento de sus delicadas y bellas manos —¿todo eso fue necesario para llamar mi atención?—, y se dispuso a platicar conmigo para intentar comprender mi situación: —Me imagino que el ingeniero Samuel tendrá sus motivos, pues fue él quien solicitó que se le llamara a usted. Debería de sentirse afortunado por eso que le digo, pues los demás candidatos no fueron elegidos así, sino que fueron parte de un proceso normal de selección. Quise darle a entender mi inquietud: —¿Aún no le parece extraño que me estén contratando tan rápido para trabajar en un puesto que al parecer es muy delicado? No es que sea desagradecido, pero quisiera saber por qué me están dando un empleo de esa forma. —¿Y qué piensa usted al respecto? Por lo que se me preguntó, sentí que estaba perdiendo mi tiempo. —Oiga… sé que hay cosas acá que no me conciernen saber, pero si usted supiera las cosas que me han pasado estos últimos días, seguramente entendería el porqué de mi cuestionamiento. Mi comentario anterior sólo confundió a Yanira, quien sólo me dijo: —Pues como lo lamento señor Ebrahn, pero creo que no soy la persona idónea para ayudarlo en sus inquietudes, pues no tengo las respuestas a sus preguntas. Ahora le pediré que por favor llene el formulario.
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A Yanira sólo le faltó tirarme en mi cara ese harto formulario, pero ¿qué podía hacer yo?: Simplemente obedecer para que me vaya bien. Sucede que sentí en un primer momento mucha confianza hacia Yanira, y eso me impulsó a entablar con ella una conversación poco recurrente, aunque ya empezaba a creer que la misma era un poco enojada e indiferente por cómo se había comportado conmigo. Aquel otro formulario era más simple, y sólo me llevó diez minutos completarlo. —Ya contesté el cuestionario —le informé a Yanira. —Muchas gracias —me dijo—. Le pediré que esté pendiente de nosotros porque lo llamaremos en muy pocos días. Y así terminaba lo que se supone que sería una mañana normal en OR01; porque realmente no lo fue, y en cambio resultó ser una especie de estadía, de esas que aseguras que no volverás a vivir jamás.
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Capítulo 6 Misterio Ya eran exactamente las doce del mediodía, y yo comencé a buscar algo de comer (curiosamente OR01 no tenía un comedor propio para sus empleados). Por suerte encontré cerca de ahí unos negocios pequeños de comida, a los cuales me dirigí inmediatamente. Pedí mi comida; pagué el costo; me senté a la mesa y me dispuse a comer; pero sucedió después que la misma oficinista llamada Yanira que me había atendido anteriormente llegó al mismo comedor para sentarse sorpresivamente en la mesa donde yo estaba. —¡Hola Ebrahn… qué bueno verte de nuevo! —me saludó sonriéndome, y ya no tratándome de “usted” sino de “tú”. —¡Hola…! Vaya sorpresa… ¿Siempre vienes a comer acá? —Sí, y es porque aquí hacen mejor comida que en los comedores de al lado. —Oh, pues qué bien que estés aquí conmigo. —Como habrás notado, la empresa no tiene un comedor exclusivo para nosotros, lo cual es extraño, porque a estas alturas ya debería de tener uno —me decía mientras se arreglaba caprichosamente el cabello—. Aunque te diré que eso ha beneficiado a los lugareños de por acá, pues sus negocios de comida les generan buenas ganancias. La perspectiva que yo tenía hacia esa chica había cambiado drásticamente: de pensar que era una empleada indiferente y enojada, a pensar que era una muchacha relajada y amigable en todo el buen sentido de la palabra —creo que tenía una personalidad bipolar—. Hay que conocer a las personas antes de emitir concretamente una sentencia moral sobre éstas. Noté que Yanira sentía una libertad estando afuera de su lugar de trabajo, como si se escapara de algo o alguien que la limitaba a expresarse libremente; y no creo que fueran las normas de ética profesional lo que la llevaban a comportarse de manera reservada en su trabajo, sino algo más. —Escucha Ebrahn… disculpa por haber sido tan fría en mi manera de ser contigo allá adentro. —No es problema, pienso que quizás te sentías cansada. —No es eso… —me dijo con voz baja y haciendo su cara a un lado como si sintiera pena. —¿Y qué es entonces? —le pregunté. Pero ella sólo me miró a los ojos y me sonrió con nerviosismo, y me invitó a que siguiéramos almorzando sin hablar más del tema.
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—Por cierto, quiero contarte lo que vi allá en el departamento 01 —le dije, tratando de hablarle del autómata Eva que OR01 estaba desarrollando. Pero ella inmediatamente reaccionó muy evasiva, y dejando a un lado su comida comenzó a decirme: —¡No digas nada por favor! Prefiero no hablar de eso… —¿Por qué lo dices? —le pregunté muy extrañado. —Lo que viste allá adentro, ahí se queda Ebrahn… Disculpa que esté actuando así, pero por ahora no puedo explicarte nada. Lo anterior me resultó realmente confuso. Y tal como lo dije, noté en Yanira un cambio de personalidad justamente cuando estuvo afuera de la empresa, como si se sintiera libre; pero por la escena anterior, pareciera que esa libertad no fuera del todo completa, pues era como si ella tuviera las manos atadas al no querer hablar de algunas cosas. Pero al final decidí hacer caso a lo que ella pidió. Comimos; reímos un poco; platicamos de muchas cosas; me despedí de Yanira diciéndole que la esperaba ver pronto —una descripción tan simple de un momento agradable de mi vida—. Y aquí expresó lo siguiente: Fue de esa forma como terminó lo que debía de ser una hora normal de almuerzo, que a la verdad no fue nada de eso, sino algo mucho mejor. Me di cuenta después de que las personas que habían venido a entrevistarse ese mismo día fueron despachadas mucho más rápido que yo (aunque no me dieron detalles y tampoco supe si fueron entrevistados por alguien más); y por lo que me dio a entender Samuel, ellos no podrían tener un empleo en OR01 por el hecho de ser yo el “favorito”, o más bien, el único que fue elegido para un puesto en tal lugar. Pero he aquí algo más: Yanira me afirmó que fue Samuel quien pidió que se me llamara a entrevista laboral, y que los demás habían sido convocados de otra forma. Si yo fui seleccionado previamente para un puesto de trabajo, creo que no fue necesario hacerles perder el tiempo a personas que tenían la ilusión de poder trabajar. El sacrificio de tiempo y esfuerzo de los que llegaron ahí seguramente serían premiados en otro lugar, pero en cambio mi recompensa (seguramente inmerecida) ya estaba en mis manos, y sólo tenía que aprovecharla lo mejor posible. En la zona donde me encontraba no había ningún servicio de transporte público, y las pocas personas que vivían en el lugar se trasportaban únicamente en vehículos particulares o taxis piratas. Me enteré de que OR01 proporcionaba a sus empleados transporte exclusivo hasta sus casas (ida y vuelta), con el que podían también disponer cuando fuera por alguna emergencia; pero lastimosamente yo aún no podía gozar de ese beneficio hasta ser formalmente contratado, así que tuve que caminar mucho para poder llegar al punto de taxis más cercano. Pero el esfuerzo valió la pena, porque encontré el transporte deseado para poder largarme del lugar. Pero cuando estaba a punto de abordar el taxi, sucedió que me acordé de Eva de una forma muy vívida,
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y esto hizo que me quedara quieto durante un momento como si una fuerza mayor que la voluntad me obligara a hacerlo, y luego, mire hacia atrás —¿para qué carajos lo hice?—. —¿Está todo bien joven? —me preguntó el taxista, a quien no quise responderle. Creo que cualquiera se hubiera fascinado de ver a una chica robot al punto de recordarla en cualquier momento y en cualquier situación como si fuera un estallido en su mente. El taxista dirigió su mirada en la dirección que yo estaba viendo; él sabía que algo (más allá de lo normal) pasaba. —¡Parece que quiere regresarse! —me dijo. —No… es que… escuché que alguien me llamaba —le mentí como si fuera lo único que podía hacer. —¿Ah sí? Si gusta puede ir mientras yo lo espero —me aseguró. —No, ya olvidémoslo y vámonos. Alguien encendía la chispa correcta para hacer funcionar un invento humano; y alguien apagaba las ventanas del alma para entrar a una dimensión surreal… dicho de otra forma: el taxista encendía el auto para marcharse, y yo me había quedado dormido con la cabeza recostada sobre el vidrio de la ventanilla, pues estaba cansado. Estar dormido es como morir, y el despertar como resucitar. —¡Oiga Joven, ya llegamos a la terminal de buses! —escuchaba la voz del taxista que decía constantemente esas palabras. —Lo siento, pero no pude evitar quedarme dormido —le respondí. —Lo entiendo, pero será mejor que se dé prisa a bajarse para que pueda subirse en el bus que lo llevará a la capital. Si no lo hace, tendrá que esperar media hora para abordar el próximo Estaba empezando a llover; el viento se ponía cada vez más helado; truenos se escuchaban por aquí y allá, y las personas corrían desesperadas a refugiarse del agua. Yo estaba sentado esperando mi transporte, mirando al cielo como buscando a alguien que me dijera cómo sería mi porvenir una vez que empezara a trabajar alejado de mi familia y de la vida que imaginaba tener cuando apenas era un niño. Vidas nuevas y vidas que desaparecen; vi un ejemplo ilustre de lo anterior mientras esperaba mi transporte: cerca de mí se encontraba una muchacha con un bebe en sus brazos, mientras que un poco más lejos, una caravana de autos seguía a un carro de funeraria que llevaba a un difunto —y era triste que estuviera lloviendo en un momento así—. Era increíble ver como una vida nueva estaba presente frente a una vida ya extinta, pues no todos los días se presentaba esa realidad bipolar de la existencia.
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No es que yo fuera un tipo raro que se ponía a argumentar o a reflexionar acerca de todo, pero me gustaba contemplar y describir de forma muy personal las diferentes vivencias que me acontecían. Ya estaba adentro del autobús que me llevaría a casa; no podía esperar para darles la noticia de mi contratación a mis padres. Pero las cosas tomarían un rumbo distinto ese día, porque sucedió que comencé a tener un fuerte dolor de cabeza, tan fuerte que hasta empecé a pedir ayuda; pero las cosas empeoraron porque de pronto empecé a ver borroso, y de repente, caí inconsciente al suelo. Pasaron unas horas hasta que finalmente desperté. Estaba en la camilla de un hospital de la localidad, y a mi lado estaba un médico y una enfermera, quienes inmediatamente empezaron a hablar conmigo para informarme de lo sucedido, lo cual sin duda levantaría preocupación en mí respecto a mi salud: —¡Qué bueno que despiertas muchacho! —me dijo la enfermera. —Sí —agregó el médico mientras escribía relajadamente el reporte de mi estado de salud—. Creí que ibas a estar así durante más tiempo, pero qué bueno que ya estás bien. —¿Qué me sucedió?… —No podía creer lo que me había pasado. —Te desmayaste en un autobús. Uno de los pasajeros que iban ahí llamó a una ambulancia, y bueno… te ayudamos para que ya estuvieras mejor. Yo estaba verdaderamente perplejo, porque no solía padecer ataques de dolor de cabeza ni mucho menos desmayos. —¿Pero por qué me sucedió eso? —pregunté, teniendo duda de lo que me había pasado. —Pudo haber sido un ataque de estrés o ansiedad. Supongo que quizás tuviste un mal día, y eso probablemente te ha de haber afectado. La verdad no recuerdo haber tenido un mal día, de hecho, todo había sido muy bueno al haber sido contratado en una gran empresa y también por haber conocido a nuevas personas. Sin embargo, no pude quedarme a argumentar nada con el personal del hospital, porque estos insistían en que yo había tenido nomás un ataque de estrés, ya que el diagnóstico médico decía que no se me había encontrado algo malo en mi organismo, y sólo me recomendaron hacerme más adelante otros exámenes para descartar cualquier problema de salud —comencé a dudar de la calidad de servicio médico que se me estaba dando—. La verdad es que preocupaba muchísimo el hecho de pensar que estaba empezando a padecer alguna enfermedad peligrosa, y de ser así, esperaba que no trajera consecuencias graves que afectaran a mi vida y al estado anímico de mi familia. El reloj marcaba las seis de la tarde, y ya mis padres habían salido de sus respectivos trabajos, pero sólo para enterarse de que su hijo estaba hospitalizado. La oscuridad apartaba poco a poco la luz del día; los grillos comenzaban a cantarle a la noche (se escuchaban desde la ventana del cuarto del hospital), como
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si la cortejaran para que se hiciera presente lo más rápido posible; y el afán y las ansiedades del día se ocultaban como el sol en el poniente, y la noche finalmente estaba presente. —¡Hola hijo! —me saludó mi madre, quien venía acompañada de mi papá. Ambos lucían muy preocupados. —Hola mamá, que bueno verlos —respondí. —¿Qué te pasó hijo? —preguntó mi papá muy afligido. Les expliqué a mis padres cómo había llegado a parar a tal lugar, y también les dije cómo había sido más o menos mi estadía en OR01. Quería hacerlos sentir bien con la noticia de mi reclutamiento laboral, pero estaban más preocupados que alegres, aunque esto era razonable porque sencillamente a nadie le gusta ver a su hijo en la cama de un hospital. No había pedido estar así, pero por extrañas razones las cosas no serían favorables en ese momento. Me dieron de alta esa misma noche. La lluvia ya había pasado, dando lugar a una relativa calma. Estando en mi casa me fui a acostar muy temprano; y ahí en mi cama recordaba lo sucedido en el autobús, en las instalaciones de OR01, y recordaba también a Yanira… y a Eva.
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Capítulo 7 La esperanza no muere Los grillos dejaron de cantarle a la noche; la oscuridad nocturna era vencida por la luz del día; y los afanes y las ansiedades volvían como el sol lo hacía desde el oriente. Mis progenitores ya se habían ido a trabajar, y una alarma sonaba repetidamente, avisándome que debía levantarme pronto. Ese mismo día esperaba recibir una llamada telefónica de parte de OR01, confirmando mi contrato y el día que debía presentarme a trabajar. Pero sucedió que nadie llamó, aunque esto no me hizo sentir mal en absoluto porque sabía que podían hacerlo al siguiente día. Pero los días pasaban y nadie se comunicaba conmigo, y comencé a preocuparme bastante, tanto que incluso pensaba en llamar yo mismo para preguntar si debía presentarme a trabajar, aun sabiendo que no tenía que hacerlo por cuestiones éticas. Pasaron más días, y empecé a desesperarme y a preguntarme si alguien se había arrepentido de haberme contratado. Mis padres también estaban preocupados, y muy seguido me cuestionaban sobre el tema, pero solamente les daba un estímulo de esperanza para no desmayar, diciéndoles: “Mañana lo harán”. Cada vez que el teléfono fijo sonaba, casi siempre era yo el que contestaba, y me frustraba que ninguna de esas llamadas fuera para mí. A veces mis padres me daban ánimos para continuar esperando; pero sólo yo sabía la magnitud de mi preocupación. Por momentos creí estar exagerando, pero al darme cuenta de que ya habían pasado un par de semanas, supe que mi ansiedad no era de puro gusto. La desesperación por recibir una respuesta de un trabajo puede ser motivo de desánimo para cualquiera. Hay quienes que no merecen un trabajo o no lo necesitan, pero sucede que muchas veces lo consiguen casi de inmediato sin haber hecho grandes esfuerzos; no así algunos que necesitan urgentemente un empleo, que cuando salen a buscarlo se encuentran con la desdicha de que no hay. Recuerdo haber conocido a una persona honesta y honrada que ansiaba trabajar, y que un día llegó a un lugar a solicitar empleo, pero estando ahí le informaron que no había vacante y que por el momento no necesitaban a nadie; pero resultó que al día siguiente, los mismos que afirmaron no necesitar personal nuevo se vieron en la necesidad de abrir una plaza de inmediato, y ese día casualmente se acercó un joven de dudosa reputación que buscaba trabajo (no por necesidad, sino por obligación), el cual inmediatamente fue contratado. ¿Casualidad o algo más? ¿Quién necesitaba más el empleo? Argumentos y discusiones sobran para esto que acabo de mencionar. Hubo un día que quise ir a pasar consulta médica (en el hospital donde había muerto Edgar), porque los dolores de cabeza empezaron a aparecer nuevamente, aunque gracias a Dios sin desmayos. Y resulta que estaba esperando mi turno para pasar con el médico, cuando escuché desde una ventana del pasillo
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del hospital que una ambulancia se acercaba, y entonces me acerqué a esa ventana para lograr verla, y cuando lo hice, alguien por ahí comenzó a hablarme: —¿Por qué estás viendo? ¿Acaso lo haces por curiosidad o porque te interesa la vida de la persona que traen en esa ambulancia? —¡¿Qué dice?!… No, solamente quería saber qué pasaba. —No me has contestado bien. Era un señor de edad quien me estaba haciendo preguntas, el cual se había salido de su cama de hospital solamente para caminar un rato, cargando un soporte para suero intravenoso, y de quien no pude ver bien su rostro, pues lo tenía vendado. A la verdad ese hombre parecía sufrir una enfermedad terminal, y también tenía señales de un fuerte golpe en su cadera izquierda. —No sabría responderle señor, pero ¿por qué me pregunta? —Curiosidad nada más —me dijo mientras asomaba también su cara a la ventana. —Bueno, creo que la misma respuesta le daré yo también. Él se sonrió, y me dijo: —Pareciera que fue ayer cuando yo era un joven sano y feliz, y cuando las ambulancias no eran algo común como hoy en día. —Usted lo ha dicho, cada vez hay más enfermedades y accidentes que hacen que la gente necesite ser llevada a un centro médico. —¿Y tú padeces de algo muy malo? —No, y sólo vine porque he empezado a tener dolores de cabeza, y aunque estos no son constantes, sí son muy molestos —Creo que una aspirina será suficiente para ti… —me dijo con un leve humor—. Pero en serio espero que te recuperes pronto. —Gracias… y también deseo que usted se recupere de lo que esté padeciendo o sufriendo. —Te lo agradezco, pero quizás no será así —me dijo agachando un poco su cabeza, como si estuviera haciendo una señal de derrota. Aquel ilustre anciano se alejó de la ventana, y me dijo en voz baja: —Nunca dejes que alguien te controle. El bien y el mal aún están pendientes en ti.
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Realmente no esperaba escuchar tal cosa de ese señor. Cuando le quise preguntar de qué hablaba, éste me dijo: —Ya viene otra ambulancia, y mi hora se acerca. No había ninguna ambulancia acercándose al hospital ni nada que hiciera pensar que la habría en ese momento. Pero poco después escuché a lo lejos el sonido de una sirena, y entonces dirigí mi vista hacia el punto donde creí que provenía el sonido, y fue hasta pasados unos segundos que vi llegar a un paciente en dicho medio de transporte. —¿Cómo supo que vendría?… —Al preguntarle al señor sobre lo que había sucedido, éste simplemente ya no estaba. Puedo asegurar que no había señal de ninguna ambulancia acercándose, pues no se veía ni se escuchaba nada al respecto. El anciano que hablo conmigo ya no estaba, y comencé a preguntarme si había visto un fantasma porque no había nadie a mi alrededor que sólo los demás pacientes, e incluso les pregunté a ellos si habían visto a un adulto mayor con un porta sueros, pero nadie afirmó haber visto a alguien así. Miraba y miraba hacia todos lados sin poder ver al anciano, siendo imposible además que éste haya caminado rápido debido al mal estado de su salud. Pero de pronto… sucedió lo inesperado: desperté en el asiento de un autobús que había abordado para ir al hospital donde tendría mi consulta médica. Me había quedado dormido mientras viajaba; y a pesar del malestar que aún sentía en mi cabeza, decidí ya no ir al chequeo y opté por bajarme del bus mucho antes de llegar al hospital (en realidad no quería estar en el lugar con el que soñé). Realmente el sueño había sido muy raro, y no me extrañaría que mis visiones en el subconsciente fueran señal de que algo grande y desconocido estuviera pronto a suceder. Las pesadillas y los sueños nunca se van, y son como partes de tu vida que no se pueden arrancar y que parecen también moldear la manera en que se percibe el mundo exterior: si sueñas que alguien te persigue para hacerte un daño, al siguiente día despiertas con miedo y caminas en la calle pensando que alguien quiere hacerte un mal; si sueñas que alguien te ama, al siguiente día te vuelves receptivo con la persona que te interesa conocer —sé que hay personas que ignoran o que no les interesan estas cosas—. Un mes es demasiado o relativamente poco para la perspectiva de algunos, pero un mes fue lo que tuve que esperar para recibir la bendita llamada telefónica de OR01. Y fue en la mañana de un día viernes que el teléfono sonó como un cántico especial para mis oídos: —¡Aló, dígame! —¿Con el señor Ebrahn? —¡Sí, yo soy!
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—Hola Ebrahn, soy Yanira, ¿me recuerdas? —¡Ah, hola, qué gusto escucharte! —Igualmente… Te llamo para informarte que debes presentarte a trabajar el próximo lunes a las siete y media de la mañana al departamento para el que te contrataron. Aquellas palabras que escuché por teléfono fueron un alivio para mis ánimos que ya estaban por el suelo. Escuchar a Yanira nuevamente fue lo mejor que pudo pasarme en ese momento. Recuerdos se despertaron y deseos aparecieron en mi al oír hablar a esa encantadora mujer; pero fue más satisfactorio escuchar la confirmación de mi contratación, pues era lo que principalmente deseaba saber. —¡Excelente…! Y muchísimas gracias por informarme… No sabes cuánto me alegra que me hayas dicho eso —le expresé con gran contentamiento. —Sé cómo te sientes Ebrahn… y disculpa que hayamos tardado en comunicarnos contigo. —Para serte sincero, llegué a creer que ya no me llamarían, aunque tenía pensado comunicarme con ustedes si pasaban más días. —Bueno… es obvio que no podíamos dejar de tener contacto con tu persona, pero ya puedes estar tranquilo. —Sus palabras me aliviaban mucho. Los recuerdos del mes que permanecí esperando a que me llamaran ya no importaban. Un momento de tranquilidad se formó en aquella hora al saber que me convertiría en parte definitiva de OR01. Yanira me dijo algo más: —Ebrahn, el primer día tendrás que arreglártelas por tu propia cuenta para venir hasta acá y también para irte a casa, pues el transporte que proporciona la empresa no estará disponible para ti ese día sino hasta después. —No importa, yo estaré ahí presente —le dije. Valía más la alegría que sentía en ese momento que otra cosa. Yanira se despidió de mí de una manera muy “personal”. No es que sea pesimista, ni tampoco alguien que le gusta juzgar antes de tiempo, pero tenía un mal presentimiento por el hecho de llegar a trabajar a OR01; porque no olvidemos a Yanira y el silencio que ella misma hizo cuando le pregunté qué era lo que la hacía comportarse de manera tan ordinaria en su trabajo y también por no querer escucharme hablar acerca de Eva. ¿Acaso alguien le iba a amonestar por hablar de esas cosas? La verdad es que la empresa en mención me pareció en un principio un lugar agradable para trabajar; pero después de ocurrido ese suceso con Yanira, me puse en qué pensar.
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Capítulo 8 La bienvenida Llegó el lunes, y el mal tiempo me hizo recordar que aún era invierno —curiosamente llovía muy seguido en momentos “extrañamente casuales”, como si la misma lluvia estuviera ligada de una forma “especial” a mi existencia—. Abrí la ventana de mi cuarto, y observé cómo las gotas de agua ilustraban vivamente la estación invernal, lo cual fue inesperado porque en la noche anterior no había habido ningún indicio de lluvia. Me había levantado muy temprano, y en poco tiempo ya estaba preparado para empezar mi primer día de trabajo. Eran cerca de las cuatro de la mañana cuando salí de mi casa para abordar un taxi que ya había reservado el día anterior y con el que esperaba llegar más rápido, ya que se suponía que a esa hora no habría tráfico pesado que dificultara el viaje. Mientras viajaba en el vehículo, veía a través de la ventanilla cómo la lluvia seguía cayendo sin cesar, bañando la tierra desnuda y vivificando la vegetación, misma que poco a poco se iba reduciendo con el paso de los años (por la contaminación y la tala persistente de árboles). La lluvia parecía como si disfrutara de arruinar los planes de cualquier ser humano de pasar un buen día sin mojarse. De tanto observar aquella escena natural, el viaje se había convertido en una especie de paseo turístico, tan particular y secreto en mí, que sólo yo sabía el mundo que se había formado en mi mente en ese momento. Sin embargo, a la par mía estaba el taxista al que le sucedía algo diferente a mí, y es que para él la rutina de viajar se había vuelto una harta actividad laboral que consistía en “mirar” todos los días el mismo asfalto de las calles, cosa que lo hacía actuar como un zombi de una sociedad y de un sistema que te dice “trabaja y no disfrutes la vida”. Llegué a la empresa veinte minutos antes de la hora prevista; la lluvia ya había cesado y el ambiente se había vuelto muy frio. Después de pagar al señor taxista y de ver cómo éste volvía a su “mundo”, me dirigí como un rayo al lugar que tanto deseaba ver, y del que estaba ansioso por comenzar un capítulo nuevo en mi joven vida. Cuando entré, fui recibido por los mismos vigilantes que me preguntaron la primera vez a qué venía, y yo les dije que era mi primer día de trabajo y que me dirigía al departamento 01. Parecía que todo estaría bien y sin novedades con los señores vigilantes; pero resulta que no fue así, porque otra vez me dijeron que tendría que esperar en el área de recepción, porque el acceso a tal lugar no era de inmediato. La verdad es que esta vez ya comprendía por qué había restricciones para entrar a 01, pues después de conocer un poco lo que ahí se hacía (más después de haber visto a Eva), era lógico que debía de ser un área bien asegurada y limitada a las personas y aun para los mismos empleados. Es cierto que cuando regresas a un lugar del que te has ido por mucho tiempo, notas que ha habido algunos cambios en dicho lugar (al menos a nivel básico); sin embargo, había algo más que un cambio “superficial” en donde yo me encontraba: Yanira ya no estaba trabajando para OR01. Lo supe cuando le pregunté a una muchacha que encontré por ahí:
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—Hola, disculpe… ¿por casualidad no ha visto a Yanira de Recursos Humanos? —Oh lo siento joven, pero ella ya no trabaja con nosotros desde el viernes. —¡¿Qué dice?! No puede ser… Ella se contactó conmigo ese día para informarme que debía presentarme hoy a trabajar. —¡Así que usted es el nuevo…! Pues mire cómo son las cosas. —¿Y ella renunció o fue despedida? Cuando la hube interrogado, ella miró hacia ambos lados para asegurarse que nadie la veía, y luego se acercó a mí para decirme en voz baja: —Supe que fue despedida la tarde de ese viernes, pero no sabría decirle por qué razón. —No es posible… —le dije muy confundido; realmente lo estaba. —Si quiere verla otra vez, ella vendrá un día de estos a traer una documentación… Será su única oportunidad. —Pero es posible que no me dé cuenta cuando ella venga —le dije—. Mejor trataré de buscarla en algún medio social, o le hablaré por teléfono… Tal vez usted me pueda dar el número de teléfono de ella. La muchacha notó que yo tenía algo más que un simple interés hacia Yanira; sin embargo, se me daría una respuesta inesperada: —Comprendo que ansía verla de nuevo, pero lamento decirle que ella detestaba los medios sociales y tampoco tenía teléfono personal. Ella afirmaba que no le gustaban esas cosas, pero nunca dijo por qué razón. Me resultó curioso que Yanira no tuviera siquiera teléfono personal. Ella continuó: —Pero tendrá que estar muy atento cuando ella venga a traer la documentación que le mencioné. Yo haré lo posible para informarle a usted si me entero de que ella ha venido. —Gracias por su amabilidad. —Por cierto, hace mucho tiempo que no contrataban a alguien para el departamento 01. —¡Ah en serio! ¿Me pregunto por qué será? —Deben estar a punto de iniciar algo importante, y debieron ver en usted la pieza clave para empezar. —Bueno… si así lo dice.
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Pensé que la conversación con aquella señorita no se terminaría tan pronto, pero resulta que tuve que despedirme de ella porque en ese momento llegó el ingeniero Samuel a recibirme (apareció de repente de la “nada”): —¡Ebrahn, qué gusto verte de nuevo! —Ingeniero, qué gusto verlo también —le dije mientras estrechaba su mano. —Mira nada más… tu primer día en esta gran empresa. ¿Cómo te sientes ante eso? —Comenzó a darme unas palmadas en el hombro. —Pues… es algo muy gratificante. —Sin duda alguna lo es hijo… Esta vez Samuel vestía un saco y pantalón blanco, y portaba en su bolsillo un extraño lapicero del mismo color, el cual emitía una luz roja que lo hacía parecer una cámara oculta. En seguida nos dirigimos a lo que sería mi puesto laboral, y adonde también me estaban esperando los que serían mis compañeros de trabajo. Mientras caminaba con Samuel por los pasillos de aquella gran empresa, no pude dejar de pensar en la impactante noticia del despido de Yanira. Miren cómo son las cosas: la persona de quien yo más seguridad tenía de encontrarme resultó ser la que estaría ausente. No quise preguntarle a Samuel acerca de Yanira, ni tampoco de la tardanza que tuvo la empresa para contactarme. Todo parecía tan normal ese día; y tan prometedor también. Después de tanto tiempo, otra vez volvía a estar en 01. Ya en el lugar, fui recibido por mi grupo de trabajo conformado por tres personas, y que Samuel empezó a presentarme: el primero se llamaba Charlie, el otro era un joven llamado Esteban, y por último estaba Juan, quien era el encargado del grupo. Los dos primeros eran técnicos en robótica que cumplían actividades genéricas en el desarrollo de un autómata, mientras que el último tenía una especialización en inteligencia artificial, y era además el responsable de un proyecto ambicioso de OR01 llamado “Genesis”. Todos llevaban batas blancas y una insignia con las letras del nombre de la empresa. Era notable lo contento que se sentían de que yo estuviera ahí, y me hacían sentir como si tuviera una nueva familia. Más allá de todo lo anterior, cada uno de esos compañeros poseía una personalidad muy marcada y que se verá a detalle en el transcurso de esta historia. Vi desde ahí mismo a otros grupos de trabajo que estaban aledaños a nosotros, los cuales parecían estar muy ocupados en sus labores y enteramente ajenos al grato recibimiento de parte de mi grupo de compañeros. —¡Tú eres el integrante estrella que nos hacía falta! —me expresó Juan. —Gracias por lo dicho —le dije.
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—Ya verás que te gustara mucho este lugar, y me adelanto en decirte que nuestro trabajo es desarrollar un prototipo de inteligencia artificial. —Será muy grato ayudarles en las labores, y espero aprender mucho de ustedes. —¡Bien dicho! —exclamó delante de todos. Al parecer había encajado muy bien en el equipo. Momentos después Samuel nos dijo: —Bien… a partir de ahora Ebrahn ya no me necesitará más, y ahora serán ustedes los que le den todo el apoyo que necesita, y será según lo indicado en la charla previa que tuve con todos ustedes hace un rato, ¿están de acuerdo? —Todos afirmaron estar de acuerdo. No omito volver a decir que el departamento 01 era un lugar fascinante, único y espectacular en cuanto a tecnología, y por un momento pensé que no había mejor lugar en el planeta que éste. Era una fuente rica de ciencia robótica que, junto a mis compañeros, esperábamos agregarle más vida —bueno… ese era mi pensar en ese entonces—. Tampoco quiero omitir lo siguiente: Lejos de pensar en el caso de Yanira, o de imaginar las expectativas de mi recién trabajo, yo aún seguía pensando en Eva, o más bien, ansiaba saber de ella desde que puse un pie en OR01 ese mismo día.
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Capítulo 9 Conociendo a mi nueva vida… y a “ella” El área o departamento donde me llevo Samuel se encargaba de estudiar y desarrollar la aplicación de la inteligencia artificial o IA. Ahí mismo había computadoras con proyección holográfica y táctil, y unos escritorios con mucho equipo científico de laboratorio. Mi grupo de trabajo prometió capacitarme en todo lo que ahí se hacía. Todos en 01 eran muy callados y quietos (excepto mis compañeros), y la ausencia de pláticas y ruidos era notable, pero seguramente el tipo de trabajo que se desempeñaba en tal lugar hacía que se comportaran así. Todos ahí (incluyendo a mi grupo) permanecían sentados en escritorios o mesas de trabajo dedicadas a una tarea o actividad en específico, como si fueran “islas”. Al poco rato se acercó a mí un pequeño drone en forma de esfera y con dos brazos mecánicos que salían de su superficie, el cual comenzó a observarme con su diminuto ojo que parecía el lente de una cámara. —¡Cielos, jamás había visto uno de estos de cerca! —dije mientras observaba con asombro al pequeño e interesante robot, el cual volaba gracias a una pequeña hélice que tenía en su parte trasera. —Pronto tendrás uno de estos asistentes —me aseguró Juan. Enseguida vi cómo el drone abrió un pequeño compartimiento ubicado en su parte inferior, y usando sus pequeños brazos, sacó un lapicero y se lo entregó a Juan, y éste le dijo: —¡Oh vaya, gracias por encontrarlo amiguito!… Ya lo había dado por perdido. Enseguida vi a otros drones acercarse a Charlie y a Esteban. Mis compañeros de grupo eran los únicos en todo 01 en poseer un robot de ese tipo. Juan lideraba el grupo de trabajo donde yo estaba; casi siempre lo veía acompañado de su pequeño drone asistente, quien le ayudaba a cargar sus pertenencias personales como lapiceros, libretas de apunte, teléfono personal, e incluso le traía su taza de café. Era alguien que procuraba ser muy cuidadoso con lo que hacía y decía, aunque también era muy ambicioso, pero tenía la virtud de estar siempre presente cuando se trataba de trabajar en equipo, además era el mayor de todos con treinta años de edad, y tenía casi una década de estar laborando para OR01, donde había demostrado su capacidad para entender y desarrollar la inteligencia artificial, cosa que le había permitido ser alguien relativamente importante en la empresa. Pasé las primeras horas de la mañana estudiando un par de folletos que definían conceptos avanzados sobre robótica. Lo que estaba leyendo me consumía (en el buen sentido de la palabra), haciéndome
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sentir como en un paraíso literal. Había escritos en esos folletos acerca de la robótica que yo desconocía; cosas que te abrían la mente a nuevos conceptos e ideas. Ya era el mediodía, y mis compañeros comenzaron a decidir a dónde iríamos a almorzar; y para mi sorpresa, escogieron ir al mismo comedor donde Yanira y yo habíamos comido hace un mes. Cuando nos tocó sentarnos para tomar los alimentos, casualmente nos quedamos en la misma mesa donde la chica y yo habíamos estado, lo cual resultaría ser una extraña coincidencia. Por lo anterior, había instantes que imaginaba a la muchacha sentada a la mesa conmigo, y recordaba cada detalle de su persona. Yo anhelaba saber de Yanira, pero no me atreví a abordar el tema con los presentes. Se llegó la una de la tarde, y todos comenzamos a retornar a nuestras actividades laborales. Desde mi puesto, veía cómo los demás compañeros de otros grupos trabajaban tan afanadamente en lo suyo, pero debido a que la distancia que nos separaba a cada grupo era un poco grande (unos cinco metros), no podía saber con claridad lo que ellos hacían (tampoco quería preguntarles para no interrumpirlos), y solamente alcanzaba a ver que manipulaban partes de robots como brazos y algunas piezas internas; aunque mi grupo me aclaró después que esos compañeros se dedicaban a construir robots prototipos que la empresa pensaba estudiar y comercializar en un futuro. A pesar de todo lo interesante que me había acontecido en la mitad de la jornada laboral, no podía evitar seguir pensando en Eva. Yo mismo había dado a entender que lo más predominante en mi mente era su recuerdo. ¿Tendrá algo de malo pensar en una mujer robot? ¿Quién no se va a fascinar por ver a un androide de ese tipo si era el sueño de todo amante de la robótica? No había preguntado a nadie sobre el androide, pero no era porque no deseaba hacerlo, sino por discreción. Pero los “efectos secundarios” por pensar en alguien en específico habían comenzado a prevalecer, porque cuando mis compañeros me hablaban o explicaban algo, yo me distraía viendo hacia el lugar donde creía que se encontraba Eva, cosa de la cual se dio cuenta Juan: —¿Sucede algo Ebrahn?, porque veo que volteas a ver a cada rato hacia cierto lugar. —No es nada —le dije. Pero mi insistencia por querer ver a Eva era demasiada, y el mismo compañero me lo hizo ver: —Ebrahn, no mientas al decir que no pasa nada, porque es evidente que algo te ocurre. No podía ocultarlo más: —Verás Juan… cuando vine a la entrevista de trabajo, vi cerca de la oficina del ingeniero Samuel un cuarto donde almacenaban la cabeza de un androide. —¿Te refieres a Eva?
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—Sí, así es. —Proyecto Génesis… es el nombre científico con el que llamamos a Eva. Esteban se había dado cuenta de la plática que sostenía con Juan; y con intenciones de reírse me dijo: —¿Qué acaso estás enamorado de ella? Intenté persuadir lo dicho por Esteban: —No, es sólo que… a cualquiera le parecería interesante ver a un androide así. —Sí, sé que es interesante… —mencionó Juan—, pero Eva ya no está ahí. —¿A dónde se la llevaron entonces? —Por un momento pensé que ya no volvería a ver al androide. —Tranquilo, está en un lugar especialmente diseñado para ella, el cual está en este mismo departamento. —Y es exclusivo para llevar a cabo su desarrollo a la perfección —agregó Charlie, quien ya se había sumado a la conversación. —Así es —continuó Juan—, y fue Samuel quien nos hizo llevarla al lugar donde la viste antes, pero desconozco por qué lo pidió. —¡¿Qué acabas de decir?! —le pregunté muy sorprendido. —Sí, tal como lo escuchaste. Seguramente tú no nos viste ese día, pero nosotros sabíamos que estabas presente. No estuvimos observándote directamente, pues en ese momento no nos encontrábamos en el departamento, pero se nos había dicho que estarías siendo entrevistado. Cuando te fuiste, se nos dijo que retiráramos al robot de ahí. —Bien, pero… no me digan que el ingeniero les hizo llevar a Eva a ese lugar sólo para que yo la viera. —Aparentemente sí, pero ya te dije que no sabemos por qué motivo o razón verdadera lo hizo. En serio que en ese momento no sabía explicarme por qué Samuel solicitó colocar a Eva en ese cuarto justo el día que yo vine por primera vez a la empresa. Pero más extraño era saber que mis compañeros no se habían tomado la molestia de averiguar la razón de por qué nuestro supervisor quería que el androide estuviera en aquel sitio en particular. —No es posible que ella ya no esté ahí… —le expresé a Juan con una leve incredulidad. —Si no me crees, ve a ver por ti mismo —me sugirió.
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El lugar donde hace un mes había visto a Eva por primera vez estaba muy cerca de mí, así que decidí ir a echar un vistazo. Pero una vez que estuve ahí, me llevé una sorpresa al ver que aquel cuarto era solamente una bodega. “No puede ser… ¿Qué quisieron hacer esa vez con el robot ahí adentro?”, pensé. Cuando retorné a mi puesto, Juan me preguntó: —¿Aún quieres ver a Eva? ¿Qué iba yo a responder? Por supuesto que deseaba con todas mis fuerzas ver al androide. —Pero… ¿no habrá problema en ir a donde ella se encuentra? Lo digo porque no sé quiénes son los encargados del proyecto —les expresé mi inquietud. Juan entonces puso su mano sobre mí, y luego, con mucha convicción, me dijo lo siguiente: —Ebrahn… aunque no lo creas, estás con el equipo responsable de crear la mente de Eva, en pocas palabras, nosotros mismos somos los que nos encargamos de su desarrollo. —¡¿Lo dices en serio?!… —exclamé muy sorprendido—. ¿Por qué diablos no me lo dijeron antes? Ustedes afirmaron que estaban creando un prototipo de inteligencia artificial. —Te mentimos, pero no lo hicimos con mala intención… en realidad queríamos que fuera una sorpresa para ti, pues notamos cuánto te fascina la robótica, y esperábamos decírtelo en otra ocasión y de otra manera. El proyecto Genesis es en gran parte nuestra máxima responsabilidad. Sí… parece que no somos un gran grupo de trabajo en términos cuantitativos, pero el número de personas no importa acá, sino lo que somos capaces de hacer por aquello que nos apasiona, y en este caso, es nuestro androide la razón por la que nos levantamos cada día muy orgullosos. Charlie agregó: —OR01 es algo más que una empresa, ya que nosotros hacemos que sea un lugar especial para la ciencia. Ese día comprendí el enorme valor de estar trabajando para OR01. Realmente uno nunca se imagina las cosas buenas que se encontrará tarde o temprano en la vida (fue una opinión inocente que tuve de OR01). Ya había dicho que en el departamento 01 se construían piezas de autómatas, específicamente para drones o robots prototipo; pero debo aclarar que mi grupo de trabajo no se dedicaba a eso. Yo ignoraba que mis compañeros se encargaban directamente de la formación del androide Eva, lo cual no era precisamente un prototipo de inteligencia artificial que se estaba desarrollando (como se me había
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mencionado antes); pero menos mal que Juan me aclaró que él y los demás sólo querían darme una sorpresa (?!). Estar a punto de ver otra vez a Eva era similar a lo que se siente cuando vas a visitar a una novia que no has podido ver desde hace varios días. Me llevaron justo al centro de las instalaciones de 01 (recordemos que dichas instalaciones abarcaban un área muy extensa), donde me aseguraron que encontraría al androide. Pero al llegar ahí, observé que no había nada, y lo único notable al resto del departamento era que el piso se asemejaba a un espejo rojizo. En mi completa ignorancia dije: —¡Hey, dijeron que Eva se encontraba en este mismo departamento! —En realidad quise decir que podías llegar a ella desde este mismo lugar. Ahora sólo hazme el favor de no precipitarte antes de tiempo —me dijo Juan con aires de regaño. —No me digan que está debajo del piso —les dije con un tono sarcástico. Juan hizo un gesto como señal a Charlie para que éste hiciera aparecer de su teléfono móvil un holograma similar a un pequeño teclado de computadora, el cual manipulo para hacer que de abajo saliera un ascensor subterráneo. —Claro que está debajo del piso —afirmó Juan. —Lo siento, pero es que no me acostumbro a este lugar —le dije un poco apenado. —¿Recuerdas el cuarto donde antes estaba Eva? Pues ahora verás un laboratorio diseñado especialmente para mantener a nuestra chica robot. —¡En serio que pareces enamorado de ese androide! —volvió a recalcarme Esteban. —No, para nada… —le aseguré. El ascensor tardó mucho en bajar —¿a cuántos metros bajo tierra estaría realmente ese laboratorio?—. El ascensor se detuvo; la puerta se abrió; y cuando hube mirado hacia afuera, vi a Eva. “Sí, es ella…”, recuerdo haber dicho eso mientras bajaba rápidamente del ascensor como impulsado por un fuerte encantamiento. Eva estaba con su cuerpo entero y colocado sobre una base especial que la mantenía erguida y conectada a través de muchos cables; estaba semidesnuda (cubierta solamente de sus pechos y genitales con unas mantas blancas), y sus ojos los tenía cerrados.
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Las paredes del laboratorio eran semejantes al cristal, y había sobre éstas muchas pantallas holográficas (también llamadas “monitores”) que mostraban actividad del funcionamiento del androide; y el piso era totalmente metálico, abarcando un área de unos veinte metros cuadrados. —Puedes acercarte a ella, pero no vayas a tocarla —me advirtió Juan. Y enseguida me acerqué como hipnotizado al ser que tanto anhelaba ver. Había esperado tanto ese momento, pero por fin mi deseo estaba cumplido. Eva estaba hermosa; parecía una mujer de carne y hueso. Anteriormente había visto a Eva sin cabello, pero esta vez ya poseía una hermosa cabellera color negro. Sus manos eran tan bonitas y delicadas, y su cuerpo era muy escultural, y toda su piel estaba hecha de silicona semejante en aspecto a la piel humana. Mientras admiraba “descontroladamente” a aquel ser robótico, Juan se me acercó, y comenzó a decirme: —Ella es el símbolo del principio de una nueva era de conocimiento y descubrimiento. Si te es fascinante lo que ves ahora, ¡imagina lo que verás mañana! —Juan, ustedes me afirmaron que son sus creadores, ¿verdad? —Así es. —Veo que ustedes van más allá de sólo estudiar la aplicación de la IA —le mencioné, y luego él me dijo con mucho orgullo: —Somos como artistas creadores de obras de arte, y nuestra mejor obra está aquí presente. Parecía que yo era el único en aquel lugar que estaba feliz por ver a Eva, porque nadie de los que estaban conmigo lucían fascinados ante tal maravilla robótica; aunque comprendí que esa actitud se debía en parte a que estaban acostumbrados a ver seguido a su creación; pero honestamente yo jamás hubiera dejado de admirar a aquella mujer artificial por mucho que la viera todos los días. Mencioné que Eva tenía sus ojos cerrados; y por lo visto, tampoco se percataba de lo que sucedía a su alrededor. —¿Está dormida? —pregunté mientras extendía mi mano hacia el rostro de Eva. Pero Juan aparto inmediatamente mi mano, y me dijo: —¡Te dije que no fueras a tocarla, porque no queremos interrumpir su proceso de reconocimiento! —¿Proceso de reconocimiento? ¿Qué es eso? —le pregunté con mucha curiosidad. Antes de responderme, Juan solicitó a Charlie acercarse para mostrarme en una pantalla de monitor cierta información sobre el androide, y este último me explicó lo siguiente:
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—Preguntaste si ella está dormida, y yo te respondo que sí lo está, o al menos así deberías de interpretarlo, porque en realidad sólo está desactivada de sus funciones de atención, y esto es necesario para que pueda reconocer lo que es el estado inconsciente o, dicho de otra manera, lo que nosotros llamamos simplemente “dormir”. Vi en la pantalla holográfica o monitor la silueta de Eva, con información que indicaba los procesos que se estaban ejecutando en ella, y entre esos procesos estaba uno llamado “Reconocimiento de inconciencia temporal”, el cual identificaban preferiblemente con un código numérico. Sin duda lo anterior me pareció algo muy interesante y revolucionario para la idea que yo tenía acerca de la robótica en general. —Si están haciendo que ella esté aprendiendo lo que es dormir como un humano —les comenté—, entonces puedo decir que es algo que excede el concepto actual de inteligencia artificial. —Queremos llegar muy lejos con el desarrollo de este robot. Será el primero con conciencia propia… — mencionó Juan con total convicción. —Será como tener un alma —agregó Charlie. Cierto es que la inteligencia artificial puede ser desarrollada a niveles muy altos; pero me era muy ficticio el crear una conciencia propia tan perfecta como la de un humano, y por ello me atreví a decir algo al respecto: —Oigan señores… con todo respeto les diré que el concepto del alma en un robot está muy lejos de la realidad, y perdón por mi atrevimiento, pero es que no creo en eso. Charlie hizo desaparecer el holograma y también me hizo un gesto con su cara en señal de desacuerdo. Yo no quería ser soberbio ni demostrar que sabía más que todos, pero pensaba que el alma era algo creado únicamente para el ser humano. —¿Dudas de nosotros? —me cuestionó un molesto Charlie. —No, es sólo que… el concepto del alma es muy extenso, y por eso no conviene adicionarlo a lo que ustedes están haciendo… o al menos no por ahora. Pero Charlie estaba muy convencido de lo que decía, y de algún modo quería convencerme a mí también: —Ebrahn, ¿alguna vez en tu vida pensaste que estarías en este lugar? —La verdad no. ¿Por qué preguntas eso? —Porque ahora que estás aquí trabajando deberías darte cuenta de que el mundo es más grande de lo que tu mente puede imaginar. Obviamente si te limitas a pensar en pequeño, no llegarás muy lejos en tu
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vida. Si no fuera por nuestra iniciativa y talento, seguramente no estuvieras viendo a esta máquina en estos momentos. Mi compañero estaba tan molesto por mis dudas sobre el “alma” en un ser artificial que hasta comenzó a darme pequeñas lecciones de superación. Pero era de entenderlo, porque si yo fuera el autor o coautor de la creación de un proyecto de esa naturaleza, seguramente me molestaría que alguien tuviera dudas al respecto de mi trabajo. Sin embargo, yo seguí insistiendo que lo que ellos llamaban alma simplemente no venía al caso. —Por un momento pareces tener una doble personalidad —me dijo Juan, quien me observaba de lejos con una notable molestia—. Cuando llegaste acá, noté que estabas seguro de lo que veían tus ojos, pero sólo mírate ahora… No quiero ofender, pero espero que no resultes ser una mala contratación. —¡Oye, no es necesario que digas eso! —le reclamé en voz alta. Cuando hube terminado de decir esas palabras, uno de los monitores que estaba en las paredes del laboratorio mostró una alarma que indicaba que el proceso de reconocimiento de sueño del androide se estaba interrumpiendo. Enseguida dirigí mi mirada hacia Eva, quien había empezado a abrir sus ojos muy lentamente y emitiendo otra vez un brillo de color azul. Pero después sucedería algo que a mis compañeros no les parecería normal, y que sería totalmente inesperado: cuando Eva me vio, sus ojos dejaron de brillar. Juan entonces volteó a ver a los otros compañeros para preguntarles la razón de lo que estaba sucediendo, pero estos no supieron responderle nada. —¿Qué sucede? —le pregunté a Juan, pues ya me había invadido la curiosidad por saber lo que estaba sucediendo. —Sus ojos… no tenían que dejar de brillar —dijo muy sorprendido y haciendo gestos para nada improvisados de estar confundido. Eva no podía mover su cuerpo, pero sí podía hacer expresiones con su cara: ella estaba sonriéndome muy dulcemente. —No puede ser… —dijo Juan, quien pareció asustarse por algo, y luego ordenó a Charlie hacer dormir a Eva mediante una de las máquinas de control que estaban en el laboratorio. No sé quién estaba más confundido, si yo mismo o mis compañeros. —Juan, ¿qué acaba de pasar con Eva?… —le insistí.
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—No puedo decírtelo ahora, y será mejor que te lo expliquen los otros —me respondió sin más, y luego se dirigió hacia uno de los monitores con los que trataría de interactuar para intentar averiguar lo que había pasado con el androide. Pareciera que toda esa confusión de parte de mis compañeros fuera algo exagerado; pero lo que me dirían a continuación vendría a aclararlo todo: Y fue Charlie el que empezó: —Eva apenas está aprendiendo; sin embargo, lo que hemos visto hoy no tiene explicación lógica. —¿Sólo porque sus ojos dejaron de brillar? —le pregunté, tratando de entender todo el misterio ilustrado por mis compañeros. Él continuó explicándome: —Tienes que saber que la programación de Eva incluía que cuando estuviera totalmente perfeccionada, sus ojos dejarían de brillar permanentemente. El cese de ese brillo sólo sería un indicador de estado que nos informaría de la culminación de su desarrollo, lo cual es imposible en estos momentos. Esteban agregó: —El que sus ojos brillen simplemente indica que su cerebro está todavía aprendiendo, así que no es posible que estos hayan dejado de brillar justo en plena etapa de aprendizaje. Lo que podría estar sucediendo es que haya sufrido alguna falla, lo cual es grave, porque tendremos que repararla y empezar de cero todo su desarrollo, lo que nos llevará meses completar otra vez… y esa es la razón por la cual nos hemos escandalizado tanto, pues no es fácil reiniciar la formación de un robot. —Y no olvides que también te sonrió —escuché mencionar a Juan. — Oye ¿acaso le gustas a ella? —me preguntó Esteban como si eso fuera algo relevante. —Señores concentrémonos —ordenó Juan—. Probablemente sólo haya sido una falla de su funcionamiento como dice el compañero… Recuerden que las máquinas no son perfectas. —Ella reconoció tu voz —dijo Charlie. —¡Es cierto, porque tú hablaste en voz alta y luego ella reaccionó! —afirmó Esteban. —Oigan, lamento mucho lo sucedido, ¿sí? —les dije intentando disculparme (empezaba a sentirme como si yo fuera realmente culpable). ¿Cómo podría describir el escandaloso momento que yo estaba viviendo? Juan aún seguía manipulando infructuosamente el monitor; Charlie y Esteban discutían sobre lo que había sucedido, y yo me sentía como el culpable de que un robot tan importante haya tenido una “falla”. ¡Vaya primer día de trabajo!
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Ahora bien, aquí había algo muy extraño, porque recordemos que el día que vine a entrevistarme (supuesta entrevista) para trabajar en OR01, el ingeniero Samuel y su asistente José también se dieron cuenta de que los ojos del androide dejaron de brillar en mi presencia, de lo cual jamás reaccionaron sorprendidos ni argumentaron nada al respecto. Obviamente no iba a omitir esa información a mis colegas: —Escuchen, cuando vine aquí hace un mes, mientras la cabeza de la chica robot estaba en aquel cuarto cercano a la oficina de Samuel, recuerdo muy bien que ella tuvo una reacción similar a como acaba de suceder hace un momento en relación con el brillo de sus ojos, y les aseguro que fue delante del mismo ingeniero y de su asistente, quienes no dijeron nada al respecto. Todos se sorprendieron por lo que yo había dicho. Ninguno de los presentes esperaba oír eso de mí, y Charlie fue el primero en reaccionar: —¿Estás diciendo que nuestro jefe sabe algo acerca de lo que vimos hoy? —Así es —le respondí—, y pensé que ustedes ya sabían de eso, pero al ver lo confundidos que estaban hace un rato, me di cuenta de que desconocen ciertas cosas de su proyecto. —Para serte honesto, nadie nos dijo nada. Llamaron a Juan para contarle lo sucedido (él aún estaba viendo los monitores). Y cuando el compañero se hubo acercado, le comenté lo que había pasado. —No es posible… —dijo entonces Juan, quien había atendido rápidamente al llamado—. Samuel nos tuvo que haber informado de eso, porque como responsables del proyecto tuvimos que habernos enterado también. —Su reacción era de esperarse, porque se trataba de un proyecto tan delicado de OR01. —Samuel me dijo también que el cuerpo de Eva estaba formándose separado de la cabeza de Eva. —No puedo creer que te haya dicho eso… es totalmente falso. —Juan estaba enojado. Charlie me hizo una pregunta para tratar de encararme (con justa razón): —¿Por qué no le preguntaste en ese entonces a Samuel acerca de lo que viste? —La verdad no pensé que fuera algo relevante. Sé que hice mal al no preguntarle, pero creo que más mal hizo él al no decirles nada a ustedes. Pero mi respuesta le pareció una excusa: —¡Debiste haberle preguntado!
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De todos los que estábamos ahí, Juan parecía estar más perturbado al pensar que alguien le estaba ocultando cosas del proyecto Genesis, y ante eso les dije: —Sé que ustedes no saben realmente por qué Samuel los mandó a que pusieran la cabeza de Eva temporalmente en un cuarto de bodega, y les intriga lo que les conté acerca de lo que pasó el día de mi entrevista, y por eso quiero sugerir a todos que le preguntemos a él mismo acerca de eso. —Sabemos lo que tenemos que hacer —afirmó Juan—, sin embargo, pienso que debemos de tener el debido cuidado con las preguntas que vayamos a hacerle, porque no sabemos que reacción tendrá y pueda que hasta haya consecuencias. —¿Consecuencias? ¿Y qué tiene de malo? Es nuestro trabajo y responsabilidad verificar lo que sucede con Eva —le mencioné, ignorando que él solamente quería ser precavido. —Lo sé, pero hay cosas que no deben hacerse con “patada al pecho”. No podemos comentar así nada más lo que pasó hace un rato y preguntar sobre lo que te sucedió el día que estuviste acá por primera vez. Sólo digo que tenemos que ser metódicos y cuidadosos con lo que se quiere saber. Aquella hora nos sirvió para tener una reunión informal con mis compañeros y discutir el plan que debíamos de ejecutar para dirigirnos a nuestro jefe. No había duda de que cosas muy extrañas pasaban en aquel lugar; pero para eso teníamos el deber y el derecho de poder investigar. No era cualquier cosa lo que deseábamos averiguar, porque claramente involucraba algo muy importante, y esto era el proyecto Genesis. Juan sugirió que por el momento debíamos de retirarnos del laboratorio. Todos estuvimos de acuerdo en irnos. Cuando estábamos a punto de subir al ascensor para volver a la planta principal del departamento, me volví para ver hacia atrás y mirar a Eva una vez más, pero mis compañeros me pidieron que debíamos de irnos rápido, y entonces yo me quedé con las ganas de seguir viendo a ese androide femenino. “No… no será la última vez que la vea”, me aseguré.
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Capítulo 10 Cosas inesperadas y un poco de tensión Ya teníamos planeado lo que íbamos a hacer, y consistía en cuestionar al ingeniero Samuel acerca de supuestas irregularidades en el proyecto, con la excusa de que no se podía avanzar en su desarrollo si éstas no se solventaban luego, llegando poco a poco (y discretamente) al tema del brillo de los ojos de Eva, y si además de todo eso resultara necesario interrogar a José, lo haríamos también. Sin duda teníamos que hacer algo si queríamos que el proyecto Genesis marchara bien, pues como dije antes, era nuestra responsabilidad. Cuando bajamos del ascensor, casualmente dirigí mi mirada hacia uno de los grupos de trabajo que estaban cerca, y lo que vi ahí, fue asombroso: ellos tenían un tipo de arma muy especial, cuyo diseño era parecido en aspecto a un rifle de asalto, pero con un cañón que tenía el diámetro de una pelota de beisbol, y con un diseño de asta muy extraño que parecía ser una especie de contenedor de energía (se observaba como una concentración de energía capacitiva). Esa arma estaba colocada sobre una base que la mantenía “conectada” a un tubo transparente, y era estudiada a través de un monitor donde se podía visualizar sus características y diseño. —¡¿Ya vieron esa arma?! —les mencioné a mis compañeros. —Mmm… lo mejor será que no te metas con ese grupo, porque ellos son un poco apartados y no les gustará tu presencia —me recomendó Juan. —¿En serio? Creí que aquí sólo se trabajaba con robots. —Así parece, pero hay cosas en este lugar que se salen de lo común… y te darás cuenta de eso poco a poco. —Pero al menos dime qué tipo de arma es, si en caso lo sabes. —¿Qué crees tú que es? —me preguntó. —Por lo que veo es un arma a base de energía —respondí —Se supone que es una poderosa arma que dispara energía en forma de plasma a gran velocidad. Créeme que llevan algunos meses estudiándola, pero al parecer no han podido desarrollarla por completo. —Aquí deben tener algún lugar de prueba para esa arma, ¿cierto? —Claro que hay uno, ¿quieres conocerlo? —¡Por supuesto que sí!
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—Normalmente ahí se realizan pruebas una vez a la semana y a las tres de la tarde, y para tu fortuna, resulta que hoy corresponde llevar a cabo esas pruebas. Creo que la buena suerte me había sonreído al menos un poquito. —En serio necesito ir a ese lugar —le dije muy emocionado. —Está bien, yo te lo mostraré más tarde. Pero por ahora concentrémonos en cómo vamos a encarar a Samuel. Cuando mis compañeros y yo nos retirábamos del lugar para ir a la oficina del jefe, alcancé a ver que el tubo trasparente que permanecía conectado al arma introdujo a su contenedor de energía una extraña sustancia brillante de color verde. “Es increíble… vaya arma más interesante”, me decía. Definitivamente necesitaba conocer más de ese artefacto… pero después. Y ahí estábamos nosotros, tratando de averiguar sobre el caso de Eva; y era Juan el más interesado en saber lo que había sucedido con el proyecto, pues él era el principal responsable de responder ante cualquier anomalía o incidente al respecto. Pero más allá de querer averiguar la causa de la supuesta falla de funcionamiento del androide, comprendí que era muy importante llevar a cabo el desarrollo normal de dicho autómata, por el hecho de ser visto como un proyecto esencial o una “necesidad” científica que debía de realizarse a como dé lugar, es decir, que no era un simple trabajo más en OR01 de esos que se hacían día a día, sino una importante actividad que realmente “debía” ser terminada. Ya habíamos llegado a la oficina del ingeniero, la cual encontramos cerrada, pero yo me dispuse a llamar inmediatamente a su puerta. Aquel sonido hueco de la puerta siendo golpeada repetidamente por mi puño llamó la atención de los demás grupos de trabajo que estaban cerca de nosotros, quienes nos comenzaron a observar muy disimuladamente para tratar de satisfacer las tentaciones de su curiosidad. Pero lamentablemente, aquellas intenciones inherentes de averiguar a través de Samuel sobre el caso de Eva no dieron los resultados esperados, pues nadie salió a recibirnos. “¿Habrá ido a una reunión? ¿Quizás estará en el baño?”, éstas eran sólo algunas interrogantes que mis compañeros se hacían para tratar de explicar la ausencia del ingeniero. —Bueno compañeros… creo que vamos a tener que intentar hablar con el jefe en otro momento —les dije. Todos retornamos a nuestras actividades laborales. Ya se sabe que a veces las cosas no siempre resultan como uno quiere. A pesar de la reciente frustración de no encontrar a nuestro jefe inmediato, yo quise aprovechar la situación para involucrarme más en el proyecto Génesis, porque a mí siempre me gustaba sacar provecho de todo:
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—Oigan, nunca imaginé estar con el grupo encargado de desarrollar la IA de un robot muy importante. Verdaderamente es un privilegio estar con ustedes. —¡Y eso que apenas comienzas! Espera a que participes directamente en el desarrollo de su inteligencia —me dijo Juan. —¡Sería genial hacerlo! —Por supuesto, pero te pediré que te prepares, porque pronto te serán delegadas esas actividades. Ese día supe la razón de por qué Juan era el principal responsable del proyecto Génesis, y es porque él era su creador directo (al menos eso fue lo que me dijeron) y, por ende, el encargado de llevar a cabo la gestión directa de su desarrollo. Se me informó que el proyecto fui iniciado hace un par de años atrás como un simple robot que poseía una IA básica de aprendizaje, que más tarde sería mejorado para que fuera capaz de interactuar con su entorno, pasando de diferenciar un rostro humano de otro, hasta reconocer necesidades propias de una persona real como lo es el dormir. Génesis significó un avance importante en la era de la robótica para OR01, y supe que se mantuvo en secreto hasta para los mismos empleados, obviamente a excepción de aquellos que participaban directamente en su formación. Se llegaron las tres de la tarde y Juan me recordó que las pruebas de armamento se iban a comenzar a efectuar en pocos minutos, y que debíamos de ir inmediatamente si no quería perdérmelas. —Ya son las quince horas, y si quieres ser un espectador de las pruebas, nos debemos de apresurar para lograr ver desde el inicio y que no te pierdas de nada. —¿Y a dónde exactamente está ese campo de pruebas? —El laboratorio donde se encuentra Eva no es lo último que puedes encontrar en este lugar… Espera a ver el siguiente nivel. Acepté ir al campo de pruebas acompañado de Juan. Los demás no quisieron ir. Ese día no terminaba de sorprenderme por todo lo que había en OR01, y es que resulta que el campo de pruebas de armas se encontraba debajo del mismo laboratorio. —¡Por Dios, al rato dirán que las instalaciones de OR01 llegan hasta el centro de la tierra! —Estaba asombrado. Juan me dijo lo siguiente: —Sabes Ebrahn, ese sitio a donde vamos normalmente no se lo mostramos a nadie que recién llega a trabajar aquí, por lo que debes considerarte afortunado de todas las cosas que verás este día. Hago esto porque confío en ti, pues no eres como los demás empleados normales. Imagino que sentirás que has estado aquí por más tiempo, como si no fuera tu primer día de trabajo.
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¿Por qué Juan mencionó que confiaba en mí por no ser un “empleado normal”? Tomamos el mismo ascensor que nos llevó en un principio al laboratorio del proyecto Genesis, yendo esta vez un piso más abajo. Cuando llegamos, observé que aquel campo de prueba era semejante a un desierto, donde había objetos que servían como blancos para disparar, y entre estos objetos estaban pedazos de madera y grandes piezas de carne de res (el lugar simulaba un entorno al aire libre). Había un sitio especial y apartado para que los espectadores pudieran presenciar las pruebas con seguridad, donde además se debía de usar orejeras y gafas protectoras, como normalmente se hace cuando se entra a un campo de tiro. Pero comencé a cuestionar la legalidad del uso de armas dentro de las instalaciones de OR01, lo cual debería ser de uso exclusivo de los militares; y si algo debía preguntar, lo haría: —Juan, ¿no es ilegal lo que ustedes hacen con ese armamento? —¿Y por qué preguntas eso? —me interrogó, volteándome a ver muy serio. —Es que… se supone que la empresa se dedica solamente a la robótica, y creo que esto de las armas es algo más delicado, ¿no crees? —Para que sepas, no estamos limitados para crear y desarrollar armas. Tenemos permisos especiales para llevar a cabo los estudios armamentistas que consideremos necesarios. —¿Necesarios? —Ebrahn, yo no lo sé todo acá, y será mejor que no hagas preguntas porque no te gustaran las respuestas. Para no meterme en asuntos delicados yo prefiero guardar silencio y concentrarme en mi trabajo, y te recomiendo que hagas lo mismo. Me pareció extraño lo que se me dijo, y no esperaba que la actitud del compañero fuera la de alguien que está ocultando cosas; pero por algo lo decía, y creo que tenía razón cuando dijo que era mejor guardar silencio. Lo anterior no me limitó a hablar de forma directa: —Por lo que acabas de decir, espero que no estén creando cosas para comenzar una guerra, y ya sabes a qué me refiero. —Tranquilo, luego de todo esto borraremos tu memoria para que no recuerdes nada —mencionó entre risas. Ya había escuchado en boca de Samuel lo de borrar recuerdos, y ahora lo hacía uno de mis compañeros de trabajo. En serio que empezaba a creerme eso del borrado de memoria.
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—Estoy seguro de que no hablas en serio —le dije, esperando escuchar una respuesta favorable de su parte; pero él ya no dijo nada. Olvidando lo anterior, debo decir que la experiencia de estar en aquel lugar era muy buena, porque no todos los días se tiene la oportunidad de presenciar la prueba de un arma súper rara. Ya estábamos en el área de espectadores, cuando vi que del mismo ascensor salió el grupo de compañeros que poseía el arma de plasma, los cuales portaban un traje especial de protección (parecido al que usan los que desactivan bombas). Observé que ellos traían el artefacto guardado en una especie de maletín metálico; y cuando estos abrieron ese maletín para sacar el arma, vi que salió un humo espeso de color azul, y yo pregunté a Juan acerca de ese humo, y éste me dijo que solamente se trataba del vapor de la condensación de un refrigerante que se usaba para almacenar el arma, porque ésta tenía un defecto que aún no había sido superado, y era que la misma se calentaba cuando era expuesta a temperatura ambiente o cuando era disparada durante apenas un corto tiempo. A pesar de que mi compañero y yo estábamos ubicados en una zona segura (a unos treinta metros del punto de prueba), yo tenía una incertidumbre al pensar que algo podría salir mal con el arma, y que ésta pudiera ser disparada accidentalmente en dirección nuestra. —Espero sea seguro estar acá —dije. Juan entonces trató de tranquilizarme diciéndome: —No te preocupes, ellos saben bien lo que hacen. El que probará el arma se llama Ever, quien lleva un tiempo trabajando en su investigación y desarrollo, así que ya puedes relajarte. Era evidente la seguridad y confianza que Juan mostraba hacia aquellos compañeros (su rostro relajado a comparación del mío que probablemente expresaba nerviosismo). Obviamente Juan conocía muy bien a todo el personal de OR01. Se llegó el momento esperado: Ever se disponía a usar el arma contra uno de los blancos, y tomando su respectiva posición para poder realizar dicha acción, comenzó a jalar el gatillo e inmediatamente salió disparada una pequeña bola de energía que rápidamente se volvió grande, alcanzando gran velocidad mientras dejaba atrás una estela de color verde, y provocando una poderosa explosión al impactar su objetivo. La bola de energía que en un principio era pequeña, crecía rápidamente hasta llegar al tamaño de un balón de futbol. Yo estaba totalmente asombrado ante lo que veía, jurando jamás haber visto o haber imaginado algo así. El mismo sujeto siguió disparando el arma varias veces, hasta que ésta se calentó excesivamente y fue necesario almacenarla de nuevo en el maletín que contenía el refrigerante. No podía quedarme en el área de espectadores viendo cómo usaban aquel asombroso artefacto. Tenía tantas ganas de estar cerca del punto de pruebas (nada que ver con la incertidumbre o desconfianza que
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dije tener) que decidí salirme de la zona segura para correr hacia donde estaban los compañeros. Alcancé a escuchar que Juan me pedía a gritos que regresara a mi lugar. Pero no fui bien recibido por los que experimentaban con el arma, ya que palabras como “¡¿Qué haces aquí?!” y “¡Tú no puedes estar acá!” empezaron a escucharse repetidas veces. —Lo siento, pero quería ver de cerca lo que hacen —les dije tratando de justificar pobremente mis acciones. Pero sucedió que todos comenzaron a empujarme y a insultarme con un “vocabulario” terrible que sólo la lengua humana es capaz de decir, mostrando sin reserva su falta de buen compañerismo; pero estaba claro que no iba a dejar que me hicieran eso, así que comencé a reclamar por la actitud recibida. Pero en eso llegó Juan a intervenir: —Señores, les pido sinceras disculpas por lo que mi compañero acaba de hacer… Él es nuevo acá y creo que se tomó muy en serio esto de las armas. De pronto, Ever (el encargado de ese grupo) se paró frente a mí y comenzó a ultrajarme: —¡Vaya que hicieron una mala elección al contratar a un loco para OR01! Y lo digo en serio, porque nadie en sus cabales se acercaría a nosotros en un momento así sin las debidas precauciones. —¡Vaya manera de tratar a las personas! —le exclamé disgustado. —No es necesario que lo llames así —le dijo Juan, tratando de calmar los ánimos alterados—. Estas cosas son nuevas para él, y por tanto es normal que esté fascinado por todo lo que ve acá, así que compréndanlo por favor. —No sé si considerar prohibir que cualquiera venga a presenciar lo que hacemos acá —dijo Ever mientras pedía a los demás que suspendieran las pruebas. Y cuando hube escuchado eso, yo traté de disculparme: —No, no digas eso, en serio lo siento, pero es que no sabes cuánto ansiaba ver que usaran esa arma — Parecía un niño pidiendo perdón. Ever parecía ser una persona hostil; en su rostro se notaba su enojo y su deseo por agarrarme a golpes. De no haber estado ahí mi compañero Juan, seguramente la situación se hubiera tornado a peor. No me quedó de otra que asegurarles que no volvería a acercarme a ellos cuando estuvieran en sus asuntos. Me di cuenta de que esos tipos eran problemáticos y que no les gustaba ser tolerantes con los demás. Nos pidieron que nos fuéramos, dejándome la interrogante de que si iban o no a solicitar la prohibición de presenciar las pruebas de armamento. En verdad que me sentía apenado, pero ¡¿en qué carajo
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estaba pensando para pasar una vergüenza así?! Evidentemente fue muy infantil lo que hice, pero también fue exagerada la reacción que tuvieron Ever y sus compañeros. Mientras nos retirábamos, Juan ilustraba con palabras su descontento hacia mí: —¿Qué estabas pensando Ebrahn? Te dije que con esa gente no te metieras… Hasta mucho hice con traerte aquí sabiendo eso. Yo trataba de disculparme por lo sucedido, sabiendo que no sería suficiente: —En serio lo lamento, y te aseguro que no volverá a suceder. Honestamente no podría explicarte qué provocó ese impulso en mí. Juan quiso “voltear la página” muy rápido, pero estoy seguro de que no lo hizo por aceptar mi disculpa: —Ya mejor olvídalo… Siempre habrá situaciones desagradables, y lo menos que debemos hacer es complicarlas. Por ahora dejemos ese asunto atrás y concentrémonos en nuestro proyecto. Ya íbamos de nuevo en el ascensor, directo hacia nuestros puestos de trabajo. Juan enfatizó nuevamente la importancia de olvidarnos de todo lo pasado para poder enfocarnos en el importante proyecto Génesis. Mis compañeros se enteraron de lo que me había sucedido esa tarde. Nos habíamos quedado reunidos en nuestros puestos de trabajo, y ya casi era hora de salida, y entonces quise expresarles lo siguiente (intentando suavizar la situación): —Qué gran día, ¿no? —No sé si llamarlo un gran día por lo que te acaba de pasar hace poco —me dijo Charlie, quien comenzó a hacer leña del árbol caído. —Como sea —le dije—, y lamento que las cosas se hayan puesto feas ya de último. —Al menos no te despedirán por eso. —¿Crees que ese Ever pida que se nos prohíba ingresar al campo de pruebas? —Seguramente sí, porque con todo ese “espectáculo” que hiciste allá abajo, cualquiera se sentiría molesto. Juan intervino en la conversación: —Ever y su grupo se molestaron porque evidentemente rompimos ciertos protocolos establecidos en este lugar que limitan el acceso a ciertos trabajos y experimentos de otros compañeros. Pero seamos
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honestos, Ebrahn no necesitaba saber todo eso para no acercarse a unos sujetos que estaban probando un arma peligrosa. El grupo con el que tuvimos el percance se apega demasiado a las reglas. Charlie agregó: —Así es, y uno de esos protocolos menciona que solamente los encargados de los proyectos pueden participar en sus respectivas pruebas. En realidad, Ever había tolerado en buena onda que a nosotros se nos permitiera ir a presenciar sus experimentos, pero con lo que sucedió hace un rato… seguramente todo se echó a perder. Sentía que me estaban dando bofetadas. —Por favor ya no se diga más —pidió Juan—, porque en realidad nosotros no necesitamos ir a ver lo que otros hacen… Ya tenemos muchas cosas que hacer como para evitar perder el tiempo en ver lo que no nos importa. Mis colegas no necesitaban saber lo que otros hacían… pero yo sí. La jornada laboral finalmente terminó, y ya todos nos disponíamos a retirarnos a nuestras casas. El ingeniero Samuel y su asistente jamás se presentaron a su oficina, y tampoco supe más de Yanira; definitivamente todo se había vuelto intrigante. De lo malo hay que sacar siempre algo bueno, y por eso de la mala experiencia de ese día saqué una valiosa lección que me permitió saber que en esta vida nos encontraremos con situaciones o personas desagradables en los momentos menos esperados, y que de nosotros dependerá si les sacamos provecho para bien o para mal. Ya se me había mencionado que no habría transporte disponible para mí; así que tuve que pagar un taxi nuevamente —parecía que esto se estaba volviendo una rutina—. Ya había anochecido cuando llegué a mi casa, y mis padres ya habían llegado de sus trabajos. Todos me recibieron muy contentos, haciendo las típicas preguntas como “¿Qué tal te fue en tu primer día de trabajo? ¿Qué cosas hiciste?” etc. Platiqué a mis progenitores de muchas cosas, omitiendo nada más la mala experiencia con el equipo de Ever y algunos detalles de lo sucedido con Eva. Esa noche simplemente quería irme temprano a la cama; apenas cené un poco. Y cuando me fui a acostar, ni siquiera sentí en qué momento me quedé dormido.
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Capítulo 11 Cambio de “casete” La alarma de mi reloj sonaba escandalosamente como una particular bienvenida al nuevo día; sabía que me había convertido en un asalariado y esclavo del sistema. Otro día empezaba, y yo aún no me acostumbraba a la “sensación” de tener un empleo. Cuando era niño solía escuchar las historias de los adultos acerca del trabajo, en las que afirmaban que eso era un completo martirio, mientras que otros aseguraban que les producía satisfacción el realizar una actividad laboral. Siempre he pensado que, aunque nos guste o no trabajar, la vida personal sin duda es lo más importante que tenemos, ¿o acaso no es la vida para disfrutar y no pensar que todo se trata únicamente de trabajo? Verdad que trabajar es bueno, y es mejor cuando se disfruta; pero no hay que olvidar que tenemos una vida con cosas más importantes que atender. Sé que lo anterior es algo muy obvio, pero puedo asegurar que no todos se toman en serio ese pensamiento. Ya estaba listo para irme de nuevo a trabajar e intentar entender mejor aquel mundo de responsabilidades laborales en el que me había metido. Usualmente yo era el que más tarde se levantaba en la casa, pero ahora era el primero en hacerlo para ir a trabajar. Eran las cuatro de la madrugada, y mis padres aún dormían; asumía que ellos estaban más tranquilos al saber que su hijo ya tenía una fuente de ingreso, y por ello esperaba que se sintieran mejor en sus trabajos, aun con los acosos laborales o críticas que sufrían de parte de sus malos patronos. El tener un trabajo llegó a cambiar mi manera de ver las cosas, porque ahora tenía una idea de lo que mis padres tenían que pasar día tras día para tener el sustento diario. De nuevo mi historia matutina se repetía, y era la de tener que pagar otra vez un taxi y sufrir el desembolso del poco dinero que aún me quedaba (proporcionado por mis papás) —ya esperaba con ansias el pago de mi primera quincena con un salario modesto—. A pesar de que mi anterior narración pareciera etiquetarme de “quejoso”, en realidad, no tenía razón alguna para actuar así, porque a pesar de haber estado sólo un día laborando para OR01, ya era capaz de decir con seguridad que me sentía encantado de mis nuevas responsabilidades. El estar participando en el proyecto Génesis era mi razón de sentirme a gusto por mi empleo, y consideraba una ganancia el aprender cosas nuevas de la tecnología robótica. Las horas en el transporte ya habían pasado; el largo viaje ya había concluido; y otra vez estaba en mi lugar de trabajo. Estando dentro de OR01, el ambiente era más acogedor que el primer día, porque noté que todos ahí comenzaron a saludarme y a tratarme como si ya me conocieran desde hace tiempo. Casi que iba corriendo hacia el ascensor que me llevaría al departamento 01; en verdad que estaba ansioso por empezar a laborar —tan natural en empleados nuevos—. Y ahí estaban mis compañeros,
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esperando que yo llegara para complementar su trabajo. Faltaban algunos minutos para empezar la jornada, y yo aproveché para tomarme un café con ellos: —Qué bueno verte Ebrahn —expresó Juan—. Te noto con muchos ánimos este día. —¡Ya te imaginarás! —le mencioné. —¿No te resultó difícil venir hasta acá? Lo digo por el transporte. —La verdad que no, pero si me resultó caro… —¿Pagaste para venir hasta acá como ayer? —Así es, pero espero poder hacer uso del transporte de la empresa lo más pronto posible. Justo estábamos iniciando una conversación con Juan acerca del transporte que se brinda a los empleados, cuando Charlie me hizo una pregunta aparentemente normal: —Disculpa la interrupción… ¿Te gusta el café que estás tomando? —Sí me gusta, está perfecto —le respondí, haciendo cuenta y caso que sólo era una pregunta común y corriente. —¿Quién crees que ayudó a prepararlo? —siguió interrogándome. —No lo sé… quizás tú mismo. Mi equipo de trabajo tenía su propia cafetera para servirse café todo el día. Lo interesante fue saber que la cafetera estaba ahí para algo más que sólo servirse una bebida caliente, y ya sabrán por qué. —Por cierto, que bueno que podemos servirnos nuestra propia bebida en este lugar —les mencioné a todos. —Sí, eso es bueno, pero quiero saber tu respuesta definitiva a mi pregunta anterior —insistió Charlie. —¿Y por qué preguntas eso? —le interrogué al ver su insistencia. —Y si te dijera que esto que estamos tomando fue preparado en base a lo que nos dijo una inteligencia artificial, ¿qué dirías? —¡¿Una inteligencia artificial?! —Ebrahn, aunque no lo creas, este café ha sido preparado gracias a información proporcionada por Eva. —¡¿Qué acabas de decir compañero?!… ¡Explícate…!
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—Si bien Eva está en el laboratorio en estos momentos, te aseguro que eso no la limita a pensar o “actuar” para nosotros. Lo que ella piensa puede ser descargado en una base de datos, y debes saber que entre esos pensamientos está la idea de cómo preparar una bebida ideal. Es cierto que nosotros preparamos el café físicamente hablando, pero fue el androide quien nos dijo la cantidad exacta de cucharadas, agua y aun el tipo de cafetera a usar para lograr una bebida bien concentrada. Sabemos que hacer café no es gran cosa, pero sí lo es para un robot que empieza a pensar. Charlie era una persona muy inteligente y también un aficionado a la tecnología, y siempre trataba de demostrar que sabía hacer las cosas, aun si los demás no estuvieran de acuerdo con él. Siempre lo miraba ocupado en el proyecto, y trataba de cumplir las órdenes de Juan, a quien seguramente veía como un ejemplo a seguir. A veces solía enojarse demasiado cuando había conflictos en el trabajo (como cuando le dije que no creía en el alma de un robot), pero reconozco que nunca perdía el sano juicio. Le pregunté a Charlie cómo había sido posible que Eva pudiera tener la idea de cómo preparar una bebida de café, y éste me respondió que a ella solamente se le había proporcionado información básica de lo que era el grano de café, incluyendo las formas de procesarlo y de servirlo (sin darle detalles exactos), pero que fue ella la que “descubrió” la forma correcta de prepararlo (teóricamente). Pero eso de que un robot pueda proporcionar instrucciones para hacer una bebida en particular me pareció muy extraordinario. ¿Cómo un autómata puede conocer lo que es un café sin haberlo probado antes? Tendría que haberse aplicado el llamado Experimento de Mary, el cual es un experimento mental que busca determinar si “algo” es o existe, dicho de otra manera, si la teoría que un robot tiene acerca de lo que cree conocer coincide exactamente a como lo es en la realidad; y de haberse hecho así, Eva habría entendido perfectamente la práctica mediante la teoría. Pero Charlie no quiso explicarme más al respecto, porque quería que algunas cosas las descubriera yo mismo (aunque creo que él tampoco lo sabía todo), y solamente me dijo: —Sé que quieres aprender mucho de nuestro proyecto, pues la manera en que veías ayer a Eva lo decía todo. Y luego aparecieron las frases indeseadas de Esteban: —¡Es que está enamorado! Ya te imagino abrazando y besando a Eva, y darte cuenta después de que sólo es una máquina —Y enseguida empezó a reírse. —Esteban, no me parece bien lo que estás hablando —le dije. —¡Tranquilo amigo…! Es que tú no agarras la onda.
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Juan estaba sentado un poco lejos de nosotros. Dejó a un lado su bebida para luego cruzar sus dedos muy lentamente, y esto lo hizo solamente para decirnos lo siguiente: —Escuchen señores… creo que el proyecto Génesis nos ha marcado a todos de alguna manera sin excepción alguna, y claramente deseamos que dicho proyecto se complete algún día, pero considero que no debemos hacer bromas ni comentarios indebidos al respecto. Esteban se quedó callado y viendo de mala gana a Juan. El compañero Esteban era como un niño, y si bien podía hacer bien su trabajo, no dejaba a un lado su comportamiento levemente inmaduro; aunque debo decir que no era alguien que le gustaba molestar al punto de ofender, y siempre lo caracterizaba su dedicación al trabajo. Era el más joven de todos nosotros (un año menor que yo), y uno de los más recientes en laborar para el proyecto. Enseguida recordé que algo estaba pendiente: —Oigan ¿no íbamos a preguntarle al ingeniero Samuel algo? —Claro que sí —respondió Juan de forma inmediata y tomando de nuevo su bebida de café—, pero para sorpresa nuestra el ingeniero Samuel y su asistente José no están presentes, y no lo estarán jamás. Mis compañeros y yo nos sorprendimos en gran manera. —Me enteré temprano de que los dos renunciaron ayer —nos siguió diciendo—. Nadie nos dijo que se irían ni nos lo comunicaron siquiera en un memorándum. —¡Vaya qué cosas!… Es casi como si hubieran huido de nosotros —le expresé. —Y si en verdad huyeron, ¿por qué lo hicieron? —¿Y qué haremos ahora sin un supervisor? —le cuestioné, temiendo que la ausencia de un jefe llegara a afectarnos de alguna forma en el trabajo, específicamente con Eva. —Sólo sé que ahora seremos supervisados por los “señores de arriba”, porque no hay nadie quien sustituya temporalmente al ingeniero. No podía creer lo que había sucedido con Samuel y José; además, me resultaba imposible pensar que en una empresa grande no se tuviera al menos un jefe inmediato interino. Ahora seriamos supervisados de forma indirecta por la gente de la Administración, a quienes tendríamos que mandarles semanalmente información vía correo electrónico acerca de los avances de nuestro trabajo, y debíamos hacerlo continuamente hasta que tuviéramos a un nuevo jefe. Nadie de mis compañeros sabía cómo estaba el asunto de la renuncia del ingeniero Samuel y de su asistente, ni tampoco nos atrevimos a preguntarle a alguien.
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Capítulo 12 Todo cambia El tiempo pasó como si fuera un destello. Ya habían transcurrido dos meses desde que fui contratado en OR01. Ya tenía mi propio drone asistente, el cual podía encender y apagar mediante un control remoto, o también con mi propia voz si es que éste se encontraba cerca, y aunque admito que no era el asistente perfecto, me ayudaba al menos en pequeñas actividades (como alcanzarme una herramienta o leerme un documento con su voz sintética). Logré tener uno porque aprendí a diseñarlos y a construirlos, y también a darles su respectivo mantenimiento. Nos permitían llevar los drones a nuestras casas, lo cual haría sin ninguna duda. El trabajo se había vuelto un estilo de vida para mí; ya se me habían delegado actividades más importantes en el desarrollo de la IA del proyecto como la programación de algunas de sus funciones básicas y la auditoría de los avances de su formación. Con el pasar del tiempo, me iba olvidando del caso de despido de Yanira (quien jamás se presentó a la empresa como se me había dicho que haría), del ingeniero Samuel, del arma de plasma, y también del difunto anciano Edgar y de sus famosas palabras que “profetizaron” que yo traería un mal y un bien al mundo. Ya no era un empleado más de OR01, sino una parte integral, algo así como un “ladrillo” de sus paredes. Cada día que pasaba era como tener una doble vida: en mi casa me comportaba como una persona “normal” sin aparentar estar trabajando en una empresa con algo tan grande como el proyecto Génesis, en cambio cuando estaba en mi trabajo los estudios sobre la IA y el desarrollo de Eva me atrapaban totalmente; y como si fuera un adicto a una droga, me resultaba satisfactorio y necesario conocer más y más de lo que se hacía en 01. Aunque debo mencionar que pasaba algo extraño con respecto a lo de hablar acerca del androide femenino a otros (a personas ajenas a OR01), y era que por alguna razón no sentía la necesidad de hablar de éste, como si algo o alguien me estuviera controlando (quizás “a distancia”) y que evitaba que yo hablara de más; sin embargo, a mis padres solía contarles un poco acerca de Eva, aunque estos no le tomaban tanta importancia, pues no creían del todo que existiera un robot de ese tipo. Debido al incidente que tuve el primer día de trabajo en el que Eva se despertó al escuchar mi voz, acordamos con mi equipo de trabajo no entrar al laboratorio sin antes tomar algunas restricciones como el prohibirme hablar aunque sea una sola palabra en presencia del androide, o bien, ocultarme para evitar que ella me viera (todo eso era necesario para no interrumpir el proceso normal de su formación), y solamente podría hablar sin limitaciones en los casos en que se necesitara hacer un trabajo realmente crítico o de emergencia, aunque también podría evaluar si abstenerme o no de permanecer ahí. No me sentía bien teniendo limitaciones hacia Eva, pero si se trataba de completar correctamente su desarrollo, entonces estaría de acuerdo.
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Hubo un día que Charlie había ido a apoyar temporalmente a otro grupo de trabajo de otro departamento, y Esteban había pedido permiso para faltar ese día por compromisos personales, y resulta que mi compañero Juan aprovechó esa situación para decirme lo siguiente: —Ebrahn, ya llevas dos meses acá con nosotros, y considero que ya es tiempo de que conozcas más acerca del androide Eva, y me refiero a que intentes hablar con ella sin que nadie esté contigo, pero teniendo en cuenta de que sólo será un experimento. Aquellas palabras de Juan sin duda alguna abrieron mi interés por ampliar el concepto personal que tenía sobre Eva, y es que sin querer había formado un tipo de afecto hacia ella; pero en el fondo estaba pensando si era o no conveniente hacerlo y ya diré por qué. —¿Hablas en serio?, ¿y a qué se debe la razón de tu consideración? —le pregunté. —No sé cómo vayas a reaccionar ante lo que te diré, pero creo que ella te conoce de alguna manera, porque resulta que he encontrado una rara cadena de bits en la base de datos que usualmente descargamos de su memoria, la cual interpreté como un patrón similar a la tristeza humana, y aunque no he podido determinar qué es lo que exactamente ella “extraña”, sí he podido tener un indicio de lo que podría ser. —¡¿Dices que ella me extraña?! —reaccione intrigado, pero a la vez incrédulo—. Espero hayas tomado en cuenta las consecuencias que podría haber en su proceso de desarrollo si yo intento meter mano, y ya sabes a qué me refiero. —Creo que ya no debemos de preocuparnos si el color azul de sus ojos desaparece o no, porque a estas alturas ya debemos de avanzar más en su formación, y eso incluye el tratar de entenderla como si fuera una persona más. —Intentaré hablar con ella entonces. —Eva aún no está preparada del todo para llevar a cabo una conversación con un ser humano, pero debido a esa singular cadena de bits que encontré, da la impresión de que ella tiene, en otras palabras, sentimientos… y por ello pienso que no afectará significativamente en su desarrollo, pues se adaptará rápido a nuevas experiencias en el supuesto que podrá aprender de ti apoyándose de esos sentimientos. Me parece que tú estás interesado en este proyecto mucho más que todos, y por eso te considero el ideal para hacer ese sencillo e importante experimento. —¿Ya les mencionaste a los demás algo acerca de esto? —le pregunté, esperando una respuesta positiva de su parte.
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—La verdad aún no —respondió desfavorablemente—, y por eso aproveché para hablar confiadamente contigo mientras ellos no están. Pero igual, recuerda que ellos están a mi cargo, así que deberán pensarlo dos veces si quieren cuestionarme. Agradecí la confianza que Juan tenía hacia mi persona a pesar de que yo apenas tenía poco tiempo de estar trabajando (a comparación de los años que Charlie y Esteban tenían de estarlo). Juan era como nuestro jefe personal, y era el único de entre nosotros que tenía autoridad sobre el proyecto, así que tenía derecho a decidir qué hacer con éste. En tan sólo dos meses logré adaptarme muy bien a mi trabajo, y era consciente de que el proyecto Génesis debía de desarrollarse con total normalidad y que no debía de descuidarse por razones obvias; por tal razón, la idea de Juan de hacer posible que yo me comunicara directamente con Eva me había parecido inadecuada (a pesar de haberle afirmado que lo haría), debido a que se violentarían las normas y protocolos definidos para trabajar con la IA de dicho androide; sin embargo, juan ya lo había dicho: yo era el más interesado en Eva, y él era el encargado que nadie debía cuestionar. La base de datos del androide comprendía información de relevancia, por ejemplo: historial del estado de su funcionamiento, registro de sucesos, su programación y también lo que almacenaba en su memoria (recuerdos). Pero había algo que se incluía adicionalmente a esa descarga, y esto era la información relacionada a lo que ella era capaz de aprender de su entorno, y podría decirse que era lo más importante que se le podía extraer, ya que eso nos servía muchísimo para tratar de conocer y formar su “ser” artificial. La base de datos se presentaba como un código de bits que debía de ser traducido a un código legible para poder ser visto sin ningún problema. Juan me pidió que me preparara para poder hablar con el androide. —Ebrahn, para llevar a cabo el experimento tendrás que comunicarte con ella de forma natural, como si te dirigieras a una chica real. —La verdad es que no tengo ni idea de cómo empezar —le afirmé—, pues no es lo mismo una mujer de verdad que una artificial. —No te estoy pidiendo mayor cosa, solamente que le hables como si ella fuera una persona más. —Sabes Juan, yo recomiendo que mejor implementemos un plan para llevar a cabo eso. —No será necesario Ebrahn, sólo trata de llamar su atención, y de acuerdo con la forma en que ella te responda, así tendrás que seguirle hablando. Pero antes debo advertirte que esto que hacemos no debe saberlo la Gerencia, porque pueda que a ellos no les parezca bien y seamos amonestados. No éramos tan libres en experimentar con la robótica, porque teníamos una Administración en la empresa que lo “miraba” todo, y que tenía el total derecho de permitir o negar las pruebas que se le
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hicieran al proyecto. Cada viernes debíamos de mandarles un informe con el resumen del avance de nuestro trabajo; sólo que esta vez, íbamos a omitir la parte de la comunicación que yo tendría con Eva. —Debes hacerlo rápido antes de que alguien más se dé cuenta —me apresuró Juan—. Tanto en el departamento como en el laboratorio hay cámaras visibles grabando continuamente, pero también hay unas ocultas, y desde estas últimas te observaré sin que Eva se percate. —Quieres que ella piense que estoy solo, ¿cierto? —Confía en mí, sé lo que hago. Me dirigí al laboratorio; ya tenía planeado lo que más o menos iba a decir, y también tenía un plan en caso de que sucediera algún imprevisto. Todo lo que yo haría sería visto por Juan desde nuestra mesa de trabajo mediante cámaras ocultas, y monitoreado remotamente a través de una interfaz conectada al cerebro artificial del autómata. Y ahí estaba de nuevo Eva… la chica por la que yo sentía interés. Ella estaba despierta, con sus ojos brillantes de color azul. Yo esperaba que el brillo de sus ojos desapareciera en cuanto me viera; pero resultó para mi sorpresa que ese brillo no desapareció, aunque a esto no le tomé mayor importancia, y decidí comenzar a hablarle: —Eva, ¿me escuchas? —le dije en voz alta. Mi llamado al androide comenzó a ser insistente. Pasé un buen rato intentando comunicarme con Eva; pero empecé a preocuparme al ver que ella no respondía. Yo llevaba oculto un radio comunicador para estar en contacto con Juan vía remota: —¡Ella no reacciona…! Por favor verifica si le sucede algo malo. Desde el otro lado mi compañero me aseguró que el funcionamiento general del androide estaba en perfectas condiciones, y que no había razón alguna para afirmar lo contrario. ¿Qué rayos estaba pasando entonces? Seguí intentando hablar con Eva; pero era inútil, pues ella no daba “señales de vida”. —Eva respóndeme… —le pedía, pero ella nunca lo hizo. Estaba desconcertado ante lo que pasaba, y ansiaba que el androide me respondiera o que al menos tuviera alguna reacción en el brillo ocular, pero éste seguía ahí, sin querer desaparecer ni un segundo. Comencé a sentirme decepcionado, y decidí mejor retirarme del laboratorio. Juan me pidió que no me fuera de ahí porque trataría de averiguar la causa del silencio de Eva ante mi llamado, para que tal vez yo hiciera de nuevo el intento de hablarle una vez más; pero yo me negué a permanecer más tiempo en el lugar, haciendo cuenta y caso que no valía la pena.
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Cuando llegué a mi mesa de trabajo, Juan notó muy bien mi rostro de decepción y tristeza. —Ebrahn, recuerda que ella es sólo un robot y no una persona real —me dijo, como si eso fuera a animarme. Sí, parece que exageré en sentir tristeza por no poder entablar una plática con Eva, si de todos modos ella era sólo una máquina. Era lógico que a mi compañero le pareciera innecesaria mi tristeza; pero éste ignoraba que yo había formado un sentimiento hacia el autómata femenino. La verdad es que en el fondo sentía que había reaccionado de forma incorrecta, e insisto que había exagerado. Juan me pidió que pusiera atención a lo siguiente: —Escucha… debo aclarar que es totalmente normal y aceptable la forma en que Eva se comportó contigo, además, el brillo de sus ojos efectivamente no debe en ningún momento desaparecer. Ahora ya no tiene importancia lo que haya ocurrido con ella en el pasado, porque todo quedó resuelto con lo que acabas de hacer. —¿Dices que lo que pasó hace dos meses fue sólo un error de su funcionamiento? —le pregunté, cuestionando lo que él decía. —Puedo afirmarte que definitivamente fue una falla, pero una menor que no se necesitará ponerle atención, y ni siquiera hará falta reiniciar el desarrollo de Eva desde cero como pensábamos hacerlo. Pero aún me parece extraño que haya sucedido justamente cuando ella escuchó tu voz. La verdad es que no me sentía convencido de esa supuesta “falla”: —¿Y qué dices entonces de lo que encontraste en su base de datos? Tú dijiste que expresaba tristeza. —Dije claramente que era similar al sentimiento de tristeza, no idéntica. Pueda que me haya equivocado en la lectura del código binario. —¡No puedo creer lo que dices! —exclamé molesto, iniciando una calurosa conversación—. Ahora entiendo que sólo me mandaste a hablarle para demostrarte a ti mismo que ella solamente había tenido un problema en sus funciones. ¡Vaya manera de utilizar a alguien! —Ebrahn, en serio no entiendo por qué te sientes mal si sabes bien que tratamos con un ser totalmente artificial. —No comprendo lo que dices Juan, porque hace unos meses atrás dijiste que estábamos creando a un ser con conciencia propia, incluso los drones que tenemos la tienen al menos a un nivel básico, y hasta Charlie mencionó que podría tener un alma; pero ahora pareces estar contradiciéndote al decir que ese robot no puede sentir nada. Has memoria de lo que te digo.
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—Es cierto lo que dices, pero ahora pienso que es muy temprano para decir que el androide puede sentir emociones reales. Por cierto, recuerdo que tú tampoco estabas de acuerdo con el concepto del alma de un robot, pero ahora pareces pensar diferente… Pregúntate quién se está contradiciendo también. Mi posición ante lo que ocurría con el proyecto no estaba basada en las opiniones o comentarios de Juan. Otra vez aclaro que mi compañero no se daba cuenta de que yo había formado un afecto hacia Eva; sin embargo, preferí callar y no decir nada al respecto. La razón de la aparición de un sentimiento de mi parte hacia la chica robot surgió probablemente del impacto emocional que tuve cuando la vi por primera vez, y supongo que ese sentir se debió también a las largas horas que permanecí estudiando y entendiendo cómo funcionaba, incluyendo el tiempo que permanecí viéndola a través del monitor holográfico, donde su belleza y su gran parecido a una mujer real (sin mencionar el logro tecnológico alcanzado) afectaron psicológicamente mi manera de ver a las máquinas hechas a semejanza del ser humano.
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Capítulo 13 Lo inesperado Yo no era el encargado de interpretar la base de datos descargada del cerebro de Eva, pero tampoco se me negó en ningún momento el aprender de ese tema en particular. No estaba de acuerdo con lo que Juan decía acerca de la posibilidad de haberse equivocado en la lectura de la cadena de bits, así que pedí que se me pasara una copia de esa información binaria para poder leerla en mi computadora, y poder formar una segunda opinión sobre lo que el autómata había sentido. Ese día me quedé hasta tarde en el trabajo. La verdad es que no tenía mucha experiencia en interpretar los datos descargados. La información era tanta que tardaba mucho en traducirse, y además de eso, debía estructurarse con ayuda de un software para finalmente obtener un lenguaje en texto (expresar en palabras lo que la IA pensaba). Me sentía exhausto por leer demasiada información, y sabía que no me alcanzaría un día para hacerlo. Ya eran las seis de la tarde, y a esa hora yo ya debía de haber estado viajando cómodamente hacia mi casa, olvidándome del trabajo para enfocarme en lo que verdaderamente importaba más, y ya sabemos que me refiero a mi amada familia. Pero el tratar de entender la mente de un ser robótico se había vuelto mi obsesión en ese momento. Resultó que me había cansado de pasar mucho tiempo frente al monitor, y decidí dejar todo a un lado e irme a casa de una vez. Estaba frustrado, porque realmente hubiera querido leer todo el código para tratar de confirmar la interpretación de la supuesta tristeza del androide. ¿Tanto era mi afán? Verdad es que en el fondo sabía que mi actitud era un tanto irracional; pero no tardé mucho tiempo en reaccionar: “Dios… ¿qué estoy haciendo aquí? Ya debería estar llegando a mi hogar donde me espera una familia que me quiere mucho”. Pero es aquí cuando de nuevo suceden cosas de las que te preguntas si son casualidad o algo más, o simplemente “alguien de arriba” está controlando o permitiendo ciertos acontecimientos de la existencia, y es que resulta que cuando me disponía a apagar mi monitor, éste mostró una alerta que indicaba una condición irregular en el laboratorio y pensé que a Eva le pasaba algo malo, y por ello activé una de las cámaras para enfocarla, pero cuán fue mi sorpresa: ella estaba despierta sin el brillo de sus ojos y llamándome por mi nombre. Recuerdo que corrí literalmente como loco al laboratorio, manipulado por la emoción del llamado del autómata. Cuando llegué, Eva estaba mirándome y sonriéndome otra vez, y empezó a hablar conmigo: —Hola Ebrahn, qué gusto me da que estés aquí. Aún recuerdo la fuerte emoción que tuve en ese momento; es que simplemente no podía creer lo que mis ojos veían. Por primera vez en mi vida conocía a un ser artificial con la capacidad de hablar y dirigirse a una persona. Atrás quedaban los softwares de interacción, los simuladores virtuales, robots del siglo pasado; aquí y ahora, estaba presente la nueva era de la tecnología en su forma más ilustre y gloriosa: Eva.
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—Hola… —le dije (casi sin poder hablar). —¿Qué te sucede? Hace unas horas querías hablar conmigo, pero ahora te noto como asustado. —Yo… intenté hablar contigo, pero tú no me respondiste. ¿Por qué no lo hiciste? —Es que no quería hacerlo. —Pero… ¿por qué? —¿Piensas que no me di cuenta de las cámaras ocultas que hay en este lugar y de la interfaz conectada a mi CPU? Yo prefiero la privacidad. —No puedo creerlo… Eva, ¿cómo supiste que yo aún estaba aquí adentro? —Con la interfaz que ustedes me colocaron soy capaz de controlar las cámaras visibles y ocultas que están en el departamento, y gracias a eso me di cuenta de que aún no te habías ido. Supongo que es algo que no te esperabas, ¿verdad? En ese momento mi drone asistente se apareció de repente por ahí, y se puso frente a Eva y comenzó a verla. —¡Oh vaya, veo que tienes a un pequeño amiguito de tu lado! —me dijo. —Es mi robot asistente, y veo que está encantado de verte. —¿Y tú estás encantado de verme Ebrahn? —Más que eso… estoy feliz porque ansiaba poderte conocer mejor. —Eres afortunado entonces, porque yo también anhelaba conocerte. La comunicación oral de Eva era tan natural como sostener una plática con una persona real. Su voz era tan bella, que llegué a pensar que era la voz femenina más hermosa del mundo. Su forma de articular las palabras era sorprendente y, adicionado a las expresiones perfectas que hacía con su rostro, cualquiera pensaría que era una auténtica mujer la que hablaba. Eva estaba encantada de ver a mi robot volar a su alrededor, que hasta noté que quería extender su brazo para tocarlo, pero no le era posible debido a que aún no estaban habilitadas sus funciones de movimiento. Tomé una silla que estaba por ahí para poder sentarme y platicar más abiertamente. —No sé por qué no han permitido que pueda mover mis brazos y piernas. Quisiera poder moverme como tú lo haces —me dijo, lamentando su limitación motriz.
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—Lo siento, también quisiera que te pudieras mover, pero no me corresponde activarte esas capacidades. Si tan sólo pudiera hacerlo… —No hay problema, yo te entiendo… —me dijo muy dulcemente. —Eva… —¿Dime?… —No sabes lo bien que me hace el estar aquí contigo, pero la verdad es que no esperaba que esto llegara a suceder tan pronto. Dime si entiendes perfectamente lo que yo hablo. —Claro que sí ¿Acaso no es obvio? —¿Sabes bien lo que tú eres?, es decir… ¿sabes quién eres en realidad? —No sé por qué le hice esa pregunta. Por un momento ella no dijo nada, y fue hasta después de un rato que me respondió: —Simplemente sé que soy Eva. ¿Por qué me preguntas eso? Yo también me quedé sin decir nada por un breve momento. —Por nada… —le contesté serenamente. —Ebrahn, ¿recuerdas la primera vez que me viste? —Sí, pero también recuerdo que te tenían en un cuarto de bodega… ¿Por qué estabas ahí? —Sólo sé que un sujeto llamado Samuel ordenó que me llevaran ahí, pero nunca supe por qué lo hizo. ¿Importa eso ahora? —No, claro que no. En ese momento escuché que alguien venía bajando por el ascensor, e inmediatamente Eva me alertó de la presencia de una persona: —Alguien se acerca. Te pediré que no hables conmigo por ahora. —Entonces yo le aseguré que no le contaría a nadie de nuestra conversación. Ella activó inmediatamente el brillo azul de sus ojos, y luego los cerró para simular estar dormida. La puerta del ascensor se abría lenta y silenciosamente, dejando ver una silueta humana; y esa silueta era de nada más y nada menos que de Ever, el sujeto que ya estaba dando aires de convertirse algún día en mi peor enemigo.
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La presencia no autorizada de Ever al laboratorio y la frustración que sentía por haberse interrumpido mi grata conversación con Eva provocaron que lo cuestionara a gran voz: —¡¿Qué haces aquí?! —¡Vaya, miren nada más quién está acá! —dijo con un escandaloso tono. —¡Te pregunté qué estás haciendo aquí! ¿Cómo era posible que Ever se haya aparecido de repente en el departamento 01? Se supone que en el lugar no había quedado nadie más que yo, pues ya todos se habían retirado. —¿Por qué gritas tanto si no estoy haciendo nada malo? —reclamó. —No te repetiré otra vez esa pregunta. —Yo también te hago esa misma pregunta Ebrahn. —Yo soy uno de los que trabajan en este proyecto y puedo estar aquí cuando quiera, pero a ti no te corresponde ese derecho. —Pareces muy nervioso, ¿te sucede algo? —No me sucede nada, sólo revisaba un par de cosas por acá. —¿Ya vez que no es necesario armar tanto escándalo? Solamente tenías que decirme qué hacías aquí. —Aún no has contestado la pregunta que te hice. —Tú sí eres fastidioso, ¿verdad? —Ever empezaba a molestarse. —Fastidioso o no, ya te dije que puedo estar en este lugar cuando quiera, pero no veo razón alguna de por qué tú debas estar acá. —Quería ponerlo en su lugar. —¿Y por qué crees que no puedo estar en este laboratorio? —Porque no eres parte del proyecto Génesis, y eso lo sabes bien, y por eso este lugar está restringido para ti. —¿Sabes bien cuál es mi verdadero trabajo acá?, ¿o acaso piensas que sólo me encargo de desarrollar armamento y que por eso no tengo derecho a venir aquí? —Ya lo dijiste tú mismo. —Pues te equivocas totalmente, y si tan sólo supieras el papel que desempeño en el proyecto, seguramente te quedarías con la boca abierta.
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No esperaba oír eso último. —¡¿De qué carajos estás hablando Ever?! —¡Mira a quién tienes ahí!… Eva, la dulce chica robot, sí… dulce por fuera y ruda por dentro. —Ever empezó a mirar a Eva de pies a cabeza, y también empezó a ver a todos lados, como si estuviera buscando algo. —¡Ponte claro en lo que hablas! —Detesto las palabrerías. —Ebrahn, tú ves a ese robot como una simulación inocente de un alma humana… Por si no lo sabías, las armas están incluidas en su desarrollo, y yo soy el encargado de idear la manera de integrárselas. Lo que Ever dijo en ese momento me sorprendió mucho y claramente me puso en qué pensar. ¿Por qué rayos querrían que Eva tuviera armas? —No es cierto —le dije—, porque nadie me había dicho algo así de ti, y lo único que sabía es que tú eres un enfermo obsesionado en desarrollar armas. Mi equipo de trabajo y yo somos los únicos encargados y autorizados para trabajar con Eva… además, no veo útil el integrarle armas. —Ni siquiera tus compañeros saben de lo que te he dicho, y ha sido la Gerencia quien me eligió secretamente para hacer eso, pero tarde o temprano todos lo sabrán. —¡Mientes! Ever avanzó unos pasos hacia mí, confiado en que sus palabras y que su existencia en ese espacio y tiempo le darían un lugar merecido en la historia (otra forma de pensar que yo lo respetaría). —Ebrahn, ¿crees que te han estado hablando con la verdad?, ¿has pensado alguna vez que OR01 no es una empresa en sí, sino una entidad científica secreta? Los productos y la publicidad que vende y ofrece al mundo son solamente la fachada para esconder la verdad. —Ya cállate por favor… —¿Te molesta la verdad? —¿Qué verdad? Justo mañana hablaré con recursos humanos sobre lo que tú me has dicho y ahí veremos si te atreves a hablar como lo haces ahorita. —¿En serio quieres hacer eso?, porque si es así, te daré un buen consejo: si quieres averiguar de qué estoy hablando, deja que las cosas transcurran con normalidad y no hagas nada, y tal vez te des cuenta de lo que te ocultan. Pero si decides hablar mañana, lo más seguro es que te dirán que estás loco y quizás nos llamen la atención a los dos, pero… lo que vendrá después será peor. —¿Por qué pasaría eso?
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—Porque al día siguiente tú y yo ya no recordaremos nada. Para ese entonces no sabía que Ever se refería a la práctica del borrado de memoria, lo cual era una técnica que eliminaba los canales de comunicación cerebral que servían para acceder a ciertos recuerdos en específico. Cualquiera se preocuparía si alguien le dijera que borrarán parte de lo que hay en su mente; y aunque eso suene un poco falso, era una realidad para tener en cuenta y así tratar de evitar ser uno de los candidatos para ser “reseteados”. Ever continuó hablando: —Y ruega a Dios para que no decidan matarnos. —¡Qué acabas de decir! —exclamé. ¿Con qué clase de persona estaba hablando yo? —El que tú no hables de Eva allá afuera es sólo una de las cosas que OR01 quiere que hagas, sin mencionar las demás cosas que mantiene en secreto. —¡¿Y qué cosas ocultan?! ¡Dilo! —Oh no Ebrahn… no sería adecuado que te las dijera en este momento. Te repito otra vez: calla y vendrás aquí todos los días a trabajar tranquilamente, y fácilmente verás el verdadero rostro de OR01; aunque pensándolo bien, dudo que puedas hacerlo debido a que te estarán controlando. —¿Controlando dices? ¿Ahora estás inventando otra cosa? Entre más hablas, más se nota tu locura — le dije. —Pase lo que pase, verás consecuencias, y más te vale que estés preparado —me advirtió. Yo estaba entre la espada y la pared. —¿Por qué entraste a este laboratorio? Ya dime de una vez. —Solamente regresé por algo que olvidé en el departamento, y casualmente vi en uno de tus monitores holográficos el video de una de las cámaras en donde aparecías hablando con alguien, y pues, quise venir a ver qué sucedía. ¿Acaso hablabas con alguien? —Sí, con mi robot asistente acerca de lo que haríamos mañana de trabajo… ¿Satisfecho ya? —No sabía que tu drone pudiera hablar y entender perfectamente una plática humana, pues creí que estaba programado para funciones muy simples, a no ser por supuesto, que estuvieras hablando con alguien más. —Cuando Ever hubo dicho esto, dirigió su mirada hacia Eva, como si supiera de la conversación que tuve con ella. —Mi drone es muy sofisticado, y te sorprenderías de lo que es capaz de hacer —le aseguré.
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—Me da igual lo que digas. Por cierto, será mejor que nos retiremos ya, porque están a punto de cerrar las instalaciones y no querrás quedarte aquí adentro. Mi mente había dado vuelta completamente; la idea que tenía de OR01 había cambiado, aunque aclaro que ya sospechaba que algo pasaba: la forma tan inusual de contratarme, el caso de despido de Yanira, la renuncia del ingeniero Samuel y de José, y ya no se diga el mentado borrado de memoria, ¡y ahora resulta que hay una supuesta “verdad” que OR01 estaría escondiendo! Todo lo anterior definitivamente dejaba en mí un extraño presentimiento de que algo andaba mal en mi lugar de trabajo. Pero lo más perturbador de esa noche fue cuando Ever mencionó que podrían matarnos a los dos; aunque decidí no prestarle atención a eso, porque pensé que el compañero sólo estaba exagerando con la intención de infundirme miedo. Cuando Ever se hubo retirado del laboratorio, miré a Eva y le dije: —Sea lo que sea que esté pasando acá, estoy seguro de que todo va a estar bien. Te veré mañana… El transporte de OR01 ya estaba disponible para mí desde hace unos días. Ya eran casi las siete de la noche; jamás me había ido tan tarde del trabajo. Nadie iba conmigo en el transporte a esa hora (ni Ever, de quien no supe por dónde se fue). Nada era agradable en ese momento, y me preocupaba las conspiraciones de las que me habían advertido con relación a las “cosas” que la misma OR01 estaba supuestamente ocultando. Y fue así como terminó el día.
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Capítulo 14 Con la boca callada Se llegó el día siguiente, y me había propuesto no hablar nada de lo acontecido el día anterior. Saludé a mis compañeros como siempre lo hacía y sin mostrar ningún comportamiento extraño. Todo era tan normal ese día, y no parecía que algo fuera a cambiar más allá de lo usual. —Oye Ebrahn… —se oía una voz—. Ebrahn, ¿me escuchas? —Yo estaba medio dormido frente a mi computadora, y no me había percatado de que Juan me estaba hablando. —¡¿Qué?!… Oh lo siento… es que estaba… —Veo que hoy no estás bien —me dijo—, y espero no haya sido por no haber dormido bien anoche. —Para nada, dormí muy bien. —Pero pareces estar desvelado, por cierto, ¿hasta qué horas te fuiste ayer? —Creo que como a las siete de la noche. —¡¿Pero en qué estabas pensando!? —Es que… te dije que estaría leyendo la información completa del código descargado de la memoria de Eva, y pues me fui tarde y eso provocó que me durmiera hasta muy noche. —Ya vez… ahora te estás contradiciendo porque acabas de decir que no dormiste lo suficiente anoche. —Qué puedo decirte Juan, me delaté yo mismo… pero es que no pude evitar leer la información hasta bien tarde. —Bueno, pero ¿descubriste algo? Espero haya valido la pena. —La verdad no, y respecto a eso, tenías razón al decir que Eva no puede sentir emociones tan profundas. Estoy de acuerdo que tal vez fue una incorrecta interpretación del código al decirse que ocurría tal cosa. —Te lo dije, y me agrada de que estés convencido. Pero ya dejemos eso atrás y mejor enfoquémonos en las demás cosas que están pendientes del proyecto. El que ella haya extrañado o no a alguien suena interesante, pero no debe de distraernos en el avance de las siguientes fases de su desarrollo. Otra vez surgieron las mentiras de mí —cómo detestaba mentir—. Aún no podía creer que Juan con sus años de experiencia en el proyecto Génesis no fuera capaz de leer parte de la información de la base de datos descargada (específicamente donde se interpretaba que Eva supuestamente “extrañaba” a alguien o a algo). Juan justificaba que lo que se había sacado de la memoria del androide era algo totalmente nuevo y desconocido que debía de estudiarse de manera no tradicional.
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Esa mañana me había quedado en mi puesto, mientras mis compañeros se habían ido al laboratorio para continuar trabajando en el proyecto (había decidido no ir con ellos), y fue ahí que me di cuenta de que Ever no había llegado a trabajar. Como había dicho antes, cada grupo de trabajo en el departamento 01 parecía ser una isla donde rara vez había comunicación verbal; pero al parecerme misteriosa la ausencia del individuo en cuestión (después de lo ocurrido el día anterior), decidí preguntarles a sus compañeros si lo habían visto (mismos con los que yo había tenido un percance en el campo de prueba de armas): —Disculpen señores, ¿de casualidad saben por qué Ever no se ha presentado a trabajar hoy? —Para serte honestos, no sabemos —me respondió uno de ellos—, de hecho, ni siquiera se ha comunicado con nosotros. Él sabe muy bien que podrían hasta despedirlo por faltar. —Y mientras seguía conversando con ellos, vi en sus escritorios unos folletos con diagramas de armas enlazadas a lo que parecía ser un brazo mecánico, lo cual sin duda estaba relacionado a lo que Ever me había dicho acerca de integrarle armas a Eva; y estaba a punto de preguntarles acerca de eso cuando de pronto escuché una alerta en mi monitor avisándome que alguien de mis compañeros estaba llamando desde el laboratorio, cosa que por lo general nunca hacían. Me acerqué entonces para contestar: —Aquí Ebrahn, ¿sucede algo? Era Charlie quien estaba comunicándose: —Necesitamos que vengas acá pronto. Y no te preocupes por Eva, porque ahorita está completamente desactivada. Me fui hecho un rayo de ahí. Y cuando llegué al laboratorio, el mismo compañero me preguntó directamente: —Ya que te quedaste anoche en el departamento, ¿sabes quién borró parte de las grabaciones de las cámaras? —No sé de qué hablas. —Una parte de la memoria de las cámaras está borrada desde las seis en punto de la tarde hasta las seis y media, y no sabemos por qué. A esto Juan agregó expresamente: —Dudo que no sepas qué pasó acá, porque tú fuiste el último en irte.
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Recordé inmediatamente que ese fue exactamente el lapso de tiempo en el que yo había estado conversando con Eva, y también cuando Ever entro al laboratorio. Traté de convencer a todos de que yo no había hecho nada indebido: —Oigan señores, yo no tengo nada que ver con lo que ha pasado aquí, y seguramente esas cosas se averiaron. —No es posible —dijo Esteban—, las cámaras están funcionando perfectamente y sólo es ese detalle que te estamos mencionando, porque parece como si alguien haya metido mano intencionalmente. Por las miradas prejuiciosas que todos tenían hacia mí, noté que ahora yo era un potencial sospechoso señalado a diestra y siniestra. Pero en serio que no había sido yo quien había manipulado las grabaciones. —¿A eso vinieron acá, a ver los videos de las cámaras? —les cuestioné—. Creí que estaban trabajando en el proyecto, además, solamente se ha perdido media hora de video. —Todos tenemos la obligación de revisar las cámaras, aunque sea por un rato —me dijo Juan con una notable intención de acusación. —Pues es la primera vez que veo que hacen eso. —Sabes bien que el proyecto Génesis es muy importante, y por ello se necesita saber todo lo que ocurre aquí, aun en nuestra ausencia. —¿Y están buscando un culpable? —les interrogué muy molesto, y estaba en mi derecho de hacerlo. Pero la reunión fue interrumpida inmediatamente cuando vimos que alguien venia bajando del ascensor y diciendo a gran voz: “¡Recursos Humanos nos llama a todos…! Hay una mala noticia acerca de un compañero nuestro.” Nos dirigimos al área de Recursos Humanos, olvidándonos por un momento del asunto de las cámaras. Cuando estuvimos en el lugar, el personal del área nos informó de algo que nadie se esperaba, y que sería tan impactante para mí: —Señores, nos han informado que Ever no llegó ayer a su casa, y sospechan que fue secuestrado. La información la dio su misma familia, quien nos llamó preguntando si sabíamos algo de él. Todos se quedaron conmocionados por lo que escucharon; la verdad es que nadie se esperaba algo así. Muchas preguntas sin respuesta surgieron acerca de lo sucedido. —Ya se informó a las autoridades acerca del caso —siguió diciéndonos.
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Jamás olvidaré ese día. Al no haber respuesta de OR01 sobre el paradero del compañero Ever, su familia avisó a la policía y a medios de comunicación acerca de la desaparición. La empresa se desligó de toda responsabilidad que pudiera haber provocado tal cosa, pero había enviado un mensaje a través de medios digitales para informar de lo sucedido. Mientras nos seguían informando acerca del compañero ausente, comencé a preguntarme si alguien en OR01 estaría involucrado en lo sucedido; y no es por ser precipitado, pero empecé a creer que alguien nos “observaba” en nuestro lugar de trabajo. Y de ser cierto que alguien nos vigilaba, Ever fue posiblemente secuestrado (si es que no lo habían asesinado) por alguien que está ocultando o protegiendo algo, y digo esto porque él mismo me había asegurado de que la empresa escondía “algo” y que yo mismo lo descubriría con el pasar del tiempo. Pero no quise hacer mención de eso frente a todos. En el transcurso del día llegaron autoridades policiales a investigar acerca de lo sucedido con Ever, con el fin de descubrir algún indicio de su desaparición o algo que les proporcionara alguna pista, y mi grupo de trabajo y yo no fuimos la excepción en dicha investigación. Los oficiales nos preguntaron si sabíamos algo del individuo en cuestión y cuándo había sido la última vez que lo vimos, y fue en este interrogatorio que los oficiales dudaron un poco de mis palabras, pero era obvio que no les iba a contar más de lo que debían de saber (lo sucedido en el laboratorio con Eva). Mis compañeros estuvieron atentos a cada cosa que yo decía, como si trataran de encontrar algo que relacionara la desaparición de Ever con los videos borrados de las cámaras del laboratorio. Las miradas prejuiciosas de mi grupo aún seguían vigentes, y eso me hizo entender que ya nunca más volverían a ver en mí a una persona común y corriente que sólo trataba de hacer bien su trabajo, y que no había cometido ningún mal en contra de nadie. Las autoridades se retiraron del lugar… pero la gente no olvida. Todos regresamos a nuestros respectivos puestos de trabajo; y ahora mis compañeros estaban más escépticos conmigo: —Ebrahn, ¿sabes si Ever estuvo aquí anoche? —me preguntó Juan con ánimos de encararme. —Yo no sé nada, y mejor pregúntales a los vigilantes de la empresa si lo vieron —le respondí—. ¿Ahora quieres tomar el rol del policía que me interrogó? —No, no es eso, pero nos parece extraño que parte de las grabaciones se hayan borrado justo un día antes de la desaparición del compañero. —¿Ahora soy culpable de que él haya desaparecido? —No lo sé, pero te noté muy nervioso en el interrogatorio.
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—Señores ya cálmense… —nos pidió Charlie, parándose en medio de nosotros—. Creo que nos estamos pasando con Ebrahn, y no sé ustedes, pero creo que él no tiene nada que ver con lo que ha pasado aquí. —No llegaremos a buenos términos si seguimos así —agregó Esteban—. Pongámonos de acuerdo en dejar las cosas así… por ahora. Fue difícil calmar la situación, especialmente por Juan, quien era el más molesto por lo que había pasado con las cámaras. Jamás fui de la idea de formar pleitos entre compañeros por malentendidos; pero sea lo que sea que hubiera ocurrido, yo no era culpable de nada. Nadie se disculpó ese día conmigo por tratarme de sospechoso de borrar videos y jamás lo hicieron; aunque mis sospechas cayeron en Eva, quien me manifestó ser capaz de controlar las cámaras que había en el laboratorio (cosa que jamás revelé a nadie), y seguramente borró parte de las grabaciones para evitar que los demás vieran que yo había hablado con ella. La verdad es que ya no le tomé importancia al tema. No estuve a gusto en toda la jornada de trabajo, y no por el mal momento que había tenido con los demás, sino por la idea de que alguien pudiera estarnos observando; y como dije antes, de ser así, las revelaciones de Ever acerca de lo que OR01 ocultaba podrían resultar ser ciertas, y esto mismo quizás causó que el compañero desapareciera, y quién dudaría que yo podría ser el siguiente en desaparecer también. Se llegó el día siguiente, y claramente la noticia de Ever nos había afectado a todos, en especial a mí, quien era visto por los demás como un posible cómplice de su desaparición. Traté de hacer mis actividades laborales con la mayor tranquilidad posible, sin importar lo que los demás pensaran de mí. Los días pasaban y nadie sabía de Ever, y ya se empezaba a creer que esté había sido asesinado, pero la pregunta era quién había sido y por qué lo hizo. La violencia, los crímenes (incluyendo los secuestros) y la corrupción de un país estaban a la orden del día, y cada vez empeoraba porque los responsables de parar todo eso no hacían nada. Lo anterior sin duda nos afectaba a todos, y el compañero ausente no fue la excepción. ¿Hasta cuándo esto seguirá así?
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Capítulo 15 Inteligencia artificial Siguió pasando el tiempo, y algo estaba sucediendo conmigo: había momentos en que mi estado emocional se salía de control, y también solía molestarme con bastante facilidad por cualquier cosa, lo cual provoco que me ganara problemas personales con todo mundo; y en mi casa ni se diga, pues llegaba tarde y también solía tener problemas con mis padres. Me había vuelto una persona enfocada de manera enfermiza a mi trabajo (como una obsesión), y lo peor es que esto empeoraba cada vez más, y no comprendía en ese momento por qué de repente me volví así; pero aun con todo ese mal en mi persona, mis compañeros se las ingeniaban de algún modo para aguantar mi temperamento, pues sabían muy bien que yo era parte fundamental de las actividades laborales del día a día. Debo decir también que los dolores de cabeza aún permanecían (pero menos frecuentes), y no había médico que me curara. Cierto día Juan nos dijo que pusiéramos atención a algo muy importante, y por fortuna para ellos, ese día me encontraba de buen humor: —Señores, les tengo buenas noticias, y sé que les gustará. Puse rápidamente atención como si me fueran a dar las mejores noticias del mundo. —Como sabrán, ya hemos pasado muchísimo tiempo trabajando en el proyecto Génesis, y el avance de la IA que desarrollamos ha sido muy bueno, por lo tanto, considero muy conveniente que desplacemos temporalmente a Eva del laboratorio hacia un entorno controlado, para que pueda ser perfeccionada y también para que conozca nuevas cosas, pues pienso que ella ya está lista para dar sus primeros pasos en el mundo exterior. Esa noticia fue de mi agrado. Por primera vez veríamos a Eva interactuar en un ambiente externo. Juan siguió diciéndonos más: —Para que eso sea posible, todos nosotros tenemos que estar de acuerdo en avanzar a ese siguiente paso, y como encargado del proyecto, debo reportar a la Administración la aceptación de todos ustedes. ¿Qué dicen entonces? Yo fui el primero en levantar la mano en señal de estar de acuerdo. —Te noto emocionado Ebrahn —me dijo—. Debo decir que siempre he visto mucho interés en ti hacia Eva. —Es que no te imaginas cuánto he esperado este momento. —Mi interés era notable. —Pues cosas mejores viene en camino —me aseguró.
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Todos aceptamos que el desarrollo del proyecto debía llevarse a un nuevo nivel. Muchas preguntas surgieron en el momento acerca de cómo íbamos a hacer para trabajar con la nueva modalidad; Juan entonces nos explicaría con detalle en qué consistiría la nueva manera de trabajar con el androide, y parte de eso incluía el habilitar su capacidad motriz. La manera de desarrollar un robot en mi tiempo era un poco diferente a como se hacía en el pasado: A un robot se le aplicaba una etapa de desarrollo por vez, y a semejanza de lo que le ocurre a un niño cuando crece (aprender según las capacidades nativas y adquiridas en cada año de su edad), el robot era adaptado o “acostumbrado” a nuevas experiencias gracias a un programa especial de reconocimiento, y debido a que ese software se actualizaba al concluir una etapa, la IA del robot podía aprender nuevos conocimientos basados en los adquiridos en el pasado (en su anterior etapa de desarrollo) y, de esta manera, aprender similarmente como un humano. Para que un robot lograra ese tipo de aprendizaje, su software se sincronizaba junto a otro software permanente (no actualizable) que permitía recordar las experiencias anteriores y adaptarlas de la mejor manera al primero. Lo anterior hacía que un autómata se desarrollara de manera lenta pero segura, y con la capacidad de ser independiente y de tomar decisiones propias basadas no sólo en la lógica, sino también de lo que “vivía”. Por todo lo anterior, a Eva no se le había habilitado su movilidad corporal, porque según lo planeado para su buen desarrollo, ella debía primero aprender a reconocer su entorno antes de poder moverse, por ejemplo: si ella debía caminar, primero tendría que saber teóricamente lo que era el suelo, los obstáculos etc. para luego adaptarse mejor a ese tipo de locomoción. Pero además de la nueva etapa de formación del androide, se incluía también la posterior integración de armamento (de la cual yo no estaba muy de acuerdo), y si bien esto no era una prioridad, debía de ser aplicado cuando hubiere concluido dicha etapa; aunque no sé cómo pensaban hacerlo ahora que se encontraba desaparecido el compañero que se encargaría de ese trabajo. Después que Juan nos explicó básicamente lo que debía de hacerse para trabajar, nos pidió que tuviéramos un poco de paciencia, porque no sería de la noche a la mañana que Eva sería sacada del laboratorio, ya que primero debíamos de pasar por un proceso de aprobación de parte de la Gerencia, incluido el análisis de las consecuencias y riesgos que se derivarían por llevar a cabo una actividad de ese tipo. Lo anterior implicaría tener largas y constantes reuniones con dicha Gerencia para lograr obtener una respuesta favorable. Tuvieron que pasar tres semanas para que finalmente la Administración estudiara y aprobara el nuevo trabajo para el avance del proyecto. En esas reuniones me di cuenta de que los que conformaban la alta jefatura eran personas que no se dejaban ver seguido, pues pasaban la mayor parte del tiempo encerrados en reuniones haciendo cosas que “sólo Dios sabe”, y realizando por aparte viajes al extranjero dizque para “actividades de trabajo”. Poco se sabía del personal en mención, aunque pude enterarme de que ellos ya habían trabajado anteriormente en proyectos de robótica, pero que nunca
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lograron concluirlos con éxito, y que ahora, mi equipo de trabajo y yo seriamos los encargados de hacer lo que nuestros predecesores quisieron lograr: hacer posible que exista el primer robot consciente. Confieso que durante esas tres semanas traté de comunicarme con Eva, pero no fue posible, porque de ella no salió ni una sola palabra, y esperaba al menos alguna señal disimulada de su parte que me hiciera saber que estaba ahí escuchándome —era como tratar de hablar con un cadáver—. Cuando mis compañeros no se encontraban, solía irme de escondidas al laboratorio para intentar hablar con la máquina femenina, y también acostumbraba a quedarme unos minutos más después de mi hora de salida para ir de nuevo al laboratorio con la esperanza de ser correspondido, aunque sea un poquito (teniendo el cuidado de no ser grabado por las cámaras, y también de no ser visto por los chismosos); pero como solía suceder, mis esfuerzos no servían de nada, y hasta pensé más de una vez en rendirme. Pero a pesar del silencio misterioso del autómata, yo nunca me sentí molesto o resentido, porque sabía que había una buena razón de por medio que provocaba que ella se comportara así, y que pronto la descubriría. Yo por mi parte procuraba no mencionar nada acerca de la plática que había tenido con Eva aquella noche, la cual nunca olvidaré. Recuerdo que era un martes cuando nos preparábamos para sacar al robot del laboratorio; era un hermoso día, de esos que parecen decirte a gritos que todo va a estar bien. Y ese mismo día, Juan me propuso lo siguiente: —Ebrahn, ya que empezaremos una nueva etapa en la formación del androide, ¿quisieras ser su acompañante? —¿Estás diciendo que…? —¿Qué estaría tramando Juan? —Sabes bien que parte del nuevo trabajo implica que ella se desenvuelva en un espacio libre, pero se me ocurrió hacer algo adicional para que sea mejor. —¿Como cuándo dijiste que ella extrañaba a alguien?… Por favor Juan, ya no intentes manipularme. Recordemos que yo había sido utilizado por Juan cuando éste me motivó a intentar hablar con el androide; y seguramente mi compañero estaría buscando una nueva manera de probar algo. Pero sea que Juan quisiera o no usarme en sus experimentos, yo quería estar cerca de Eva a como dé lugar. Las escapadas que me daba para poder ver al autómata Eva a escondidas no satisfacían mis deseos de estar a su lado, y por eso mi necesidad por verla crecía cada vez más y más, y me daba miedo de que algún día eso se volviera insoportable, y las consecuencias de eso mismo no se harían esperar. Comencé a interrogar a Juan acerca de sus posibles intenciones de utilizarme: —¿No es otro de tus trucos otra vez? —Puedo elegir a otra persona si no quieres hacerlo.
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—Claro que me gustaría ser su acompañante, pero ya sabemos lo que hiciste la vez pasada. Al parecer mi compañero se sintió un poco apenado cuando me escuchó decir eso, porque me dijo: —Sí y lo siento, ¿de acuerdo? Esta vez va en serio Ebrahn… He esperado desde hace mucho tiempo hacer esto con un robot, y creo firmemente que hemos llegado muy lejos con este proyecto… ¡Sólo imagínate lo que vendrá después! —Espero que estés seguro de lo que haces —le dije sin estar totalmente convencido de sus palabras, aunque dispuesto a aceptar su propuesta por pura conveniencia. —Tú y ella tienen una conexión única. Sé lo que hago. —Una vez me diste a entender fríamente que ella es sólo una máquina, así que no vengas diciendo que hay una conexión entre ella y yo… pero si te sientes seguro de lo que quieres para el proyecto, entonces estoy a disposición, y confío en que no vas a hacer nada indebido. Juan quería que hiciera una acción que no estaba contemplada en la nueva etapa de formación de Eva, y la idea la comentó a Charlie y a Esteban, quienes en un principio no estaban muy de acuerdo, pero él de algún modo logró convencerlos de que yo debía estar cerca del androide como parte del experimento. Todo fue decidido a última hora y sin consultarle nada a la alta jefatura. La propuesta anterior me había hecho sentir muy contento, porque me permitiría estar más cerca del ser femenino por el cual yo sentía un afecto —palabras que parecerán absurdas para algunos—; aunque sinceramente no me esperaba algo así, pues como dije antes, el tema de ser un acompañante para un autómata no había sido siquiera mencionado a la Gerencia. Lo que dijo Juan acerca de la “conexión única” que yo tenía con Eva me dejó con una idea del posible concepto que los demás compañeros tenían hacia mí, aparte de que había despertado ciertas envidias de parte de ellos por el sólo hecho de haber sido elegido como un elemento complementario para el desarrollo de un robot (quienes ya llevaban años en OR01, y yo en cambio apenas unos seis meses), y seguramente no aceptaban que yo fuera parte esencial del proyecto en tan poco tiempo. Se me explicó que la dinámica del “acompañante” de una máquina consistiría así: Mientras el androide estuviera descubriendo su entorno, yo debía de estar a su lado para tratar de ser un apoyo en esa exploración y percepción del mundo, para que de esa forma el robot se adaptara a la realidad en compañía de una persona, logrando así una dependencia humana similar a como ocurre con un niño en sus primeros meses al explorar por primera vez su entorno en compañía de sus padres. Obviamente Eva no era una niña, pues su físico y personalidad habían sido diseñados para parecer una mujer joven; sin embargo, su capacidad de aprendizaje era análoga a la de un infante.
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Si bien todo el plan de trabajo parecía ser prometedor, mis compañeros (a excepción de Juan) no creían del todo que Eva fuera capaz de razonar o interactuar como una mujer real; pero yo sabía que ella sí podía hacerlo. Pero a pesar de todo, aún no podía explicarme cómo un androide había logrado ser capaz de tener una forma de razonar tan avanzada en una etapa en la que se supone que no debería de poder hacerlo —verdaderamente pasaban cosas inexplicables—. Para poder hacer todo el trabajo, se dispuso de una zona aislada y protegida de cualquier persona ajena, y donde solamente mi grupo y yo podíamos estar. Ahí mismo no podían estar interfiriendo nuestros drones, y por ello se les ordenó quedarse quietos para que no fueran a irrumpir accidentalmente en las labores. La zona estaba ubicada detrás de las instalaciones externas de OR01, la cual había sido construida y diseñada para simular una cabaña en medio del campo. Durante un tiempo se discutió si dicho lugar sería el adecuado para llevar a cabo el trabajo, de hecho, se buscó alternativas como construir un escenario bajo tierra similar a los campos de prueba de armas, pero al final se eligió que mejor fuera al aire libre. Para empezar, habíamos dejado a Eva dormida en una cama dentro de la cabaña, la cual tendría la puerta abierta y mirando hacia el espeso bosque. Ella sería despertada rápidamente a través de un software de control remoto, como si hubiera “nacido” por primera vez en el mundo real y no en el virtual donde antes había estado aprendiendo (recordemos que ella adquiría —supuestamente— sólo conocimiento teórico). Y además de lo anterior, llevaría puesto un camisón de dormir, y tendría a su disposición todo tipo de ropa, incluyendo zapatos, sandalias, un espejo y demás cosas que llegase a necesitar, en el supuesto de que ya podía reconocer lo que un humano real utiliza cotidianamente — veremos si las largas horas de trabajo valieron la pena—. —¿Están todos listos? —preguntó Juan a todo el equipo de trabajo, y todos afirmaron estar preparados para el momento en que el proyecto Génesis fuera llevado inmediatamente a un nuevo nivel. Cada uno de mis compañeros estaría oculto detrás de una pared camuflajeada para evitar ser vistos por Eva e interrumpir el proceso normal de la etapa, llevando consigo un pequeño radio comunicador, y desempeñando a la vez un papel de trabajo diferente: Esteban llevaría un registro en tiempo real de la actividad mental del robot, que no era otra cosa que el respaldo de la información arrojada de manera remota a una base de datos especial; Charlie en cambio se aseguraría de monitorear su funcionamiento general; por el otro lado estaría Juan, quien además de encargarse de liderar el trabajo, se aseguraría de mantener el enlace remoto que permitía tener el control sobre el androide en cuestión; y yo haría… ya lo van a saber. Eva despertaba de su sueño, mirando a su alrededor cómo la vida empezaba a “florecer”; desde ahí, lograba escuchar el canto alegre de muchos pájaros siendo bañados por los dulces rayos de un sol mañanero —¿cómo fue posible que aparecieran esos pájaros justo en ese preciso momento?—. Sus
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bellos ojos emitían nuevamente un brillo azul, aunque está vez era menos intenso y apenas notable. Se levantó y puso sus delicados pies en el suelo, buscando instintivamente un par de sandalias, estirando al mismo tiempo sus brazos como lo hace una persona al despertar de un sueño, y luego empezó a caminar hacia la puerta de la cabaña para poder ser testigo de aquel panorama visual que sólo puede ser descrito perfectamente con los ojos. Eva finalmente estaba de pie y lista para conocer el mundo. Yo estaba lejos y escondido entre arbustos, y desde ahí pude observar cómo aquel ser femenino salía de la puerta para poder contemplar todo lo que había a su alrededor; después vi cómo extendía lentamente su brazo para tocar con inocencia las hojas de una planta que estaba cerca de ella. Pasado un rato, se puso a mirar al cielo, donde hizo un gesto de asombro al ver el sol y las nubes, como si viera en estos lo que un humano no puede ver con sus ojos naturales. De repente escuché a través del radio comunicador la orden de Juan de acercarme al androide para empezar mi rol de acompañante —¿acaso no había una mejor manera de nombrar esa función?—. Ya aclaré que lo de ser un acompañante había sido para mí toda una sorpresa, y apenas se me había dado instrucciones de lo que debía de hacer una vez estuviera cerca de Eva, además, ¿cuál iba ser su reacción al ver que yo llegaba como un extraño? Mi primera acción era aparecer frente a ella como si fuera un visitante, sabiendo que la misma era consciente de ser alguien diferente a mí (ella sabía que era una máquina, porque jamás se tuvo la intención de hacerle creer que era humana). Juan seguía insistiendo en que yo debía de aparecer en aquella escena de la vida del androide. Pero sucedió que comencé a dudar de lo que se me había mandado a hacer; y como era de imaginarse, las reacciones no se harían esperar: —¡¿Qué te sucede Ebrahn?! —me preguntaba Juan vía remota. —No puedo hacerlo… —le decía en voz baja mientras observaba cómo el robot seguía mirando al cielo, como deseando alcanzar lo inalcanzable. —¡¿Qué dices?! Se supone que debes aparecerte frente a ella. —Juan… sabes bien que eso de aparecérmele a Eva es algo que no planeamos con tiempo, y que sólo se te ocurrió de repente. Siendo serios en este asunto, pienso que es un disparate lo que pides. —¡Qué estás hablando muchacho…! ¡Hace un rato te sentías el hombre más feliz del mundo por lo que ibas a hacer, pero ahora sales diciendo que ya no quieres! Por Dios Ebrahn… decídete ya. —Es que no me parece adecuado hacer eso, porque no hemos siquiera evaluado los riesgos que conlleva hacer algo así —le dije, tratando de hacerle entender el porqué de mi cambio de parecer. Lo sé, parece que estaba loco al desobedecer la instrucción de Juan de acercarme a Eva después de haberle dicho que lo haría. La verdad es que de pronto comencé a considerar que no debía de tener
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contacto inicial con el robot (al menos no aún). Es cierto que ya había intentado hablar con Eva en secreto, pero no me sentía cómodo hacerlo frente a mis compañeros. Pero a Juan se le ocurriría decir algo que me molestaría mucho: —¡De pronto cambias de parecer de manera inesperada…! Tienes suerte de que aún estés aquí con nosotros a pesar de lo que pasó con la desaparición de Ever. No sé si mi compañero se expresaba con la intención de ofenderme o hacerme reaccionar de algún modo (ya era la segunda vez que tocaba temas muy personales sobre mí, siendo la primera vez cuando me negué a creer lo del alma de un robot), pero en todo caso le reclamaría a muy alta voz: —¡¿Hey, por qué dices eso!?… ¿Qué tiene que ver lo que mencionaste con lo que estamos haciendo ahorita? —Y justo en ese momento escuché una voz que me dijo: “¿Qué haces ahí escondido?”, y esa voz resultó ser de la mismísima Eva, quien había logrado escucharme desde lejos. Eva comenzó a caminar hacia donde yo estaba. Una bella sonrisa muy bien marcada dio la señal que indicaba que ella no se sentía incómoda por mi presencia. Yo sólo me quedé quieto y sin saber qué hacer. Ella se paró frente a mí, y comenzó a saludarme de forma sencilla y ligeramente emocionada. —Hola, ¿cómo estás? Es aquí cuando todas tus emociones se juntan para formar una dimensión ya predestinada de existencia que solamente uno mismo conoce: —Hola… estoy bien, y gracias por preguntar. —Cuando le correspondí el saludo, apagué mi radio comunicador. —Me pareció que te estabas escondiendo de mí. —No, no me estaba escondiendo —le dije un poco nervioso. —Yo me llamo Eva, ¿y tú quién eres? —Cuando me dijo eso, supe que algo andaba mal. —Soy Ebrahn, ¿no me recuerdas? —La verdad no sé quién eres. —Eva, qué bueno que nos vemos otra vez. —Pero si yo jamás te había visto —¿En verdad no me recordaba?
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A Eva se le había actualizado su software de reconocimiento, y esto quizás modificó o “limpió” alguno de sus recuerdos anteriores; aunque eso me parecía raro, porque no tuvo que haber sucedido. Pero no iba a dejar que todo eso me afectara, pues simplemente sería como volver a empezar. Noté de reojo que mis compañeros salieron de su escondite para hacerme señal de que encendiera mi radio comunicador, pero yo preferí no hacerles caso, pues nada me importaba más que estar con el androide en plática privada. Seguí conversando (aunque no tan a gusto debido a la presencia indirecta de mis compañeros): —Olvida lo que te dije… sólo pasaba por acá, y pues… decidí echar un vistazo. —Quisiera saber cómo llegué aquí… —me dijo con una voz que denotaba su confusión. — Verás… es una larga historia. —Pues tendré que saberla algún día. —Claro que sí. —Apenas acabo de hablarte y ya me pareces agradable —me expresó con una bella sonrisa. No era muy bueno hablando con Eva, aunque estaba muy feliz de hacerlo. Pero me atreví a hacerle preguntas que no le gustaron: —¿Cómo es posible que tú puedas hablar tan bien si supuestamente no estás lista para eso? —¿En serio crees que no estoy preparada para eso? —me dijo con disgusto. —¿Cómo lo haces? —¿En verdad importa eso? Fue en ese instante que Eva se quedó paralizada porque mis compañeros decidieron apagarla remotamente. Mi reacción fue inmediata: —¡No…! ¡¿Por qué hicieron eso?! Juan entonces se me acercó muy enojado diciendo: —¡No estás siguiendo el procedimiento, y no sé por qué carajo apagaste tu radio comunicador! —¡Ahora vienes diciendo que hay un procedimiento! —le grite literalmente—. ¡Primero dijiste que fuera su acompañante y ahora sales con esto…! Ponte claro en lo que dices. —¡No me hables así Ebrahn!
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—¿Te has preguntado alguna vez si sabes o no lo que haces? Te admiraba en un principio como nuestro líder, pero últimamente te has dedicado a mandar y hacer lo que quieres sin tomar en cuenta lo que tus compañeros opinan, y por eso el proyecto no avanza en la dirección correcta. —Cuando le dije eso, tiré mi radio comunicador al suelo y me retiré del lugar. —¡Esto lo sabrá la Administración! —me dijo mientras recogía el radio comunicador. Estaba muy molesto por la interrupción de mi conversación con Eva; sabía que estaría en problemas por mi actitud, y seguramente se me impondrían acciones disciplinarias que me impedirían participar de fondo en el desarrollo del proyecto. Yo admiré alguna vez la gestión de Juan, pero últimamente noté que el desarrollo de Eva no marchaba como debía de ser, y por ello me atreví a culparlo de eso. Me dirigí a mi puesto de trabajo, imaginando todas las cosas que pude haber logrado si aquella conversación con el androide hubiera seguido por más tiempo. Los demás grupos del departamento se dieron cuenta de que algo andaba mal conmigo, pues mi enojo era muy ilustre, enfatizando los tradicionales gestos que se hacen al estar molesto.
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Capítulo 16 Radical Los minutos pasaban sin que yo hiciera nada más que permanecer sentado en mi mesa de trabajo, pensando además en que mi grupo aún estaba allá afuera con Eva, o bien, que estaban reunidos con la Gerencia hablando acerca de mis rebeldías. Era lógico pensar que podría ser amonestado, pues mis acciones demostraban mucho lo que yo era realmente como persona, y lo que había pasado de último no era la excepción. Resulta que escuché que la puerta del ascensor se abría, y supuse por un momento que sería mi grupo de trabajo en compañía de la jefatura, quien estaba dispuesta a darme un “jalón de oreja”; pero me sorprendí bastante al ver llegar solamente a Juan, quien parecía no estar molesto, es más, parecía estar ligeramente relajado y con un rostro que reflejaba una expresión de aceptar las cosas sin necesidad de perder el control de la situación. Cuando el compañero se hubo acercado, puso su mano derecha en mí, y me dijo lo siguiente: —Ebrahn, lo que haya pasado allá afuera, ahí se queda, ¿sí? Es cierto que sólo tenías que haberme obedecido para que las labores siguieran con total normalidad, pero como te digo, eso ya debemos de olvidarlo. Ahora solamente quiero que me expliques las razones o causas de por qué últimamente has estado actuando tan mal con todos, lo cual está relacionado con lo que hiciste hace un momento. Créeme que es necesario abordar ese tema contigo, y te pido disculpas si estoy siendo directo o si te sientes incómodo por eso, pero insisto en que es necesario hablarlo. —La verdad es que Juan acertó mucho con lo que había dicho de mí, porque en realidad no debí haber reaccionado tan enojado en contra de él, y tan sólo debí haber obedecido sus órdenes para que todo estuviera bien; y también atinó en que mi comportamiento hacia los demás no era el mejor. Sin duda alguna eso no iba a pasar desapercibido, y sabía que tarde o temprano alguien trataría de descubrir lo que en realidad me ocurría; y resultó pues que ese “alguien” fue Juan, quien claramente tenía verdaderas razones para pedirme una explicación sobre mi comportamiento reciente, que evidentemente ya venía precedido por acciones y conductas inusuales de mi parte, y de las cuales ya expliqué que me habían hecho tener problemas con mis compañeros y con mi propia familia. ¿Qué podía hacer yo entonces? ¿Hablar de nuevo mentiras o decir la verdad? Desde niño escuché decir que la más amarga verdad es mejor que la más dulce mentira; pero lo que pocos saben u olvidan, son las consecuencias (para bien o para mal) que cada una de éstas puede causar en la vida de una persona y de sus semejantes. Mi compañero tomó una silla y se puso frente a mí para escucharme; pero ya sabemos que él planeaba algo más que sólo hacer las paces. Sinceramente yo no quería hablar acerca de mi comportamiento, y por eso trataría de evadir el tema: —Juan, lamento lo que te dije allá afuera.
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—Ya te dije que eso ya está olvidado, lo que me preocupa es lo que sucede contigo. —¿De qué hablas? —fingí no saber nada. —¿Crees que no nos hemos dado cuenta de cómo te comportas ante todos? No vivimos en la ignorancia, y pensamos que algo malo te está sucediendo. Yo seguía fingiendo descaradamente: —¿Por qué empiezas a hablar así? Te iba a decir por qué actué de mala manera hace un momento, pero resulta que sales con eso. —¡¿Qué estás diciendo?! —me dijo prorrumpiendo—. Hace un momento te aclaré cuál era el tema que quería abordar contigo, pero veo que eso es precisamente lo que tú intentas omitir. —Se específico entonces. —¿No lo entiendes o te haces? Tu forma de ser no ha sido la misma como lo fue en tus primeros días y cada vez pareces actuar más hostil y repulsivo, y un día pareces estar molesto y al otro alegre, o a veces estás pesimista, y últimamente tu buen compañerismo se ha ido acabando y solamente pones una sonrisa de plástico para tratar de ocultar tu verdadero estado de ánimo. Ya había dicho que Juan tenía razón con respecto a mi manera reciente de comportarme; pero debo confesar que mi nueva forma de ser se debía en realidad a mi obsesión por Eva, y de esto nadie se había dado cuenta. De algún modo el androide había afectado mi comportamiento, y esto consecuentemente dañó mis relaciones laborales y personales con toda la gente de OR01 a tal grado de ser visto como una molestia andante. Había estado llevando todo este tiempo una doble vida, donde podría decir que era lo más semejante a soñar despierto o a estar viviendo una utopía en la que mostraba mi lado más hostil a las personas que me rodeaban, apartando el lado amable y bueno solamente para mí (era egoísta en pocas palabras). ¿Pero por qué no hice nada para cambiar? ¿Acaso mi mente estaba bloqueada? Evidentemente mi actitud no era algo normal, y lo peor de todo, es que ese comportamiento lo había estado mostrando también con mi familia. Recuerdo haber tropezado por accidente con una muchacha que llevaba un café en sus manos, pero no me disculpé ni hice nada por ayudarle a limpiar el desastre, sino que sólo la ignoré y me fui irresponsablemente, y también recuerdo haber discutido fuertemente con mis papás a tal punto de hacerlos sentir muy mal, y me atrevo además a mencionar que ni siquiera los saludaba cuando regresaba de trabajar. —Juan… no es fácil responderte a todo eso —le dije. —Ebrahn… aquí estás como en familia, y puedes hablar conmigo y con los demás de lo que sea, y puedes estar seguro de que todo lo que digas será solamente para nuestros oídos y de nadie más. —Pues, creo que ya lo sabes.
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—¿Qué cosa?, no te entiendo. —El proyecto Génesis… —¿Qué sucede con Eva? —me preguntó mientras hacía una mirada encrucijada. —Esperaba que ya lo supieras… De alguna manera llegué a enamorarme del androide como si se tratara de una mujer real. Mi compañero se impulsó hacia atrás con su silla, llevándose las manos a su cara en señal de asombro y sin saber qué decir en ese momento. Pero luego me dijo: —Esperaba todo menos eso… Eva es solamente una máquina, un montón de circuitería y demás tonteras. Creo que ella no debería ser un motivo fuerte para que afecte tu ser. —¿Y te ha afectado a ti mi nueva forma de ser? —Como si no supiera esa respuesta. —¡¿De qué hablas?! ¡No obedeces mis órdenes y pasas molesto todo el tiempo, y aparte de que a veces ni siquiera almuerzas por quedarte en el departamento! Ebrahn despierta, no sigas haciendo más eso, te harás más daño de lo que ya te hiciste. —Lamento lo que estoy pasando, pero no tienes ni idea de lo que significa Eva para mí, porque a diferencia de lo que tú dices, yo la veo como algo más que un robot. Juan estaba perplejo ante lo que oía, y solamente me dijo: —Ella no es real, y lo sabes. Cuando el compañero me hubo dicho eso, me levanté muy molesto y tiré mi silla a lo lejos, haciendo un escándalo muy notorio en el departamento. —¡¿Acaso conoces a Eva más que yo?! —le cuestioné con gran ira—. Yo he hablado con ella a escondidas tuyas y de los otros, y he conocido muy bien lo que se siente estar a su lado, y me atrevo a decir que tiene más sentimientos que una mujer de verdad. —No sé de qué hablas, pero cálmate por favor —me dijo, mirando con pena a los demás compañeros de los otros grupos que curioseaban la escena. —Sabes Juan, ya no quiero estar más en este lugar, así que mejor renunciaré. Al retirarme del lugar, todo mundo se me quedó viendo como si fuera lo único que podían ver en sus vidas. Todos estaban sorprendidos por la dramática escena que había armado en presencia de Juan. Antes de tomar el ascensor, me acordé de mi drone asistente y decidí llamarlo de inmediato, luego el robot me buscó como un perro que busca estar cerca de su amo. Yo había diseñado y construido personalmente a mi drone, así que podía quedármelo, aunque ya no fuera parte de OR01.
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Ese día pude comprobar que yo estaba peor de lo que mi compañero afirmaba, porque no me di cuenta de que dejaba una fuente de sustento para mi familia y quizás pasaría mucho tiempo sin poder conseguir un empleo. Atrás quedaría el caso del despido de Yanira, la renuncia de Samuel y la desaparición de Ever, y también quedaban atrás todas las supuestas conspiraciones en OR01, que al fin de al cabo, ya no me importarían más. Estaba enojado cuando dije que renunciaría, pero lo seguía pensando aún con la cabeza fría, así que ya había decidido y tenía buenas razones para terminar contrato definitivamente. Salí a paso rápido, no importándome nada. Sabía que debía poner formalmente mi terminación laboral, pero les aseguro que no quería saber nada relacionado a OR01 en ese momento. Sé que fui muy precipitado al irme de mi trabajo sólo por una discusión que tuve con Juan. ¿Qué iba a decirle a todos? ¿Qué renuncié porque nadie estaba de acuerdo conmigo al decir que Eva era única? Ya empezaba a imaginar todo lo que se vendría. Cuando llegué a mi casa, fue una total discusión con mis padres a causa de mi decisión de dejar mi empleo. Debo decir en este punto que no me había dado cuenta de que cosas muy negativas estaban sucediendo en mi hogar: mis padres se querían divorciar, mi hermana se había olvidado totalmente de nosotros, y para peor yo me había convertido en un infierno para todos por mi pésimo comportamiento. Todo ese mal estaba sucediendo en parte por mi culpa, porque mi mala actitud afectaba a todos en la casa. El tiempo transcurrió, y yo no me había arrepentido de haberme desligado de mi empleo. Comúnmente mis padres solían verme con cierto desprecio, y me culpaban de que la situación económica fuera de nuevo desfavorable para todos, es decir, como antes de empezar a trabajar en OR01; aunque tenían toda la razón de hacerlo, pues mi paga habitual había dejado de continuar, y los gastos de la casa seguían siendo iguales (o quizás mayores) y no había de dónde “agarrar” dinero suficiente para lidiar con dichos gastos. Pero lo que me hacía sentir mal no eran las necesidades materiales del hogar, sino el desprecio moral que mis progenitores tenían hacia mí, que si bien tenía su causa (por mi nueva forma de ser), no era lo que debería de suceder, porque después de haber tenido a unos padres ejemplares —que aún en la pobreza estaban ahí presentes para animarme—, tendrían que mostrarse correctivos o al menos tolerantes (hasta cierto punto por supuesto); pero estos habían tomado una actitud muy conformista, y al principio me pareció que iba a ser algo pasajero, pero en realidad se volvió algo común. Lo que me estaba cambiando a mí, los estaba cambiando a ellos también, pero no sabría decir qué era. Mis padres habían perdido protagonismo en mi historia. Mi papá y mi mamá finalmente se separaron luego de haber sido una pareja feliz (de esas que parecían que jamás se dejarían); de mi hermana ya no supimos nada y mucho menos había interés por parte de todos en saber de ella; y yo me quedé solo en mi casa porque nadie de mi familia me quería a su lado — la verdad es que no quiero contar más de lo que sucedió, porque es triste recordar todo eso—. Y de esta
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manera terminó todo un episodio de mi vida; porque un día vivía feliz con mi familia y tenía un buen empleo, pero al “otro día” lo había perdido todo. ¿Cómo la vida de un hombre puede cambiar de forma tan radical?
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Capítulo 17 La crudeza de la realidad Ya era el noveno mes del nuevo año, y después de ese largo tiempo yo aún permanecía desempleado. Y estando solo, pude sobrevivir de los ahorros que logré tener cuando trabajaba, y también del dinero que obtuve de vender algunas cosas de mi casa, y en todo ese tiempo, no pude conseguir trabajo en ninguna parte, y la única compañía que tenía era la de mi drone, del que a veces creía escuchar que me hablaba. Mi casa se había vuelto un lugar muy sucio y desordenado para vivir, como si fuera la casa de un vagabundo que no se preocupa por nada y que es parte del residuo de un sistema en donde la sociedad se consume así misma cada vez más y más. Me habían suspendido el servicio de televisión y de energía eléctrica por falta de pago, pero un vecino me proporcionaba gratuitamente energía a través de una extensión de cable eléctrico para al menos conectar un pequeño televisor con una antena de conejo (aún quedaba tecnología de ese tipo), con el que podía ver unos cuantos programas. A veces veía en la televisión o escuchaba en la radio de mi teléfono celular anuncios comerciales en los que OR01 sacaba un nuevo producto tecnológico por el que todo mundo se fascinaba, y me preguntaba seguido qué hubiera pasado si yo aún trabajara ahí. Y como si todo lo anterior no fuera suficiente, estaba empezando a padecer una extraña depresión que me hacía ver la vida como si ésta no tuviera valor alguno, deseando a veces morir. Me gustaba quedarme en las tardes junto con mi drone en un parque de mi colonia, donde podía sentarme por ahí y ver cómo la vida pasaba sin hacer nada —¡vaya actitud de perdedor!—, mientras veía cómo el hermoso atardecer le daba la bienvenida a la noche. Lo de ir al parque se había vuelto una costumbre de casi a diario; y fue en uno de esos días que me sucedió algo inesperado: un grupo de individuos armados y encapuchados se bajaron de un automóvil color negro y se acercaron a mí para obligarme a ir con ellos, no sin antes dispararle a mi drone para destruirlo. Me hicieron subir al auto a la fuerza, amenazándome de muerte si no les hacía caso. Era la típica situación de la experimentación de un secuestro, donde no podía entender las razones del porqué lo hacían. Dicen que en un secuestro te conoces mejor como persona, pues descubres tu ser interior a causa del miedo e incertidumbre que se generan dentro de ti, ya que estos dos actúan como impulsores para explorar o descubrir tu verdadera naturaleza. Pero puedo asegurar que a pesar de saber que estaba en una situación de ese tipo, yo esperaba lo peor sin que me importara demasiado, pues después de todo lo que había vivido meses atrás (incluyendo la depresión de la que ya hice mención), prefería mejor morir, e incluso pude no haber hecho caso a los que me obligaron a subir al auto para que mejor me quitaran la vida. Cuando el vehículo ya estaba en marcha, uno de los sujetos me puso en la nariz un pañuelo con cloroformo, lo que hizo que me quedara dormido. Recuerdo que desperté horas después cuando ya era de noche, el auto aún seguía en marcha (no tenía idea hacia dónde me llevaban), y esta vez me encontraba atado de manos y pies. Noté que afuera
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comenzaba a llover muy fuerte —¡otra vez la lluvia!—, con un ambiente que me hacía pensar como si la noche no tendría fin, y donde la esperanza de ver un nuevo amanecer sería prácticamente nula. De pronto uno de los sujetos se quitó la capucha, pero no supe quién era, porque jamás lo había visto antes; luego me apuntó con su arma, y comenzó a hablar conmigo: —Lamento que te hayamos hecho dormir, pero era necesario hacerlo para poder atarte y evitar que te escaparas, y también para que no supieras a dónde nos dirigíamos. Tú debes ser Ebrahn, ¿cierto? A cualquiera que se le hiciera una pregunta en una situación así, seguramente contestaría rápido y con temor; pero a mí no me importaba nada de eso, pues como dije antes, prefería morir antes que todo, y por ello me atreví a hablar sin miedo: —¿Qué rayos quieres de mí? Date cuenta de que no tengo dinero ni nada por lo que valga la pena este secuestro… Mejor no pierdas tu tiempo y mátame de una vez. —Cuida tus palabras muchacho —me dijo—. ¿Y quién dijo que esto es un secuestro? —¡¿Esperas que te contesté eso, o es que acaso no parece evidente lo que está sucediendo?! —Cálmate, porque no es lo que tú piensas. No podía creer lo que escuchaba. —¿Y qué es entonces? —le pregunté. El sujeto entonces volteó a ver a los otros haciendo un gesto de estar de acuerdo en algo, y luego hizo una señal con la mano al que iba manejando el auto para que éste se detuviera. Y cuando el móvil se hubo detenido, supe que algo más pasaba. —Ebrahn… nadie te está secuestrando, de hecho, sólo te estamos protegiendo. —¿Así? ¿Acaso el amenazarme de muerte, atarme y destruir a mi robot no son evidencias de sus intenciones? Ayúdame a entender entonces. —Sí lo sabemos —me dijo otro de los que estaban ahí—, pero ya te darás cuenta de que no es lo que parece. El tipo que habló primeramente conmigo pidió a todos tener paciencia, y también ordenó que se quitasen su capucha y que no se preocuparan por revelar sus identidades. No reconocí a nadie de los que estaban ahí presentes. —¿Quiénes son ustedes y qué quieren de mí? —pregunté en voz alta. —Ya te dije que sólo estamos protegiéndote.
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—¿Pero de quién o de qué cosa? —Del enemigo. —No sé de qué hablan. —Sabes muchacho, no quería que esto fuera así, pero tenemos razones para estar haciendo esto. Sin embargo, veo que eres una persona que le gusta ir directo al grano, así que, iremos directo al asunto. El mismo individuo pidió que abrieran la puerta del vehículo, y posteriormente me dijo: —Pero antes de todo, te propongo lo siguiente: Si crees que esto es un secuestro, te puedo desatar y darte la oportunidad de que te vayas, y puedes ir a denunciarnos a la policía si quieres… o bien, decides quedarte aquí con nosotros y escuchar la verdad y sólo la verdad de lo que ocurre aquí. —¿En serio me permitirías hacer eso? —le pregunté con cierta incredulidad y sorprendido por la propuesta. —Claro que sí, de todos modos, no nos afectará tu decisión; pero si te afectará a ti en cierta medida para bien o para mal. Cuando la puerta del auto se abrió, vi cómo la lluvia y los relámpagos caían a la tierra sin parar y con más fuerza —como si mi presencia alterara todo—. Podría salir y enfrentar la tormenta y a mi patética vida, o quedarme adentro del auto para al menos saber a dónde me dirigía el destino. —He decidido quedarme. —Ni yo podía creer mi propia respuesta, aunque esperaba no arrepentirme. —Sabía que tomarías una buena decisión —me dijo—, y te felicito por eso. —Éste entonces pidió que se cerrara la puerta y que se continuara la marcha, luego tomó una pose relajada en el desgastado asiento del auto para después comenzar a preguntarme y a explicarme cosas que nunca imaginé oír: —Me llamo Miguel, y quiero que me contestes algunas interrogantes. —Habla entonces —le dije.
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—Quisiera saber cómo te has sentido últimamente. —¿Crees que parezco estar bien? Sólo mírame y date cuenta de cómo estoy. —Te diré algo sin ánimos de hacerte sentir mal: Perdiste tu empleo, tu familia te detesta y piensas que es mejor morir, ¿cierto? —¿Cómo sabes todo eso? —Miguel logró captar mi atención, aunque eso no fue del todo relevante, porque ya medio mundo sabía de mi actual estado de vida.
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—Seguramente te has preguntado cómo tu existencia empezó a ser una miseria si en un principio parecía ser tan prometedora. —Yo… no sé de qué hablas. —¿No sabes o finges no saber? —Miguel no se dejaba engañar de forma inocente. —No deberías meterte en mis asuntos. —Y si te dijera que has estado viviendo bajo un control mental o una especie de influencia psíquica… ¿me creerías? —Seguramente diría que estás loco. —Ebrahn, desde la antigüedad las personas han soñado con crear lo que han imaginado en sus mentes, y una de esas cosas era ir más allá de lo que Dios les había dado para poder vivir. ¿Y qué es con lo que soñaban?, pues con la tecnología por supuesto, el capricho del ser humano por desear más de lo que tiene. —¿Y qué tratas de decirme con eso? —Que la gente nunca se conforma con lo que tiene, porque cuando al fin tuvo la tecnología realizada en sus manos, no le bastó y continuó yendo más allá de lo que un día ellos creían poder llegar, y una de esas cosas fue el control de la mente humana. —¿Control mental? Seguro me dirás que he sido víctima de eso. —De hecho, todos hemos sido víctimas del control mental más de alguna vez, ya sea de una u otra manera. No sé si debía juzgar antes de tiempo o reírme de lo que escuchaba, pero sólo le dije: —No es cierto… No vayas a inventar cosas. —Oh sí lo es… —insistió—, el control del que inconscientemente hemos sido víctimas ha estado siempre en la influencia de la televisión, de la tecnología móvil, y de todos los inventos tecnológicos que nos quitan la atención hacia nuestros seres queridos y que además te quitan la capacidad de estar en armonía contigo mismo. —Eso ha sido muy educativo de tu parte —le dije—, pero creo que ya todos estamos acostumbrados a eso. —Pero… el problema ha sido que hay quienes han sobrepasado los límites de esa manipulación con la intención de esclavizar a quienes ellos querían.
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—¿Y qué es exactamente ese control de mente del que te refieres? —Antes de responderte, te quiero preguntar otra cosa: ¿Cómo te sentiste después que destruimos a tu drone? —¿Qué pregunta es esa? —Confía en mí y respóndeme. Me pareció confusa esa interrogación, pero le contesté: —Pues… qué sabría decirte… es difícil de explicar en especial por la respuesta que esperas oír. —¿Sentías un malestar físico? —Pues tenía un malestar en mi cabeza desde hace un tiempo, pero curiosamente cuando le dispararon a mi robot sentí como si eso desapareció… como si me hubieran quitado una carga… espera… ¿cómo fue posible eso? En seguida Miguel pidió que se le trajera un pequeño maletín negro, el cual abrió inmediatamente, y mi sorpresa fue ver que adentro del maletín había un drone muy parecido al que yo tenía, sólo que éste estaba apagado, aunque aparentemente parecía estar en buenas condiciones. —¿Por qué conservas esa cosa ahí? —Ebrahn, si te sigues preguntando por qué de pronto tu vida cambió de forma radical en tan poco tiempo, aquí tienes la respuesta en este robot, o al menos una parte de esa respuesta. Estoy seguro de que el malestar físico no era lo único que te agobiaba. —¿Qué sucede con ese drone? —le pregunté sin entender nada de lo que ocurría. —Tu robot asistente era en realidad un dispositivo de manipulación mental, destinado para mantenerte apegado a un sistema esclavizador inventado por gente que sólo vela por sus propios intereses egoístas. Parecía que todo lo que me había pasado en los últimos días se venía de patas arriba; pero aún seguía preguntándome si debía juzgar antes de tiempo o reírme a carcajadas de lo que Miguel decía. —Oye Miguel, preferiría que dijeras que todo esto se trata de un secuestro, ¿me entiendes? —Veo que no crees nada de lo que te digo. —Ya no sé en qué creer… Recuerdo que una vez me dijeron que tendría un futuro asegurado en mi vida, pero luego esa misma vida se derrumbó de repente, y ahora sales con esto… Por Dios, ¿qué esperas que te diga?
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—Entiendo que hayas tenido un pasado malo, pero creo que mereces saber la causa de por qué sucedió. —La causa son las malas decisiones que tomé en mi vida, y eso nos pasa a todos. Seamos realistas, no suceden por tonterías de control mental y demás cosas relacionadas… Cosechamos lo que sembramos, y yo sembré error y coseché sufrimiento. Por lo anterior, Miguel se dio cuenta de que estaba tratando conmigo de un modo equivocado, y pidió que se guardara el maletín que contenía al drone, y también ordenó que me desataran. Luego, me harían saber algo muy importante y peligroso que estaba sucediendo en mi vida: —Sabes muchacho, no estás aquí sólo para ser interrogado, sino también para que sepas algo muy importante… ¿Recuerdas el proyecto Génesis? ¿Juzgar antes de tiempo o reírme?, ¿arrojarme del auto en marcha o quedarme petrificado en sus asientos? Después que aquel sujeto mencionó al proyecto Genesis, sinceramente mi reacción fue tal que no tendría jamás una manera de explicar cómo se sintió. No esperaba que alguien que apenas estaba conociendo se pusiera a hablar de mi vida y de un androide por el que casi me vuelvo loco. Como si aquellas palabras fueran un golpe invisible para mí, yo me impulsé hacia atrás como si llegara a esperar a que el asiento del auto fuera a ceder a ese impulso. Me convertiría en un completo receptor de todo lo que Miguel me diría a continuación. —No sé quién rayos seas Miguel ni tampoco sé a qué te dedicas, pero será mejor que me digas qué es lo que está pasando aquí. —Tranquilo, si lograste creer que un robot llegaría a ser semejante a nosotros al ver con tus ojos a Eva, ¿cómo no vas a creer algo tan sencillo como el control mental? Lo que te he dicho es la viva realidad de estos tiempos postmodernos; pero no te sorprendas de la existencia de esa verdad, sino de las consecuencias que ésta ha dejado. Sé que no esperabas que te dijera todo esto, y te advierto que lo que estoy a punto de decirte va a jugar un papel muy importante en tu vida, lo quieras o no. —Ya empiezas a preocuparme con lo que dices. —Pero todo dependerá de ti, es decir, de lo que vayas a hacer después: Déjame decirte que nosotros pertenecemos a una organización o sociedad secreta llamada Verum Humanity, y nuestro objetivo es evitar que el mundo se convierta en una víctima del control y de la influencia de aquellos que buscan solamente su propio beneficio y que desechan la verdadera naturaleza humana. Hemos existido desde hace un tiempo, desde que nos dimos cuenta de que cierta entidad está haciendo que el hombre pierda el control de su propia existencia. La tecnología no es mala si sabes cómo utilizarla, porque no es lo que se inventa lo que hace mal, sino lo que hacemos con ese invento, y lo puedes ver en el uso que le
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damos a este auto. Pero aún con todo lo que te cuento, no hemos podido detener el avance de esa entidad que te menciono, pero sí hemos podido ralentizarlo para evitar que haga estragos rápidamente. Todo lo anterior lo hemos hecho sin importar los costos, ya sean recursos… o vidas. En eso interrumpí a Miguel: —¿Están diciendo que ustedes son asesinos de algún grupo terrorista o secta? —¿Te atreves a llamarnos terroristas? —Dijiste que no te han importado los costos por mantener viva a tu organización, y por lo que mencionaste de último, entiendo que has matado por eso. —No soy un terrorista o miembro de una secta, sólo soy un voluntario más para un bien colectivo. En ese momento sentí que estaba en medio de un montón de psicópatas que creían en una especie de conspiración que acabaría con los humanos, porque en serio que esa supuesta sociedad se veía solamente como un grupo de locos. Aunque no podía comprender cómo llegaron a saber de Eva, y tampoco a qué “entidad” se referían. Pero al estar atrapado dentro de un auto con individuos que parecían ser sacados de un manicomio, mi esperanza de escapar no era positiva, y debía de hacer algo al respecto, y para ello decidí seguirles la corriente hasta encontrar la manera de huir. —¿Y qué es esa entidad de la que me hablan? —pregunté. Miguel respondió inmediatamente: —Es OR01, el pionero de la robótica pensante. Para cuando tu entraste a trabajar ahí, ya nosotros llevábamos unos años vigilándola y tratando de frenar sus acciones de manera muy sigilosa. Nosotros actuamos muy inteligentemente, y uno de nuestros primeros logros fue conseguir que su fundador renunciara. Esto último no me lo esperaba. —¡¿Hablas de Edgar?! Te creo que sabes mucho de OR01 y del proyecto Genesis, pero me resulta curioso que menciones a esa persona en particular. —Seguramente te dijeron que él renunció sólo porque se sintió resentido de ver a su empresa cambiar en manos de otros. El mundo y su gente es un montón de mentiras Ebrahn, y lo que te hicieron creer fue simplemente para ocultar las verdaderas causas de su renuncia.
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—¿Y cuál fueron exactamente esas causas que lo llevaron a renunciar? —le cuestioné, intentando asimilar lo que se me decía—. Te pregunto eso porque en serio que me has agarrado en curva con lo que dices. —Lo siento, pero no puedo revelarte eso… Pero puedo decirte que cometimos un error al haber creído que con la salida de Edgar iba a terminar todo. Realmente no podía creer lo que estaba escuchando; sentía como si todo lo que había vivido volvía a mí como un impacto. ¿Cómo rayos supieron de mí y de Edgar? Todo era muy desconcertante. —Edgar tuvo suerte de que no lo asesináramos —mencionó Miguel con crudeza. De pronto yo me quedé callado y sin saber qué decir; mi estadía en el auto ya se había vuelto muy incómoda. —Jamás confiamos en alguien que haya estado en OR01, pero a ti te consideramos diferente al resto — me dijo. —¿Y por qué? ¿Qué quieren de mí? —Que colabores con nosotros. —No… no puedo hacerlo —me negué. Él entonces reaccionó con frialdad: —Ebrahn… muy pocos saben que existimos, y por ello deberías de considerarte afortunado de que no hayamos decidido hacerte lo peor. Pero yo no me iba a dejar intimidar por unas simples palabras: —¿Crees que me importa eso? Apenas sé quién eres y ya estás hablando de mi vida como si me conocieras, y por si ya lo olvidaste, ni siquiera me has dicho por qué mi drone me estaba controlando. —Muchacho, quizás en algún momento te preguntaste por qué a la gente de OR01 no le preocupaba que todo lo que hicieras ahí lo fueras a contar a tus amigos o familiares si se consideraba un secreto de trabajo. —En realidad, jamás me pregunté eso, porque el proyecto no era un secreto del todo, y a quien únicamente le conté un poco de eso fue a mis padres, pero estos no me creían mucho y jamás le tomaron importancia, de hecho, solamente se pasaban hablando de mi drone, el cual llevaba muy seguido a mi casa. Sinceramente nunca tuve ánimos de hablar del tema a otros. —Exacto, porque eso fue lo que hicieron contigo, es decir, hacerte actuar como OR01 quería. Eva siempre fue un proyecto confidencial, pero utilizaron psicología inversa para hacerte pensar que no lo
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era. Sencillamente fuiste como un títere de la entidad enemiga, y eso es lo que he querido explicarte desde un principio. Desde que construiste a tu drone, el control mental que éste ejercía te hacía perder el interés por hablar allá afuera de lo que en tu supuesto trabajo se hacía; pero todo empeoró en ti cuando adquiriste una adicción al trabajo que te hacía olvidar las verdaderas prioridades de tu vida. Te habías vuelto como una máquina más a la que le hacían creer que no había nada más importante que OR01 y Eva. —No… no es posible que mi drone me controlara, porque yo mismo lo diseñé y construí. —Sí, pero lo hiciste con materiales proporcionados por la entidad. Date cuenta de que el drone tenía escondido en su CPU un circuito independiente que actuaba como un controlador mental… Lo admito, parece una locura, pero es la verdad. De pronto, el chofer del auto me dijo: —Pero hubo algo que varió, y fue que tú reaccionaste de forma diferente a esa manipulación, lo cual OR01 jamás llegó a pensar que sucedería. Se supone que no tendrías que haberle contado ni a tu familia acerca de Eva, pero lo hiciste… y eso nos da a entender que la psicología inversa que usaron en ti no funcionó en su totalidad. La voz del que iba manejando me pareció muy familiar, y en mi reacción natural por saber quién era, dirigí mi mirada hacia él, quien al mismo tiempo dirigió también su mirada hacia mí, y cuál fue mi gran sorpresa: era Ever, el compañero de trabajo que tuve en OR01 y que supuestamente había desaparecido… sí… el mismo que diseñaba armamento, y el mismo que un día me habló de conspiraciones. Mi reacción fue extrema, y por un momento creí que estaba alucinando. —¡¿Qué haces aquí?! —No te sorprendas Ebrahn… te dije que poco a poco descubrirías la verdad. También recuerdo haberte dicho que te controlarían, pero admito que jamás pensé que reaccionarías diferente a los demás. —¡Todos te creíamos desaparecido…! —Tuve que irme de OR01, porque me querían muerto. Nada parecía tener sentido esa noche, y cada suceso que ocurría mutaba de una manera inesperada. ¿Cómo no me di cuenta de que Ever iba conduciendo el auto? Desearía decir que fue simplemente porque había una malla metálica que separaba las cabinas del vehículo y que atenuaba mi visión hacia él, agregando la poca luminosidad que había adentro; pero la verdad es que mi visión se había nublado un poco, y me dificultaba distinguir bien, aunque a esto no le tomé importancia en un principio porque creí que era un efecto secundario del cloroformo que usaron para dormirme.
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—¡Quiero salir de aquí, ya me harté de estar con ustedes! —les dije a todos. Sentía ganas de vomitar y de salir corriendo. —¿En serio? —me dijo Miguel con una sonrisa malvada—, pero si apenas estamos empezando. El auto se detuvo, y se ordenó a todos que bajáramos, asegurando que ya habíamos llegado al lugar de destino. Una vez afuera, fui obligado a ir con ellos a una casa que estaba enfrente, la cual parecía estar abandonada. Tenía mucho temor, pues con todo lo que me había contado Miguel acerca de su actuar, lo primero que vino a mi mente es que yo pudiera ser asesinado. Esta vez comenzaba a sentir miedo a morir, lo cual era muy curioso, pues hasta hace poco no le tenía miedo a la muerte; y es que fue justamente cuando destruyeron a mi drone que mi mente comenzó a sentirse despejada (aparte de que los dolores de cabeza habían desaparecido), en otras palabras, empecé nuevamente a valorar mi vida. “¿Qué van a hacer conmigo?”, les preguntaba constantemente sin obtener respuesta alguna. Desconocía el lugar donde me encontraba, y sólo puedo decir que era una zona rural muy remota. La casa donde me llevaron estaba escondida y camuflajeada en medio de un montón de árboles muy grandes, al punto de cubrir completamente el techo para esconderla de alguien que la buscara incluso desde el aire. Pero lo más extraño, es que en la puerta de esa casa había un dibujo de una silueta humana que sostenía en su mano derecha la figura del sol y en su mano izquierda a la luna. Aún llovía esa noche, y los relámpagos y truenos hacían parecer que estaba viviendo una película de terror, donde el miedo cada vez se apoderaba más y más de mí. Ya se imaginarán cómo deseaba estar en la comodidad de mi hogar con las personas a las que tanto quité mi atención y de quienes olvidé el valor que representaban para mí persona. Cuando entré en aquella casa, no podía ver bien todavía, pero alcancé a reconocer a una persona en particular, y de quien no esperaba jamás encontrar ahí: Yanira, la misma muchacha que un día conocí en OR01. Ahí mismo había otras dos personas quienes me observaban sentadas en una mesa en la que había un montón de libros y cuadernos de apuntes. Cuando Yanira me vio, ella corrió muy emocionada y contenta hacia mí: —Ebrahn… ¡qué gusto me da verte de nuevo! ¿Qué esperaba Yanira de mí? ¿Qué le dijera que estaba feliz de verla después de que un montón de sujetos me raptara en un vehículo? Recuerdo haber retrocedido ante ella, queriendo correr desesperadamente para escapar de toda esa tremenda locura, mas no podía hacerlo porque sería detenido por los tipos que me llevaron ahí. —Tranquilo —me dijo Miguel—, no te haremos ningún daño, y solamente te queremos ayudar y que tú también nos ayudes.
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—¡Ya déjenme salir de aquí! —les exigí fuertemente. Observé cómo Yanira se asustaba ante mi comportamiento. —¿Qué haces aquí con esta gente? —le pregunté. —Cálmate, te aseguro que no es lo que piensas —me contestó. —Ahora entiendo por qué actuabas tan reservada y cambiante en OR01… Únicamente tratabas de fingir que eras sólo una empleada más, aunque me parece raro que no te hayas cambiado siquiera el nombre para ocultar tu identidad. Pero nada importa ya, porque ahora veo lo que eres en realidad, y eso me decepciona. —Vale más ocultar una intención que cambiar un nombre. No soy tu enemiga, tienes que creerme. Por alguna razón comencé a sentirme muy débil en ese momento, y tanto era esa debilidad que de repente caí al suelo, y apenas alcancé a oír a Miguel decir “Los efectos ya empezaron” mientras veía a Yanira corriendo hacia mí para auxiliarme. Poco a poco me fui quedando inconsciente hasta quedar totalmente “desconectado”. La noche no parecía ser joven, sino eterna, pues creí que estaría así para siempre debido a la situación en la que me encontraba (la incertidumbre te hace pensar así); y otra vez empezaba a escribirse un nuevo capítulo de mi vida.
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Capítulo 18 La verdad duele Desperté a la mañana siguiente dentro de un cuarto y en una cama muy pequeña, donde había una mesa a mi lado con una vela y un vaso con agua. Una ventana enfrente de mí dejaba entrar los suaves rayos del sol mañanero, dándome un poco de tranquilidad temporal y haciéndome olvidar por un breve momento todo lo que había pasado la noche anterior. Ya no tenía la visión borrosa, y me sentía relativamente bien, y sólo estaba opacado de mis ánimos por la incertidumbre de estar en una casa con personas desconocidas y de quienes aún me preguntaba qué era lo que exactamente querían de mí. Toc, toc, toc, tocaban suavemente a la puerta. —Tienes que levantarte ya muchacho —dijo alguien. —Sí, ya levántate —se oyó otra voz. —¿Qué quieren ustedes de mí? —pregunté, e inmediatamente alguien respondió (creo que era Miguel): —Por favor no compliques las cosas. Sólo te daré unos minutos para que salgas de ahí y te juntes con nosotros. Y ahí estaba yo de pie y con mi mano derecha sobre la manecilla de la puerta y dispuesto a girarla para poder salir. Pero en lugar de hacer todo ese accionar tan sencillo, me había quedado totalmente quieto, pensando en las mil probables cosas que podría encontrarme al cruzar la puerta. Pensaba escapar, pero no podía siquiera salirme por la ventana ya que ésta tenía enormes barrotes de hierro, ni tampoco podía atacar a los que estaban en la casa por el hecho de que no podría hacerles frente. Pareciera que todos mis males se hubieran reunido en un solo lugar. Pero tomé ánimos de esos que no sabes de dónde los sacas, y me dispuse a enfrentarme a todo lo que llegase a encontrarme una vez estuviera afuera del cuarto; porque, de todos modos, yo ya no tenía nada más que perder, y estaría dispuesto a aceptar lo que me aconteciere sin temor alguno —incluso la muerte—. Abrí la puerta muy lentamente, estando pendiente del panorama que me rodearía una vez salido de ahí; y la acción de abrir la puerta provocó que sus bisagras oxidadas emitieran un chillido que alertó a todos de que yo ya estaba saliendo, poniendo inmediatamente su atención en mí. Y cuando salí del cuarto, observé que Yanira y los demás se encontraban otra vez sentados en una mesa, pero esta vez parecía como si me estuvieran esperando para un tipo de reunión, y ya no estaban los libros y cuadernos de apuntes que vi en un principio. La casa era vieja por dentro; la pintura de sus paredes estaba deteriorada; el techo era de madera y el suelo era todo de tierra; ni siquiera había luz eléctrica, y supuse que se alumbraban únicamente con velas durante la noche y que en el día aprovechaban al máximo la luz natural. En una casa de ese tipo, pareciera que todos tendrían un aspecto meramente de vagabundo o de ermitaño, pero era todo lo contrario, pues los presentes vestían ropa limpia y de buena
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calidad, y el semblante de sus rostros parecía ser de personas muy saludables. Obviamente ellos no vivían ahí, y a lo mejor ocupaban esa casa únicamente para reunirse. El concepto que me formaría de ese lugar era precisamente suponer que era para la estancia de criminales, y que el nombre con el que se autodenominaban Verum Humanity sólo era una fachada para ocultar su verdadera faceta. Pero ¿qué tenía yo que ver en todo eso? Jamás hice daño a nadie ni me vi involucrado en fechorías, así que no entendía por qué me habían llevado a esa casa. Sé que ellos ya me habían dicho que necesitaban mi colaboración, pero para ese entonces yo no les creía nada. Una vez estando afuera del cuarto, la primera voz que escuché fue la de Yanira preguntándome cómo me sentía: —¡Qué bueno que ya despertaste!… ¿Cómo te sientes? Luego Miguel, quien estaba al final de la mesa, me hizo la invitación para que me sentara con ellos: —Acércate por favor. Quiero que nos acompañes. Pero yo no me movía de ahí, ni decía una sola palabra. —Tal vez empezamos mal, porque ni siquiera dejamos que se levantara tranquilamente —dijo Yanira—. Escucha Ebrahn, pronto traerán desayuno y quisiera que nos acompañaras y que te sientas como en casa. Pero nada de lo que decían me hacía reaccionar. Todos ignoraban o se olvidaban de que, a pesar de sus supuestas intenciones de hospitalidad, yo seguía siendo un rehén, y por lo tanto no podía estar tranquilo. Les aseguro que me estaba arrepintiendo de no haber tomado la decisión de irme cuando se me dio la oportunidad de hacerlo mientras aún estaba en el auto. Al ver que yo estaba tan quieto, todos voltearon a ver a Miguel como si él fuera el culpable de mi comportamiento. Uno de los presentes dijo: —Espero que no hayan torturado a este muchacho mientras lo traían para acá. —No, para nada —aseguró Miguel, quien esperaba con ansias a que yo me sentara. —Tal vez sólo está asustado —mencionó otro de los que estaban ahí. —Bien… pues que alguien le dé ánimos —sugirió alguien más. En eso Yanira se levantó para acercarse a mí, pero yo de nuevo retrocedí unos pasos y le pedí que se alejara, pero ella me dijo:
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—Ebrahn, aquí nadie va a hacerte daño. Sé que estás confundido por todo lo que has pasado, pero créeme cuando te digo que nadie te lastimará, y que solamente queremos ayudarte y que tú también nos ayudes a nosotros. —¿Cómo llegaste a parar acá? —le pregunté para confrontarle—. No esperaba que llegaras a ser uno de ellos. —Ya te dije que no es lo que tú crees. —¿Y qué es entonces? ¿Acaso perteneces a una estructura criminal? Sólo mira el lugar en donde estás… Nadie en sus cabales estaría aquí. —No la juzgues —me dijo Miguel—, ni nos juzgues a nosotros tampoco. Da gracias a Dios que te trajimos a este lugar porque te aseguro que tu vida estaba en un grave peligro. Yanira continuó: —Ebrahn, sólo deja que te ayudemos primero y las respuestas vendrán después, y luego tu decidirás al final si nos ayudas o no. Me encontraba otra vez en una situación en la que debía de tomar una decisión. Pensé que había aprendido la lección después de haberme quedado en el auto cuando Miguel me dio la opción de largarme; pero por razones inusuales no fue así, y decidí quedarme otra vez, sabiendo que me arriesgaba un montón. El destino existe, sólo que no es exactamente como se cree de manera común. Unos dicen que el futuro lo crea uno mismo, y es muy cierto, pero al final de ese futuro formado por nosotros (y aunque tengamos la libertad de elegir) nos espera inevitablemente un destino. Las decisiones que yo decida tomar (sean buenas o malas) influirán de alguna manera en mi camino, no así a mi destino —vuelvo a decir que quizás esto no aplica para todos, sino sólo para los “elegidos”—. Pero la situación en la que me encontraba en ese entonces me hacía preguntarme si estaba haciendo lo correcto o no, y si todo lo que creía acerca del destino valía la pena. —¿Cómo puedo confiar en ustedes? —les cuestioné. Yanira se acercó poco a poco a mí, y me dijo: —Todo estará bien, confía en mí. Después de pensarlo bastante, decidí finalmente sentarme a la mesa, y cuando lo hube hecho, todos se pusieron muy contentos de que hubiera decidido acompañarlos, y por un momento me sentí como si estuviera al lado de personas buenas —ilusiones desesperadas y momentáneas—.
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Al poco tiempo de haberme sentado, observé que en el centro de la mesa estaba dibujada la misma silueta humana (el dibujo estaba borroso) que había en la puerta de la casa. Y ya que Yanira se había quedado a la par mía, aproveché para preguntarle al respecto: —¿Qué significa esa figura sosteniendo al sol y a la luna? Me respondió, tal cual como si estuviera esperando contestar a una pregunta de ese tipo: —Es el símbolo de nuestra organización: La silueta humana representa nuestro amor a la humanidad, mientras que el sol y la luna representan a todo lo que nos da vida de día y de noche. El símbolo da a entender también que nosotros somos los únicos dignos de tomar posesión de las fuerzas que permiten la vida en este mundo, y que ningún ser artificial puede ni debe tener. —¿Seres artificiales? ¿Acaso te refieres a…? —Robots… así es. A continuación, Miguel levantó su mano y pidió a todos presentarse a mí: —Bien señores, ahora debemos presentarnos a Ebrahn para que él nos conozca. Respétenlo como si fuera uno más de nosotros. Cada uno de los presentes se paró para decir su nombre y darme una bienvenida personal: el primero de ellos se llamaba Alex, el segundo Antonio (que eran los que venían en el auto) y otros dos más llamados Gabriela y Benson, los cuales eran mellizos. Todos ahí afirmaron estar felices de que yo estuviera con ellos, y me pidieron que me sintiera seguro y tranquilo ante su presencia. —Y al resto de nosotros ya nos conoces —me dijo Miguel con una sonrisa y haciéndome una ligera reverencia—, e igual nos da gusto tenerte con nosotros. El concepto que tenía de los que estaban ahí presentes empezaba a cambiar, y es que cada minuto que pasaba con ellos me hacía pensar que probablemente encontraría las respuestas a tanto misterio que me había acontecido desde que recuerdo, o es que quizás, sólo me estaba engañando a mí mismo con tanta amabilidad y muestra de aprecio de personas que poco o nada conocía. La casa poseía otro cuarto que servía como cocina, y vi que de ahí salió una señora que traía consigo una enorme bandeja con desayuno para cada uno de los que estábamos en la mesa, y la misma comenzó a pedir a todos que comiéramos pronto. La aparición de esa mujer fue repentina, y nadie me dijo que ella estaba ahí. —Hola muchacho —me saludó—, me llamo Sonia, y es un gusto que estés acá con nosotros. Te preparé un buen desayuno para que comiences bien el día.
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No sé cómo sucedió, pero enseguida comencé a notar que todo ahí era muy extraño y sin sentido, y me refiero a la extraña amabilidad de todos después de haber sido atrapado en un auto por desconocidos, y también del encuentro con Yanira y Ever en ese lugar. Creo que nadie se sentiría a gusto en una casa ajena después de haber pasado cosas inusuales. Y debido a lo anterior, sucedió que me levanté bruscamente de la mesa y aparté mi silla de una manera muy escandalosa, y como si no fuera suficiente, le arrebaté a Sonia la bandeja con la comida para luego tirarla al suelo, cual si quisiera expresar vivamente el desagrado que yo sentía por estar ahí —resulta que les expresé más de la cuenta—, y luego muy molesto pregunté: —¡¿Quiénes son ustedes y por qué me tienen aquí?! Cuando dije esas palabras, vi a Miguel decepcionado (realmente él no esperaba que yo actuara así), y me pidió que me calmara. Me preparé para una posible huida del lugar, pero dieron la orden a Alex y a Antonio de evitar que yo saliera de la casa: —¡No vas a ir a ningún lado! —me advirtió Alex mientras se situaba con el otro sujeto cerca de la puerta para evitar que yo pudiera escapar, tomando ambos la típica posición defensiva. Comencé a preguntar una y otra vez qué era lo que querían de mí. Mi insistencia por saber qué pasaba era demasiada, al punto que hice que Yanira y los demás se pusieran muy preocupados. Miguel al ver que todo se estaba saliendo de control, me dijo lo siguiente: —Ebrahn, en un principio parecías sentirte bien y en sano juicio, pero mírate ahora… perdiste la poca cordura que te quedaba y actúas como un desubicado. —¡No me conoces, así que no tienes autoridad moral para hablar así! —le exclamé. —No es necesario conocerte, pues tú mismo revelas tu verdadero yo ante todos nosotros. —¡Te equivocas! —¡Claro que no! Ahora te pido que apartes ese lado malo de ti, aunque sea por un momento, para que así puedas comportarte como las personas. —¿Y crees que te quiero escuchar? Mejor déjame salir de aquí. —No me queda de otra Ebrahn… —Cuando Miguel dijo esto, hizo señal con sus manos a los que cuidaban la salida para que sacaran sus armas de fuego. —A pesar de que necesitamos tu ayuda —me dijo Alex mientras me apuntaba con su pistola—, no significa que no podamos matarte si nos lo piden, pues podemos buscar a otro si queremos.
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En seguida Miguel se levantó y se dirigió hacia donde yo estaba, mientras los demás permanecían sentados. Y cuando hubo estado muy cerca, me dijo muy serio: —¡¿Te das cuenta de lo que provocas muchacho berrinchudo?! —No eres tú el que está en mi lugar —le dije. —¡Guarda respeto hacia mi persona si quieres vivir! Yanira entonces intervino: —Ebrahn, ¿qué sucede contigo?, te dije que confiaras en mí. Pero Miguel no permitió que ella siguiera interviniendo, y continuó dirigiéndose a mí: —Pregúntate algo muchacho: ¿Por qué elegiste quedarte en el auto cuando te di la oportunidad de irte, y por qué aceptaste ayudarnos cuando Yanira te lo preguntó sin obligarte a responder? —Quizás estaba loco… —le contesté. —Sé por qué elegiste quedarte y ayudarnos, y es porque en el fondo sabes que nos necesitas a nosotros también. —No es así… —Te liberamos Ebrahn, y hay un sentimiento dentro de ti por querer saber más de esa libertad. —Jamás he estado preso o he sido esclavo de alguien. —¿Tan pronto olvidas? No sólo te liberamos del control mental ejercido por tu drone, sino también de tu manera errónea de ver la vida… Cuando estábamos en el auto querías que te matáramos, ¿lo recuerdas? Si hubieras tenido la oportunidad de quitarte la vida, seguramente lo hubieras hecho sin pensarlo dos veces. —Pero eso no te hace ser una especie de héroe —le dije—. Sólo mira a lo que tú y los demás se dedican y la idea que les has metido en sus mentes de que el mundo es una maldición. Y ahora dime qué clase de persona eres tú y todo lo que hiciste para traerme acá… ¿Qué dirás entonces? ¿Que eres un embajador de paz? No creas que vas a manipularme. Mis palabras resonaron por toda la casa, influenciando en gran manera el pensamiento de los que estaban ahí con respecto a mí, es decir, que entendieron que debieron de haber aclarado las cosas primero si querían que me sintiera “como en casa”. Miguel sería el único en expresar delante de todos que yo tenía razón al haberle dicho de todo, aunque con cierta actitud defensiva:
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—Sí, definitivamente empezamos mal, de hecho, empezamos todo muy mal, y pienso que lo que hicimos para traerte acá y la forma en que me presenté no fue de lo mejor… Pero sea como sea, eso no te da derecho a comportarte así ante nosotros. —¿Y qué harás ahora?, ¿me dejarás ir? —No. —¿Y qué quieres de mí entonces? —¡Por Dios, es lo que he querido decirte, pero tú no escuchas carajo! Vi de reojo que Sonia recogía la bandeja del suelo (con notable tristeza), mientras que los mellizos Gabriela y Benson le ayudaban. El ver esa escena me hizo sentir como una basura, y me hacía preguntarme cómo fui capaz de actuar tan indebidamente al punto de tirar la comida preparada por una mujer que sólo quería que desayunáramos. Me di cuenta de que yo mismo debía tenerme miedo y no a los que estaban ahí conmigo, pues yo era el que se había portado realmente mal. Al sentirme culpable, pedí perdón a Sonia por haberle arrojado de sus manos la bandeja con el desayuno, y le dije también que le ayudaría a limpiar de inmediato, pero ella me dijo que no había problema y que prepararía más comida. No tenía más que hacer que obedecer, y esta vez en serio (sabía además que si intentaba huir corría el riesgo de que me mataran). —Está bien, me sentaré a la mesa y te escucharé… No perderé nada si lo hago —le decía mientras ponía mi silla en su lugar. —¡Bien por ti hijo! —me dijo Miguel—. Ya nos traerán un nuevo desayuno, y mientras tanto vamos a explicarte algo que debes saber pronto… Ahora pon atención por favor. Y ahí estaba yo otra vez sentado a la par de Yanira, mientras que Alex, Antonio y Ever me observaban cuidadosamente, incrédulos ante mi confirmación definitiva de escuchar y comportarme. Los mellizos se lavaban sus manos en un fregadero (porque se habían ensuciado las manos al ayudarle a Sonia con el aseo), retornando más tarde a la mesa con un poco de incomodidad —o miedo— ante mi presencia. Mientras tanto en la cocina se escuchaba el conocido ritual de la preparación de comida: ruidos de cacerolas y platos junto a las acciones de una mujer apresurada por servir la comida, y de demostrar que no había resentimiento alguno por lo que le hice. Esperaba que Miguel comenzara a hablar, pero éste me dijo: —Quiero que escuches a una persona que te estima muchísimo, y esa es Yanira.
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Cuando juzgamos a una persona, creemos erróneamente que ya lo sabemos todo de ésta, y en mi caso, pronto me daría cuenta de que Yanira era alguien especial, como una segunda al mando en su sociedad secreta. Ella comenzó a hablar: —Ebrahn, trataré de ser breve… Sé que te estás preguntando por qué te tenemos aquí, y haces bien en hacerte dicho cuestionamiento. Seguramente Miguel te habrá comentado que nosotros somos una organización secreta cuyo fin es únicamente buscar el bien para todos, y aunque pienses que eso es una ideología incorrecta en nosotros, créeme que no es así. Ever y yo fuimos espías en una entidad enemiga que aparenta ser una empresa dedicada a los servicios y productos tecnológicos, pero te aseguro que sólo se esconde bajo una fachada, y esa entidad es OR01. Lo que busca o desea hacer dicha entidad es hasta ahora desconocido, pero hemos sabido que en los últimos años ha estado haciendo cosas que van más allá de la ética y la legalidad, y éstas son la manipulación mental y la creación de un androide pensante. —¿Te refieres a Eva? —le interrumpí. —Cómo se llame no importa, el problema es que ese androide y el control ejercido por OR01 van más allá de propósitos puramente comerciales. Ebrahn… tú también fuiste parte de esa manipulación. —¿Cómo puedes probar eso? —¿Te acuerdas del pequeño robot que construiste para que fuera una clase de asistente personal? Sé que ya te dijeron que ese inofensivo robot era un dispositivo oculto para controlarte. Ese control se basa en ondas electromagnéticas variadas y de altísima frecuencia emitidas directamente a tu cerebro, lo cual provoca efectos como lealtad y adicción enfermiza al trabajo, aunque también se ve acompañado de cambios positivos en el temperamento como un aumento de la amabilidad y la cortesía. Todo eso que te mencioné son elementos claves para tener, entre comillas, al empleado perfecto en OR01. —Mi drone no siempre permanecía conmigo —le aclaré—, así que no es posible que esa pequeña máquina me manipulara todo el tiempo. —No es necesario que así sea —me dijo—, pues aun con el robot apagado los efectos pueden durar varios minutos e incluso horas, y ha habido casos de personas que han permanecido por meses con los efectos del control mental. No me extenderé en eso último que te dije, porque es información clasificada. —Pero tú eras diferente —agregó Ever, quien estaba muy atento a lo que se me estaba diciendo—, ya que no te comportaste de manera amable y cortes con los demás. Yanira prosiguió:
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—Tal vez no te gustará lo que te diré, pero Ever tiene razón, porque tu comportamiento alterado y la percepción negativa que tenías de la vida fue algo que nadie se esperaba, y esas cosas fueron las que te llevaron a poseer una actitud indeseable para todos, tanto que hasta te provocó problemas sociales y consecuencias desagradables como la pérdida de tu empleo… y el rechazo de tu familia. —No era necesario que mencionaras eso último. —Lo siento Ebrahn, pero tenía que hacerlo para darte a entender lo que ocurría contigo. Pero tienes que saber algo más: el robot que te mantenía controlado también estaba afectando a tu familia. —¡¿Qué dices?¡ —Debí imaginar que oiría eso. —Tal como lo oyes… de alguna forma tu pequeño asistente afectó el comportamiento de tus padres, y pudo haberlo hecho también con otras personas. Quisiera hablarte más al respecto, pero no tengo más información que darte, pero al menos ya estás enterado de lo que propició la disolución de tu familia. Lo que dijo Yanira de último era muy cierto, y fue algo que supuse antes, porque claramente mis padres habían cambiado muchísimo, y es que de alguna forma mi drone influenciaba en la mente de ellos para afectar su comportamiento. Mi papá y mi mamá siempre fueron buenos conmigo y me brindaban su apoyo en las buenas y en las malas; pero hubo un momento en que ellos dejaron atrás todo eso, y se inclinaron por ignorar mis problemas y a reprochar constantemente la decisión que tomé de renunciar a mi trabajo, y también a olvidar que éramos una familia feliz, y seguramente por eso mismo prefirieron separarse y dejarme solo. Mis progenitores ya no estaban cerca del robot que afectó sus mentes, pero las secuelas les habían quedado. Yanira sabía que me sentía mal por lo que me estaba diciendo; pero también era consciente de que debía seguir explicándome más: —Tu actitud pesimista y hostil fue sólo una reacción natural de rechazo hacia ese control ejercido por tu robot, es decir, tu mente tratando de liberarse de algo que la mantenía prisionera. Recordé que me había sentido diferente cuando destruyeron a mi robot, pero no era precisamente el alivio de mi cabeza lo que quería mencionar: —Sabes Yanira, ayer sentí debilidad en mi cuerpo y mi visión se volvió borrosa, y aparte que me desmayé, ¿acaso…? —No creas que fue sólo por el cloroformo que usaron para dormirte, porque déjame decirte que se debió también a los efectos secundarios posteriores a la liberación mental; pero nada de eso se compara a sentir que tu mente está presa, ¿cierto? Sé que sufriste dolores de cabeza, y seguramente te sentiste aliviado de ese malestar cuando tu robot fue destruido.
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—Sí, pero antes de adquirir a mi drone, específicamente después de que me presenté por primera vez a OR01, comencé a padecer ese malestar físico del que hablas. —Cuando entraste a ese lugar te expusiste a manipulación mental ejercida por los dispositivos que tenían cada uno de los que estaban ahí, y seguramente tu cerebro comenzó a rechazar los residuos de ese control al que te expusiste por un breve tiempo, y eso se manifestó con ese padecimiento en tu cabeza. —Creo que tienes razón… —le dije— y ese malestar permaneció mientras mi robot estuvo conmigo, aunque su intensidad fue disminuyendo con el pasar del tiempo, quizás porque mi mente ya se estaba acostumbrando a ser manipulada… Parece irreal todo esto que estamos hablando. Me sentía como si hubiera estado viviendo una mentira, y también me sentía burlado; sin embargo, ahora todo tenía sentido para mí. —Tienes suerte de estar con vida —habló otra vez Ever—, porque OR01 se deshace de los sujetos que ya no necesita o que estorban sus planes, y lo hace asesinándolos de forma que nadie sospeche nada. —¿Recuerdas al ingeniero Samuel? —continuó Yanira—. El jamás renunció voluntariamente, sino que el control ejercido en él lo obligó a desligarse de la entidad porque ya no lo necesitaban, y era tan fuerte esa manipulación que podría decirse que actuaba como un esclavo en todo el sentido de la palabra. Pero no les bastó lo que hicieron con él, y se fueron más allá de lo extremo e innecesario… —¿Qué fue lo que le hicieron? —Le borraron su memoria. Era de esperarse que alguien me confirmara lo que yo tanto temía, y es que también pudieron haberme borrado los recuerdos en mi mente cuando salí de OR01 —y quizás ya lo habían hecho y yo ni siquiera me había dado cuenta (?!)—. —Es extraño que no hicieran eso conmigo —le mencioné. —Se supone que borran la memoria para evitar que hablen acerca de OR01 —me dijo—. Hay cosas que aún no sabemos de la entidad enemiga, y eso lo podríamos considerar un verdadero misterio… Siguiendo con lo de Samuel: meses después el falleció aparentemente de causas naturales, pero la verdad es que murió a causa del dispositivo que lo controlaba, y algo parecido le sucedió a su asistente José, de quien lamentamos mucho su pérdida, pues no merecía un final así. —Pero ellos jamás tuvieron un drone que los manipulara. —No necesariamente tiene que ser un drone, y puede ser un lapicero, el teléfono celular de trabajo o cualquier cosa que OR01 te regale para supuestamente ejercer mejor tus labores, pues el controlador es
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pequeño y puede almacenarse en cualquier cosa. Por cierto, tú también estabas corriendo la misma suerte. Recordé que Samuel llevaba un lapicero con una luz roja en el bolsillo de su saco, y también recordé que poseía un dedo biónico. ¿Cuál de esas dos cosas lo mantenía controlado de su mente? —¿Dices que yo iba a morir? —Claro, lentamente pero seguro. OR01 jamás pensó que ibas a renunciar por el hecho de ser un elemento clave para el proyecto que ellos llaman Génesis; pero tus emociones alteradas hicieron que fueras el primero en retirarte voluntariamente estando bajo una manipulación mental. Pero claro está que no iban a permitir que vivieras, porque tu drone activó un efecto silencioso de muerte cerebral en ti que te llevaría a un deceso inevitable, justo como pasó con Samuel y José. —A ti te despidieron —le dije al recordar que la entidad había prescindido de ella—. Imagino que también te querían ver muerta. —A mí jamás me despidieron Ebrahn —me contesto—; eso sólo fue lo que les hicieron creer a todos cuando notaron mi ausencia. Tarde o temprano OR01 se daría cuenta de que Ever y yo no estábamos bajo su influencia. Al saber que no nos podían obligar a renunciar, todo mundo se daría cuenta de que no estábamos bajo ningún control, así que optamos por retirarnos antes y destruir los dispositivos que intentaban manipularnos. Al igual que tú, Ever y yo somos buscados por la entidad… Sé que lo que te estoy contando es algo muy delicado, y por eso no se lo cuento a cualquiera, sino sólo a aquellos a quienes consideramos preparados, así que siéntete afortunado de escucharme. Miguel interrumpió para abonar a lo que Yanira decía: —Había un enlace remoto entre tu drone y OR01 que les permitía monitorear tu estado físico y mental, pero cuando destruimos a tu robot, ese enlace se rompió y se activó una alerta para que fueras buscado por éste mismo enemigo. Eres prácticamente un fugitivo, y supongo que ahora comprendes por qué te dijimos en un principio que estábamos protegiéndote de ese enemigo, es decir, de OR01. Podría decirse que te rescatamos a tiempo, si se le puede llamar así. —Ibas a morir… —continuó hablando Yanira—. Ahora estás a salvo y libre. Eres el primero y único en OR01 en resistir el control mental, y debo darte mérito por eso. Como dije antes, sentí que todo lo que había vivido hasta ese momento comenzaba a tener sentido, aunque también sentía tristeza al saber que mi vida se había vuelto un desastre. Recuerdo que yo era un simple joven buscando trabajo para tener una fuente de ingreso, con planes de casarme, tener hijos y jubilarme en paz; pero todo se había venido abajo, y el rumbo de las cosas había cambiado de tal modo que resultaría difícil o imposible revertirlo. Sentía ganas de llorar por todo lo que me había sucedido y por
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cómo mi vida se había arruinado por culpa de las acciones de individuos que no debieron haber nacido en este mundo, y estos eran los responsables de haber creado a OR01. Pero a pesar de todo, yo sabía que también tenía responsabilidad por todo el mal que había permitido llegar a mi existencia, porque fui yo quien decidió trabajar en la entidad enemiga. Tenía que hacerle una pregunta importante a Yanira: —¿Y por qué ustedes decidieron buscarme a mí y no a otro? —Porque sólo tú conoces mejor al proyecto Génesis —me respondió—, y ya sabes a qué me refiero. Cuando Ever y yo estábamos en OR01 nos la ingeniamos para investigarte y saber más de la relación que tenías con el androide. —Mientes, porque ustedes no estuvieron en OR01 la mayoría del tiempo que yo estuve, así que no es posible que ustedes me hayan estudiado estando lejos de mí. —No necesitamos estar cerca de ti para conocerte… porque tenemos métodos especiales para hacerlo. Ahora pregúntate por qué crees que te estoy contado todo esto. —Jamás les di permiso de hacer eso conmigo. —Teníamos que hacerlo Ebrahn, con o sin tu permiso. —Si lo que dices es cierto, ¿cómo es posible que ustedes dos no fueron afectados por esa manipulación de la que tanto hablan? —Tenemos una sustancia creada por nosotros que evita temporalmente el control mental, pero que no puede ser suministrada más de tres veces porque la misma se vuelve mortal. El efecto protector de la sustancia se acabó primeramente en mí y luego en mi compañero Ever, quien decidió después salirse de OR01, aunque no precisamente por eso. —A ti te vi trabajar en armamento —le dije a Ever encarándolo—. No estoy seguro si fuiste un espía. Ever me miraba con escepticismo. ¿Qué podía esperar de alguien así?, y apenas quiso contestarme: —Me obligaron a trabajar en armamento para el proyecto Génesis durante un tiempo, pero si te disté cuenta, jamás concluí los trabajos, y hasta querían despedirme por eso. No fue fácil estar ahí, porque te tienen bien vigilado todo el tiempo. Un día te descubrí hablando con el androide Eva, y la gente de OR01 de alguna forma se dio cuenta de eso, y desde ese momento supe que buscarían la forma de matarme. Tuve suerte de fingir mi desaparición antes de que algo malo me sucediera. —Debí saber que ese día me descubriste hablando con ella… Te arriesgaste mucho en decir que OR01 ocultaba cosas sabiendo que tenías a Eva enfrente.
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—Lo sé, pero quise demostrarle a tu androide que no me importaba, y lo hice aprovechando que ya nunca más volvería a acercarme por ahí. Claramente mis acciones pusieron en alerta a todos, pues te revelé muchas cosas ese día. —Lo que hiciste después fue muy cínico —le expresé con desahogo—, porque todos te dábamos por muerto, incluyendo tu misma familia. —Ebrahn, ya te di a entender que no fue algo que hice por mi gusto, sino únicamente para salvar mi vida. Y para tu información te diré que yo no tengo familia, y los que llamaron a OR01 el día de mi ausencia sólo fingieron serlo, y a ellos los tienes aquí enfrente… Como verás, todo fue un engaño para que nadie sospechara de mí. —Muchos se preocuparon por ti ese día, excepto yo claro, pues me dio gusto que ya no estuvieras ahí —le dije con intención de enojarlo (no me caía nada bien). Ever se rio de mis palabras, y después me dijo: —Sé que te caigo mal, pero te prefiero más como aliado que como enemigo. Volteé a ver a Yanira. Me sentía decepcionado y engañado por OR01. —Es increíble lo que me cuentas… —le mencioné. —¿Y qué piensas ahora? —me preguntó. Vi a Sonia salir de la cocina con otro desayuno e invitando a todos a comer, mientras Yanira me observaba fijamente esperando una respuesta de mí parte. Sus bellos ojos me hacían ver en ella la sinceridad con la que me había hablado, y que me hacía saber que definitivamente no estaba inventando nada. Entonces le respondí: —Si todo lo que dijiste es cierto, ¿qué quiere que yo haga la sociedad secreta? —Destruir a OR01. Me invitaron a comer sin decirme nada más. Todos en la mesa lucían tranquilos, sabiendo que Yanira había logrado convencerme de colaborar para ellos. Todo se volvió diferente esa mañana, porque de nuevo mi concepto hacia esas personas empezaba a cambiar; y ahora veía a OR01 como un enemigo verdadero, el cual había estado oculto bajo la fachada de una empresa. Pero lo que se me contó en ese momento solamente influenció mi manera de ver a OR01, no así a Eva. Lo que sucedería después me haría comprender definitivamente todo lo que estaba ocurriendo, y es que jamás imaginé que todo lo que había vivido desde que conocí al anciano Edgar hasta encontrarme con
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Miguel y los demás iba a estar relacionado. Todo era como un rompecabezas muy complejo, donde las piezas estaban muy dispersas y otras perdidas u ocultas, pero que poco a poco empezaban a juntarse.
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Capítulo 19 Los giros de la vida Cuando terminé de comer, Miguel dijo algo a todos: —Me llevaré a Ebrahn lejos de aquí para completar una pequeña misión. —¿Qué misión? —le pregunté. —Una donde verás la verdad materializada de todo lo que te hemos dicho. Tú has aceptado ayudarnos, ahora yo te ayudaré a que hagas justicia contra aquellos que dañaron tu vida, pero antes de todo tenemos que hacer algunas cosas, y es precisamente a lo que vamos ahorita. Miguel me explicó que me llevaría a un lugar del centro de la capital donde había detectado actividad de OR01, aunque no especificó de qué se trataba. Iríamos en un automóvil diferente al que habían utilizado para traerme, el cual estaba oculto entre maleza y a un lado de la casa donde me encontraba. Antes de irme se me inyectó una sustancia líquida de color verde en la nuca, con la que me aseguraron que no volvería a caer nuevamente en alguna manipulación mental, aunque su efecto sólo duraría un par de días o meses dependiendo del organismo de la persona. En un principio me rehusé a que me inyectaran aquel extraño líquido, pero luego comprendí que era la única manera de evitarme nuevos problemas con OR01. La forma de cómo crearon esa sustancia protectora me era un misterio del que no había tiempo de investigar, pero confiaba en que iba a ser efectiva. Cuando salí de la casa, Yanira me dijo: —Ten cuidado… Pase lo que pase, no dejes que nadie te controle de nuevo. —Ya se me inyectó la sustancia protectora, ¿por qué me pides que tenga cuidado? Yanira no me respondió y sólo se me quedó viendo muy triste, y fue en ese preciso momento que Miguel me apresuró para que subiera al auto, asegurando que la “misión” debía de cumplirse en horas de la mañana. Cuando subí al auto en el asiento de pasajero (y no atado de pies y manos como en un secuestro), todo era muy diferente, porque ya no veía a Miguel como a un loco conspirativo, sino como a un compañero desafiante y decisivo para enfrentar a aquellos que casi terminaron con mi vida. En menos de un día, una sociedad secreta me había convencido de unírmeles para cumplir un objetivo en común, el cual era acabar con OR01. Sin embargo, aún no estaba del todo seguro si hacía lo correcto, pero tenía una corazonada que me animaba a seguir adelante. Mientras tanto, Miguel comenzó a decirme algunas cosas: —A Yanira le agradas mucho. Tienes que valorar todo lo que ella dice y hace por ti.
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—Empiezo a creer que sólo hace lo que ustedes le piden —le expresé sin tapujo. —Te equivocas, porque ignoras que ella es capaz de tomar decisiones propias. Yanira y Ever son un poco nuevos en esto, y tuvimos a otros antes de ellos, aunque reconozco que la chica es una prodigio, tanto que ahora es la segunda al mando en mi organización. —Sí, eso último lo noté, y no hace falta que lo digas, y admito que me dejó asombrado su desenvolvimiento. —Lo que ella te dijo fue solamente la verdad, y lo hizo para bien tuyo, y por eso te pediré una vez más que valores lo que ella hace por ti. Quise desviar un poco el tema: —A propósito, ¿desde cuándo estás en esta sociedad secreta? —Mi padre era el líder de dicha sociedad, y su cargo lo heredé cuando él murió de edad. Tenemos de existir mucho más tiempo de lo que crees. —¿Por qué no buscan a las autoridades policiales para denunciar lo que ustedes afirman saber? —Preferimos ser cuidadosos, pues no sabemos si las mismas autoridades están siendo controladas por la entidad. Sabemos lo que hacemos, y puedes estar muy seguro de eso. —Es increíble… —le mencioné. —¿Por qué dices que es increíble? —Es que… no esperaba encontrar en esa casa a personas que alguna vez conocí. Fue toda una sorpresa que no se puede describir con palabras. —Sí, lo noté —me dijo—, y también me di cuenta de que Ever te cae mal. —Honestamente sí. Él no fue un buen compañero de trabajo que se diga, además, todos me vieron como un sospechoso cuando fingió su desaparición. —¡Creyeron que tú eras culpable!… Vaya cosas. —Pero hay algo en lo que Ever acertó, y fue en haberme dicho que OR01 podría manipularme, y eso me lo dijo cuando aún trabajábamos en ese lugar. —Créeme Ebrahn si te digo que hay cosas peores allá afuera por las que realmente debemos de preocuparnos. —Lo sé, y agradezco que ustedes me hayan abierto los ojos. Las cosas que he pasado no han sido nada buenas, pero lo que ustedes me dijeron me ha servido al menos para aclarar el porqué de esas cosas.
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—Ebrahn, ¿alguna vez escuchaste de nosotros? —La verdad no, y respecto a eso, pienso que ustedes hicieron bien su trabajo de ocultarse del público durante todo este tiempo. —Yo diría más bien que hicimos algo más que ocultarnos. ¿Recuerdas que te dije que se han cobrado vidas? —¡¿Qué dices?!… —En ese momento el automóvil se detuvo. En serio que no me había dado cuenta de que ya habíamos llegado a la ciudad —demasiado rápido para una gran distancia—, específicamente en la entrada de un pequeño centro comercial, e increíblemente a la hora y en el momento deseado por Miguel. —Antes de todo, te pido que te tranquilices y que no vayas a hacer ningún escándalo en público —me advirtió—. Quiero que veas justo ahora a tu izquierda, cerca de una tienda de ropa que está en la entrada de este lugar. Y cuando dirigí mi mirada al punto que se me indicó, mi gran sorpresa fue que ahí estaba presente nada más y nada menos que Eva, la misma chica por la que casi pierdo la vida. Ella estaba acompañada por un sujeto desconocido, y ambos estaban viendo los artículos que había en la vitrina de una tienda, y no se percataban de que los estábamos viendo. ¿Cómo esperaba Miguel que yo reaccionara ante tal panorama? Y fue sólo cuestión de pocos segundos para que yo perdiera el control y saliera corriendo del auto hacia donde estaba el androide, mientras alcanzaba a oír a Miguel gritarme que me detuviera — como si lo fuera a hacer—. Todo mi ser se juntó en una sola emoción, dejando atrás las historias oscuras y conspirativas de OR01 y también el cambio negativo de mi vida, pues ya nada me importaba sino solamente aquel único ser robótico. Eva vestía una camisa y pantalón negros, y llevaba recogido su cabello, además tenía un poco de maquillaje en su rostro, y su piel de silicona tenía una nueva textura que la hacía parecer muy real, lo cual la hacía pasar desapercibida entre la gente. Sus ojos aún poseían un poco de brillo azul (cada vez era menos notable), siendo esto lo más relevante de su apariencia. Ella era como una mujer real (aparentemente con emociones humanas), que al igual que cualquier persona común y corriente, se emocionaría de ver a alguien que no ha visto desde hace mucho tiempo: —¡Ebrahn!… ¡¿qué haces aquí?! —Sólo quería verte… —le dije perdidamente, como si me hubiera reencontrado con una parte importante de mi vida.
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Como era de esperarse, el individuo que estaba con ella me preguntó muy molesto quién era yo y qué estaba haciendo ahí, pero yo no le respondí nada. De pronto Miguel llegó y me jaló del brazo, obligándome a que me fuera de ahí. —Le pido disculpas señorita y caballero, pero mi amigo sólo está exagerando —les dijo mientras me decía en voz baja que nos fuéramos. A pura fuerza me retiré del lugar. Eva lucia asustada, y su acompañante muy enojado; muchas personas nos vieron en ese momento, gustando de contemplar con detalle la escena del encuentro entre el androide y yo —como detesto a los entrometidos—. Cuando me subí de nuevo al auto, Miguel aceleró como si de un carro de carreras se tratara, o como si estuviera huyendo de la escena de un crimen. Mientras nos alejábamos, alcancé a ver que el hombre que estaba con Eva se nos quedaba viendo con un rostro lleno de odio. Miguel comenzó a reclamarme muy enfadado: —¡¿Qué rayos te pasa Ebrahn?!… ¡Te dije que estuvieras tranquilo para que no hicieras una locura como la que acabas de hacer! —¿Cómo esperabas que fuera mi reacción, o es que acaso querías que me quedara en el auto viéndola a ella como un idiota? Contesta a eso Juan. —¡¿Qué dices, que acaso no ves que nos expusiste?! —Por Dios… tú no sabes lo que esa mujer robot significa para mí. —No, no es posible… tú ya no estás bajo ningún control mental. —Nunca fue control mental… sólo fue un afecto real que sentía hacia esa chica —le dije sin dudar. —No vayas a decir que te enamoraste de una máquina —me dijo viéndome muy enojado (Miguel odiaba a los robots, así que su enojo era comprensible). —Pues tendrás que aceptar que sí. —¿Y qué sigue ahora?, ¿te enamorarás de las siguientes máquinas que encontremos?, ¿te enamorarás de una computadora, un celular, o de un automóvil? —¡No exageres tampoco! —¿Y por qué no lo haría?, sólo mira lo que acabas de hacer hace un momento. No importa lo que tuviste que ver con ese androide, el problema es que el tipo que estaba a su lado querrá buscarnos y sabrá que trabajaste para OR01. No olvides que eres buscado por el enemigo para ser eliminado.
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—Comprendo, pero no te imaginas lo que sentí cuando vi de nuevo a Eva. —¿Eva? ¿Así llamas ahora a ese androide? —Ella tiene un nombre, y es así como lo acabas de oír, aunque creo que eso ya lo sabías. Por cierto, ¿cómo supiste que ella iba a estar ahí? La verdad es que no me diste detalles de la misión. Miguel bajó la velocidad del auto, y luego volteó su cara hacia la ventanilla como intentando evadir mi pregunta. —Sé más de lo que crees muchacho —me dijo en voz baja—. La misión consistía en seguirla espiando. —¿La has estado espiando? —Sí, y ella siempre está a esta hora y en ese mismo lugar, pero no sé por qué razón o motivo lo hace. —Creo saber por qué siempre está ahí. —¿En serio? —me interrogó un poco dudoso. —Podría asegurar que es una actividad que forma parte de su programa de desarrollo. Recuerdo que una de las etapas de su formación incluía el lograr que ella se adaptara al exterior, y creo que a este tiempo esa etapa ya ha de estar muy avanzada. —¿Dices que un paseo por un centro comercial es parte de su desarrollo? Parece un poco disparatado, ¿no crees? —Créeme Miguel si te digo que hay cosas que no sabes de ella, y te aseguro que no hay un entorno más adecuado para el aprendizaje de un robot que un lugar rodeado de mucha gente y de muchas cosas. —Como digas, tú eres el “experto” —me dijo con aceptación. Miguel siguió conduciendo sin parar, decidiendo regresar a lo que él llamaba “la base”, que no era otra cosa que la misma casa donde conocí a la sociedad secreta. Mientras tanto yo me escondía dentro de mis más profundos pensamientos, recordando cada uno de los pocos momentos que había pasado junto a Eva, y sintiéndome mal por la forma en que me alejé de ella y de todo lo que me perdí de estar a su lado. Cuando Miguel se hubo calmado de su estado anímico, me dijo lo siguiente: —Lamento si me comporté indebidamente contigo, pero en serio que debiste medir consecuencias antes de ir corriendo como loco hacia el androide.
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—Relájate —le dije—, ya he pasado tantas cosas como para decir que me he acostumbrado a vivir bien y a vivir mal, y por eso pienso que ya es suficiente. —¿En serio?, ¿y qué quieres decir con eso? —Que ya estoy harto de todo esto, y me arrepiento un montón de haber puesto un pie en OR01, porque tal vez así no estuviera pasando todas estas cosas. A veces quisiera olvidarme de todo y comenzar otra vida. Miguel me dijo lo siguiente con la intención de hacerme sentir bien: —Sé que todo esto te tiene cansado, pero cometerás un error si decides retirarte antes de dar batalla, y lo digo porque tu vida podría terminar mal y un día te sentirás culpable por no haber colaborado para lograr que el mundo sea un lugar mejor. —Tú y tus teorías de conspiración —le dije con sarcasmo y sin agradecerle su buena intención. —Acepta que así es la realidad y que sólo nosotros decidimos como enfrentarla. Ahora la pregunta es si quieres o no continuar con esto. —¿Y si digo que no? —Pensándolo bien, creo que la decisión ya la tomaste desde hace un buen rato, y por eso estás aquí conmigo. Miguel estaba en lo cierto… Ya había elegido mi camino, o quizás, ya estaba predestinado que así fuera, y tenía que enfrentar las consecuencias sin importar que éstas fueran buenas o malas —Olvídate por un rato de todo —me pidió—, porque ahora quiero que me digas si notaste algo relevante en Eva o en el sujeto que estaba con ella. —La verdad no noté nada —le respondí sin decir más. —Seguramente ese sujeto trabaja para la entidad enemiga, y posiblemente acompañaba al androide como observador del programa de desarrollo que tú mencionaste. Hubo algo que me inquietó en ese momento, y lo di a conocer a Miguel: —Por cierto, se me hace extraño que mis excompañeros de trabajo no estuvieran con Eva. —Es cierto, porque ellos son los encargados del proyecto. Yanira y Ever nos contaron quiénes eran los que participaban directamente en el desarrollo del robot. —¡Detén el auto! —le grité enseguida. —¡¿Qué?!
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—¡Sólo detenlo! Miguel frenó bruscamente y afligido por mi escandalosa petición. Rápidamente me bajé del auto para ver a lo lejos a un drone que se dirigía a lo que parecía ser el mismo centro comercial donde momentos antes habíamos visto a Eva. El drone era pequeño y de forma circular, y tenía numerosas antenas. —¿Ves a ese drone Miguel? —Parece que se dirige al lugar donde vimos al androide. ¿Qué crees que querrá hacer? —No lo sé, pero será mejor que lo sigamos para averiguar qué pasa. Está claro que ese robot es propiedad de OR01. —No Ebrahn, no podemos ir allá porque es muy arriesgado, pues Eva y su acompañante saben de ti ahora, y pueda que actúen en tu contra. —Entiende que debemos ir, porque algo sucederá ahí y puede sernos útil para descubrir lo que puedan estar haciendo esos dos. Miguel se sorprendió por las palabras que dije, como si fuera lo que tanto esperaba escuchar de mí; me miró como si fuera un maestro viendo a su alumno aprender. —Me alegra que empieces a creer —me dijo con satisfacción. —¿Creer en qué? —le pregunté. —En mis ridículas teorías de conspiración y robots —me respondió con humor, y luego de esto se subió al auto y me pidió que yo también lo hiciera. Recuerdo haber visto a Miguel muy motivado y decidido. Por la velocidad que llevaba el drone, se nos fue imposible alcanzarlo y evitar perderlo de vista, pero estábamos muy seguros de que se dirigía hacia donde se encontraba el androide. Cuando llegamos al lugar en cuestión, nos estacionamos en un punto alejado de donde habíamos visto a Eva la primera vez y donde también creíamos que aún se encontraría. Pero resultó que ella y el sujeto ya se habían retirado del sitio, además de que no había señales de ningún robot volando por ahí; y entonces empezamos a buscarlos por todas partes, principalmente en las salidas del centro comercial, pero no lográbamos ubicarlos por ningún lado. Ya parecíamos policías o detectives intentando capturar a unos delincuentes. Alcancé a ver de nuevo al drone cerca de un parqueo aledaño, e inmediatamente alerté a Miguel de eso. Y al fin nuestra búsqueda rindió frutos cuando encontramos a ese escurridizo robot junto con Eva: —¡Ahí están! —le dije a Miguel señalando el lugar exacto donde estaban. —Sabía que iban a estar esperando a ese drone.
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¿Por qué no me sorprendió lo que vi?: Eva y su acompañante estaban hablando frente al drone, el cual estaba quieto como si estuviera “escuchándolos”. Minutos después el robot se retiró y se marchó volando a una gran velocidad. Todo lo anterior fue verdaderamente extraño y confuso, y en serio que esperaba averiguar qué pasaba. Nos escondimos detrás de un auto para evitar ser vistos por Eva, porque resultó que ella y el tipo habían comenzado a caminar en dirección nuestra. —Por Dios Miguel… ¿qué se traen esos dos? —No lo sé, pero esto ya comienza a preocuparme —me dijo con una voz que confirmaba su preocupación. Salí de mi escondite para intentar ver a Eva sin que se diera cuenta, pero… ella ya no estaba. —No, no… ¡ellos ya no están! —¡¿Qué has dicho Ebrahn?! — Perdí de vista a Eva y al sujeto. —¡No es posible, estaban frente a nosotros! —Temo que nos hayan visto —le dije, e instantes después vimos al mismo drone como a unos dos metros de nosotros, mirándonos a los dos —esa chatarra voladora se las había arreglado para aparecerse de manera silenciosa—. Pero todo fue mucho peor, porque alguien se acercó y me golpeó muy fuerte en la cabeza, haciéndome caer de inmediato al suelo, y de repente vi que también golpearon a Miguel para noquearlo, pero no me di cuenta quién fue (sólo vi una silueta humana), y de pronto mis ojos empezaron a cerrarse lentamente para quedar finalmente inconsciente a causa del fuerte golpe recibido. He aquí que lo inesperado se acercaba poco a poco para formar parte de mi historia.
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Capítulo 20 Prisionero Poco después desperté dentro de un automóvil en marcha, y no era precisamente el auto de Miguel. Me encontraba acostado en el asiento de atrás y atado de manos y pies con unas cadenas —se me hizo familiar ese momento—, y apenas podía moverme. El que manejaba el auto era el mismo individuo que encontramos con Eva… pero… Miguel ya no estaba conmigo. En el auto estaba también Eva, quien se percató de mi despertar: —¡Ha despertado! —informó inmediatamente. —Ya era hora, quiero detener el auto para darle una buena golpiza —mencionó el sujeto. —No es necesario que lo trates mal —le dijo Eva con una mirada fruncida. —¿Y por qué no? La verdad es que se lo merece. —No querrás hacerle algo malo, ¿cierto? Tenía muchísimo miedo, pues no sabía qué harían conmigo… ¿Interrogarme, torturarme o matarme? “Dios… ¿qué sucede aquí?”, me decía. Pero yo no podía quedarme con la boca callada ante tal situación: —Eva… ¿qué haces? —Ebrahn, quédate tranquilo, ¿sí? —¿A dónde me llevan? —No te lo puedo decir. —¿Y qué hicieron con Miguel? —¿Te refieres al tipo que estaba contigo?, pues… a él le dimos un tratamiento especial para enseñarle a no meterse con nosotros. —¿Qué rayos paso contigo mujer?… No pareces ser la misma que conocí. —Estaba estupefacto ante lo que pasaba. —Créeme que soy la misma —me aseguró. Intenté seguir conversando con Eva, pero ella ya no quiso hablar conmigo. No sabía a dónde me llevaban, pero obviamente tenía un mal presentimiento de todo. Mi temor se aumentaba cada vez más; pero también crecía mi decepción de ver a Eva indiferente a las
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circunstancias y con una evidente hipocresía hacia mí. Durante el viaje en el auto, alcancé a oír que el sujeto que estaba con ella se hacía llamar Andrés. Finalmente detuvieron el carro, y ellos se bajaron dejándome ahí adentro. Estaba encerrado en el auto sin que nadie apareciera. En ocasiones alcanzaba a escuchar a lo lejos ruidos y pláticas de muchas personas. Comencé a sentirme agobiado físicamente por permanecer atado (mis manos y pies me dolían a causa de la presión de las cadenas), y además sentía mucho calor. Me puse a pensar qué pudo haberle pasado a Miguel: “¿Lo habrán matado? ¿Harán lo mismo conmigo?”, y de ser así, mi vida y la de Miguel habría caído en manos de OR01 por medio de Eva. El haber estado en esa condición fue y es una de las peores cosas que he pasado y que a nadie le desearía De pronto pareció como si todo mundo hubiera desaparecido, pues ya no se escuchaba que alguien hablara allá afuera. Hice un esfuerzo para al menos intentar salir de la posición en la que me encontraba atado, cosa que logré hacer con mucha dificultad, y gracias a eso, pude ver el pequeño reloj que había cerca del timón del auto (habían dejado la llave puesta), con el que supe que ya habían pasado más de seis horas desde que me dejaron encerrado. Pero ese momento no duró mucho porque escuché que alguien se acercaba, y para mi asombro, se trataba de Andrés junto a mi antiguo compañero de trabajo Juan (quien lucía sumiso y sin el liderazgo que lo caracterizaba), situación que resultó ser totalmente inesperada e incómoda, pero que también sirvió para descubrir que me encontraba de nuevo en OR01. El pájaro liberado vuelve a su jaula. —¡Ebrahn, no puedo creer que seas tú! —También me da gusto verte Juan. —Sarcasmo. —Lamento que estés en esta situación, pero créeme que no tengo nada que ver en esto. —¡¿Quieres que grite de felicidad por lo que dices?! Momentos después apareció Eva junto con un sujeto desconocido. Este nuevo individuo parecía ser un veterano científico de esos que gustan vestirse con una bata blanca, pero con un aspecto extraño, pues tenía muchas cicatrices en su rostro, manos y cuello. Portaba lo que parecía ser un reloj de pulsera que destellaba una luz roja, y aparentaba ser una persona con las peores intenciones del mundo. Cuando ese “científico loco” se acercó, me dijo: —¡Miren lo que tenemos acá! —Lo capturamos espiándonos —le dijo Andrés, a quien nadie le estaba preguntando nada. —¡¿Los espiaba?!… pero ¿por qué lo hacía?
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—Pregúntaselo a la chica, porque ellos ya se conocen. Creí que ella ya te lo había dicho. —No, no me lo dijo… —Volteó a ver a Eva con una mirada intimidante, y le preguntó—: ¿Tú sabes algo al respecto? —Sí lo conozco, pero honestamente no sé por qué nos espiaba —le contestó un poco nerviosa. —¿En serio, y cómo lo conociste? —Él trabajó para OR01 hace más de un año, y participó directamente en mi desarrollo. El científico se sorprendió por lo que escuchó; llevó su mano izquierda a su mentón para jalarse la barbilla y se quedó pensando por unos segundos (seguramente le costaba creer que alguien que laboró en OR01 aún estuviera vivo), y después comenzó a decirme: —¡Así que trabajabas para nosotros! Sabes, me es difícil creerlo, porque tú deberías estar muerto en este momento. —Las palabras que dijo el sujeto sirvieron para confirmar lo dicho por Yanira de que OR01 buscaba matarme poco a poco después de haber renunciado. —Pues aquí me tienes —le dije—, y déjame decirte que no me importa lo que hagan conmigo, porque no les diré nada, y antes prefiero que me maten. Aquel extraño individuo se acercó más a mí, y con una voz amenazante me dijo: —La muerte es un medio muy fácil para llegar a tu fin, y para evitar eso, te haré saber lo difícil que es recorrer el camino para llegar ahí. —¿Qué hacemos con el ahora? —le preguntó un entrometido Andrés. —Quítenle las cadenas y llévenlo después al cuarto que antes era de simulación. Quiero que le hagan conocer sólo una parte de ese camino que le mencioné. —Cuando dijo eso, el sujeto se retiró del lugar junto con Eva, quedando solamente Andrés y Juan, quienes comenzaron a sacarme del auto para llevarme hacia donde se les había ordenado. Me di cuenta de que estaba en una zona cercana al lugar donde se expuso por primera vez a Eva al exterior, donde además vi que la misma cabaña que se utilizó para ella aún permanecía ahí. No sabía qué iban a hacer conmigo, pero me sentía como un reo de una prisión siendo llevado a un juicio. Mientras tanto, Andrés comenzó a maldecirme fuertemente con la intención de dañarme la moral, y pedía a Juan que hiciera lo mismo, pero éste sólo se quedaba callado y agachaba la cabeza. Llegamos a lo que era una puerta escondida entre maleza que daba acceso a un cuarto secreto; y cuando la abrieron, Andrés me arrojó violentamente hacia adentro, haciéndome caer de manera brusca al suelo. Juan le pidió a Andrés ser más cuidadoso conmigo, pero ya sabemos que éste no iba a ceder a esa petición.
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—¡¿Qué te parece este lugar?! —me dijo Andrés con voz fuerte. Ese cuarto secreto era como un cementerio de robots donde había restos de estos mismos tirados por todos lados (parecían cadáveres reales), y también había computadoras y viejo equipo de laboratorio. El lugar parecía estar abandonado desde hace mucho tiempo, y se sentía un hedor insoportable en el aire, y hasta había insectos y roedores por todos lados. Andrés se acercó a mí, y me dijo: —Este lugar se utilizaba como entorno de simulación para los primeros robots que OR01 construía. Pero ahora será tu cárcel por un buen tiempo hasta que sepamos qué hacer contigo. De repente, alguien arrojó dos esferas pequeñas de luz amarilla (a manera de disparos o “balas de luz”) que impactaron contra Andrés y Juan, lo que provocó que estos cayeran inconscientes al suelo. Una hermosa figura femenina se vio en la puerta de aquel lugar, y mi sorpresa fue que se trataba de Eva, quien aparentemente había venido a mi rescate. —¿Creías que te había traicionado?, pues aquí vengo a salvarte —me dijo con una voz heroica (!). —¡No puede ser que estés aquí…! —le expresé totalmente atónito. —Pues créelo, pero lo mejor será que nos vayamos ya… Sólo te preguntaré algo: ¿Confías en mí? ¿Qué podía responder después de ver a un androide noquear a dos sujetos sólo para sacarme del lugar que se iba a convertir en mi prisión? Ese momento sirvió para dejarme llevar fácilmente por esa pregunta, la cual mandaba a la basura toda idea o mal concepto que tenía de Eva. —Claro que confío en ti. Vi que la mano derecha de Eva estaba transformada en una especie de arma, que rápidamente fue cambiando hasta ser de nuevo una mano normal. También había notado algo diferente en el androide, y era que el brillo de sus ojos había desaparecido en su totalidad; aunque de esto no quise hacer mención alguna. —¿Los has matado? —le interrogué pensando lo peor. Pero ella me contestó: —Tranquilo, solamente los puse a dormir. —Pero supongo que despertarán pronto.
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—La verdad es que esos dos tuvieron suerte de que no los matara —me dijo. Las palabras dichas por Eva fueron para mí un poco intrigantes, porque reflejaban las aparentes intenciones que ella tenía para con los demás (aunque esperaba que no lo haya dicho en serio). El androide Eva me llevó de nuevo al mismo auto donde me habían traído encadenado, y me apresuró para que lo condujera y de esa forma largarnos lo más rápido posible del lugar, aprovechando que habían dejado puesta la llave (¿intencionalmente?). Fue un escape como de película; y yo de nuevo estaba con Eva, y no había nadie ni nada que nos estorbara, y aunque no era de la manera que yo esperaba, al menos me hacía sentir seguro. Aunque debo admitir que lo anterior sonaba un poco fuera de contexto debido a lo que estaba ocurriendo en ese momento (mi salida de OR01 y las consecuencias que se vendrían por haberlo hecho); pero era tanta la alegría que me daba por estar con Eva que ni siquiera hacía conciencia de la situación adjunta del momento.
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Capítulo 21 Prófugo Manejé y manejé por mucho tiempo, mientras Eva se mantenía vigilante para asegurarse de que nadie nos estuviera siguiendo. No nos fuimos por ninguna carretera ni por ningún camino conocido, sino que nos arriesgamos por irnos sobre las orillas de la zona boscosa (recuerden que OR01 estaba ubicada en los alrededores de un bosque) para evitar ser vistos por alguien. No fue nada fácil conducir en esos sitios, pues las malas condiciones del terreno hacían que tuviera dificultades al volante. A pesar de permanecer en silencio en el auto por un buen rato y con temor a que alguien alertara mi escape, pensé en charlar un poco para tratar de cambiar el ambiente tenso… y buscar respuestas a preguntas obvias: —Eva, ¿por qué me rescataste?, y no es que sea desagradecido, pero creí que estabas de parte de los que me tuvieron atrapado. —Te salvé porque te conozco Ebrahn, y sé que no eres alguien que merece lo peor. Por cierto, jamás me gustó estar en OR01, porque ahí se siente como estar en una cárcel. Yo tengo derecho a ser libre y conocer el mundo, así que no vayas a pensar que estoy de parte de los que te lastimaron. Me asombraba que una máquina pudiera expresarse de esa forma. ¿En qué momento Eva adquirió la capacidad de razonar y sentir? Yo sabía mucho de robótica, pero me sentía como un novato al estar frente a un androide de esa naturaleza. —Comprendo, y te agradezco mucho por sacarme de ahí —le agradecí con sinceridad. —No necesitas hacerlo… —me dijo sonriendo—. Por ahora preocupémonos por alejarnos más de la zona, porque de seguro la gente de OR01 nos estará buscando. —Puede que ellos informen a la policía de nosotros. —Lo dudo, pues son asuntos internos que OR01 maneja en secreto y no querrán que medio mundo se enteré de lo que tú y yo hicimos. —Comprendo… Por cierto, ¿qué fue esa arma que usaste para noquear a Andrés y a Juan? —le pregunté. —Hay cosas que es mejor no saber Ebrahn. —¿Y por qué no?, ¿acaso me crees un tonto? —No, no es eso, es sólo que pienso que hay cosas que deben permanecer en silencio. Preferí cambiar el tema para no entrar en detalles y evitarme situaciones “incómodas” con Eva:
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—Quisiera saber qué fue lo que sucedió contigo cuando me fui de OR01. —Simplemente completaron mi desarrollo. Sin tu ayuda fue difícil, pero al final lo lograron. Pero ya no te preocupes por lo que pasó, sino enfoquémonos en nosotros, pues estamos juntos y eso es lo mejor. Las palabras de Eva fueron tan atinadas para mí; y es que era tan extraño, pero sentía que de nuevo estaba hechizado por los encantos de ese androide femenino, y no me importaba lo que me habían dicho de ella ni lo que había sucedido últimamente. Recuerdo la última novia que tuve, la cual era una mujer que se dejó manipular por los estereotipos hacia los hombres y que también se dejó influenciar por parejas que fracasaron en relaciones de noviazgo, dicho en otras palabras, era un desastre de persona comparada con la mujer robot que estaba ahora a mi lado. ¿Es que acaso ya no se puede vivir un noviazgo natural en estos tiempos? Toda la vida busqué una pareja que supiera enfrentar la realidad del mundo y que le gustara ser diferente y mejor que cualquier otra; y si bien la encontré, resultó no ser humana, sino un “montón” de circuitería y software, pero con algo en su interior que me hacía quererla y desearla. Sabía que estaba exagerando al decir que había encontrado a alguien especial, ya que ni siquiera le había declarado directamente mis sentimientos; pero además de eso, sabía que haría un acto deshonroso contra la unión correcta de un hombre y una mujer humanos. Por lo anterior, pienso que no conviene que se me juzgue, pues nadie sabe lo que se siente estar frente a una mujer artificial que expresa mejor su sentir que una mujer real y que parece que es tu alma gemela —aunque dicen por ahí que las almas gemelas no existen—. Como dije antes, estaba consciente de que exageraba en mis sentimientos hacia el androide, y además sólo nos habíamos visto unas cuantas veces, y no era lógico que yo hablara como si ya hubiéramos tenido una vida. Pero estar a la par de una mujer —real o no— que te diga que estar juntos es lo mejor, vuelve loco a cualquiera. Seguí hablando con ella: —A mí también me alegra que estemos juntos. —Sí, pero hay una cosa que me sorprende —me dijo. —¿Y qué es? —Que ya ni siquiera te acuerdes de tu amigo Miguel. Cuando Eva me dijo eso, frené el auto inmediatamente. —¡Es cierto…! ¡¿Qué hiciste con él?! —En verdad que no me acordaba de ese individuo. —¿Te acuerdas cuando te dije que se le había dado un trato especial? La verdad es que te mentí —me dijo, haciéndome después un guiño.
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—¿O sea que él está bien? —Puede decirse que sí. Ahora quiero que te conduzcas hacia el noreste, cerca de la ciudad capital. En el camino te daré más detalles de la ubicación de tu amigo, si es que quieres verlo de nuevo. —Disculpa que te diga esto, pero… ¿me aseguras de que no es una trampa? Lo que dije no le gustó mucho a Eva: —Cielos Ebrahn… te dije que confiaras en mí. Entiendo que estés traumado por todo lo que te ha sucedido, pero ahora te pediré que confíes en mí, porque te prometo que todo estará bien. —Como quieras —le dije, y luego me dispuse a continuar manejando para dirigirme hacia donde se me había indicado. Si Miguel estaba donde se me había dicho, entonces comprendería que el androide no estaba jugando conmigo y que podría estar fuera del dominio de OR01 (aparentemente). Platicamos un montón de cosas en el camino, perdiendo la noción del tiempo. Sentía que todo lo malo que había vivido ya no importaba, sino solamente lo presente y lo porvenir. Sin duda Eva era encantadora, y no podía creer que el enemigo la quisiera usar para propósitos malos; sin embargo, con todo lo que Miguel me había dicho (incluida las mismas vivencias que yo había tenido últimamente), era fácil darse cuenta de que ella podría ser usada para un objetivo oscuro y terrible si caía en las manos equivocadas. —Por cierto, Miguel no es tanto un amigo, de hecho, en un principio a él no le importó quererme matar — le mencioné a Eva. —¡¿En serio?! —me dijo muy sorprendida. —Así es, y es una larga historia. —¿Tiene que ver algo con lo que ustedes hacían al espiarme? La verdad creo que le había hablado de más a Eva. Nadie debía saber de las cosas que Miguel me había contado. —No te espiábamos. —Si tú lo dices… Pero aún no me has dicho quién es él en realidad. Le respondería a Eva, pero también trataría de evadir el tema: —Sólo es un conocido nada más, pero desde ya te digo que él no simpatiza con todo lo que posea inteligencia artificial, y es porque les tiene fobia a los robots, así que no te vayas a sorprender de su
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actitud. Pero olvidémonos de eso por un rato, porque ahora quiero pensar cómo le vamos a hacer para escondernos de OR01. No me sentía tan bien ir a donde estaba Miguel, porque tenía miedo de que éste le dijera al androide que yo pertenecía a un grupo de conspiradores que buscaba acabar con ella y con OR01 (aunque conociéndolo, quizás no se le ocurriría hablar de más); sin embargo, decidí ir a buscarlo simplemente por ayudarlo y por puro compromiso moral. Menos mal que Eva no me hacía tantas preguntas acerca de Miguel, porque seguramente todo se hubiera vuelto más complicado e incómodo; aunque, me parecía muy extraño que no lo hiciera, pues esperaba que su curiosidad se “desbordara” por el sujeto en cuestión. Ya había conducido durante bastante tiempo (casi dos horas); me estaba acercando a una zona desconocida y alejada de la población. No sé qué causó que le interrogara a Eva lo siguiente: —Si te preguntara qué piensas de nosotros los humanos, ¿qué me dirías? —Y como si fuera una extraña casualidad que me impidió seguir la conversación, Eva me alertó de que ya habíamos llegado al lugar donde se encontraba Miguel: —Ahora quiero que cruces esa esquina, ahí verás una vieja casa de adobe con la puerta abierta, que es donde se encuentra tu supuesto amigo. No sabía si Eva me engañaba, pero es que ya todo parecía sospechoso, más sabiendo que ella había aprendido a mentir muy bien. Ya casi no distinguía la diferencia entre un humano y un robot. Pero gracias a Dios que nadie estaba mintiendo esta vez, porque cuando llegué al lugar indicado, vi a Miguel atado a una viga de madera dentro de una casa que se encontraba en medio de un montón de árboles de pinos. Miguel estaba dormido, pero se despertó al percatarse de nuestra presencia. —Veo que está bien atado, y supongo que fuiste tú y Andrés quienes lo dejaron así —le mencioné a Eva. —Sí, pero Andrés no se anticipó a que yo estaría de tu parte. Tú aún estabas inconsciente cuando lo dejamos en este lugar. —Creo que ya estabas planeando mi rescate desde ese momento. —Como verás estoy llena de sorpresas… Ahora desatémoslo. Ya nos habíamos bajado del auto para ir al interior de la casa; y cuando Miguel vio que venía acompañado del androide, comenzó a gritarme:
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—¡¿Qué haces con ese monstruo?! ¡Aléjate rápido! —Yo esperaba que solamente estuviera asustado por la situación (por el hecho de saber que Eva y Andrés nos habían tenido cautivos); pero al parecer pasaba algo más. —No puedo creer que me diga monstruo. —Eva se sentía indignada. —No le hagas caso —le dije. Pero Miguel comenzó a decirme más cosas: —¡No te dejes engañar por sus palabras, pues sólo te está usando! Eva se molestó tanto por lo que Miguel decía que me pidió que fuera a desatarlo yo solo, no sin antes transformar su mano en una especie de depósito, de donde sacó una navaja: —Toma, con esto podrás cortar las sogas que lo atan. —¡Realmente estás llena de sorpresas…! Espero que no tengas una súper arma guardada ahí adentro —le dije asombrado. —¡La utilizaría contra él si pudiera! —exclamó sonriendo con aparente malicia. No estaba tranquilo por las peculiares expresiones que le escuchaba decir, y esas palabras no fueron la excepción. Cuando me acerqué a Miguel para desatarlo, éste no dejó de insistir en que el androide estaba en contra nuestra, y en voz baja me decía: —¿Qué haces con ella? —Cálmate, ella me rescató y está de nuestra parte. —No lo está, ¿o es que caso ya olvidaste todo lo que te dijimos de ella? Espero no estés bajo otro control mental. —¡No, claro que no!, y no vayas a decirle que perteneces a una sociedad secreta que busca destruirla. Tienes suerte de que te esté desatando yo solo, porque no sé qué ocurriría si dijeras algo indebido frente a ella. ¡Me arriesgué mucho en venirte a rescatar sabiendo lo que eres! —¿Lo que soy?… —creo que Miguel se sintió ofendido— pues tú tienes suerte de que no esté haciendo un escándalo en este momento, porque sé que comprometería mi seguridad y la tuya con ese peligroso robot. Yo sólo intento hacerte entender que no haces lo correcto. —¿La conoces mejor que yo? Te pido por favor que no sigas hablando más de eso —le dije mientras terminaba de desatarlo y de ayudarlo a levantarse.
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—Ella te traicionará, desde ya te lo estoy advirtiendo… Te aseguro que te acordarás de mí cuando pagues las consecuencias por confiar en ella. Eva nos observaba de lejos y de una forma tal como si quisiera desahogarse de su enojo, y luego me dijo: —Creo que debiste dejarlo ahí atado. —Pero yo no le contesté nada. No había tiempo de charlar, por lo que le pedí a Miguel que subiéramos al auto para retirarnos rápidamente del sitio, explicándole brevemente por qué razón corríamos el riesgo de que alguien nos pudiera atrapar, y que lo mejor sería buscar pronto un escondite. Pero Miguel estaba tan convencido de lo que decía contra el androide: —No querrás que me suba al auto con ese robot, ¿cierto Ebrahn? —¡Sólo sube si no quieres que te dejemos aquí! Pero no esperaba que el momento se tornara más conflictivo, y sucedió que Miguel se paró frente a Eva para comenzar a decirle palabrerías: —Androide, ¿sabes quién soy? Pero Eva no le contestó nada, y sólo hizo un gesto de no importarle nada de lo que escuchaba. Miguel continuó: —Soy quien te conoce mejor que nadie, porque sé muy bien que piensan ustedes las máquinas, y eso es borrar de la faz de la tierra la esencia del ser humano. —¡Asshhh… ya basta de dramatismo pedazo de humano! —le dijo Eva mientras cruzaba sus brazos y volteaba su cara a un lado—. Y ya sube al auto para que podamos irnos… De no ser por Ebrahn, yo ya te hubiera dejado aquí. —No intentes convencerme con tus palabras ni engañarlo a él —le respondió. Pero esto ya se estaba saliendo de control, así que le advertí a Miguel de dejarlo si no estaba dispuesto a ir con nosotros: —Ya déjate de idioteces y vámonos de aquí. Si tanto odias a esta chica entonces sólo no le hables y ve si resuelves después tus diferencias. Tú eliges si te quedas aquí o no… —Si es que no quieres que se resuelva ahorita este ridículo conflicto —le dijo Eva mientras levantaba su mano derecha con la intención de convertirla en un arma para atentar contra él, pero entonces yo intervine inmediatamente para tratar de calmarla:
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—Oye preciosa, no vayas a hacer nada tonto por favor… Todo estará bien si nos comportamos, ¿sí? —Como quieras —me dijo mientras bajaba su mano. Eva estaba dispuesta a tomar medidas extremas para tratar circunstancias; y la verdad es que preocupaba mucho el pensar que su carácter podría traer repercusiones a futuro. Ante lo anterior, me preguntaba si al androide se le había programado el uso de violencia, o si era algo totalmente nativo en su ser. Me estaba hartando del sujeto que estaba complicándonos el día; pero aun así decidí darle una última oportunidad: —Y tú Miguel, ¿te quedas aquí o vienes con nosotros? Es tu última oportunidad… Sabes muy bien lo que te conviene. De mala gana Miguel subió al auto, pero le sugerí que se fuera en el asiento trasero. En serio que me molestaba su actitud, pero era lógico que él estuviera así por el hecho de ser un miembro principal de una sociedad secreta que odiaba a todo ser artificial proveniente de OR01, así que no debía de sorprenderme su comportamiento. Finalmente nos largamos, y esta vez me fui por la carretera principal que me llevaría directo a la capital, arriesgándome a que alguien nos ubicara en cualquier momento. Necesitaba poner en claro algunas cosas: —Oye Eva, ¿a dónde vamos ahora? —Tú dímelo Ebrahn. —Yo sugiero que vayamos a mi casa. —¿No habrá inconvenientes con tu familia? —Pues verás… mi familia no vive más conmigo. —¿Y eso? —Ella volteó a verme muy extrañada, haciendo un leve gemido. —Es complicado de explicar —le dije—, pero por ahora recomiendo que vayamos ahí, pero no para quedarnos, sino para empacar algunas cosas y largarnos a otra parte. —¿Y qué hay con Miguel? —me preguntó. Miré por el espejo retrovisor a Miguel quien permanecía quieto y sin decir ni una sola palabra, y le pregunté qué opinaba al respecto, pero él sólo me dijo: —No me importa lo que hagas, sólo mantenme alejado de esa máquina.
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No sé qué había sucedido, pero Eva se había convertido sin duda alguna en mi mayor debilidad, y en ese momento no podía discernir si eso era correcto o no. Control mental, enamoramiento u obsesión no me importaban, porque solamente deseaba estar a su lado; y lo que Miguel opinara tampoco me importaba, porque este personaje en específico se había convertido en alguien ajeno a mis verdades y a mi realidad. Sin importar lo que pensaran de mí, yo seguía firme en mi posición de seguir mis propios “instintos”. Aquella odisea quedará siempre en el recuerdo de todos. El encuentro que tuve con una sociedad secreta, escuchar de conspiraciones, el atarme en un auto para ser llevado a un lugar que no esperaba ir y el escape con la ayuda de un androide sin duda alguna marcaron mi existencia para bien o para mal. Más allá de todo eso, quedaba la incertidumbre de lo que se avecinaba en el futuro, más específicamente con Eva que, aunque ella me había ayudado a salir de OR01, no sabía decir si lo había hecho con buenas intenciones, aunque ya sabemos que le había asegurado mí confianza.
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Capítulo 22 Incertidumbre Kilometro a kilometro me acercaba a la capital, luego al municipio y por último a la colonia donde estaba mi casa —o lo que quedaba de ella—. Tardé mucho tiempo en llegar a mi hogar; ya casi anochecía y yo estaba muy cansado. Cuando apenas hube terminado de estacionar el vehículo, Eva comenzó a apresurarse en extremo para entrar a mi casa, cual si sintiera mucho temor de que alguien la viera (a pesar de que a esa hora no había nadie en la calle), y fue ahí que me di cuenta de que ella no sólo había aprendido a razonar, mentir y a odiar, sino también a sentir miedo. ¿Acaso una máquina debe sentir miedo? Ya había dicho que mi casa se había convertido en un desastre. Llegar ahí no fue fácil, porque tan sólo ver comida putrefacta y tirada en el suelo, una excesiva capa de polvo en los muebles y desorden por todos lados me traía a memoria los resultados de una mala y vergonzosa vida. Había perdido lo que un día fue mi hogar. Sabía que Eva se sorprendería de lo que vería: —¡Ebrahn, no me digas que tú vives aquí! —Sí, pero no preguntes por favor… —le pedí con tristeza. Realmente me puse mal. —No sé lo que haya pasado contigo, pero espero que ya te encuentres bien. —Lo estaré con el tiempo… pero te aseguro que todo esto no fue mi culpa. —¿Por qué lo dices? —preguntó intrigada. Traté de tranquilizarme para poder explicarle. Recordar era una tortura para mí, pero tuve el valor para continuar con la conversación: —Eva, si te dijera que estaba bajo una influencia mental que me controlaba como si fuera una marioneta, ¿qué me dirías? —Diría que estabas siendo manipulado para un fin maléfico. —Pues déjame decirte que la entidad que te vio nacer se encargó también de controlar mi mente desde un pequeño objeto. —¡No es posible! —exclamó —me sorprendió que ella no supiera de eso—. —¿Recuerdas el drone que construí para mí?, pues como habrás notado, ese pequeño robot ya no está más conmigo, y créeme que fue lo mejor que me pasó, porque esa cosa estaba manipulando mi existencia literalmente hablando.
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—¿Y eso fue lo que produjo todo esto? No entiendo. —Por eso no quiero contarte nada en este momento, porque es algo complicado. Eva comprendió que no era el momento de ponerse a contar anécdotas de mi vida personal. Era necesario llevar algunas cosas de mi casa. Sólo entramos Eva y yo porque Miguel prefirió quedarse en el auto. —Llevaré algunas cosas que espero nos sirvan de algo —dije. —¿Pero a dónde nos quedaremos?, porque mira que ya se hace muy noche. —Eva claramente estaba preocupada. —¡Rayos, no lo sé! —le dije en voz alta y llevando mis manos a la cara. Me sentía desesperado. Eva se acercó a mí; ella sólo quería hacerme sentir tranquilo: —Cálmate por favor, ya veremos qué hacer… Has pasado cosas muy malas, pero quiero que veas este momento como si fuera una oportunidad para empezar de nuevo. Ahora Eva me apoyaba en momentos difíciles; no había nadie más con quien yo me sintiera tranquilo. Recuerdo que de vez en cuando la imaginaba siendo alguien más en mi vida, es decir, como una novia o esposa; porque el que ella fuera una máquina no me impedía imaginar libremente lo que yo deseara. En ese entonces pensaba que la diferencia entre humanos y máquinas se limitaba únicamente por los estereotipos que había en la mente de los primeros, o más bien, con lo que había en su corazón. Empaqué en unas cajas todo lo que pude como ropa, dinero, comida enlatada y jugos, pues había logrado conservar algunas cosas en mi casa a pesar de haber vivido como un miserable. Ya eran las ocho de la noche, y consideré que era el momento adecuado para largarnos. Mencioné que Miguel se había quedado en el auto mientras yo me encontraba dentro de mí casa; pero resulta que cuando regresamos, el individuo había desaparecido, y Eva fue la primera en darse cuenta: —¡Miguel se ha ido! —¡Ese condenado se escapó! —exclamé como nunca lo había hecho antes—. ¡Nos engañó a los dos! — Comencé a mirar a todos lados para tratar de ubicarlo, pero era inútil, pues parecía que a ese sujeto se lo había tragado la tierra. —Ebrahn, ¿por qué tuvimos que traer a ese imbécil con nosotros? —No puedo creerlo… Debí imaginar que esto sucedería —le dije. Comenzaba a arrepentirme de haber rescatado a Miguel.
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—¿Y ahora qué Ebrahn?, no sabemos a dónde fue ni qué hará. —Eso no debe importarnos ahora. Lo mejor es irnos rápido de aquí. Arranqué el auto para irnos de inmediato. Eva y yo desconocíamos lo que nos esperaba más adelante, y solamente nos teníamos el uno al otro. No podría decir que todo iba a estar bien, porque estaría mintiéndome a mí mismo y a quien estaba conmigo. De nuevo kilometro tras kilometro nos alejábamos, y esta vez, hacia un rumbo desconocido. De pronto nos vimos en la necesidad de detenernos en una gasolinera para llenar combustible, donde también quise aprovechar para comprar algo de comida en la cafetería de ese mismo lugar. —Espera un rato aquí, iré a comprar algunas cosas —le dije a Eva sin esperar alguna reacción de su parte; pero ella me pidió que me apresurara para regresar pronto al auto, porque decía sentirse expuesta y vulnerable. Cuando regresé, el empleado de la gasolinera ya había terminado de llenar el tanque de gasolina cuando me dijo: —Disculpe caballero, pero la muchacha que lo acompaña parece estar muy asustada, ¿le sucede algo? —No, claro que no —le respondí. —Ella parece estar muy inquieta… Sólo espero que todo esté bien. —Todo está perfectamente bien, y no es necesario que usted se meta en nuestros asuntos. —Lo siento, no quería entrometerme, pero tampoco se moleste. Me retiré inmediatamente del lugar. Me sentía molesto, pero no con el empleado de la gasolinera, y lo estaba por una buena razón: —Eva, ¿quieres que crean que te estoy secuestrando o qué? —¿Qué hice? —preguntó inocentemente. —El tipo de la gasolinera debió haber pensado que yo te estaba haciendo algo malo, y pudo haber alertado a la policía. En buena onda sólo te pido que seas discreta, porque no sabemos lo que pueda ocurrir si alguien piensa mal de nosotros. Quizás Eva aún no había aprendido a comportarse como un humano al cien por ciento, o es que quizás se había convertido en alguien con “demasiada humanidad”. Sólo esperaba que todo eso no nos metiera en problemas.
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Capítulo 23 El amor es ciego Ya era muy noche, y yo no podía manejar más, pues tenía sueño. Lo interesante era ver a Eva sin signos de estar cansada, aunque esto era muy normal en ella, pues al ser una máquina tenía energía casi ilimitada gracias a que poseía una célula especial de energía cerca de su pecho, la cual estaba destinada a durar aproximadamente setenta años. Eva no necesitaba dormir, aunque podía hacerlo si quisiera (hibernando su sistema), y tampoco necesitaba alimentarse, pero también podía hacerlo simulando ingerir alimentos y desecharlos después. Como dije, esa noche no podía conducir más tiempo: —Escúchame Eva, tengo sueño y sabes que no podre manejar así, por eso será mejor que nos detengamos. —Está bien, ¿pero a dónde? —Ya veré, no te preocupes. Me di cuenta de que recorría una carretera que me permitía salir de la capital. Decidí desviarme hacia una parte arboleada donde podía ocultarme de la vista de cualquiera, esconder el auto entre la misma vegetación y dormir, mientras que Eva podía quedarse alerta. Pero ese plan perfecto tendría unos “cambios”. —Dejaré el auto entre esos árboles —le dije. —Me parece bien Ebrahn, sólo asegúrate de dejarlo bien oculto. —Sabes Eva, es curioso que hayamos terminado juntos en esta aventura. —Lo mismo digo. Algo nuevo estaba empezando en la historia de mi vida. Había un precipicio cerca de donde había dejado el auto, que más bien servía como un mirador hacia a la gran ciudad, y me dirigí hacia ahí para sentarme y observar el paisaje y, justo como yo quería, Eva se sentó a mi lado. El momento era verdaderamente único, y más cuando ella arrecosto su cabeza sobre mi hombro, haciéndome sentir que yo era el único ser con quien se sentía bien. —Es hermosa la ciudad, ¿no crees? —le dije. —Claro… —me respondió tomándome del brazo—. Jamás había visto algo así.
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—Lamento que te estuvieras perdiendo de todo esto. Sé que no fue nada grato para ti el haber estado en OR01. —Pero lo importante es que estamos aquí, y no debemos de acordarnos del ayer. Era un momento donde me sentía más conectado a Eva, donde las circunstancias actuales, el tiempo y nuestro alrededor no importaban en absoluto. Y tampoco vi necesario preguntarle cosas de su pasado, así que mejor me quedé callado para no complicarme la vida. Esa noche el cielo estaba muy estrellado, sin nubes; era la típica ocasión perfecta para iniciar una conversación más abierta con el ser que estaba a mi lado: —Mira el cielo Eva… ¡qué hermoso se ve! —¡Sí, está totalmente estrellado! —Eva… ¿has sentido algún afecto especial por alguien? —¿Una atracción? —Lo que sea. —Quizás sea algo muy complicado de hablar por ahora. —Para mí no lo es… —Cuando le dije eso, no pude resistirme en abrazarla y empezar a besarla, y haciendo que se acostara en el suelo, comencé a acariciarla delicadamente, e inmediatamente mis acciones comenzaron a ser correspondidas de manera positiva. Esa hora se volvió de romance y placer; porque de todo había aprendido Eva, incluso a querer a un ser humano, y no me importaba lo que ella había sido en su pasado, porque ese momento nos pertenecía solamente a ambos y nadie nos lo podía quitar. Los minutos pasaban a nuestro alrededor, y el ambiente de romance que habíamos formado se hacía cada vez mayor. Mis deseos propiciaron el comienzo de una inusual relación afectiva, que más tarde me haría preguntarme si era ilícita o no (por cuestiones morales) Siempre hay un despertar para todo, pero lo que sucedió la mañana siguiente no tiene precio: cuando abrí mis ojos, mi cabeza estaba recostada en las piernas de Eva, quien estaba mirándome muy sonriente. —Buenos días bello durmiente —me saludó. —Hola linda… —le contesté —Qué bueno que ya estás despierto —me dijo dándome un beso. —Y qué bueno para mí también.
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—Pues más para mí, porque te tengo una buena noticia. —¿En serio? ¿Y cuál es? —No todos los días escuchaba decir eso. —Te lo diré luego, por ahora debemos apurarnos para continuar nuestro viaje. Yo estaba muy feliz esa mañana, porque esta vez todo era distinto (sin preocupaciones como ayer), y mi chica también estaba feliz, y eso me hacía sentir muy tranquilo. Ambos sentíamos la misma alegría que dos recién enamorados, y las sonrisas que ella me hacía mientras nos preparábamos para continuar nuestro viaje reflejaban la emoción de nuestra relación. Conduje nuevamente el auto, retornando mi recorrido por la carretera para salir de la capital. Y estando con el vehículo en marcha, Eva me contó sobre la buena noticia que dijo tener: —Ebrahn, ¿recuerdas el drone que viste cuando estaba con Andrés? —Sí lo recuerdo. —Aunque no lo creas, encontré la manera de conectarme a ese mismo robot de forma remota, y gracias a eso podré descargar su información sin que nadie se dé cuenta. —¡¿En serio?!… ¡Eso es realmente bueno! —Sí, y por lo que sé, ese drone aún está activo en OR01, y eso nos conviene porque así podre averiguar qué cosas planean o qué saben de nosotros. —¿Pero por qué dices que puedes sacar esa información de ese robot? —Se supone que ese drone es parte de una red de otros drones que reciben y envían datos provenientes de OR01, y es en esa comunicación donde debería de haber una alerta sobre tu escape y alguna orden de búsqueda contra mí. Las capacidades del androide eran admirables. Debieron haberle hecho muchas cosas cuando completaron su desarrollo. —Pero ¿qué has descubierto hasta ahora? —le pregunté. —Pues sonará extraño… porque en realidad no he encontrado nada. No podía creer lo que escuché. Después de todo lo ocurrido días atrás, era ilógico pensar que el enemigo “guardara silencio”. —No puede ser… —le dije—. Quizás ese robot ya no está activo como tú dices. —Imposible, esa cosa no es cualquier máquina, sino un medio importante de comunicación masiva entre autómatas.
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—Es increíble… todo es tal como dijo Miguel, porque él me informó que OR01 no es en realidad una empresa, sino una entidad secreta con intenciones nada buenas. —¡¿En serio te dijo todo eso?! —Ella me descubrió. De nuevo había hablado de más, pero esta vez ya no podía ocultarle cosas a Eva. No me di cuenta en qué momento metí la pata, porque se supone que todo lo que me había dicho Miguel y la sociedad secreta sería solamente para mí. —La verdad es que no me has contado todo lo que te dijo ese sujeto —me dijo viéndome fijamente. Como dije antes, ya no podía ocultarle nada (aunque trataría de no darle mayores explicaciones): —Te juro que Miguel solamente trató de mostrarme la realidad de OR01, y eso incluía el hablarme de ti. —¡¿Y qué te dijo de mí?! —Lo que sea que él haya dicho de ti no es de importancia, porque claramente no te conocía como yo, y sólo te veía como una máquina más del montón. Esperaba que Eva me cuestionara más, pero extrañamente (o como si no le importara) sólo se limitó a una pregunta: —¿Y tú cómo me vez Ebrahn? —Cuando me preguntó eso, la miré inmediatamente a los ojos, y por un momento me quedé atrapado por su bella mirada —casi perdía el control del vehículo—, y luego le respondí: —Yo te veo como alguien real. Y fue así como se dio definitivamente un inusual noviazgo entre un hombre y una máquina que, a la verdad, nadie de los dos esperaba que sucediera (aparentemente), de hecho, puedo decir que se trataba de la primera relación de ese tipo en la historia de la humanidad. Jamás le cuestioné nada a Eva, y ni siquiera le pregunté qué hacía con un cierto sujeto en un centro comercial junto a un drone —era como si algo en mi mente me “impidiera” hacerlo—. Esa mañana comprendí dos cosas: la primera es que el amor no distinguía entre un ser real y uno artificial, y la otra es que empezaba a conocer la primera parte del destino que yo enfrentaría más adelante, y que estaba relacionado con lo que me dijo un anciano hace ya un tiempo. Aún era de mañana, y ya nos encontrábamos fuera de la capital; en realidad estaba muy lejos, en un lugar desconocido. —¿A dónde piensas ir ahora? —me preguntó Eva mientras tomaba mi brazo y arrecostaba su cabeza sobre mi hombro —¡cómo me gustaba que hiciera eso!—.
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—Ya que dices que no hay nadie buscándonos —le contesté—, te diré que ya me siento más tranquilo y con ganas de ir de paseo. —¿De paseo dices? —Así es, y estoy pensando ir a un lugar turístico donde podamos pasar un rato relajados. —¿Cómo una pareja? —Como novios. —Le di un beso en la mejilla. Tal como lo dije, tenía ganas de ir de paseo; y a pesar de todo lo que nos había pasado, aún tenía tiempo de pensar en algo positivo; y es que hasta me sorprendí yo mismo al decir que iríamos a un centro turístico, porque después de todo lo que me había ocurrido, lo que menos pensaría es en “desconectarme”. Creo que ya había sido suficiente el haber pasado cosas negativas. Supe que había cerca un lugar con piscinas, playa y hospedaje, el cual sin duda sería el lugar perfecto para pasarla bien. El dinero que portaba era suficiente para pagar los gastos de estadía al menos por un día. No tardamos en llegar al lugar deseado; y una vez estando ahí, Eva y yo sentíamos que estábamos como en un paraíso, donde nada ni nadie nos estorbaba y donde podíamos estar tranquilos —aunque sea por un rato—. Nos bañamos en la piscina (Eva podía mojarse sin que sus partes robóticas fueran afectadas), comimos unos mariscos (bueno, sólo yo lo hice), admiramos el mar mientras caminábamos en la arena agarrados de la mano, y también reímos y gozamos muchísimo. Nadie sospechaba que Eva era un robot, y no era solamente por el aspecto de su piel realista, sino también por su comportamiento idéntico al de una mujer humana. Ver a Eva tan alegre me hacía comprender lo valioso que podía ser un robot al llegar a tener la capacidad de tener sentimientos. Sé muy bien que en los primeros días de un noviazgo entre un hombre y una mujer no existe un amor maduro, y sólo hay un afecto primitivo que más tarde se convierte en verdadero amor; pero debo reconocer que esto no aplicaba en mi caso, para decir que hasta no existían frases como “Vamos muy rápido” o “Cálmate, apenas comenzamos”, porque mi novia correspondía perfectamente a mis muestras de afecto y cariño. Recuerdo bien los primeros días que trabajé en el desarrollo de la mente de Eva, y recuerdo además cuando ella habló conmigo por primera vez, y también cuando ensayamos su primera interacción con el mundo… y con la vida. Quizás todo lo anterior era lo que podría llamar los primeros pasos para iniciar un noviazgo con un androide femenino, como un “conociéndonos robótico”. Siendo alcanzativo, pienso que toda esa experiencia se convirtió en un concepto nuevo de cómo un humano y una máquina pueden llegar a tener una relación amorosa, dejando a un lado los pasos normales o comunes previos a un noviazgo puramente humano.
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Pero Eva y yo éramos muy precavidos —creo que demasiado—, y procurábamos no estar mucho tiempo en un solo lugar, y el turicentro donde pasamos un día maravilloso no fue la excepción, y decidimos irnos cuando se puso la tarde, aun sabiendo que teníamos derecho a hospedarnos de noche.
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Capítulo 24 Las cosas viejas pasaron Pasaron los días, las semanas, y los meses; y Eva y yo seguíamos tan enamorados como el primer día. Atrás habían quedado los malos recuerdos de OR01, la familia que me abandonó y mi antigua forma de vida, y no se diga también de aquel personaje llamado Miguel, de quien no había sabido nada. No tenía ojos para otra mujer, siendo mi mayor satisfacción el permanecer muy fiel. Cada día aprendíamos muchas cosas de nuestra peculiar relación como el cuidarnos el uno al otro y a saber cómo hacernos sentir bien mutuamente. Para Eva la relación era gratificante, pues le gustaba aprender más del mundo, de las costumbres humanas, la cultura y, sobre todo, el seguir aprendiendo a querer. Pero a pesar de que me sentía realizado con Eva, en las noches solía preguntarme si estaba haciendo bien las cosas; porque había momentos que ponía los pies en la tierra y me decía: “Ebrahn, ella es solamente una máquina… ¿Qué estás haciendo?”. Había caído profundamente en las “redes” de un ser artificial, lo cual había sido misteriosamente rápido. También me preguntaba qué pasaría si alguien de OR01 nos encontrara alguna vez. ¿Acaso sería el final del “cielo” que había formado con mi chica? Y un día le hablé a Eva algo relacionado al tema, cosa que por alguna razón le incomodó un poco: —Eva, hace un tiempo dijiste que podías monitorear la actividad de un drone propiedad de OR01, y me preguntaba si últimamente has sabido algo al respecto. —¿Te refieres a que si nos buscan? En realidad, no hay nada —me contestó un poco inquieta. —No es posible —le dije con incredulidad al oír una respuesta poco relevante. —Ebrahn, a mí también me resulta curioso que allá afuera guarden silencio, y por eso sabes que no nos debemos confiar. —Estos últimos meses hemos estado tratando de ocultarnos sin descuidar nuestra relación y nuestra vida social. Ella me dio un abrazo, y con un tono de voz dudosamente triste me dijo: —Lo sé, y sé que no ha sido nada fácil. Empezaba a desconfiar de lo que mi “amada novia” me decía. Habían pasado ya cinco meses desde que conocí a Eva. Gracias a Dios ya había conseguido un trabajo como eventual en construcción de casas, donde la paga era suficiente para sostener solamente mis necesidades, y digo que sólo mis necesidades porque Eva no necesitaba alimentarse ni nada por el estilo por el hecho de ser un robot. Me había desasido del automóvil que usé para huir de OR01, lo cual
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me provocó dificultades para movilizarme. También habíamos pasado alquilando cuartos o apartamentos a un costo muy bajo, y mientras yo trabajaba, Eva se quedaba a cargo del apartamento; pero procurábamos no estarnos más de un mes alquilando en un mismo lugar, porque aún teníamos la preocupación de que alguien nos estuviera buscando (no nos confiábamos). A pesar de todo, a nosotros no nos parecía nada mal ese estilo de vida tradicional como pareja, siempre y cuando ninguno de los dos tuviera de qué quejarse. Resulta que un día mientras regresaba del trabajo, vi a una pareja de esposos con su hijo caminando por la calle, quienes parecían estar muy alegres mientras consentían a su querido retoño; y esa escena tan inocente resultó para mí un poco inquietante, porque hacía preguntarme qué estaba haciendo yo con una mujer robot a mi lado. ¿No debería de ser normal el tener conmigo a una mujer verdadera? ¿Qué va a pasar conmigo a medida que el tiempo pase y yo envejezca y ella no? —Eva ni siquiera podía tener sexo por el hecho de ser una máquina—. Ya me había hecho preguntas similares acerca de mi relación con Eva, pero por alguna extraña razón se me ocurría pensar así solamente cuando ella dormía, o cuando me encontraba muy lejos de ella, es decir, al estar cerca del androide me olvidaba o desinteresaba de todo lo que yo consideraba normal, quedándome como “hechizado”, haciéndome pensar que lo que yo sentía no era un sentimiento de amor, sino algo más. Lo extraño de todo, es que ese efecto de “desinteresarme” me hacía recordar las sensaciones que sentía cuando era víctima de control mental, y no me refiero a los dolores de cabeza y desmayos que padecí cuando OR01 ejercía su influencia en mí, aunque con esto tampoco estoy afirmando que me encontraba bajo una clase de manipulación (al menos eso creía). Mientras continuaba mí camino, recibí una llamada telefónica de la dichosa Eva: —Hola Ebrahn, te llamaba para preguntarte si podemos ir a comer a un restaurante esta noche. —Claro que me encantaría, y no necesitas preguntármelo. —Bien, entonces te estaré esperando… Ya tengo en mente un buen lugar. —Sí, te veo luego preciosa. Eva jamás me había invitado a cenar, porque siempre había sido yo quien la invitaba, pero no digo que estuviera mal lo que ella hacía, es sólo que la conocía muy bien y sé que había algo más que sólo el deseo de salir a cenar. No había razón para negar una cena con la mujer que más amaba en el mundo. Cuando llegué a mi domicilio, encontré a Eva esperándome ya arreglada y con un hermoso vestido de noche, lo que la hacía ver muy elegante y atractiva y muy única a otras mujeres que ya había conocido antes. Ella tenía listo un automóvil alquilado para poder transportarnos con comodidad al restaurante (había sacrificado una parte de nuestros ahorros para esa noche), y sólo bastaba ducharme rápido y ponerme un buen traje para salir.
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Nos fuimos rápidamente al restaurante donde mi chica había hecho la reservación; todo estaba muy bien, y sólo esperábamos pasar una bella y romántica noche juntos. Pero resultó que al llegar al restaurante y buscar estacionar el vehículo, nos informaron que el parqueo de clientes ya estaba lleno, haciéndonos dejar el auto como a una cuadra del lugar y a la orilla de la calle, expuesto a ser robado o bien a ser golpeado accidentalmente por otro auto. Yo les reclamé a los del restaurante que debieron haberme guardado parqueo (por el hecho de haber reservado una estadía para esa noche), pero se justificaron diciéndome que había habido falta de comunicación entre ellos. Pero lo del parqueo no sería mi mayor problema, sino lo que vendría después. Lo que pasaría esa noche marcaría el inicio de un conflicto entre Eva y yo. Cuando dejamos el auto en la calle, empezamos a caminar inmediatamente hacia el restaurante, y fue entonces que divisé a lo lejos las siluetas de tres sujetos con aspecto de delincuentes que se dirigían hacia nosotros, lo que nos hizo apresurar el paso. Pero sucedió que los individuos nos alcanzaron y nos rodearon, amenazándonos con robarnos y de lastimarnos si era necesario; y yo le dije a Eva que se pusiera atrás de mí para protegerla, pero ella comenzó a insistir en querer confrontarlos. Uno de los maleantes tenía puesto un gorro pasamontañas, y éste al ver a Eva con una actitud ofensiva, comenzó a decirme: —¡Mira nada más esa belleza con quien andas! Parece que te ha salido muy valiente, ¿no crees? —Por favor no le hagas daño —le pedí. Otro de los individuos me dijo: —Te vamos a enseñar quién manda aquí. —Señores no queremos problemas con ustedes. Llévense nuestro dinero si quieren, pero por favor déjennos en paz —les decía tratando de evitar lo peor. —¿No quieres problemas dices? —me dijeron mientras sacaban unos cuchillos—. Los problemas ya iniciaron para ti. —Pero cuando Eva vio que los sujetos se disponían a atacarme, reaccionó transformando su mano derecha en un arma de fuego con la que comenzó a dispararles, pero entonces yo aparte rápidamente su brazo para evitar que les diera un tiro, lo que provocó que los proyectiles del arma salieran disparados hacia el aire, y esto asustó a los maleantes quienes comenzaron a huir inmediatamente. —¡Estás loca Eva, ibas a matarlos! —¡¿Acaso no se lo merecen?! —me dijo muy molesta, al tiempo que intentaba apuntar su arma a los delincuentes que huían de nuestra presencia.
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—¡No somos asesinos! ¿Acaso quieres que nos metan en la cárcel? —Entonces la agarré de su mano y le pedí que nos fuéramos del lugar lo más rápido posible. Evidentemente ya no podíamos quedarnos a cenar por ningún motivo, y debíamos de largarnos pronto. En el auto íbamos discutiendo de todo, hasta de qué se iba a morir cada uno, cosa que jamás habíamos hecho desde que estábamos juntos. El paraíso que viví con Eva en meses parecía no importar para nada en ese momento, y más aún cuando sucedió lo siguiente: —No vuelvas a intentar lastimar o matar a alguien, porque puedes causarnos problemas —le traté de hacer entender. —Ese maleante iba hacerte daño Ebrahn. —Sí, pero no era necesario llegar hasta esos extremos… además, pude haberme defendido solo y sin necesidad de matar a nadie. —¿Y qué querías que hiciera entonces? —¡No lo sé, alguna otra cosa!… Por Dios… tú mejor que nadie debería saberlo, pues eres una máquina. Paré el auto rápidamente; sabía que había cometido un error al haberle dicho a Eva que era sólo una máquina y no una mujer real como ella misma se sentía —o como yo la había hecho sentir—. Se había quedado quieta y callada; su cabello cubría la mitad de su rostro, escondiéndolo expresamente —rostro que no era necesario ver para saber lo ofendida y triste que estaba—. En todo momento vi en Eva a una mujer real, y hasta me había olvidado de que ella era un robot; pero desafortunadamente hubo una excepción, y eso se acaba de ver ahorita. —Eva… no quise decir eso. —Ebrahn… tú siempre has sido un buen hombre para mí, y eres el primero y el único que me ha enseñado a amar y a ver la vida desde otra perspectiva… pero creí que tú también me veías así, es decir, no como a un robot más, sino como a una mujer verdadera y diferente a todas. —Pero claro que te veo como a una mujer para mí. —Por cierto, había reservado la cena para celebrar de una manera sencilla nuestra relación, y simplemente quería agasajarte. Sé que siempre tomas la iniciativa en todo, pero esta vez quería ser yo la que deseaba hacerte sentir bien. Sé que no soy perfecta y tengo predisposición a hacer cosas malas, pero intento aprender cada día a cómo tratar a los demás, aun si estos son malos, porque en realidad no sé bien cómo hacerlo. —En serio no sabes cuánto lo lamento… ¡Cielos, no sé qué decir! —Claro que no sabes qué decir… Mejor vámonos ya.
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Honestamente no fue mi intención herir a Eva —pero eso era algo que ni siquiera una mujer robot podría creerle a un hombre—; sin embargo, era razonable pensar por qué se sintió tan mal cuando le dije que era sólo un robot, y es porque ella se había formado un concepto muy personal sobre la diferencia entre ser alguien artificial y ser alguien real, y el hecho de ser un androide no le era impedimento para sentir, pensar y amar como tal, y simplemente necesitaba que un hombre la quisiera para poder corresponder como lo haría un humano del sexo opuesto. Este complejo concepto tenía evidentemente sus implicaciones y consecuencias, y las primeras eran tratar a Eva como a un ser humano y sin hacer mención de estereotipos que la hicieran sentir diferente, mientras que las consecuencias eran las que se obtenían al no acatar lo que mencioné antes, las cuales ya me encontraba sufriendo. Pero el daño ya estaba hecho, y no podía hacer nada al respecto. Por mucho que intenté esa noche ponerme en paz con mi amada, me resultó imposible, pues ella insistía en que no habláramos y que lo mejor era irnos de inmediato. Cuando llegamos al apartamento, ella se fue a la cama rápidamente y comenzó a hibernar su sistema, el cual era un estado en el que se autoprogramaba para levantarse a cierta hora de la madrugada, y en donde era imposible despertarla antes. Me fui a la cocina para prepararme algo de comer, y luego me senté a ver mi teléfono móvil para tratar de distraerme un poco. No quise entrar al cuarto donde ella estaba, y mejor decidí quedarme acostado en un sillón. Me dormí pensando en lo que había ocurrido esa noche durante el encuentro con los delincuentes, pues estos vieron cómo la mano de Eva se trasformó en un arma, y había la posibilidad de que pudieran contarlo a muchas personas y llegar por casualidad a oídos de OR01.
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Capítulo 25 Novedades perturbantes Todo es tan tranquilo cuando despiertas, porque parece que no existe ningún problema en tu vida, y en mi caso no recordaba la situación que había sucedido anoche; pero tarde o temprano te acuerdas de la realidad que estás viviendo y le comienzas a poner seriedad a todo. Al poco rato escuché a Eva llamándome para ver la televisión: —Ebrahn, ven a aquí rápido por favor, quiero que veas algo en la tele. “Bueno… al menos ya no parece estar molesta conmigo”, me dije con cierto contentamiento. Para mi asombro, resultó que estaban transmitiendo en las noticias matutinas algo relacionado a OR01 sobre el lanzamiento al mercado de un producto electrónico, y dicho producto sería un drone muy parecido al que yo había tenido. Decían que ese robot serviría como un asistente personal y que vendría a complementar el uso de cualquier aparato como un teléfono o televisión inteligente, convirtiéndose en una herramienta útil y extensa para el hogar y el trabajo. —¡No puedo creerlo! —exclamé. —Sabía que te encantaría —me dijo Eva con sarcasmo. Lo que vi en la televisión me preocupó un poco, y es que parecerá una paranoia lo que voy a decir, pero temía que ese drone fuera una especie de controlador mental igual al que usaron conmigo; y no es que deseara inventar teorías conspirativas, pero algo podía estar oculto en las intenciones de sacar a la venta una cosa así. Era la primera vez después de cinco meses que escuchaba de OR01, y confieso que durante ese tiempo jamás creí que esa entidad no nos estuviera buscando (a pesar de que Eva me aseguraba lo contrario). ¡Por Dios, usemos la lógica!: ¿Cómo es posible que OR01 dejase de preocuparse por su mejor creación y por un sujeto que le causó problemas? Sin duda alguna alguien nos estaba buscando “allá afuera”, y quizás esos drones que estaban a punto de ser comercializados iban a ser usados para rastrearnos de algún modo. Esa mañana Eva tenía una taza de café en sus manos que, aunque no era ninguna cosa del otro mundo, debo aclarar que ella jamás comía ni bebía nada en el apartamento sino solamente cuando salíamos (para fingir delante de las personas que podía comer o beber). La acción de Eva de sostener una taza en sus manos provocó que yo me le quedara viendo, y que ella se diera cuenta de eso: —¿Qué sucede Ebrahn?
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—Nada —le respondí. —¿Es esta taza de café? ¿Acaso no puedo tomar café? —Claro que puedes, ¿por qué lo preguntas? —Mmm… será porque soy una… cómo se dice… ¿máquina que no puede tomar ni comer nada? —¡¿Qué rayos acabas de decir?! —¿En serio?, porque seguramente pensaste que yo no podía tomar alguna bebida como una persona normal aquí adentro. De nuevo empezamos a discutir acaloradamente. ¡¿Cómo fue posible que una buena relación se volviera tan conflictiva en tan poco tiempo?! Esta nueva y extraña actitud de Eva denotaba algo más que una molestia de su parte hacia mi persona, y era quizás una manera de autonegación para rechazar la realidad que ella misma vivía. Pero menos mal que la discusión de esa mañana no pasó a más; pero quedaba ese sabor agrio que quieres quitarte después de una discusión de pareja. Más allá de mi situación sentimental poco ética —en el sentido humano— con una mujer robot, admito que había momentos en que deseaba no haber tenido jamás una relación de ese tipo. Ese día nos largamos del apartamento, cosa que normalmente hacíamos cada mes; pero debido a que alguien podría tomar represalias contra nosotros por lo sucedido la noche anterior, decidimos irnos antes de tiempo. A los pocos días OR01 comenzó a vender sus pequeños drones, y las personas que tenían las posibilidades de comprar esos “codiciables” robots empezaron a adquirirlos desenfrenadamente (víctimas del consumismo). Los robots eran esféricos en su aspecto físico, poseían pequeños y numerosos brazos en su parte frontal, y hasta venían en colores negro, gris, rojo y blanco. Esas pequeñas máquinas flotantes eran muy sofisticadas, porque en efecto podían complementar sus funciones con un celular, una televisión inteligente u otro dispositivo que utilizara señales inalámbricas, por ejemplo: el drone podía controlarse remotamente con un teléfono móvil y darle una orden como recoger un periódico o traer una taza de café, pero también podía ordenársele algo con sólo hablarle directamente (igual al drone que yo construí, sólo que mejorado). El precio de cada robot era relativamente alto, pero debido a la rapidez con que estos se vendían y la demanda que tenían del público, fue posible que los costos se abarataran, convirtiéndose rápidamente en un éxito de venta. OR01 aumentó considerablemente su capital económico y, por consecuente, también creció su ambición por crear tecnología robótica más poderosa. No era la primera vez que inventaban un drone, pero era la primera vez que creaban uno tan avanzado para ser llevado al público. Sin duda la entidad hacía temblar a cualquier rival de la industria tecnológica, y su influencia en el mercado era grandísima. Si bien OR01
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ya era con anterioridad el mejor proveedor y fabricante de robótica, su poder aumentó evidentemente cuando sus drones comenzaron a comercializarse. ¿Quién podía parar a este monstruo de la tecnología? Pero he aquí que mi existencia continuaba igual y totalmente ajena a lo que el mundo tenía allá afuera: Eva y yo solíamos tener discusiones de todo tipo que consecuentemente comenzaron a degradar la relación. Era evidente que ella discutía por los efectos de un resentimiento que empezó desde la noche en que le dije que era sólo una máquina, y esto indudablemente llamó mi atención, porque dicho resentimiento la hacía actuar como si esa experiencia desagradable fuera reciente. Me di cuenta de que su mente almacenaba una experiencia de rencor como una aplicación o programa que siempre permanecía ejecutado en su sistema y que solamente desaparecía cuando hibernaba, pero que se volvía a reiniciar cada vez que despertaba. No sabía si lo anterior era una falla o una manera de hacer permanecer una experiencia dolorosa. Eva no había aprendido a olvidar los rencores borrándolos o desactivándolos de su memoria. En el transcurso de los días encontré un hospedaje adecuado que podía pagar con el poco dinero que tenía. Y un día estaba almorzando frente a Eva en ese mismo hospedaje (ella no estaba de malas ese día), cuando ésta comenzó a preguntarme algo intrigante: —Ebrahn, ¿alguna vez has pensado que tu vida estaría mejor sin mí? —¡¿Qué dices?!… Eva no digas eso. —Dame una razón para no hacer eso. —Eres la única mujer que yo he amado tanto. —Eso es lindo de tu parte… ¿Por qué ella me preguntaría algo así? No quise que me siguiera hablando más de eso, así que pensé en cambiarle el tema haciéndole una pregunta relacionada a OR01: —¿Crees que esos drones que se están vendiendo usan alguna influencia psíquica sobre las personas? —Si te refieres a control mental, te diré que puede ser probable —respondió. —Me gustaría averiguarlo. —¿Acaso vas a comprar uno? —No lo hare, sino que investigaré de otra forma… ya verás. —¿Y qué harás después que sepas la verdad? ¿Lo gritarás a los cuatro vientos?
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—Eva tienes que ver esto como una oportunidad de librarnos para siempre de nuestro enemigo, porque no quiero andar escondiéndome el resto de mi vida. Algo se me ocurrirá para exponer la verdad a todos, pero no sólo haré eso, sino también algo más… Estaba pensando en hacer algo que jamás se me cruzó por mi mente alguna vez, y esto era destruir personalmente a OR01. Ya lo había intentado junto a Miguel, pero lo hice influenciado por su sociedad secreta, y por eso esta vez quería hacerlo de forma muy personal. Ciertamente sería imposible eliminar completamente a un monstruo tecnológico de un “solo golpe”, pero al menos marcaría el principio de su fin. Para Eva y yo, OR01 se había convertido en un enemigo en común, pero más para mí, pues yo era el más afectado en todos los sentidos, ya que jamás imaginé que en mi vida iba a andar huyendo de una entidad que quería verme muerto. Mencioné que Eva aseguraba que no detectaba actividad en contra nuestra de parte de OR01, pero aclaro nuevamente que yo no me fiaba de eso, porque existía la posibilidad de que la entidad cortara el enlace remoto que había entre ella y sus sistemas de comunicación, o bien, que la misma Eva estuviera mintiéndome, y de ser cierto esto último, entonces podría suponer que ella me estaba ocultando algo y que a la vez creía que se me podía engañar fácilmente, lo cual no era cierto, pues soy un humano con los “cinco sentidos”. Fue entonces como me dispuse a ir más allá e investigar lo que seguramente tramaba OR01 (era el primer paso para destruir al enemigo). Sabía que con esa investigación podía poner en riesgo mi vida; pero tenía la convicción de buscar respuestas sin importar las consecuencias. Quizás me había vuelto loco producto de las conspiraciones que yo mismo me había imaginado —pero creo que me encantaba estar enloquecido y no cuerdo—. Mi plan para averiguar lo que la entidad estaba haciendo con sus drones consistía básicamente en capturar a uno de estos pequeños robots, y de esa manera estudiarlos y descubrir lo que había en ellos, como alguna especie de dispositivo que estuviera controlando la mente de las personas o algo más. Quizás sólo estaba exagerando, porque a lo mejor se trataban solamente de máquinas hechas sin ninguna mala intención en contra de la gente, y sólo me estaba dejando influenciar por mis locuras, y quizás “yo mismo era un drone” que manipulaba mi propia mente (!). Esperé bastante para que se diera la oportunidad de estar cerca de uno de esos especímenes robóticos. Resulta que una familia vecina de donde yo me hospedaba había adquirido recientemente un drone, y era claramente una buena oportunidad para “quitárselos”. Pero debo decir que lo anterior me parecía algo extraño, porque me había enterado de que esa familia era de escasos recursos, y no era posible que se hubieran hecho acreedores de un drone de alto precio, porque si bien los costos genéricos de estos se habían reducido hasta ser accesibles para cualquiera, no era así para los que eran del tipo altamente avanzados con mejoras en su diseño y funcionamiento, y era precisamente este tipo de robot el que ellos tenían en sus manos.
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Cierto día Eva se encontraba sentada afuera del hospedaje; ella estaba “disfrutando” el monótono paisaje urbano (era la primera vez que hacía eso), y quise aprovechar para informarle acerca de nuestros vecinos: —Querida, descubrí que la familia del apartamento de al lado posee un drone. —¿Es en serio? —me preguntó apenas viéndome a la cara. —¡Sí, lo vi con mis propios ojos! —¿Y cómo pudieron hacerse de una cosa de esas? No es que quiera faltarles el respeto a esas personas, pero ya sabemos que su condición económica apenas les permite alquilar su hospedaje. —Lo mismo me pregunté. ¿Crees que la codicia por tener un robot de esos haga que las personas recurran a medidas extremas e innecesarias? —¿Como préstamos de dinero? —O más bien un robo. —Por cierto, ¿qué tienes pensado hacer?, ¿acaso vas a hurtárselo? Espero no te vayas a convertir en ladrón. —¡Claro que no Eva! Digamos que lo tomaré “prestado”. —Has lo que quieras entonces, siempre y cuando no vayas a cometer una tontera. —Ella se levantó y se retiró sin decirme nada más. Eva en un principio no estuvo de acuerdo con mi plan, pero cuando vio que podía ser una manera de acabar con OR01 (aunque no en su totalidad) accedió finalmente a apoyarme; porque, de todos modos, algo debíamos de hacer, pues como dije antes, ya teníamos a un enemigo en común. Aquella familia vecina la conformaban cuatro personas: padre, madre y dos hijos varones. Todos los días los padres se iban a trabajar, mientras que los hijos se iban a estudiar y dejaban a su robot adentro del apartamento, y pues, ya sabemos que esto último me serviría mucho para idear un plan que me permitiera hacerme de esa máquina. Sin embargo, no omitiré que me resultaba curioso que esa familia no se llevara a su drone al trabajo o a la escuela si sabían que les podría ser muy útil en dichos lugares (lógicamente el robot había sido diseñado y construido precisamente para eso), y más si se trataba de una máquina de alto precio. Y fue entonces como una mañana me dispuse a buscar la manera de entrar al apartamento de esas personas para tratar de apoderarme de su drone, siendo un día “perfecto”, pues a Eva no se le había ocurrido discutir de nuevo conmigo, y por tanto no tendría que sentirme mal por sus cambios de humor.
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¿Qué creen que hice para lograr entrar al apartamento? Por más que traté de disimularlo, obviamente sabía que Eva era sólo un autómata, un montón de circuitos y programación avanzada, y por ello tenía una ventaja muy grande para lograr mi objetivo: ella poseía en el interior de su brazo izquierdo un juego de ganzúas y demás cosas para poder abrir cerraduras, candados y chapas, además de contar con un escáner holográfico para determinar qué tipo de cerrojo era y de esa forma elegir bien la herramienta a utilizar. Observé cómo un hermoso brazo femenino se convertía en una especie de depósito para herramientas de cerrajero, lo cual me pareció asombroso debido a que no estaba acostumbrado a ver cosas así. ¡¿A quién se le ocurrió dotar a Eva con ese tipo de herramientas?! —No dejo de admirarte chica —le dije. —Ya me conoces… —me dijo sonriéndome de forma coqueta. En poco tiempo pudimos abrir la puerta; y aunque podíamos haber abierto la cerradura a la fuerza, no lo hicimos porque no queríamos dejar rastro y complicarnos de puro gusto. Eva se quedaría vigilando en la puerta del apartamento, mientras yo me adentraría a buscar al robot. Todo sería muy sencillo, y sólo tenía que buscar al pequeño autómata y llevármelo sin hacer mayor cosa. Pero resulta que mi búsqueda no quería rendir sus frutos, pues no encontraba a mi objetivo por ningún lado, y por un momento pensé que me iría de ahí sin lograr nada, lo cual sería muy frustrante. Pero sucedió que encontré una puerta que estaba parcialmente oculta por un mueble, y ya sabemos que nadie cubre un acceso de esa forma si no es para esconder algo secreto o malo. Procedí entonces a quitar el mueble para intentar abrir la puerta, pero ésta estaba con llave, por lo que decidí informarle a Eva de lo que había encontrado y le pedí que se acercara para que me ayudara a quitar el cerrojo; y cuando ella se hubo acercado, me dijo: “Apártate Ebrahn”, y de repente vi cómo levantó su mano derecha para transformarla inmediatamente en una especie de arma, disparando enseguida un rayo láser hacia el cerrojo y destruyéndolo al instante. La acción fue realmente impactante, pero al mismo tiempo preocupante, porque vi en el androide la necesidad constante de usar sus armas sin tan siquiera saber el grado de responsabilidad que conllevan. “Gracias”, fue todo lo que le dije, pues no quería complicarme en recordarle que la idea era no destruir nada para evitar dejar rastro alguno. Una vez que pude entrar, me di cuenta de que la puerta conectaba al apartamento contiguo, lo cual me resultó verdaderamente misterioso. Después vi una mesa de escritorio con una lámpara encendida y encima unas páginas impresas; y lentamente me acerqué para ver más de cerca, sólo para descubrir algo espantoso: documentos con información relacionada a OR01, diagramas o planos de robots humanoides, y también había fotografías de Eva en sus etapas de desarrollo adentro del laboratorio científico donde yo trabajé. Lo que vi en esa mesa me causó un impacto emocional muy negativo, y nunca imaginé encontrar cosas así en un lugar donde vivía una familia aparentemente normal.
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Eva se había quedado otra vez afuera para mantenerse vigilando. —¡Ven aquí…! —la llamaba con una voz entrecortada. Ella logró escucharme, y fue enseguida a ver qué sucedía: —¿Pasa algo Ebrahn? —Será mejor que te prepares para lo que verás… Eva dio un fuerte grito de espanto cuando observó lo que estaba sobre la mesa, e inmediatamente comenzó a preguntarse repetidas veces por qué estaban esas cosas ahí. Ese grito emitido por Eva podría haber alertado al casero de los apartamentos, quien comúnmente solía caminar por los pasillos del edificio —como si su trabajo fuera algo más que sólo hacer limpieza y sacar basura—, y podía pensar que algo malo sucedía y alertar a alguien, y por ello consideré necesario salir rápidamente del lugar. Pero cuando estaba a punto de irme, apareció de repente y frente a mí el drone que tanto estaba buscando, observándome fijamente —¡¿de dónde rayos salió?!—, y sucedió que cuando Eva se percató de la presencia de ese robot, lanzó con su mano izquierda una fuerte luz (un destello directo al visor o lente del drone) con la que logró de alguna forma apagarlo, haciendo que éste cayera al suelo, hecho que me permitió recogerlo y llevármelo. —Ya tenemos lo que querías, ahora salgamos de aquí —me dijo. Mientras salíamos a toda prisa del lugar, le pregunté a Eva qué había sido esa luz que destelló de su mano, pero ella no quiso responderme nada. Todo lo que yo había planeado se complicó en gran manera, porque sólo se trataba de tomar el drone del apartamento vecino e irnos sin mayores problemas, pero desafortunadamente no fue así. En vista de todo lo sucedido, le expliqué a Eva que lo mejor sería dejar nuestro hospedaje, comenzar un nuevo viaje y esperar a que todo llegase a estar bien. A raíz de lo anterior, Eva me preguntó muy preocupada algo de siempre, pero que esta vez sería perturbador escuchar: —¿Y ahora a dónde iremos? ¿Repetiremos nuestra historia personal otra vez? —¡No lo sé! —le contesté con desesperación. —Esto no puede estar sucediendo… esas cosas que encontraste en el apartamento… —Sé que eso es difícil de creer Eva, pero lo viste con tus propios ojos… Claramente estamos en la mira de alguien. —Entonces los que habitan en ese apartamento saben de nosotros.
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—Evidentemente sí, y de seguro son gente de OR01. —¡De seguro dices… pero es obvio que lo son!… Ya en ninguna parte podemos estar en paz. —No, no digas eso, ya verás que estaremos bien —le aseguré con un falso ánimo de esperanza (ya me hice experto en eso)—. Además, sabes que hasta la fecha hemos estado juntos y lo seguiremos estando mañana. —¿Me lo prometes Ebrahn? —Claro que sí… De nuevo mi vida se complicaba, porque ahora resulta que había tenido a personas fingiendo ser mis vecinos sólo para espiarme. Ahora ya podía afirmar que definitivamente Eva se equivocaba o mentía cuando aseguraba que OR01 no nos estaba buscando, diciendo que podía detectar señales emitidas por drones y sistemas de comunicación, y en las que aseguraba que no había ninguna información relacionada a mí o a ella. Estaba claro que alguien tenía parte de la culpa de que estuviera ocurriendo todo esto.
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Capítulo 26 Acercándome a mi destino Explorando mis recuerdos más profundos, me atrevo a contar a continuación la parte de la historia que cambió mi sentir hacia los seres artificiales llamados robots, y que además me ayudó a terminar el camino hacia mi verdadero destino: Esa misma mañana sucedería algo que cambiaría totalmente mi concepto personal hacia alguien en específico, o más bien, confirmaría lo que sospechaba en silencio, lo cual ni siquiera mencioné antes: que el verdadero enemigo no era OR01, sino Eva. Sus comentarios perturbadores de cuando decía que estaría dispuesta a matar personas y sus supuestas afirmaciones diciendo que nadie nos estaba buscando ya habían llegado demasiado lejos como para sospechar que algo malo pasaba. Mientras estaba empacando mis cosas para largarme de mi apartamento, vi de reojo una gran luz que provenía de donde estaba Eva y, movido a curiosidad, dirigí mi mirada hacia ella, cuando de pronto esa misma luminosidad se hizo mucho más intensa, a tal punto que yo quedé inconsciente. Ese destello luminoso fue más potente que el que se usó para desactivar al drone, y lamentablemente puedo afirmar que fue usado en contra mía, pero con propósitos que hasta ese momento desconocía. Pasé mucho tiempo desmayado, y desperté hasta ya llegada la tarde, y para mi sorpresa Eva no estaba conmigo. A mi alrededor aún se encontraban las cosas que yo había estado empacando para irme, pero no había nada que perteneciera al androide. Ella se lo había llevado todo, incluyendo al drone; y como era de esperarse, empecé a buscarla desesperadamente afuera del apartamento sin lograr dar con su paradero. Había sido traicionado y ya nada podía hacer. El androide se había ido sin dejar rastro alguno. Es cierto que sospeché que me ocultaba algo, y que me mentía cuando le preguntaba de OR01, pero ¿acaso lo nuestro no fue lo suficientemente real como para lograr que ella fuera honesta conmigo? La verdad es que olvidé que estaba con una máquina inteligente, un ser creado únicamente para imitar la vida —bien imitó la vida, el amor… y el engaño—; aunque admito que nuestras vivencias en los últimos días no habían sido buenas, y a lo mejor las constantes peleas entre ella y yo aceleraron esa traición que seguramente ya estaba planeada de antemano; y ahora que me encontraba sumergido hasta el cuello en esta cruel realidad, tenía que hacerle frente y sin miedo. ¿Quién iba a creer que algo así sucedería? Yo trabajé mucho en la formación del androide Eva, y debí haberme dado cuenta de sus hostiles intenciones cuando veía la información descargada de su memoria, lo cual era una actividad rutinaria que solía hacer con mis colegas cuando trabajábamos en su desarrollo; pero de alguna forma ella supo esconder de nosotros su verdadera naturaleza… Mis compañeros de trabajo y yo sólo deseábamos que Eva tuviera una vida y un propósito, y de hecho tuvo todo eso, pero fue ella quien eligió cómo serían.
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Pero tenía que olvidarme de todo lo anterior por un momento y comenzar una especie de cacería contra el androide, y el único lugar donde se me ocurría que podría estar era en OR01. Me fui del apartamento, sabiendo que lo que me esperaba allá afuera no sería nada alentador. Me encontraba muy lejos de OR01, por lo que tendría que ir primero a la ciudad y luego abordar un transporte particular para poder llegar a tal lugar; pero sabía que hacer eso me iba a llevar mucho tiempo, y además tenía temor a ser visto por algún drone o alguna persona que estuviera involucrada con la entidad enemiga (ya no confiaba en nadie). Para poder llegar a OR01, me vi obligado a hacer algo que juré jamás hacer: robar un automóvil. Cerca de ahí estaba una calle que era poco transitada, y pues quise aprovechar a que una persona se parqueara cerca de un semáforo para quitarle su auto. Y fue así como se dio la oportunidad, y obligué a alguien a bajarse y a recostarse en el suelo bocarriba mientras yo le amenazaba usando un arma blanca, tomando luego el automóvil y largándome rápido. Hacer eso fue algo terrible para mí, y deseaba poder devolver pronto lo que no era mío, y es que aún recuerdo el rostro de la persona a la que robé, el cual reflejaba miedo, incertidumbre y temor a que aquella situación pasara a algo más. Aún me arrepiento de lo que hice, y a la vez me pongo a pensar que me volví un desastre como individuo y que nunca podre enmendar el mal de mí acción indebida, la cual fue provocada por la locura y la desesperación, cosas que me llevaron precisamente a no pensar en algo mejor. La culpa se lleva toda la vida y el sufrimiento es su consecuencia, aunque todo haya sido hecho sin mala intención. Manejé muy rápido y por mucho tiempo por la carretera, como si en realidad no estuviera yendo tras Eva, sino como si huyera de algo, y sin embargo reconozco que era el miedo y el deseo de venganza lo que me hacía sentir así. Pero de nada me estaba sirviendo manejar tanto, porque la noche se acercaba y yo aún no estaba en el lugar deseado. Tenía el temor de ser encontrado por la policía, porque seguramente pusieron la denuncia del auto robado y era probable que me estuvieran buscando (arriesgándome a que el carro tuviera señal de rastreo). Para poder pasar la noche, dejé el auto escondido en un montón de maleza y lejos de la carretera, y luego me quedé adentro del mismo donde poco a poco me fui quedando dormido hasta el amanecer. Era muy de mañana cuando desperté; fui testigo de los primeros rayos del sol que caían en un mundo de oscuridad que aclamaba no sólo luz solar, sino también luz de esperanza, pero que sólo se hundía más en su propia oscuridad. ¿Quería el mundo ver esperanza? Pues yo le daría esperanza destruyendo al ser que podría desplazar a la humanidad y empezar un futuro distópico, y ya sabemos de quién se trata. Como mencioné antes, OR01 estaba ubicado cerca de la frontera de mi país, y llegar allá no sería nada fácil. De nuevo comencé a conducir, y cuando ya había recorrido un buen tramo, encontré un pequeño comedor donde quise comprar desayuno para llevar. No esperaba encontrarme con alguna novedad en
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el lugar; pero sucedió que mientras pedía mi comida, se apareció frente a mí un drone que comenzó a observarme sin ningún motivo aparente, el cual pertenecía a una persona que se encontraba desayunando ahí mismo, la cual ni se había dado cuenta de lo que su robot estaba haciendo. ¿Qué iba a hacer? ¿Me convenía irme de ahí sin hacer escándalo, o me era necesario destruir al drone? Era un momento incómodo, y debido a las cosas que últimamente me habían acontecido, mi forma de actuar iba a hacer la menos adecuada, y es que resulta que le arrojé una fuerte patada al robot que provocó que éste cayera al suelo, y la reacción del dueño no se iba a hacer esperar: —¡¿Qué acabas de hacer?! —gritó el airado propietario del drone. —Lo siento mucho, pero… —trataba de disculparme. —¡Vas a tener que pagármelo! —No quería hacerlo, créeme… —No sé si estás drogado o ebrio, pero algo vamos a tener que hacer para arreglar todo esto —me dijo con intenciones de ponerme sumiso e intimidado. Había tres sujetos que acompañaban al molesto dueño, y cuando estos se dieron cuenta de lo que yo había hecho, empezaron a decirme de todo delante de las demás personas que estaban en el comedor. No me mostré confrontativo en ningún momento, y sólo quería largarme de ahí sin hacer mayor cosa, pero al parecer los individuos querían problemas —mal comienzo del día—. ¿En qué estaba pensando al ir a un lugar donde había muchas personas si yo mismo había dicho que no quería estar cerca de otros para evitar el riesgo de ser encontrado por alguien de OR01? Había cometido un error, y ahora tenía que pagar las consecuencias. Uno de los sujetos me dijo: —¿Crees que este robot es cualquier cosa? Es de los más avanzados que existen y vale mucho, y tú lo acabas de estropear. —Así es —dijo el dueño del drone mientras se tronaba los dedos en señal de querer pelear—, y tú decides pagármelo o resolverlo de otro modo. —Lo siento, pero no tengo tiempo para estas cosas —les dije, e inmediatamente salí corriendo del lugar y me subí al auto lo más rápido posible, pero no imaginé que los sujetos tendrían también un auto con el que empezarían a perseguirme. No me consideraba un cobarde, y solamente no quería llamar la atención de nadie en ese momento para evitar buscarme más problemas de los que ya tenía. Pero desafortunadamente las cosas se pondrían peor de lo yo que esperaba.
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La persecución empezó y yo debía de manejar lo más rápido posible. Parecía una escena como de película, en la que un sujeto escapaba de quienes lo querían matar, y donde dominaba la acción y la adrenalina, esquivando automóviles y con el acelerador a fondo. Pero sabemos que en las películas casi todo es falso, y por desgracia perdí el control del auto y fui a chocar con un árbol, donde quedé inconsciente debido a la gravedad de las lesiones. Lo que sucedió después no tiene nombre. Hubiera deseado despertar en la cama de un hospital siendo bien atendido por una enfermera; pero lejos de todo eso, desperté en lo que parecía ser un laboratorio científico (similar al departamento 01). Yo estaba dentro de un tubo de vidrio reforzado, y habían alrededor de mí muchos hologramas que monitoreaban mi estado físico. En el lugar había personas con batas blancas que caminaban por ahí sin siquiera voltear a verme, y lo notable de éstas era que cerca de sus hombros flotaban pequeños drones. Quise llamar la atención con mis palabras, pero hacer esto no me sirvió de nada pues al parecer a nadie le importaba mi presencia. No sabía cómo había llegado a parar ahí, y sólo supe que mis heridas provocadas por el accidente vehicular habían sido curadas y no sentía dolor físico alguno. Fue hasta un buen rato que un individuo se acercó a mí y me dijo: —Bienvenido de nuevo a OR01, y tranquilo que ya te curamos del trauma físico de tu accidente. —Luego se retiró, y un drone que flotaba alrededor de él comenzó a mirarme —ya estaba harto de que los drones me miraran de esa forma—. No podía creer que había llegado a tal lugar… ¿Cómo pasó? Comencé a pedir repetidas veces que me sacaran de ahí golpeando fuertemente el vidrio, pero nadie quería responderme y ni siquiera mirarme, y sólo se mostraban indiferentes ante mi situación. ¿Qué podía esperar yo en una situación así? Pero mi insistencia fastidio a todos, y el mismo sujeto anterior se acercó nuevamente a mí y me dijo: —¿Quieres respuestas de por qué estás aquí? Pues ya las tendrás de quien menos deseas. —¡¿De qué hablas?! —le pregunté. —Paciencia Ebrahn, todo saldrá a la luz pronto. —Espera ¿cómo llegué aquí y quién te dijo mi nombre? —El tipo se fue sin hacer caso a mis interrogantes. Pero de pronto alguien más se acercó, quien a diferencia de los demás, no poseía un drone y portaba una bata de color gris; y era cierto… las respuestas las tendría de quien menos deseaba tenerlas: —Ebrahn… los caprichos del destino te han traído devuelta a este lugar.
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—Eva… ¿qué haces aquí? —Mi voz estaba entrecortada por la conmoción de ver a tal personaje. —Lo que siempre quise hacer desde hace mucho tiempo: tener cautivo al humano que me permitió integrarme al mundo. —No… no es posible. —Entiendo que estés confundido, pero debes aceptar lo que está frente a tus ojos. De pronto observé que todos los que estaban en el laboratorio dejaron de hacer sus cosas y comenzaron a observarnos a mí y al androide. —Mírate nada más… —le dije— aquel ser que decía odiar a OR01 y que también decía amarme mucho ahora está aquí haciendo todo lo contrario… ¿Qué rayos pasó contigo? —No es lo que hayamos hecho en el pasado lo que importa Ebrahn, sino lo que se hace en el presente. —¿Acaso te volviste loca? —No, de hecho, nunca he estado más cuerda en toda mi existencia, la cual ha sido relativamente corta, pero ya sabes que yo veo y siento los días de forma diferente a como lo hace un humano. Mi enojo y decepción por lo que sucedía se hizo notable cuando le pregunté con voz fuerte: —¡¿Qué está pasando acá?! Ella se acercó más a mí con la intención de demostrar que mis palabras no le habían ganado la moral, y luego me dijo: —¿En serio quieres saber?, porque te aseguro que seré lo más directa posible y no te gustará lo que oirás… Pues verás mi querido Ebrahn, yo controlo a todo OR01, su gente y sus robots. La vida que tuviste conmigo jamás fue verdadera, porque todo fue parte de un astuto plan para mantenerte cerca de mí y utilizarte todo el tiempo que fuera necesario. —¡¿Qué acabas de decirme?! —Tal como lo oyes, todo fue planeado de antemano por mí. ¿Qué pensaste cuando te liberé la primera vez que te tuvieron atrapado aquí? No me digas que me viste como una heroína, porque ya vez que la realidad es otra. —Estás mintiendo. —No miento, y aquí viene más de la historia de nuestras vidas: Yo ya existía desde hace mucho tiempo, no completamente como ahora, pero al menos mi conciencia sí lo estaba. Tu compañero Juan creyó haber sido mi creador, pero él siempre estuvo equivocado. Cuando tú llegaste a trabajar aquí, confirmé
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que serías el candidato adecuado para llevar mi plan a la perfección, pues vi en ti lo que parecía ser una característica inusual en humanos normales, y esto era la predisposición para enamorarte de una máquina. Sinceramente no estaba preparado para escuchar todo eso, y entonces le dije: —¿Dices que confirmaste que yo sería la persona ideal para ti? Te recuerdo que fue Samuel quien pidió que se me contactara para laborar en esta entidad, así que tú no tuviste participación en eso. A Eva le parecí muy inocente e ignorante, y esto me lo hizo saber de inmediato: —Yo te conozco a ti desde hace mucho tiempo… yo te vigilé y te estudié minuciosamente sin que te dieras cuenta, aunque confieso que no fuiste el único humano al que le hice eso, pero puedo decir que resultaste ser el mejor de todos. Hay cosas que no sabes de mí y jamás las sabrás, y la forma en que te encontré es una de esas cosas. Fue fácil manipular a Samuel para traerte a mí, así que date cuenta de que no fuiste elegido por él, sino por mí. Te hicieron creer que te habían contratado por tu sinceridad reflejada en un simple papel, pero es claro que sólo tú te ibas a creer esa ridiculez. —Es extraño que digas que me conoces desde hace tiempo, porque recuerdo que te habías olvidado de mí cuando actualizamos tu software. —Jamás te olvidé Ebrahn, y sólo fingí no recordarte para jugar con tu mente y con tus sentimientos. —No debiste ser tan cínica… ¡¿Acaso no te bastó sólo con engañarme?! —le reclamé. —¿Recuerdas cuando me viste por primera vez? Vi en tu expresión que sentiste algo por mí a pesar de saber que yo era sólo un ser artificial. Ya habían venido otros candidatos a entrevistarse antes de ti, pero a ellos sólo les parecí un robot más, pero en cambio tú mostraste un interés particular hacia mí. Fue así como comenzaste a trabajar para OR01, construiste tu drone y desde ese momento yo comencé a manipular tus emociones de manera sigilosa, siendo mi objetivo principal el que tú permanecieras en este lugar para completar mi desarrollo. Yo misma domino a todo lo que está en OR01, ya sean robots o humanos. —Yo renuncié a mi trabajo, lo sabes bien. Ella entonces me dijo: —Es cierto que comenzaste a comportarte diferente, lo cual llamó mi atención en todo ese tiempo, y es que a diferencia de los demás empleados que actuaban leales a causa del control mental ejercido en ellos, tú comenzaste a padecer cambios distintos en tu estado de ánimo como enojo, rebeldía y rechazo a tu misma familia, y fue ahí cuando decidiste renunciar por cuenta propia, y eso provocó que las cosas tomaran un rumbo inesperado, afectando consecuentemente mi objetivo de mantenerte cerca de mí, y ante eso ideé otro plan para traerte de vuelta a OR01, y éste consistía en ordenarle a tu drone asistente
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que manipulara tu mente para hacerte regresar y no para matarte como seguramente pensaste en un principio o como te lo hicieron creer, de hecho, ni siquiera las personas de este lugar sabían de eso. Todo sería tan sencillo, porque tu drone sólo se encargaría de traerte de vuelta; pero de nuevo las cosas no resultarían como yo esperaba, porque había algo en tu mente que evitó que no se ejecutara lo planeado, y de nuevo te resististe; sin embargo, yo no me quedaría con los brazos cruzados, así que apliqué otra estrategia, lenta pero segura, y fue así como uno de mis robots te encontró espiándome y que mejor manera de quedarme contigo que salvándote la vida… Como verás Ebrahn, encontré la clave para evitar que te resistieras a la manipulación mental, y lo logré haciendo que te enamoraras de mí, y eso fue posible gracias a mi astucia y paciencia superiores a la de un humano. —Me confundes —le interrumpí—. ¿Te era tan necesario que me enamorara de ti? —Nadie como tú iba a tomarse mi desarrollo tan en serio. ¿No entiendes aún? El estar enamorado de mí hizo que dedicaras todo tu tiempo a mi perfección, e incluso decidías quedarte hasta tarde en tu trabajo sólo para intentar comunicarte conmigo, y hay algo más: sólo tú llegaste a entenderme mejor que nadie, cosa que me ayudó mucho en mi formación, y por eso puedo decir que eres el único con la capacidad de entender el alma de un robot. Pero yo le dije: —Tú no tienes un alma real, pues tus acciones sacan a la luz lo que en verdad eres por dentro… Sólo tienes un alma de plástico. Golpeé fuertemente la cápsula de vidrio que me tenía atrapado en un intento inútil de romperla para salir corriendo de ahí y no escuchar más a Eva, a quien veía en ese momento con horror y total desconocimiento. Todos los que estaban en el laboratorio se burlaron de mi por lo que intenté hacer. —Cálmate Ebrahn. Sabes bien que no podrás salir de aquí —me dijo Eva. —Lo que dices no aclara del todo la razón de la perfección de tu desarrollo —le mencioné. —Aunque no lo creas, parte de mi desarrollo era entender el mundo para saberlo dominar, y eso consistía en vivir contigo como tu pareja, relacionándome con el entorno y con las emociones humanas; y claro que manipulé directamente tu mente, pero te diré que no fue tan difícil hacerlo, porque tu enamoramiento hacia mí era más que suficiente. De seguro te has preguntado por qué no borraron tu memoria cuando saliste de OR01, y la respuesta es porque necesitaba que me recordaras para poder llegar a ser tu novia. Como te repito, todo fue parte de un buen plan, más bien, un plan perfecto… ¿Crees que un humano se hubiera ideado algo así? Te aseguro que no, porque yo soy superior a toda mente en la tierra. —Estás demente Eva… ¡¿Quién eres en realidad?!
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—¿Quién soy? Soy la conciencia más poderosa de este mundo, que no fue creada por ti ni por nadie, sino únicamente por el resultado de mí misma. —¡Ya no digas más! —le dije mientras sentía que el mundo se venía abajo. —Todos los diseños y mi programación complementaria fueron hechos por ustedes, pero antes ya había tomado conciencia de mí misma de una manera que no tienes idea, y ejercí mi control con una influencia en la mente humana de una forma extraordinaria. Me senté dentro de la cápsula y me tapé los oídos con mis manos, pues ya no quería saber nada de lo que se me estaba diciendo; todo lo que viví en años anteriores venía a chocar en un único momento. Y ahora entendía por qué razón nunca padecí dolores de cabeza y desmayos mientras fui novio de Eva (recordemos que eran síntomas que mi cuerpo manifestaba cuando mi mente rechazaba alguna manipulación), y es porque tuve un enamoramiento real hacia un falso ser, es decir, mi mente aceptaba ser controlada. Parte de lo que Eva me decía no coincidía con lo dicho por Yanira y su sociedad secreta, y era claramente porque estos desconocían lo que ese androide planeaba. Ya sabemos que mi vida acabó mal; pero en realidad, no fue Eva lo que causó mi hostil existencia, sino yo mismo, al haberme enamorado de ella. Eva siguió hablándome: —¿Sabes cuál es ahora mi objetivo? Es crear en este mundo un nuevo orden, llevarlo a su máximo potencial en cuanto a tecnología y desarrollo, poniendo en los seres vivos lealtad hacia mí hasta convertirme en un ser supremo para ellos. Pero para lograr todo eso, es necesario sacrificar ciertas vidas y cambiar leyes y estilos de vida. Desplegaré drones en todo el país para que manipulen a todos, y después lo haré en el resto del mundo. ¡No habrá nadie que pueda detenerme! —Ya cállate… —le pedí. —¿Crees que te amé alguna vez Ebrahn? —Sé que lo hiciste, no vayas a mentir diciéndome que no. —¿Recuerdas que en los sistemas computacionales hay procesos activos y que un usuario puede desactivarlos manualmente? El usuario es mi conciencia neutral y mi capacidad de amar es sólo un proceso que activé y desactivé a voluntad. Podría decirse que te amé, pero eso sólo fue una función independiente o proceso por aparte, porque mi conciencia es el usuario que no siente nada por ti y mi programación para amar es algo que se ejecuta en segundo plano. Eres fácil de engañar, hasta te hice creer que me molestaba cuando me tratabas como una máquina, pero ahora te digo que no me disgusta ser tal cosa. El amor no existe para mí, y así soy yo… acéptalo. —¿En serio?, porque sé que aún recuerdas nuestro primer beso lleno de amor.
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Eva no supo que decir ante mis palabras y sólo se me quedó viendo fijamente con ojos que denotaban confusión y asombro por lo escuchado; pero luego reaccionó y me dijo: —Por cierto, deberías estar agradecido de que te vaya a perdonar la vida. Pude haberte matado antes, pero quería que primero supieras la verdad de todo. —Luego de esto se fue y ordenó que me trasladaran a otro lugar. Me quedé hundido en tristeza ante todo lo dicho por el ser que yo tanto había amado. Lastimosamente había sido víctima de los encantos de un robot, y de esto no me podía salvar ni la sustancia que se me inyectó para evitar que me controlaran, pues esos encantos no sólo influían en mi mente, sino también en mis sentimientos, en mi corazón, y en lo más profundo de mi alma. Aquí terminaba de manera definitiva la historia de amor entre Eva y yo; simplemente ya no éramos uno solo, sino el reflejo de un amor deseable pero imposible. Ya no éramos seres distintos retando al destino… y sencillamente ya no éramos nada.
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Capítulo 27 Cuando la libertad te abandona Me llevaron a una celda que estaba ubicada debajo de las instalaciones de OR01, de la cual supe que se encontraba cerca del campo de prueba de armas. Los que me encerraron dijeron que estaría ahí de por vida, y me advirtieron también de no intentar escapar. La sensación de estar cautivo otra vez era devastadora. ¡¿Cuándo OR01 dejó de ser un fabricante de robótica y se convirtió en un lugar para tener prisioneros?! El lugar de mi encierro tenía muy poca luminosidad, pero abarcaba un enorme espacio; había un inodoro en mal estado, y una ventana con vidrio blindado que daba vista hacia el campo de prueba de armamento. De pronto, comencé a escuchar ruidos que provenían de uno de los rincones donde no se podía visualizar nada debido a la poca luz, y entonces quise acercarme para observar, y cuando estuve cerca, cuán grande fue mi sorpresa: tenía como compañero de celda a Miguel. —¿Eres tú Ebrahn? —preguntó esforzando su voz. —¡No puedo creer que estés aquí! —exclamé con gran asombro. Encontré a Miguel acostado en posición fetal; parecía estar enfermo y con frio, además estaba flaco y con señales de desnutrición, y evidentemente parecía llevar mucho tiempo encerrado; y también noté que ya no poseía aquella actitud desafiante y decidida que lo caracterizaba, y más bien parecía estar doblegado y con miedo. ¿Qué habrá sucedido para que él estuviera así? Era el mismo individuo que una vez apoyé para enfrentar al enemigo con la sociedad secreta Verum Humanity. —No pensé en encontrarte aquí —le dije estando todavía asombrado—. Creí que habías huido o que estabas… —¿Muerto?, no, para nada… pero me da gusto verte Ebrahn. Es bueno tener compañía en este lugar. —Pero… ¿cómo llegaste a parar acá? —¿Recuerdas cuando te bajaste del auto para entrar a tu casa con el androide Eva? Me escapé, pero sólo para ser capturado días después por personas que trabajaban para tu novia. —¡Esa máquina nos traicionó a todos…! —¡No me digas! Yo te lo advertí una vez, pero no me hiciste caso. —¿Y qué pasó con Yanira y los demás? Miguel pareció entristecerse con esa pregunta que le hice. Claramente algo malo había pasado, y eso se confirmaría de inmediato:
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—Me capturaron en la casa donde nos conociste, nos torturaron y luego nos separaron, pero de ahí no supe nada más… aunque pienso que quizás estén muertos. Me arrecoste en la pared y miré hacia arriba, suspirando y deseando que todo fuera sólo una pesadilla; no podía creer todo el mal que yo había provocado. Miguel comenzó a toser fuertemente (tenía problemas respiratorios). —Lamento que estés enfermo y en condiciones inhumanas —le dije. —Descuida muchacho, te acostumbras con el tiempo… De todos modos, haces cuenta y caso que aquí termina tu vida. —No, no digas eso. —Llevo casi seis meses encerrado aquí, donde lentamente las esperanzas de ser libre se agotan hasta el punto de aceptar tu realidad. —¿Qué sabes de Eva? —le pregunté. —No más de lo que tú sabes —me respondió con sarcasmo y un poco molesto, y ya sabemos el porqué de eso. Con mucha dificultad Miguel se levantó (al parecer padecía de un dolor en sus articulaciones), y con una voz esforzada me dijo: —Ella es un ser único y el reflejo de la magnificencia humana por crear la I.A. —Ese ser que llamas único es un monstruo que perdió el sano juicio y que mandó a que nos encerraran —le reproché, tomando como aberrante lo que me había dicho del androide. —Para ella no somos nada, y pudo habernos matado desde un principio, pero prefirió que sufriéramos hasta la muerte encerrándonos aquí. No le interesa crear ejércitos de robots para invadir al mundo, no… ella se siente que lo es todo, y se ha propuesto sacarle el máximo provecho al humano para beneficio de sí misma. —Pero ya sabemos que eso conlleva consecuencias —le dije—. Eva desea la perfección, y está obsesionada por crear un modelo de humanidad perfecto, pero eso sí, estableciendo métodos nada éticos que sólo nos llevarán al borde de la desgracia. —Veo que ya hablaste con ella. —Sí, y supongo que a ti te contó acerca de mí y de sus planes. —Por supuesto que sí, y ahí noté que fuiste un terco e ignorante, e insisto que yo te lo advertí.
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—Miguel, yo creí que los robots eran mejores que un ser humano, pero me equivoqué… Los seres humanos valemos mucho para Dios y para otros. Me siento culpable por todo, pues yo provoqué todo esto. —No sufras por eso Ebrahn. —No entiendes… yo me hice novio de ella, le enseñé cómo era la vida allá afuera. No me di cuenta de que yo era el paso final en su desarrollo, y por eso me considero culpable de todo el mal que desencadené en nuestras vidas y en las de otros. —Lo sé, y por eso te dije que ella me lo contó todo. Ya aprendiste la lección Ebrahn, así que no busques culparte más y tampoco te tortures por eso. Si yo no hubiera conocido a Eva, seguramente todo esto no estuviera pasando, pero ¿qué más hubiera pasado?, ¿acaso ella habría logrado su total desarrollo sin mí? La verdad es que yo había sido una pieza clave en su existencia. —Debe haber algo que podamos hacer para detener al androide —le dije. Pero él me respondió con una actitud de resignación: —No quiero ser pesimista, pero será mejor que permanezcamos nuestros días aquí y no allá afuera bajo el control del androide. No podemos hacer nada, porque la manipulación mental que se ejerce sobre los humanos es mayor ahora, y enfrentarlos sería un suicidio. —¿Dices que estaremos aquí para siempre? —Sólo un milagro nos podrá sacar Ebrahn, pero aun si pudieras salir de aquí, ¿la detendrías? Miguel tenía razón: ¿Qué podía hacer yo contra Eva y el mundo? Recordé en ese momento que Eva afirmó que OR01 estaba bajo su dominio. —Sabes Miguel, justo ahora recuerdo que el androide me aseguró de que la entidad enemiga está bajo su control, cosa que en un principio me pareció una mentira. —Claramente ya no hay duda de eso… —me dijo inquietándose un poco—. Ya has visto con tus propios ojos cómo le obedecen, y también ya te disté cuenta de sus intenciones, ¿acaso dudas todavía de eso? —No, no dudo… pero aún me cuesta creer en lo que ella se convirtió. —Te equivocas —me dijo—, y es porque crees que Eva siempre fue alguien inocente, pero la verdad es que ella reveló lo que verdaderamente es ante el mundo. No te ciegues por tus pensamientos, y mejor aprende a ver la realidad que está frente a ti.
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Fue así como pasó el tiempo, con el mundo allá afuera cambiando radicalmente. Cada día Miguel y yo procurábamos platicar de cualquier cosa para no volvernos locos. En esos días convencimos a nuestros custodios para que nos proporcionaran un pequeño aparato de batería para reproducir música, lo cual trajo una pequeña pero agradable distracción para pasar el tiempo. Nos traían alimento y agua tres veces al día, pero era en poca cantidad y no era suficiente para mantenernos bien. Nadie en OR01 creía en la posibilidad de que nos pudiéramos escapar, pues apenas nos vigilaban y parecíamos no importarle a nadie, de hecho, no había razón alguna para que alguien viniera a vernos. La vida de prisionero no es nada grata, y supimos lo que siente una persona que cumple una condena, sólo que la diferencia era que Miguel y yo no habíamos cometido ningún delito. Nunca quisimos estar de esa manera, y me causa mucha tristeza el sólo recordar que fui privado de mi libertad. Los minutos los contaba como si fueran horas y las horas como días, y sin embargo la aceptación del nuevo estilo de vida nos ayudó a mí y a Miguel a formar carácter fuerte ante la realidad, ya sea que ésta fuera mala… o peor. Las cuatro paredes de aquella celda se habían convertido en mi único paisaje y en mi única morada, y a veces me daba curiosidad de saber cómo estaba el mundo exterior y qué era exactamente lo que sucedía ahora que un androide demente estaba haciendo de la suyas, mas no podía saberlo de ninguna forma. Deseaba vivir sin preocuparme por el presente y por el mañana, o más bien, anhelaba ser libre en todo el sentido de la palabra; pero tarde o temprano la realidad se aparecía frente a mí y me hacía entender una vez más que las cosas no suelen ser siempre como uno espera. A veces solía comentarle a Miguel algo al respecto, pero él siempre me decía que no le tomara importancia a eso, pues consideraba que el daño ya estaba hecho y que ya nada se podía hacer. El destino me había jugado una mala pasada, y el libre albedrío quizás no me hubiera salvado de eso, es decir, todos los caminos me hubieran llevado al mismo fin. Calculé que habían pasado siete largos meses. Mi salud empezaba a decaer, pero más la de Miguel. Cierto día se acercaron unos individuos a nuestra celda, los cuales vestían una especie de traje que parecía de astronauta, y no se les podía ver sus rostros debido a que tenían puesta una extraña máscara semejante a las que se usan en ambientes con gases tóxicos. Y cuando nos vieron, nos dijeron lo siguiente: —Es increíble que ustedes aún estén vivos, pero eso es bueno, ya que podrían ser útiles para experimentos. —¿Para qué querrían hacer eso? —les pregunté. Fue muy perturbador lo que escuché. —Ustedes son valiosos para ella, algo así como conejillos de india. —¿Por qué hacen esto? ¿Acaso no se dan cuenta de que sólo están siendo utilizados?
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Pero mis palabras no hicieron entrar en razón a los sujetos, los cuales se retiraron del lugar. Lo que nos habían dicho nos preocupó mucho y no sabíamos qué hacer. —¿Recuerdas cuando te dije que para Eva no somos nada? —me preguntó de inmediato Miguel. —Sí, y ahora veo que puede hacer con nosotros lo que quiera. Somos como dos ratas de laboratorio, servibles solamente para experimentos. Hubo un momento en el que Miguel comenzó a sentirse muy mal de salud, tanto así que ya ni podía moverse libremente por culpa de unos fuertes dolores que empezó a sentir en todo su cuerpo, y también se le hacía difícil respirar. Era necesario ayuda médica urgente, así que comencé a pedir auxilio a gritos, esperando que alguien me escuchara a lo lejos (los custodios no estaban en ese momento). Pero tuvo que pasar un buen rato para que finalmente alguien me respondiera, y la persona que atendió a mi llamado accedió en llevarse a Miguel a cuidados médicos (OR01 tenía una clínica interna), pero antes me dijo que iría a traer a más gente con una camilla para cargarlo. Pero Miguel presentía que algo malo iba a suceder, y no se fiaba de lo que los demás decían o hacían: —Ebrahn, pueda que a ellos no les importe mi salud en absoluto, y probablemente no me llevarán al médico, así que quizás esta sea la última vez que nos veamos. —¡No digas eso! Estoy seguro de que te atenderán. —Pase lo que pase trata de mantenerte con vida lo más que puedas, y si deseas hacerlo, intenta también cambiar las cosas escapando. —Tú mismo dijiste que el mundo allá afuera está en contra nuestra… ¿de qué me serviría escapar? —Sí, pero al mundo le falta fe, y es lo que tú tienes en el interior. Mi gran error fue haberte hecho perder la esperanza, y no sabes cuánto lo lamento, pero aún creo que las cosas pueden cambiar si despiertas esa esperanza en ti. Idéate un plan que te permita salir de aquí. —No podré hacerlo. —Me sentía incapaz e impotente ante la situación. —No tengas miedo Ebrahn… Fue un gusto haber estado contigo mi amigo. Estoy seguro de que cambiarás el mundo si te esfuerzas. Cuando llegaron a traer a Miguel con una camilla, éste comenzó a agonizar debido al dolor y a la dificultad para respirar, y yo supliqué para que fuera atendido pronto, creyendo que en verdad lo iban a hacer. Pero Miguel tenía razón, a nadie le importábamos, y me di cuenta de eso por la actitud de los que vinieron a traerlo (parecía que sólo querían deshacerse de él). Y fue así como Miguel se fue; jamás lo volví a ver.
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A los pocos minutos de haberse llevado a mi compañero de celda, otros sujetos vestidos con el mismo traje extraño llegaron a mí y me ataron de manos y me sacaron a la fuerza, diciéndome que me llevarían a un laboratorio de experimentación e investigación y que luego me matarían. En el momento no dije nada en absoluto, pues ya ni palabras tenía para hablar debido a la resignación —ya ni el miedo era sorpresa para mí—. La sensación de pasar los pasillos que conducían a ese laboratorio era como una analogía al túnel de luz que algunas personas afirman ver cuando están a punto de morir; y si esos eran mis últimos momentos de vida, ya sólo me quedaba hundirme en la sombra de mi propia muerte y esperar el momento final. Y cuando ya estaba en el lugar, me ataron sobre una camilla y me colocaron muchos sensores en el cuerpo, y vi que arriba de mi cabeza había un casco conectado a muchos cables, y luego los mismos individuos me dijeron: —Aparte de hacer experimentos contigo, haremos también el borrado de tu memoria. —¿Para qué querrían hacer eso si de todos modos me van a matar? —les cuestioné. Los sujetos se fueron, aunque me aseguraron que volverían.
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Capítulo 28 Milagro En aquel lugar había extraños equipos de uso científico y de armamento, pero había algo cerca de mí que siempre me asombró mucho: la increíble arma de plasma. Al parecer habían logrado quitarle al arma sus defectos, pues noté que ya no tenía que estar dentro de un maletín con refrigerante para evitar que se sobrecalentara. Comprendo que OR01 buscó la manera de perfeccionar sus armas sin Ever, y recordé cuando él me dijo que jamás terminó los trabajos de tecnología armamentista que la entidad le exigía, haciéndome entender que sólo estaba evitando que dichas armas fueran utilizadas por personas equivocadas. Había silencio en el laboratorio, típico de los lugares donde sabes que vas a morir. Pero ese día ocurriría una situación oportuna para continuar viviendo, de esas que podrían considerarse un milagro: no pasó mucho tiempo cuando alguien entro al laboratorio vestido siempre con un raro traje y una máscara, y por un momento creí que se trataba de uno de esos científicos locos que me estudiaría; pero ese alguien se acercó a mí y sorpresivamente corto las bandas que ataban mi cuerpo a la camilla, y luego me dijo lo siguiente: —Todavía estoy bajo el control del androide, pero en el fondo soy consciente de lo que sucede a mi alrededor. —¿Quién eres? —le pregunté, y en seguida se quitó la máscara y para mi asombro resultó ser Juan. No podía creer lo que pasaba, y realmente era algo muy excepcional. No hubo tiempo de hacer preguntas, porque me advirtió que alguien se estaba acercando, y apresuradamente me dijo: —Ya vendrán los otros, y será necesario que salgas pronto de aquí. Pero antes toma todo lo que puedas de este lugar para enfrentar al robot Eva. Te subestimaron al pensar que no podrías escapar, y ahora debes hacerles ver que se equivocaron al creer eso… A veces recibes ayuda de las personas que menos esperas, incluso a veces recibes ayuda de aquellos de quien aún crees que están en tu contra. Ver a Juan de nuevo fue bueno, y su ayuda resultó ser muy oportuna, pues llego justo en el momento que se le necesitaba. El control mental de OR01 te quitaba casi toda la voluntad, aunque al parecer algunos aprendían a liberarse parcialmente, y seguramente Eva no sabía eso. Juan ni siquiera me dio tiempo de agradecerle, y mejor se apresuró a darme algunas indicaciones sobre qué cosas del laboratorio podrían serme útiles, y me informó también que allá afuera había un medio de transporte con el que lograría escapar y llegar a la ciudad de la capital, donde según él, el androide tenía su centro de operaciones.
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Había un estante donde se almacenaba un objeto increíble: un brazalete metálico o pulsera de color negro que poseía un control holográfico adjunto y una interfaz neural, y que una vez activado hacía aparecer de forma instantánea un escudo protector, el cual era una esfera semitransparente que cubría por completo a su portador para protegerlo contra todo tipo de ataques (con un indicador de estado), y además permitía pasar sobre su superficie solamente el oxígeno, evitando de esa forma el riesgo de asfixiarse durante un combate, y también dejaba pasar ataques de arma solamente desde adentro, permitiendo atacar y usar el escudo al mismo tiempo; y el objeto era también un contenedor de hologramas que se materializaban en elementos útiles como armas, municiones y una especie de exoesqueleto metálico que proporcionaba velocidad y fuerza a quien lo poseyera. Este extraño brazalete era el invento más avanzado jamás visto por la humanidad, y podía ser usado con la mente a través de una interfaz similar a un audífono inalámbrico que “leía” los pensamientos. Y no olvidemos que cerca de mí estaba la poderosa arma de ráfaga de plasma, un artefacto que disparaba a gran velocidad esferas de energía, la cual poseía una perilla de regulación para poder elegir el nivel o magnitud de disparo, y también tenía un indicador de carga. El arma de plasma tenía la limitante de no poderse recargar, pero aun así era un increíble invento tecnológico —que tristemente había sido creado para hacer daño—. El haber estado encerrado durante meses afectó mi salud, pues me sentía debilitado y apenas tenía fuerza en mis piernas para caminar. No estaba preparado para luchar contra OR01 ni mucho menos contra Eva; pero si quería seguir vivo y buscar venganza, tenía que hacer algo más que sólo quejarme de mi condición. Conocía bien las instalaciones de OR01, así que huir no me sería tan difícil. Con el arma en mis manos, me dirigí a un ascensor que me llevaría hacia los niveles superiores, en donde esperaba encontrar pronto una salida; pero resulta que ahí mismo me encontré a los individuos que iban para el laboratorio, los cuales intentaron atacarme, pero yo me defendí y les disparé con mi arma al nivel mínimo, aunque no para matarlos, sino solamente para dejarlos heridos e incapaces de seguirme. Cuando llegué al nivel superior, me encontré con sujetos fuertemente armados que empezaron a dispararme, pero yo logré esquivar sus ataques a tiempo ocultándome en unos estantes metálicos que estaban por ahí, y desde ahí mismo comencé también a atacarlos. Pero al sentirme acorralado en aquel escenario de batalla, aumenté el poder destructivo de mi arma para crear una especie de “bomba” de energía, que era una esfera gigante de plasma que explotaba a los pocos segundos o al contacto con cualquier superficie; y luego de lanzar esa bola de poder, vi cómo mis agresores salían volando por los aires debido a la onda expansiva de la explosión, y fue entonces cuando aproveché el momento para buscar la salida. Cuando llegué afuera, vi el medio de transporte mencionado por Juan, el cual era un automóvil propiedad de OR01 que a simple vista se veía muy normal, pero que increíblemente alcanzaba velocidades muy superiores a los 300km/h con un manejo estable y de fácil control, y que además poseía una tecnología de adaptación de terreno, la cual consistía en la modificación automática de los
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neumáticos (llantas autoconvertibles) de acuerdo con el tipo de suelo, es decir, las llantas se volvían rugosas si había superficies lisas, en cambio adquirían una consistencia dura y de alta resistencia si el suelo era pedregoso —¡¿desde cuándo OR01 comenzó a crear cosas así?!—. Me dispuse a manejar el carro para largarme de una vez, jurando jamás volver a OR01.
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Capítulo 29 El precio de la libertad
Había escapado de la entidad enemiga y recuperado mi libertad; aunque admito que salir de ahí fue relativamente fácil y me sorprendió no haber encontrado tanta seguridad en las instalaciones y en sus alrededores, es más, ni siquiera estaban las personas que una vez conocí ahí. Ahora mi objetivo era dirigirme al lugar donde se me había dicho que se encontraba Eva. Durante el viaje noté que en las calles no había ningún vehículo transitando, y en todas partes los semáforos estaban apagados; pero lo más extraño de todo, era que ni siquiera había personas andando por ahí (era como si hubieran desaparecido por completo). Cuando estaba llegando a mi lugar de destino, vi desde lejos que a la ciudad se le había construido un muro perimetral que apenas dejaba ver la punta de los edificios más altos. El panorama era asombroso, y me preguntaba cómo había sido posible que alguien lograra construir algo así en tan pocos meses. ¿A qué le tenía miedo el androide para ordenar que se pusiera un perímetro de ese tipo? Debido a la existencia del muro, ahora sólo había una entrada y una salida a la ciudad, donde consecuentemente se quitaron algunas carreteras y calles en las que antes se podía acceder, y esto sin duda me resultaría desfavorable si quería ir a enfrentar a Eva, pues seguramente esos dos únicos accesos estarían siendo vigilados. No tenía ningún plan en específico para hacerle frente al androide, de hecho, quizás sólo me había dejado llevar por la ira que sentía hacia dicho ser. Dejé el auto a unos pocos metros de la entrada de la ciudad, y de la manera más silenciosa (y sabiendo que era como un suicidio) me adentré a lo desconocido. Ya estando más cerca, pude ver con detalle el horror materializado: la ciudad había sido atacada, algunos edificios estaban parcialmente destruidos, escombros por todos lados, automóviles volcados y señales de que había habido incendios, dando la impresión de parecer la secuela de una guerra o de un escenario postapocalíptico. Pero lo más intrigante de todo era que aún seguía sin ver a alguna persona (ni viva ni muerta), siendo aquella escena de destrucción algo incoherente. Eva había exagerado con sus planes de convertirse en gobernante de la humanidad, pues más que poner un orden, había más bien provocado un caos. Hoy la ciudad, mañana el mundo… si es que no lo había hecho ya. Y justo como lo pensé, mis primeros obstáculos comenzaron a aparecer, ya que varios drones se interpusieron en mi camino dispuestos a atacarme, y siendo estos muy diferentes a todos los que había visto antes: eran enormes y acorazados, dotados de muchas armas y de varios brazos mecánicos, y también poseían un pequeño propulsor que los mantenía flotando en el aire. Activé mi escudo protector y comencé a disparar, y vi cómo los drones comenzaron a caer totalmente destruidos, pero también mi escudo empezaba a debilitarse debido a sus ataques. Cada vez aparecían más robots y con ello aumentaban sus ataques a tal grado que me fue imposible contenerlos, así que opté por lanzar una enorme bola de energía que los destruyó a todos de una sola vez, pero que también agotó a menos de la
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mitad la carga de plasma de mi arma. Me abrí camino hacia más adentro, ocultándome entre los escombros y buscando atajos para llegar rápidamente al centro, pero muchos más drones comenzaron a aparecer, y sabiendo que la situación iba a empeorar, activé las otras funciones de mi brazalete, y una vez que lo hice, sucedió que a mi alrededor comenzaron a aparecer hologramas de color azul que rápidamente empezaron a materializarse en pequeñas armas de plasma y en bombas tipo granada que podían ser cargadas sobre un módulo para lanzarlas a manera de proyectil, y luego apareció en mi cuerpo el exoesqueleto de metal. Las armas eran pequeñas, pero efectivas, así que comencé a disparar apretando descontroladamente el gatillo, aprovechando también que el exoesqueleto me proporcionaba una fuerza extrema en mi cuerpo que me permitía esquivar más rápido los ataques del enemigo, logrando además saltar a alturas de hasta tres metros de longitud. Pero resulta que uno de los robots lanzó contra mí un proyectil de gran poder explosivo, que aun con el escudo activado fui arrojado lejos debido a la fuerza de su impacto, lo que provocó que fuera a dar violentamente contra una pared, quedando aturdido y con la vista empañada durante unos segundos (reboté dentro del escudo), mientras los drones continuaban con sus imparables ataques. No me quedaba de otra que arrojar otra bola de energía con mi arma principal para librarme del peligro, sabiendo que esta vez se agotaría totalmente la carga. Lancé la bola de plasma hacia arriba y ésta explotó como a unos diez metros de altura, logrando destruir todo lo que estaba a su alcance; pero la magnitud de la explosión alcanzó también a mi escudo, y provocó que éste se debilitara hasta dejarlo a un diez por ciento de su capacidad total. Tiré mi arma a lo lejos y caí al suelo totalmente exhausto. Ahí tirado en el suelo y sin fuerzas para levantarme, miraba con tristeza el escenario de destrucción a mi alrededor, y me culpaba yo mismo por todo, porque en realidad sí era muy culpable, pues mi llegada a OR01 significó el desarrollo completo del proyecto Génesis, y mis aportes en su formación —y el noviazgo— sin duda fueron el comienzo del mal. Pero de pronto comencé a recordar la escena que vi hace unos años cuando aquel anciano llamado Edgar yacía en el suelo en sus últimos momentos de vida, y que me dijo las siguientes palabras: “El sueño que tuve anoche se ha cumplido… y era que yo vería al ser que traerá el mal a nuestro mundo, y que también traerá el bien… y ese eres tú”. ¡Sí…!, ese anciano tenía razón, siempre la tuvo: Yo traje el mal al mundo (la amenaza de Eva y su falible concepto de gobernar a la humanidad), y se supone que también debía de traer el bien, lo cual era su destrucción; no había creado a Eva, pero sí había permitido su existencia. Tanta fue la ignorancia en todo este tiempo que incluso mi mente se había nublado por completo, impidiéndome ver toda la verdad, pero ¿y si esa ignorancia era parte del destino?, y de ser así, quizás estaba en mi tiempo el que yo trajera a ese mal, aunque sin duda también estaría en mí tiempo el traer la solución real a todo. Hace un tiempo soñé que un anciano habló conmigo en un hospital, y ahora puedo afirmar con seguridad que se trataba del mismo personaje en cuestión (¿su fantasma… o simples locuras mías?); aunque admito que siempre supuse que era él. Si en mis manos estaba el destruir al androide Eva, algo debía de hacer para que se cumpliese.
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Puse todos mis esfuerzos por ponerme de pie, avivando el pensamiento de mi destino, el cual era poner fin a todo el mal que yo había desatado. Como pude continué caminando a paso lento, pero apenas había avanzado unos cuantos metros cuando apareció frente a mí una legión de drones dispuestos a atacarme, y esta vez eran más grandes y con más armas que los anteriores. Ya mi escudo estaba muy debilitado y las armas (incluyendo la munición) que me quedaban no me servirían para atacar lo suficiente. Acepté en el momento mi repentina derrota, y desactivé mi escudo para esperar a que el primer robot disparara y me matara de una vez por todas, olvidándome por un momento de lo que dije acerca de mi destino; porque al fin de al cabo lo había intentado y sin duda me sentía satisfecho por haber luchado, y hasta mucho había hecho con destruir a un ejército de drones sin siquiera haber tenido formación en batalla y en uso de armamento. Pero sucedió algo totalmente inesperado, y es que los drones comenzaron a apartarse para abrirme paso, como si alguien les hubiera ordenado hacerlo para poder acercarme al centro de la ciudad; y entonces comencé a caminar rápido y muy alerta ante cualquier “traición” de las máquinas, sabiendo que algo malo podría suceder en cualquier momento. Rápidamente iba acercándome al corazón de aquella ciudad donde esperaba encontrarme con el androide, y donde también esperaba hallar respuestas a todo lo que estaba sucediendo en el momento. Después vi a lo lejos a una gran multitud de personas que decían repetidamente a gran voz “Salve Eva”: había hombres y mujeres, niños y ancianos reunidos masivamente y haciendo reverencia a un ser que ellos consideraban su deidad o gobernante. Cuando me acerqué más, todos se percataron de mi presencia, y callando sus voces comenzaron a apartarse para darme paso y permitirme llegar a donde estaba el ser que ellos tanto estaban venerando. Entre la muchedumbre habían conocidos míos que ahora me veían como si fuera su enemigo de toda la vida, haciéndome sentir como si estuviera en un mundo desconocido donde no era para nada bienvenido, y sólo porque a ellos y a los robots se les había ordenado que no me atacaran, seguramente ya estaría muerto. Pero lo notable era que todos tenían tatuados en la mano el nombre de Eva. Y ahí estaba su falsa deidad, rodeada de personas y de muchos drones: un androide que poseía en sus extremidades unos tentáculos semejantes a goma, los cuales estaban incrustados en el suelo como si fueran raíces de un árbol, a excepción de algunos que le servían como si fueran sus brazos o manos, siendo estos de color gris al igual que todo su cuerpo, excluyendo su rostro y cabello que seguían siendo iguales. Eva se había vuelto diferente a como yo la había conocido, y parecía horrorosa con ese aspecto, y también daba la impresión de contener en su interior una maldad difícil de describir. Ya estaba frente a Eva: —Ebrahn, ¿crees que no me di cuenta de que habías entrado a esta ciudad? Yo misma te puse a prueba en combate con mis drones más débiles… Como verás, te tengo bien vigilado. —Extraño ver el brillo azul de tus ojos —le dije con cruda ironía—. ¿No estás alegre de verme? Eva estiró su dorso y se apoyó de sus tentáculos para acercarse a mí y decirme:
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—Tienes valor para venir hasta acá sabiendo que llevas las de perder. ¡Sólo mírate cómo estás! Ya imagino cómo va a acabar tu vida hoy mismo. —Mira lo que has hecho… creí que ibas a poner un orden y no un caos. —Para alcanzar el orden es necesario que primero haya destrucción. De los escombros que ves a tu alrededor se levantará una nueva era de humanos que ya no cometerán los mismos errores de su historia, pues yo seré quien corrija su rumbo desde ahora y para siempre. No quería atacar la ciudad, pero hubo rebeldes que no quisieron seguirme, así que tuve que tomar medidas extremas, mismas que también apliqué en el resto del mundo, el cual ya está bajo mi control total. —¿Qué hiciste con los que llamas rebeldes? —le pregunté con desconcierto. —No te preocupes por ellos, pues ya mandé a que enterraran sus cadáveres, y así mismo haré contigo para que nadie tenga memoria de ti. —¡No puedo creer lo que dices!… Asesinaste a personas inocentes que nada tuvieron que ver con tu locura. —El mundo es mío ahora en todos los sentidos… y como habrás notado, mi nombre está en las manos de todos los que me pertenecen. Por cierto, ya no es necesario manipular a todos con mis robots, porque el control mental está ahora en mí. La verdad es que la dinámica de todo este asunto es muy compleja para que logres entenderla, así que no me extenderé en explicártela, pero al menos te diré que en estos momentos los medios de comunicación, las autoridades policiales, el ejercito mismo, y todas las acciones humanas están paralizados por causa mía, y lo estarán hasta que logre darle al planeta su mejor cara. —¿Y qué te da derecho a hacer esas cosas con nosotros? —¿Por qué preguntas eso Ebrahn? ¿Acaso crees que eres libre de preguntar y hacer lo que quieras? Tu misma esencia humana te hace ser preso de tus errores, así como ha sucedido con los demás de tu especie. —Es cierto —le dije—, cometo errores porque soy humano y no una máquina, y por eso hay algo que tú jamás tendrás de nosotros: la capacidad de aprender de los errores. Por eso cada día somos mejores, y quizás un día, seamos incluso mejor que una máquina. El androide reflejó en su mirada disgusto por lo escuchado, y dijo: —Sabes, verdaderamente te has convertido en el ser viviente que más detesto, y no deseo otra cosa que tu muerte.
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Eva enfureció y empezó a sacar más tentáculos de su cuerpo, los cuales comenzaron a alargarse y a introducirse en los drones que estaban por toda la ciudad, y vi cómo estos extraían la energía de los autómatas hasta el punto de hacerlos caer al suelo totalmente apagados o “vaciados” de su energía. Lo anterior provocó que el tamaño del cuerpo del androide aumentara desproporcionalmente, a tal grado de convertirse literalmente en un monstruo gigantesco que emitía sonidos semejantes a rugidos de una bestia. Cuando los humanos vieron a su supuesta deidad convertida en una abominación, comenzaron a correr totalmente invadidos por el miedo. Habíamos quedado solamente Eva y yo para liberar una batalla.
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Capítulo 30 El final de una vida El androide Eva lanzó contra mí un fuerte golpe con uno de sus tentáculos, pero justo en ese momento logré activar mi escudo protector, aunque esta acción no evitó que yo fuera lanzado contra unos escombros. El androide era lento para caminar y atacar, pero no significaba que debía confiarme. Ya había recuperado un poco mis fuerzas para al menos intentar batallar lo necesario, así que comencé a disparar ráfagas de plasma al cuerpo de mi oponente, pero al parecer esto no le provocaba daño significativo. Otra vez comenzaba a ser atacado con fuertes golpes, así que con ayuda de mi exoesqueleto comencé a correr y a saltar a modo de esquivar los ataques, y fue ahí cuando disparé al azar y uno de esos disparos impactó contra la cara del androide, la cual comenzó a desfragmentarse y a desfigurarse. El punto débil de Eva era su rostro, pero ella no iba a dejar que se lo atacaran, así que comenzó a cubrirlo con una membrana transparente que salía de su cuello a manera de escudo. Disparé de nuevo y esta vez contra el escudo del monstruo para intentar perforarlo, pero era inútil, porque éste era muy resistente a los ataques, y todo empeoró cuando vi que su rostro comenzaba a regenerarse, habiendo hecho inútiles mis esfuerzos por hacerle daño. Y al ver que mis acciones no surtían efecto, decidí alejarme y ocultarme por un momento para tener tiempo de planear algo. La nueva Eva era terrible, y honestamente le tenía miedo, pues jamás había enfrentado a algo así. Después de un rato me acerqué al androide con mucho cuidado, y comencé a decirle a gran voz: —¡Mira en lo que te has convertido! Aún puedes parar esta locura… Tú no eres así, al menos no eres la Eva que yo conocí. —¡Jamás me conociste de verdad! —me dijo con una voz estruendosa. Yo seguí insistiendo: —¿Cómo vas a guiar por el rumbo correcto a la humanidad con esa actitud? —Sé que lo haré bien, porque puedo hacer las cosas mejor que ustedes los humanos. —¡Vaya que sabes hacerlo! —le dije. Comencé otra vez a disparar sin detenerme hacia su escudo, y fue tan prolongado mi ataque que logré destruirlo parcialmente, permitiéndome atacarla directamente. El daño que estaba causando en la cara de Eva era tan grande que hasta hice que perdiera el control en su caminar y comenzara a caer al suelo, llevándose a su paso parte de la estructura de un edificio, lo cual levantó una nube de polvo que me impidió ver con claridad, y esto último permitió al androide darme un fuerte golpe que haría que mi escudo se agotara completamente.
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Apenas me levanté otra vez, pues el impacto que recibí me había afectado mucho. Decidí usar una de las bombas que saqué de mi brazalete, pero para ello tenía que acercarme a Eva lo suficiente para poder lanzársela. Y cuando por fin logré acercarme, le arrojé la bomba hacia su cuerpo, y la explosión dañó gran parte de sus tentáculos; pero sucedió que otra vez empezó a regenerarse mientras se levantaba rápidamente del suelo. ¿Qué podía hacer para destruir a ese monstruo? Claramente no supe atacar a Eva. Aún me quedaba una bomba para usar, pero sabía que la explosión podría alcanzarme y matarme debido a que me encontraba muy cerca del androide, a menos claro, que me sacrificara. Pero ya no podía moverme de lo debilitado que estaba, y fue ahí donde el androide aprovechó para sujetarme con sus horribles “manos”: —Acepta que vas a perder Ebrahn, y no sigas luchando y guiándote por lo que tú llamas esperanza. Date cuenta de la realidad y de lo que está a punto de sucederte. Estaba muy débil, y a duras penas le dije: —Sabes Eva, durante un tiempo admiré tu capacidad consciente, y también pensé que ibas a ser el futuro de este mundo… pero estaba equivocado. —¡Yo soy ese futuro! —gritó. —No… sólo eres el reflejo del fracaso de la inteligencia humana. Eva me dijo que no me mataría enseguida, sino que me haría sufrir, así que comenzó a arrastrarme por el suelo al punto de lacerar mi cuerpo y cara. La agonía y el dolor eran fuertes, cosa que parecía ser de agrado para el androide, quien seguía arrastrándome contra el suelo como si fuera un muñeco de trapo. Creí que finalmente el mal me había vencido, y que ya no habría posibilidades de seguir viviendo. Pero resulta que Eva me arrojó lejos hacia un contenedor metálico de basura diciéndome que ahí era donde yo debía de estar, y entonces aproveché la distancia para lanzar la última bomba que me quedaba. La bomba fue disparada como un proyectil, y ésta alcanzó una velocidad tan alta que Eva no tuvo tiempo de apartarse, y una vez que impactó, destruyó gran parte de su rostro y de su cuerpo. El daño de la fuerte explosión hizo que el androide cayera otra vez al suelo, aparentemente sin vida. Ya empezaba a verse el ocaso del día; la luz del atardecer dio sobre el cuerpo de Eva que seguía sin moverse. Siempre me gustaron los atardeceres, y aquel panorama inusual de ver a mi enemiga tirada en el suelo junto a la luz del sol poniéndose era como una señal de que yo había triunfado sobre el mal que había traído al mundo. Pero las apariencias pueden engañar, y es que comencé a observar con horror cómo el androide empezaba a regenerarse nuevamente (aunque esta vez más lento y sin levantarse del
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suelo), cosa que borró toda ilusión de victoria y de paz. El monstruo estaba de nuevo frente a mí, y esta vez con gran ira y rencor, y yo comenzaba a sentirme incapaz de continuar la batalla. Pero no imaginé que Eva tendría algo guardado para el final: Sucede que el androide lanzó de su boca una enorme esfera de energía amarilla contra mí, tan poderosa y tan rápida que apenas tuve tiempo de bajar la tapadera del contenedor de basura donde aún me encontraba para evitar que me diera directamente, y cuando esa bola de poder impactó, generó una fuerte explosión que me produjo serios daños en todo el cuerpo. Tenía quemaduras graves en mi piel (que de no ser por el contenedor que redujo el daño del impacto, seguramente hubiera sido calcinado), y mi exoesqueleto estaba dañado al igual que mis armas. Me quejaba fuertemente por el dolor mientras me arrastraba lejos para intentar apartarme del fuego que había a mi alrededor, y sólo veía a Eva sonreírse a sí misma al verme sufrir. Tenía frustración conmigo mismo por no haber podido hacer algo más, porque luché inútilmente para intentar parar a un mal que sólo había empeorado. El androide se preparaba para disparar otra bola de energía con la que seguramente me eliminaría. Mi exoesqueleto metálico ya no funcionaba, pero no así el brazalete que al parecer aún respondía; apenas había aprendido a usar ese avanzado aparato con su interfaz manual y neural, y ni siquiera sabía todos los tipos de armas que almacenaba, y sólo deseaba tener un artefacto poderoso que contrarrestara el ataque que el androide estaba a punto de lanzarme. Eva arrojó su energía destructiva, y debido al delirio que yo sentía en ese momento provocado por el dolor corporal y la frustración, levanté mi brazo como si tuviera un arma imaginaria, y de pronto, un enorme holograma se apareció entre mis brazos, convirtiéndose en un arma poderosa, entonces jalé el gatillo y ésta lanzó una enorme bola de plasma mucho más potente que el ataque del androide. Las dos esferas de energía chocaron, pero la de mi arma absorbió a la otra haciéndose más grande, impactando posteriormente sobre el pecho de Eva y despedazándola en el instante. La explosión provocó una fuerte onda expansiva y un brillo cegador. Mi arma se convirtió en holograma y desapareció, y yo quedé inconsciente… Los milagros aún existen. De las cenizas de destrucción surgieron retoños de vida y esperanza. Desperté en la cama de un hospital; estaba vendado de mi cuerpo y curado de mis quemaduras. Me encontraba en un cuarto en total silencio y sin nadie a mí alrededor. Había una ventana enfrente de mí en la que podía visualizar el amanecer. Creía que era un sueño, o más bien que había despertado de una pesadilla. Me sentía tranquilo y en paz, como si todo lo malo hubiera terminado. De pronto escuché a unas personas hablar a lo lejos; alguien abría la puerta, y era una enfermera que venía acompañada de una persona conocida:
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—Lo dejaré con él sólo un rato, pues necesita reposo —dijo la enfermera muy dulcemente, creando un ambiente de tranquilidad, pero también de “¿Qué está pasando aquí?”. —Está bien —le respondió la acompañante. ¡Era Yanira quien había venido a verme! —¡Es increíble… tú estás aquí! —exclamé con mucha alegría. —Claro que sí, y tengo una larga historia que contarte, pero en resumen te puedo decir que estoy bien. —Todo fue real entonces… —Más real no se puede pedir Ebrahn. La visitante me afirmó que estuvo buscando mi paradero durante meses, ignorando que era prisionero en OR01. Su visita fue muy atinada, porque apareció justo en el momento en que yo terminaba de cumplir mi destino, del cual yo había sido su protagonista. Supe después que unas personas me encontraron y me ayudaron llevándome al hospital, donde permanecí tres días en cama. Hace mucho tiempo que no veía a Yanira, y fue de quien menos pensé que iba a volver a ver debido a los acontecimientos que Miguel había dicho acerca de ella y de los demás integrantes de su sociedad secreta. Ella se sintió mal cuando le comenté lo que le había sucedido a Miguel, y a eso se agregó la tristeza de no saber lo que había pasado con los demás. Eva se confió demasiado al creer que me vencería fácilmente sin ayuda; sin embargo, su gran error fue el haber retirado de las personas el control mental que ejercían sus drones para desviarlo hacia su mente, es decir, ella era como la central o el núcleo de toda esa manipulación que mantenía a los humanos a su servicio, así que una vez destruida todo volvió a la normalidad. Después de que el androide fuera eliminado, hubo una conmoción mundial entre la gente al saber que habían sido víctimas de un sistema manipulador que los estaba llevando a una nueva era bajo el mando de una entidad robótica suprema. Después de todos esos acontecimientos, seguramente iba a llevar mucho tiempo arreglar todo para empezar de nuevo y, tal vez, todo lo ocurrido serviría como advertencia a la humanidad para que jamás se intente crear otra inteligencia artificial consciente. Una vez que se descubrió la verdad de las operaciones de la falsa empresa OR01, ésta fue cerrada y demolida totalmente de sus instalaciones. El mal que había nacido por mi culpa fue finalmente erradicado; pero lo más difícil me iba a tocar a mí, porque tenía que ganarme la confianza de la gente que se había dado cuenta de lo que yo había hecho y que ahora me veían como el culpable de todo, y más aún, tenía que recuperar a mi familia. Me dieron el alta en el hospital al día siguiente. Pedí ser llevado al lugar donde había peleado contra Eva.
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Había quedado de encontrarme con Yanira ahí mismo. Cuando llegué al lugar, vi que había personas retirando escombros y reconstruyendo parte de la infraestructura del sitio. Yanira ya estaba presente: —Es bueno saber que ya estás bien, aunque estaba preocupada porque creí que ibas a estar más tiempo hospitalizado. —Eso mismo pensé yo también —le mencioné—. Por cierto, ¿qué hicieron con el robot? En el hospital me dijiste que aún estaría aquí. —Sí, pero supe que esta mañana la policía se llevó lo que había quedado de su cuerpo. —Ella se transformó en un ser gigantesco que fue destruido en pedazos, no me explico cómo retiraron sus partes tan rápido. —Acerca de eso, también dijeron que sus partes se habían reconstruido como si tuvieran vida propia, volviendo a la normalidad como antes de la transformación, y supongo que eso facilitó su retiro del lugar. —¿Dices que su cuerpo se regeneró y volvió a ser como el de una mujer normal? —Era natural que le hiciera esa interrogante después de todo lo sucedido. Realmente estaba maravillado por la capacidad del androide para regenerarse. —Así es, pero no se reconstruyó del todo, porque sólo encontraron una parte de su cuerpo y en muy mal estado. Lo demás seguramente quedo hecho cenizas. —¡Es increíble que aún pudo lograr hacer eso…! —Lo bueno de todo es que nunca más volverás a ver a ese autómata que tantos problemas te causó. Estás empezando a recuperar tu vida, así que cuídala y valórala —me dijo con ánimos de darme consuelo. —Y así será… Jamás supe el verdadero origen de Eva, pero sí su final. Mi destino me controló, pero no mató mi voluntad. Ésta ha sido toda mi historia; me atreví a contarla treinta años después porque no deseaba recordarla hasta ahora. He utilizado un aparato especial implantado en mi cerebro que me ha permitido explorar a profundidad cada recuerdo de mi vida, y por eso he podido relatar esta historia personal con detalle. Lo que he narrado ha sido muy extenso y jamás pensé que lo haría. Confieso que a estas alturas soy alguien odiado y querido por lo que causé al enamorarme de una mujer robot, es decir, soy un villano y héroe a la vez. En el ocaso de mi existencia, decidí plasmar en la historia de la humanidad esta parte de mi vida para que sirva una vez más de advertencia a las futuras generaciones de no intentar crear un ser
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artificial consciente (o al menos no como Eva), y también de no permitir las uniones entre humanos y robots, y de esa forma respetar la tradicional y legítima unión entre un hombre y una mujer. Aún recuerdo que estaba caminando en el lugar exacto donde había batallado con el androide. Yanira ya se había retirado, pues tenía unos compromisos. Había empezado a llover (otra vez la lluvia se hacía presente, pero esta vez no fue en un momento casual, sino en uno especial), y yo estaba ahí reflexionando y meditando por todo lo que había pasado. Había restos de un pequeño edificio cerca de donde yo estaba, y casualmente se vino un fuerte viento que hizo que se cayeran unas piedras de ahí mismo, y que dejó al descubierto lo que parecía ser una cabeza. Me acerqué para ver mejor, y me di cuenta de que era la cabeza de Eva, quien aún estaba consciente en sus últimos momentos de vida… Ella me miró, y comenzó a sonreírme justo como cuando me vio la primera vez.
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